Construiré una balsa

🧐 El Presidente renunció a un segundo mandato en el que nadie creía. Dijo que lo hizo para dedicarse a la crisis en que está sumido su Gobierno, pero las encuestas y las internas lo habían sepultado hace rato. El Frente de Todos, sin tiempo para balances, entró en etapa de definición de su futuro político.

Alberto Fernández renunció esta mañana a la posibilidad de presentarse a la reelección. Golpeado por las internas, la corrida contra el dólar y una inflación que superó el 100 por ciento interanual, el Presidente anunció que no buscará un segundo mandato. Tras la decisión, con la que se especulaba desde hace semanas, el Frente de Todos ingresó en una etapa de definiciones de cara al cierre de listas. Las principales incógnitas pasan por si habrá una PASO o una candidatura de consenso, y sobre todo cuál será el rol a partir de ahora de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en el armado electoral. 

El Presidente anunció su retirada a través de un spot publicado en redes sociales, en el que aseguró que el 10 de diciembre, cuando culmine su mandato, entregará “la banda presidencial a quien resulte electo legítimamente por el pueblo”. A lo largo de más de 7 minutos, el mandatario repasó las contingencias de su gestión, como la pandemia, la guerra en Ucrania y la sequía, a las que enumeró como las razones que lo llevaron a priorizar la gestión dada “la grave crisis que atraviesa nuestro país”.

Pero también dejó varias señales políticas al interior del Frente de Todos. Con una cita al general Perón, “primero la patria, después el movimiento y por último los hombres”, buscó dejar abierto el escenario de elección de candidaturas, idea que reforzó con un dardo dirigido al kirchnerismo: «Démosle la lapicera a cada militante». 

Respecto de su relación con la vicepresidenta, Fernández insistió con que su principal objetivo fue “mantener la unidad de nuestro espacio político”, a pesar de haber “soportado críticas internas” a lo largo de estos casi cuatro años. 

Pasadas ocho horas desde el anuncio, Cristina seguía sin hacerse eco: el silencio fue, al menos hasta la tarde de este viernes, el mensaje político elegido por el kirchnerismo. Máximo Kirchner y el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, tampoco emitieron palabra. 

La Cámpora, en cambio, optó por un mensaje escueto: “La decisión del Presidente abre una nueva etapa para reordenar las prioridades del Frente de Todos, que debe trabajar para construir una alternativa que recupere la esperanza y los sueños de los argentinos y argentinas”.

Los mensajes de elogio al Presidente partieron básicamente de su entorno y de los principales funcionarios que lo siguen acompañando, como el canciller Santiago Cafiero, el jefe de Gabinete, Agustín Rossi, y el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández. Lo propio hicieron los gobernadores de Catamarca, Raúl Jalil, y el de La Rioja, Ricardo Quintela, dos de los mandatarios provinciales más cercanos a Fernández. También lo elogió cariñosamente la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto. 

Tanto el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, como el embajador en Brasil, Daniel Scioli, ambos posibles candidatos a sucederlo, hicieron por su parte análisis de tipo electoral, y afirmaron que la decisión ordena el futuro del Frente de Todos. El ministro de Economía, Sergio Massa, otro de los presidenciables, prefirió hasta el momento seguir el camino de CFK y no subirse al tren de declaraciones. 

CONSTRUIRÉ UNA BALSA 

Fernández llegó al renunciamiento acosado por una grave crisis económica y política. Enfrentado desde hace por lo menos dos años al kirchnerismo, en las últimas semanas tuvo más de un encontronazo con Massa. El último derivó en la renuncia de su jefe de asesores, Antonio Aracre, en medio de otra corrida contra el dólar, que no se detuvo pese al anuncio de hoy. 

