«Queríamos recoger el coraje de las víctimas en contar estos hechos en ese momento»

🎞️ "El Juicio" es el documental de Ulises de la Orden que condensa parte del material de las audiencias en las que fueron juzgados los máximos responsables de la última dictadura cívico militar.

¿Qué se puede hacer con un archivo fílmico duro, casi insoportable, rígido en su formato original? ¿Qué se puede hacer con el registro de un Juicio histórico como el de las Juntas Militares por parte de un tribunal civil, casi cuatro décadas después? ¿Cómo construir personajes a partir de las acciones, las voces, las miradas en ese tribunal de justicia? ¿Cómo contar esa historia? El documental El Juicio, de Ulises de la Orden, que ya recorrió festivales en Berlín, Nueva York,  Noruega, y se estrena en abril en el Malba, es una respuesta a esas preguntas y muchas otras más. Pero además, y gracias al trabajo de archivo de Memoria Abierta, permite sumergirse hoy, a cuarenta años continuos de democracia y cuarenta y siete del último golpe cívico militar en el país, en ese tiempo y en ese espacio, de un modo diferente y complementario al de Argentina, 1985, como dirá el director en esta entrevista con El Grito del Sur.

El Juicio pone en foco las acciones de los protagonistas y de ciertos personajes clave, fiscales, jueces, testigos. Como si hubiera habido una dirección de actores. En la información sobre la película, algunos de ellos figuran como “elenco” y son caracterizados como personajes de ficción.

Es la gran diferencia entre una ficción y un documental. En una ficción vos construís los personajes, trabajás con los actores para la interpretación de personajes, a quienes dirigiste antes de filmar. En un documental es al revés. En este caso, es una película de archivo donde no hubo control sobre el rodaje. Sin embargo, a la hora de trabajar en el montaje construimos los personajes, intentando no faltar a un concepto de verdad. El fiscal (Julio César) Strassera que ves en la película es el que construimos a partir de esas 530 horas de archivo existente. Lo mismo con los imputados, con los defensores. Hay una dirección de esos archivos para construir los personajes. Es una interpretación del Juicio estructurado en una historia.

Ulises de la Orden.

Hay un momento en que Miriam Lewin está dando testimonio, da vuelta la cabeza porque ocurre un episodio en el fondo de la sala y le vemos la cara; muchas veces hay un zoom en los gestos irónicos y burlones del represor Massera o las sonrisas “cómplices” de los acusados y sus abogados. Teniendo en cuenta la posición fija de las cámaras en el Juicio, ¿buscaste esos planos o esos momentos? 

El archivo del Juicio a las Juntas tiene un contenido durísimo y es un material televisivo sumamente rígido. Hay poca movilidad de cámara y poca variedad de planos. El trabajo de visualización y catalogado nos llevó ocho meses para transformar el lenguaje televisivo que tenía el registro en un lenguaje cinematográfico. Hubo un trabajo muy profundo para buscar esos planos, esos momentos. Hay 530 horas y se pueden hacer infinidad de películas distintas. 

De esas 530 horas de grabación que realizaron los medios y transmitió la televisión pública en parte, la película se condensa en 177 minutos. ¿Cuál fue el criterio de selección y de corte?

Yo no diría que se condensa sino que 177 minutos fueron los que necesitamos para contar la historia. Como criterio de selección, corte, y agregaría jerarquía, ritmo, tomamos algunas líneas básicas. Una era que la historia no necesariamente tenía que tener la cronología del Juicio, que ya de por sí tenía una puesta en escena muy particular: alteramos su temporalidad. Y otra fue contar el Juicio a las Juntas Militares, no los casos particulares (cada uno merece una investigación y hay mucho recorrido ya hecho) sino los temas que trabaja la fiscalía. Del primer armado de ocho horas y media a 177 minutos, hubo muchísimo trabajo de selección, de corte, pero sobre todo de estructura, de ritmo, de buscarle dinámicas cinematográficas a este material tan rígido.

Dentro de esos temas, aparecen las violaciones a mujeres y la violencia de género, que tardó en considerarse delito de lesa humanidad.

Al ver el material encontramos que se hablaba mucho de violencia de género, robo de niños, torturas a niños. El primer condenado por delitos sexuales fue el Tigre Acosta en 2007: pasaron 30 años, porque hubo un período de impunidad que duró más de 20 años. Queríamos recoger esto de alguna manera porque habla del coraje de estas víctimas en ir a contar en ese lugar estos hechos en ese momento. Prestamos mucha atención a los delitos sexuales contra mujeres y hombres y a los niños y lo elaboramos. 

El de los chicos torturados es uno de los más difíciles de digerir y tal vez por eso de los menos trabajados desde la producción cultural.

