Esta democracia ya no es democracia

🗳️ Bolsonaro ganó con Lula proscripto y preso. Correa no pisa Ecuador desde hace seis años. En Perú, Pedro Castillo estará detenido preventivamente durante 18 meses. Vale la pena indagar en la situación regional para entender cómo opera en la actualidad el vínculo entre democracia y proscripción.

Cumpleañito infantil en Puno, sur del Perú. El payaso Chupetín, un animador maquillado y con gorrito estilo Quico, arenga a su público: «¿Cómo dice?». A coro, los chicos responden agitando: «Esta democracia, ya no es democracia».

Nobleza obliga: la frase que titula esta nota no es mía. Es un canto popular peruano que comenzó a sonar en las protestas contra la destitución de Pedro Castillo y cobró tanta fuerza que se volvió viral en redes y territorios. El contexto del Perú dista diametralmente del nuestro: un golpe de Estado depuso al presidente electo y se instaló en el poder a base de sangre y muertes. Pero la frase sirve para discutir el presente: ¿Vivimos en democracia? ¿Pueden convivir democracia y proscripción? ¿Qué defendemos cuando defendemos la democracia del 37% de pobreza?

El próximo 9 de marzo se conocerán los fundamentos de la condena contra Cristina Kirchner. El fallo tiene un objetivo de mínima y uno de máxima: el de mínima es golpear al peronismo desde la Justicia en un año electoral (nada nuevo, remember Nisman). El de máxima, la inhabilitación de por vida de la mayor dirigente popular de nuestro país. Lisa y llanamente, la proscripción de Cristina.

Bolsonaro ganó con Lula proscripto y preso. Correa, dos veces presidente, no pisa Ecuador desde hace seis años. En Perú, Pedro Castillo, principal líder popular, estará detenido preventivamente -ergo proscripto- durante 18 meses a la espera de su juicio por rebelión. Nuestro país tiene una larga historia de proscripciones: 18 años sin Perón hablan por sí solos. Pero tal vez vale la pena indagar en la situación regional para entender cómo opera en la actualidad el vínculo entre democracia y proscripción.

El pasado domingo, el correismo sin Correa ganó en las elecciones regionales: se impuso en la ciudad de Quito, en el departamento de Pichincha y tras 31 años de continuidad socialcristiana venció en el historicamente gorila departamento del Guayas. En Brasil, tras dos años de cárcel, Lula venció y volvió. En Perú, la historia se sigue escribiendo a base de muertes jóvenes. En las tres latitudes, la proscripción opera y operó como arma para limitar la democracia y facilitar la llegada de gobiernos de derecha.

Apenas una década atrás discutíamos por izquierda el apellido de la democracia: participativa, radical, revolucionaria. Diez años más tarde, los proyectos populares defienden arrinconados apenas los restos de un sistema procedimental que garantiza altísimos niveles de exclusión y una desigualdad creciente. El marco de lo decible se corrió tan a la derecha que defendemos desde el Estado la democracia que criticábamos.

El riesgo es claro: que para los jóvenes y las nuevas generaciones los gobiernos populares signifiquen el sostenimiento del statu quo. La amenaza de que la elección de octubre se defina entre Massa y Larreta (el sueño húmedo del partido demócrata yanqui) es que el peronismo se conviera en el partido del orden en lugar del movimiento de transformación.

La derechización del peronismo en pos de un pragmatismo bilardista es falsa. Pero mientras los liberales impugnan el sistema por derecha, desde nuestro campo se discuten más nombres y cargos que programas políticos. Lo cierto es que nadie gana mirando al pasado y la elección se disputará entre diferentes modelos de salida a la crisis. ¿Es posible enamorar al electorado en disputa con la propuesta de un ajuste fiscal, un crecimiento nominal y una reducción de los salarios? La respuesta es simple: no.

Esta semana tendrá lugar la ansiada mesa del Frente de Todos. La pregunta por su tamaño y sus integrantes que la compongan es un interrogante que sigue abierto. Entre más amplia, menos ágil para tomar movimientos audaces y dinámicos (necesarios en un año electoral). Entre más reducida, menor capacidad de representar sectores (por lo menos para aquellos que deberían ser representados por el devaluado Presidente, como gobernadores, la cúpula de la CGT y el Movimiento Evita).

La CGT y el Evita, albertistas hasta la última hora, reclaman un lugar en la mesa. Ambos perdieron en estos años capacidad de representación: la CGT ahora es Daer y el sector de los gordos e industriales, sin Moyano ni la CFT, sin la propia UOM que pasó a manos del kirchnerismo. El Evita ya no es los «movimientos sociales»: en marzo presentará su partido político y muestra la reducción de su marco de alianzas a costa de su férreo anticristinismo. Del «Partido de los Comunes» participarán el movimiento de Pérsico y Navarro y el golpeado Barrios de Pie del Chuky Menéndez. Ni siquiera la CCC formará parte del convite, que se aparta por izquierda de la propuesta evitista. Ni hablar de Juan Grabois, que apuesta por fortalecer un polo de izquierda que discuta la «inevitable» candidatura del actual ministro de Economía.

Con Cristina proscripta y limitada, emergen los interrogantes. ¿Resulta viable una candidatura de Axel a presidente? ¿El kirchnerismo debiera apostar por ser furgón de cola del massismo sosteniendo espacios de poder o por tener un candidato propio que inevitablemente ganará la interna y disputará el país con un programa propio? No hay respuestas, o por lo menos este cronista no las tiene, aunque intuye que la entrega de la dirección del movimiento popular a su minoría más conservadora sería un error caro de remendar en los próximos años.

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Yair Cybel

Una vez abrazó al Diego y le dijo que lo quería mucho. Fútbol, asado, cumbia y punk rock. Periodista e investigador. Trabajó en TeleSUR, HispanTV y AM750. Desde hace 8 años le pone cabeza y corazón a El Grito del Sur. Actualmente también labura en CELAG y aporta en campañas electorales en Latinoamérica.