Este mismo viernes, además, lo esperaba un congreso del PJ, que todavía preside, en el que presumiblemente se le iba a exigir que tomase la decisión que finalmente tomó. Un duro documento de la CGT, que también le quitó el apoyo, se sumó al amague de Kicillof de desdoblar las elecciones generales en la Provincia si no se bajaba. Se especula con que Massa hizo lo propio, bajo amenaza de renunciar y dejar al Gobierno ante una deriva hiperinflacionaria. 

Las encuestas tampoco le sonreían. Las más difundidas del último mes lo daban con niveles de aprobación tan bajos como los que supo tener Fernando de la Rúa. El núcleo duro del kirchnerismo comenzó a presionarlo para que se bajara desde principios de año, con el argumento de que su boleta presidencial tendría un efecto negativo en los territorios en disputa en todo el país. Principalmente en el conurbano bonaerense, donde más pega la crisis y donde el Frente de Todos aún conserva un electorado fiel. 

Acorralado, el Presidente decidió finalmente que debía dejar de lado las especulaciones y optar por un renunciamiento que calme las aguas y, sobre todo, que le dé aire para llegar al final del mandato. Como él mismo dijo, la suerte de su gestión estaba atada a la unidad del frente. 

EL PRESIDENTE QUE NO FUE

El anuncio le puso un punto final en términos políticos a un mandato atravesado por un contexto dramático (pandemia, guerra, sequía, etc.) pero también por internas palaciegas de una intensidad inédita en 40 años de democracia. A los factores externos desestabilizantes le sumó su propia incapacidad de manejar las propias tormentas en el ejercicio del poder. 

La prueba más cabal de esa incapacidad fue su enfrentamiento permanente en términos programáticos y coyunturales con Cristina, la persona que en última instancia lo convirtió en presidente. De aquél “Tío Alberto” de 2019, una suerte de delegado del kirchnerismo en el Ejecutivo, prácticamente no quedó nada a poco de andar. Si bien el Frente de Todos no se rompió, Fernández negoció un acuerdo con el FMI sin la aprobación del kirchnerismo, y afrontó las elecciones de medio término con sus propios candidatos encabezando las listas, dos decisiones fundamentales de su mandato que podrían bien explicar su fracaso a la luz de los hechos. 

La barranca abajo comenzó tras las elecciones de 2021, en la que el Frente de Todos perdió en la Provincia de Buenos Aires, lo que derivó en la renuncia de varios funcionarios cercanos al kirchnerismo. Siguió con la renuncia de Máximo Kirchner a inicios de 2022 a la conducción del bloque de Diputados, tras el acuerdo con el FMI, y con la renuncia también de su primer ministro de Economía, Martín Guzmán, hace casi 9 meses. 

Cada vez más solo, y con una inflación galopante, Alberto se recostó en Massa, la última carta de estabilidad posible. El líder del Frente Renovador llegó con el acuerdo de CFK como una apuesta a salvaguardar al Gobierno para llegar competitivos al 2023. Nada parece indicar que ese escenario terminó por configurarse. El derrotismo es el ánimo generalizado de todo el peronismo. 

Los reproches del kirchnerismo se iniciaron en plena pandemia, durante el momento en que el Presidente llegó a tener una imagen positiva del 80 por ciento. Pasados los meses de filminas y del “Gobierno de científicos”, llegó la primera decisión importante, que pasaba por la estatización o no de la empresa narco-agroexportadora Vicentín, endeudada con el Estado durante el macrismo a través de maniobras fraudulentas y de vacío de activos. Fernández realizó un anuncio público de expropiación, pero una semana después se arrepintió, una característica de su forma de conducir que resultó exasperante para una parte del Frente.

Frente a la experiencia fallida de Fernández, el presidente que no fue, la pregunta abierta es qué hará este año el kirchnerismo, que desde 2011 no tiene un candidato presidencial de pura cepa. La incógnita pasa por saber si Cristina utilizará otra vez “la lapicera” para erigir a un extracomunitario o se inclinará por alguien de su riñón, aún a costa de perder la elección. 

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