Chau mandato y dietas que fracasan: ¿qué culpa tiene la nutrición?

🥪 Ocho de cada diez mujeres argentinas se sienten insatisfechas con su imagen corporal, mientras que en el caso de las masculinidades prima el ideal de muscularidad. Luego de lo que fue el Día Internacional sin Dietas, conversamos con la comunicadora y modelo Brenda Mato y la Licenciada en Nutrición Florencia Lavandeira.

Hay un meme que resume en esencia el devenir histórico de la relación con nuestro cuerpo. Una mujer joven contemporánea celebra su sentimiento de emancipación y empoderamiento al canto de “somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar”. En el cuadro siguiente, la postura real de su abuela le señala “el exceso de kilos”. Es una imagen clara y contundente que a la vez repara en otra clave: para que un mandato hegemónico sea efectivo tiene que tener descendencia, así sobrevive –aunque reciclado– cuando se traspasa de generación en generación, principalmente en femineidades, designadas por los siglos de los siglos a estar a cargo de la crianza y del modelo a ser. 

Desde que inició su camino como activista, la modelo creadora de contenido, militante por la Ley de Talles y estudiante de Sociología, Brenda Mato, salió a la calle con una consigna que se volvió lema: “los estándares de belleza también son violencia machista”. El tema de la herencia es todavía más complejo. Cuando estábamos en la Edad Media, existía la proporcionalidad: a mayor corporalidad = mayor estatus social se traducía como pertenecer a la burguesía acomodada y representar un buen estado de salud frente a marcados períodos de guerras, pestes y hambrunas, luego el Renacentismo –marcado por el indagar en la ciencia–  llegó con la balanza, las medidas y a posterior una industria (indumentaria, plástica, entre tantas) que comenzaba a desarrollarse con la primera Revolución Industrial.

Muchos años después, en 1992, justamente en el Reino Unido, la feminista británica Mary Evans Young empezó a percibir comportamientos sociales que estaban germinando, y les contestó: «La gorda devuelve el mordisco» (“Fat Woman Bites Back”). Su comportamiento llamó la atención de los medios de comunicación. Y el 6 de mayo, frente a la audiencia, les propuso un pacto: que esa fecha comience a celebrarse como el Día Internacional Sin Dietas. Su origen se replicó en múltiples regiones y permanece hasta hoy.

Brenda toma el legado. “Mi activismo surge como respuesta a mi propia historia, a toda la violencia que me tocó atravesar como persona gorda. Fue sanar todo eso: entender que al final no soy yo ni es mi cuerpo sino que hay algo mucho más grande por hacer y es importante trabajar para eso”, cuenta la también impulsora de la Ley de Talles en diálogo con El Grito del Sur resumiendo un recorrido que inició compartiendo su historia en redes sociales, donde fue encontrándose y aprendiendo de otras referentes que –cuenta– “me enseñaron la importancia de la lucha colectiva: que no me pasaba solo a mí, ni tampoco lo iba a solucionar sola”. 

«Este día me interpela de muchas formas. Nace del activismo, de cuestionar eso que damos por sentado: todas las personas por alguna razón hemos hecho dietas. Y desde la salud y la medicina ya se demostró con evidencia que fracasan y que también de alguna forma son dispositivos de control. Por eso primero hay que anteponer el deseo a ‘eso que sentimos que hay que hacer’ y después las posibilidades que cada persona tiene de elegir; así vamos a poder aspirar a sentirnos libres», sostiene. 

Brenda Mato

En Argentina, los 2000 se vieron atravesados por la crisis económica y la televisión con el auge de los realitys que fomentó para construir al doctor Alberto Cormillot como “palabra autorizada”, y redujo una identidad corporal a su exposición: de “Cuestión de Peso” a la cantidad de programas enteros dedicados a “cómo cuidarse antes y después de las fiestas”. 

“Mis padres se conocieron en un grupo para bajar de peso”, cuenta Florencia Lavandeira, Licenciada en Nutrición (UBA), diplomada (en Alimentación basada en plantas en la Universidad de Belgrano) y docente universitaria (Universidad de la Matanza y en la Universidad Isalud) sobre lo que lo que reconoce como el recuerdo que la llevó a dedicarse a su profesión. “La obesidad siempre estuvo presente en casa, y el temor a que mi hermano y yo tengamos el ‘mismo problema’ derivó en una crianza donde la alimentación ocupó un rol central”, añade. 

“Cuando me recibí y empecé a tratar con consultantes me di cuenta que todo lo que sabía no alcanzaba, aunque me pasara horas armando una dieta personalizada de acuerdo a los gustos y recursos de una persona, no daban resultado: la abandonaban, perdían la motivación por no ver resultados rápidos. Ahí me di cuenta que había algo sistémico y empecé a buscar otras herramientas. Primero dejé de enfocarme en la balanza. Luego dejé de armar dietas y me propuse trabajar por objetivos, pequeños pero alcanzables para que las personas fueran aumentando su confianza y seguridad en el proceso. Luego comencé a formarme en esas áreas y el foco de mi consulta cambió rotundamente. Hoy día dedico más tiempo a hablar de las emociones y creencias relacionadas a la alimentación y el cuerpo que a los alimentos o cantidades que tiene que comer. Detrás de un ‘quiero comer mejor’ hay muchísimos preconceptos que no siempre acompañan el deseo de mejorar la alimentación y en muchos casos limitan el proceso, ponerlos en palabras permite tomar conciencia y repensarlos”, afirma.

