Casa de Auxilio, cuando la salud es cosa de todos

🏥 El centro de salud nació gracias a los vecinos de Ramos Mejía en 1917 y funciona hasta el día de hoy por el trabajo de los médicos y la comunidad, cubriendo casi la totalidad de los tratamientos e intervenciones.

Mirla Ramírez es venezolana y vive en la localidad de Caseros desde 2019. El año pasado, antes de cumplir 48, se fue a hacer estudios ginecológicos incentivada por una amiga y le encontraron un tumor en la mama izquierda. La operación y reconstrucción de su seno no solo fueron exitosas en el aspecto médico y el acompañamiento terapéutico, sino que Mirla recibió un reintegro del 97% del monto total de la intervención. Su caso es uno de los muchos que se atienden en la Casa de Auxilio de Ramos Mejía, una organización sin fines de lucro destinada a la salud de la comunidad. 

En 1917, cuando todavía La Matanza era una planicie casi deshabitada, cuando aún no había hospitales públicos o clínicas privadas, un grupo de vecines crearon un centro asistencial para que la comunidad pudiera acudir por problemas de salud. “Había un médico filántropo que atendía a la gente pobre en forma gratuita, a los que no tenían más les cobraba”, cuenta Arturo Ter Akopian, presidente de la institución.

En 1928 se inauguró una nueva sede con la presencia del entonces gobernador bonaerense, Valentín Vergara, y el intendente José Lois. Les vecines sabían que cuando el doctor no estuviese más, el proyecto se iría con él, entonces decidieron ponerse al frente de la Casa de Auxilio para que el modelo perdure. Hasta los 70, la institución siguió creciendo, cumpliendo un rol protagónico en la zona.

En unos años ‘90 marcados por la pizza y el champagne, la Casa de Auxilio atravesaba una crisis económica y existía el peligro de que tuviera que declararse en quiebra. Fue en el ‘94 que sus trabajadores otra vez se hicieron cargo, pusieron al día las cuentas y de a poco sacaron adelante la institución.

“Nosotros no pensamos la salud como caridad, sino como derecho. Al entender eso, la cuestión central es que todo el mundo se pueda atender y el tema de la gratuidad, o no, pasa a segundo plano. Nuestra misión es curar y ayudar a la gente a que tenga salud”, explica Ter Akopian.

En la Casa de Auxilio, les vecines y usuaries pagan una cuota mensual de $4000 para cubrir asistencia básica con acceso a todas las especialidades médicas. Para problemas graves de salud, se ideó un mecanismo en conjunto con una compañía de seguros, que implica subsidios y reintegros del monto total del tratamiento o intervención y puede realizarse en un centro médico a elección.      

Arturo Ter Akopian, presidente de la Casa de Auxilio.

“Así, cobrando barato, nos va muy bien. Parece que estuviéramos en Finlandia. Si bien hay que pagar, se busca que todo sea accesible para la gente. Nos podemos equivocar: para algún bolsillo puede parecer mucho, para otros poco. Pero cada vez se atiende más gente porque el sistema de salud, tanto público como privado, se está derrumbando por la concentración económica de los prestadores de salud. Cada vez menos pequeños empresarios de salud pueden sobrevivir”, precisa el directivo. En ese sentido agrega que esto se debe a que “los financiadores —los prepagos y las obras sociales— se apropiaron de los recursos y marginaron a todos los verdaderos laburantes. ¿Y qué hacen los centros médicos? Sobrefacturan y es una guerra, un desastre”. 

Ter Akopian destaca que lo que hace la diferencia en la Casa de Auxilio es “la vocación de poner el pecho” y resalta la “libertad de los médicos para ejercer”, dos valores que él no ve en el mundo de la salud de hoy. De hecho, en el caso de Mirla, quien consiguió el arreglo para su operación fue su mismo médico.

Al día de hoy, Mirla sigue atendiéndose en la Casa de Auxilio de forma regular. Hace poco, en la sala de espera para entrar a un control con el médico que la operó, se encontró con una mujer que iba a consultar. “La señora estaba estresada. Me pareció que pasaba por lo mismo que yo y le dije: ‘Mira, si estás en manos del doctor Colasurdo, poné la confianza en Dios y en él, porque es un ángel’. Ella me dijo ‘¿en serio?’ y le dije ‘sí, mírame’, pum, saqué mi teta y se la mostré”. 
“En el contexto actual donde prevalece la cosificación del médico y la del paciente, acá la relación entre ambos, si bien no es perfecta y aún tenemos mucho que desarrollar, es un vínculo más humano”, comenta Ter Akopian, recordando el caso de Mirla. Ella por su parte expresa: “A mí me generan mucha confianza y de verdad que sí. Yo los veo como una familia”.

Compartí

Comentarios