Las Abuelas de Plaza de Mayo llevan décadas buscando a sus nietos y muchos atravesaron períodos de distintos tipos de tortura en manos de sus apropiadores. Está el caso de Floreal Avellaneda, cuya madre vive aún. Desaparecido, torturado y arrojado desde un avión. Apareció su cadáver el día que cumplía los 16 años (la primera mención a Floreal la hizo Rodolfo Walsh en su “Carta abierta a las Juntas militares” en 1977. N. de la E.). Y otro caso es el de Pablo Márquez, cuya estatua de bronce flota frente al Parque de la Memoria. Hay una producción de memoria en torno de ellos. Sí es prácticamente imposible hablar del tema. Para nosotros lo más duro de hacer la película fue escuchar los testimonios en relación a los niños. Noches sin dormir, pesadillas una atrás de la otra. 

Strassera y Luis Moreno Ocampo

La película se divide en dos partes, y en capítulos con sus títulos. De nuevo; ¿cuál fue el criterio para elegir esos títulos y esa división?

Estos capítulos comenzaron a imponerse, fue algo colectivo que surgió de Alberto Ponce, nuestro montajista, de Richard Copans, nuestro productor francés, y estuvo rodando también en mi cabeza. Muchos son los argumentos en que se basó la fiscalía para demostrar la culpabilidad de los comandantes y otros tienen un carácter emotivo, y el orden de eso tiene que ver con la estructura dramática. La división en dos partes es para darla a los distribuidores o en colegios que puedan proyectarla en dos partes. Nosotros decimos que hicimos dos películas: la primera y la segunda parte son dos películas que se pueden ver juntas o separadas.   

De las escenas que quedaron afuera, ¿cuáles te costaron más sacrificar? ¿Cuáles agregarías si tuvieras quince minutos más?

En realidad, me hubiera gustado una película más corta, de 110 minutos. Teníamos que empezar a dejar de contar algo fundamental: los delitos sexuales, la violencia contra los niños, los vuelos de la muerte. Cada caso ameritaría una película en sí misma. Hay mucho ya contado sobre la violencia en los 70 en Argentina. Sería interesante que se sigan abordando la infinidad de temas que surgen del Juicio.

Es imposible ver El Juicio sin comparar con Argentina, 1985. Hay incluso algunos testimonios coincidentes, como el de Adriana Calvo, que en la película de Santiago Mitre aparece ficcionalizado. 

Una de las motivaciones con la que empecé a trabajar en la investigación en 2013 fue que el Juicio a las Juntas militares era un parteaguas en nuestra historia y que estaba un poco olvidado. Ese asunto lo vino a resolver Argentina 1985. Hoy en todo el mundo se conoce esta película. Yo vengo de estrenar en Berlín, Nueva York, Oslo y otras ciudades noruegas y todo el mundo conocía la existencia del Juicio a las Juntas militares. En ese sentido creo que se complementan. Argentina, 1985 es una gran película con un lenguaje de thriller, y El Juicio es una película más demandante para el público, muy dura, pero creo que todos debemos ver. Condensa la historia no solo de lo que nos pasó en los 70 sino cómo empezamos a hacer Justicia a partir del Juicio a las Juntas militares.

En tu página web Ulises de la Orden se lee: “De todos los proyectos cinematográficos en camino, los que más me motivan son los que apuestan a que las películas y el público se encuentren”. ¿Cuál es el encuentro que esperás se de entre El Juicio y el público en el contexto de los 40 años de democracia?

Siempre trabajamos con un público objetivo. Y para mí el público ideal es el que no vivenció la década del 80 y todo lo que significó: el final de la dictadura, la Guerra de Malvinas, el triunfo de Alfonsín, el advenimiento de una democracia que todavía tenemos en su 40 aniversario, el Juicio a las Juntas militares, las leyes de impunidad, los retrocesos. Y creo que es un valor fundamental de nuestra sociedad el proceso de Justicia argentino. Sueño con el encuentro con estudiantes de cuarto o quinto año del secundario, que puedan interiorizarse en cómo se inició este proceso de Justicia. Ahora vamos a un estreno en el Malba, que es una sola sala en Buenos Aires. Pero tenemos la idea de hacer 40 proyecciones en 40 localidades de la Argentina conmemorando los 40 años de democracia.

El Juicio es tu décima película. En el contexto de tu producción anterior, que incluye títulos como Amanecer de mi tierra o Vilca, la marca del silencio. ¿considerás que hay una continuidad o una ruptura?Nunca siento una continuidad entre mis películas. Entiendo que para el espectador o para la crítica sí. En El Juicio no: es la primera película que hago con archivo, nunca me había metido con los 70/80. Temáticamente es algo nuevo. Pero seguramente haya continuidades: creo que todas mis películas giran en  torno a los DD.HH. y valores quizá complementarios o fundamentales como el derecho a un ambiente sano, a una educación justa, a poder crecer y desarrollarse en un territorio que nos contenga. La última dictadura argentina fue todo lo contrario a eso. Pienso que el Juicio a las Juntas militares fue una forma de empezar a revertir esa historia de violencia, de destrato, de abandono, de desigualdad, de injusticia, que son valores fundamentales para desarrollarnos todos con igualdad, con justicia, como rumbos a seguir.

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