¿Qué Alberto? Un requiem por la moderación y en contra de la Corte

🗣️ Encendido contra los jueces y talibán del diálogo por siempre, Alberto Fernández abrió su último período legislativo. Obras públicas, Cristina Kirchner y una plaza flaca de convocatoria para el solitario final del Presidente.

El tiempo y el amor

«El amor hace pasar el tiempo; el tiempo hace pasar el amor», dice un famoso proverbio italiano y en el caso de Alberto Fernández se corrobora en los hechos. En su cuarta apertura de sesiones, con una magra convocatoria popular (movió un poco Gabriel Katopodis y el MILES de D´Elía mientras que el Movimiento Evita y Barrios de Pie pusieron solo algunas banderas), el presidente de la Nación defendió su gestión, cargó contra la Corte Suprema y realizó algunos anuncios timoratos. Pero, sobre todo, el dato de la jornada fue que se reencontró después de varios meses con Cristina Fernández de Kirchner en pleno año electoral.

La presencia de Horacio Rodríguez Larreta quedó opacada por dos opositores de mayor relevancia: los jueces de la Corte Suprema Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz fungieron como adversarios de lujo en una serie de largos pasajes del discurso. Chats con prebendas, compras de influencias, la judicialización del congelamiento de tarifas o la habilitación de importaciones no estratégicas: en su faceta más combativa, Alberto Fernández cargó contra una Corte cuyos dos representantes en el recinto llegaron a su cargo por medio de un decreto de Mauricio Macri. En el año 2020 había prometido Reforma Judicial, ahora no se atrevió a tanto.

Pero Larreta y los jueces cobraron juntos en el mismo pasaje estratégico, el que versó sobre la coparticipación. “Los episodios recientes en la disputa por los recursos nacionales y su coparticipación con nuestras provincias hicieron evidente cuál es el bloque de intereses tradicionales que pretenden consolidar las enormes asimetrías que aún existen en la Argentina”. El Presidente pintó su discurso de un tinte federal, recorriendo obras de gestión y enfatizando en la necesidad de distribuir recursos. Sin embargo, volvió a sus orígenes al proclamar que es «orgullosamente porteño» y aprovechó para fustigar a Larreta por los fondos coparticipables.

Obras públicas, medios, Previaje y Cristina

Los medios tuvieron un párrafo aparte. Alberto, interlocutor histórico del Grupo Clarín, sentenció que los grandes monopolios de prensa tergiversan la realidad y encubren los logros de gestión. «Un sistema de concentración mediática que oculta y tergiversa información a los lectores» fue el pasaje que soltó el Presidente, pese a que en más de tres años de gestión apenas tuvo una única iniciativa política en la materia: el decreto 690 que declaraba Internet como Servicio Público y que fue judicializado inmediatamente por iniciativa de las empresas prestadoras.

Al lado de Alberto se sentó Cristina. De color pastel y de punta en blanco, rechazó un ofrecimiento de agua del Presidente y asintió brevemente cuando el primer mandatario hizo referencia a los embates de la Corte Suprema. Atentado y proscripción, dos temas que se especulaba en la previa que abonaran al acercamiento, estuvieron presentes en la exposición.

Obras públicas, cloacas y construcción de viviendas fueron los caballitos de batalla con los que el Presidente buscó revalidar su actuación. Hubo una defensa de las empresas públicas y del Previaje, acaso la política más exitosa y «clasemediera» de su gestión presidencial.

Sobre la mitad del discurso Alberto efectuó una reivindicación de los Derechos Humanos y una tibia mención a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Cuando se olvidó de las Madres fue en su enumeración de las universidades por votar, a las que la oposición se niega apoyar. La omisión tiene lógica: en sus últimos tiempos, Hebe de Bonafini cargó con fuerza contra la vacilación de Alberto al momento de encarar transformaciones de fondo.

Talibán de la moderación

Una defensa a ultranza de la moderación. «Fui yo con mi moderación quien…» fue la fórmula con la que el mandatario intentó convertir en virtud su principal defecto. En su decálogo de puntos mencionados, ninguno -salvo el combate a la pandemia y algunas intervenciones en política exterior- puso en cuestión a los poderes fácticos. Una exaltación de la fórmula de la derrota.

¿Crecimiento para quién? En la de cal de su discruso, intentó distanciarse de la égida del Fondo Monetario Internacional. Reivindicó la tarea de Massa y dijo que ambos defienden la idea de un equilibrio fiscal y no lo hacen a merced de las directivas del Fondo. Algo irónico si se considera que las principales economías del mundo (comenzando por China, Estados Unidos, Alemania y Japón) son ampliamente deficitarias.

En su pasaje final, Fernández apeló a la igualdad como valor supremo de la democracia y convocó a la oposición a encontrar puntos de acuerdo en cuestiones de fondo. Desde la platea, el sector más intransigente del PRO, que no paró de interrumpir la parte final del discurso, pedía irónicamente «para Alberto, la reelección».

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Yair Cybel

Una vez abrazó al Diego y le dijo que lo quería mucho. Fútbol, asado, cumbia y punk rock. Periodista e investigador. Trabajó en TeleSUR, HispanTV y AM750. Desde hace 8 años le pone cabeza y corazón a El Grito del Sur. Actualmente también labura en CELAG y aporta en campañas electorales en Latinoamérica.