Hoy 8 de cada 10 mujeres argentinas se siente insatisfecha con su imagen corporal (primer estudio de Bellamente, una cuenta creada para contrarrestar los Trastornos de la Conducta Alimentaria, TCA); mientras que en el caso de las masculinidades prima el ideal de muscularidad frente al de delgadez (segundo estudio). En comparación (concluye el informe), este último grupo recibe menor presión social para bajar de peso mayormente de los medios de comunicación (90% a 63%), de la familia (49% a 27%) y los grupos de pares (28% a 21%).

“Me parece que estamos en un momento muy bueno de lucha colectiva muy grande con una América Latina súper despierta: donde tenemos conexión con el Estado; donde los colectivos estamos teniendo muchas charlas con los ámbitos de la medicina en general y donde muchos médicxs están cuestionando sus formas. Obviamente faltan cosas porque el mercado siempre se las va a ingeniar para que todo corra para su lado. Creo que es importantísimo remarcar este presente: vamos por la tercera edición del encuentro de activismo gordo donde nos juntamos a debatir experiencias y políticas públicas. Por otro lado, a su vez tenemos mucho miedo frente al avance de los antiderechos en el mundo y las elecciones presidenciales tan cercanas con candidatos muy cuestionables pero estamos convencidxs del trabajo que seguimos haciendo”, aporta Brenda.

Florencia Lavandeira

Sobre este panorama, ¿qué culpa tiene la nutrición?

“Durante muchos años reinó un modelo paternalista que consideraba que una persona gorda ‘no sabe’ y come más de lo que elimina. Desde esta óptica, el nutricionista ‘dueño del conocimiento’ debía prescribir la típica dieta de ‘x’ cantidad de calorías, elegir según una tablita el peso a alcanzar (sin considerar la singularidad de cada caso) y retar a la persona para que la cumpla haciéndole sentir que era su culpa si no daba resultado o no podía cumplirla. Creo que esta forma de trabajar dañó profundamente la autoestima de aquellos que buscan asesoramiento nutricional dejándolos en un rol pasivo. Hoy sabemos que el abordaje descripto anteriormente no da resultado y busca fundamentarse en ideales de peso y salud inalcanzables. Por suerte el paradigma ha cambiado y creo que cada vez somos más lxs que elegimos trabajar desde otra perspectiva”, responde Florencia.

Existen alternativas vigentes en torno a la buena alimentación como el vegetarianismo, el veganismo, entre diversas opciones. ¿Cómo pensás que es la mejor forma de revisar o incorporar hábitos alimentarios en una sociedad donde vivimos a un ritmo acelerado, el dinero alcanza cada vez menos y la industria del empaquetado se presenta como la gran salvadora?

Quizás un primer paso sea reconocer qué importancia le doy a la alimentación en mi vida y qué creencias tengo. Otro punto importante es entender que la alimentación es parte de nuestro estilo de vida, cambiar la forma en que como es cambiar la forma en que vivo; esta forma de vida ¿me hace feliz? ¿Es sustentable y sostenible en el tiempo? Y por otro lado, entender que el mundo no va a cambiar, voy a seguir viendo publicidad de comida chatarra, la comida ultraprocesada va a seguir ‘siendo rica’, y los eventos sociales van a seguir ofreciendo este tipo de alimentos. Quizás no pueda cocinar todos los días o dejar de comer carne o comprar en la tienda orgánica, pero puedo buscar acompañamiento que ayude a sostener mi decisión de cambiar el rumbo.

— De cara al futuro que se busca generar, ¿qué responsabilidad considerás que tiene que tomar la nutrición (también famosa por manejarse con la hoja genérica o por los «créditos» de Cormillot) sobre la salud de las personas?

Como profesionales necesitamos trabajar las significancias psicológicas que son más poderosas que el saber y limitan el accionar. Por ejemplo, en los planes de estudio de las carreras, tenemos muchas materias que nos enseñan a “armar la dieta para el diabético” pero pocas que nos dan herramientas para acompañar a la persona que tiene dicho diagnóstico. Creo que como nutricionistas tenemos el desafío de acompañar a las personas a diferenciar sus objetivos personales de las exigencias impuestas por el afuera. La vara con la que se mide el éxito cambia todo el tiempo. Hoy es comer orgánico, natural y casero, mientras que hace unos años la moda era comer “light”. Esto genera mucha confusión y frustración porque la realidad es que un gran porcentaje de la población no tiene los medios (económicos o de tiempo) para alcanzar esa expectativa social. El espacio de consulta no sólo debe ser utilizado para indicar alimentos en función del objetivo que trae el consultante sino en primer lugar indagar: ¿qué hay detrás de ese deseo?

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