Ecoansiedad: el factor mental en la lucha por el ambiente

🌎 ¿Qué es la ecoansiedad? ¿Por qué afecta a muchos jóvenes? Si bien aún no es considerada un trastorno ni una enfermedad, organismos alertan sobre el posible incremento de problemas de salud mental vinculados al avance del cambio climático. Recomendaciones para afrontar estos momentos de crisis.

Fue allá por el año 2017 cuando el término ecoansiedad cobró protagonismo. Desde entonces, es considerada un potencial padecimiento mental vinculado al estado emocional de las personas en su preocupación por la amenaza de un desastre ecológico, que afectará sus propias vidas o las de sus progenitores en el futuro más próximo. En un informe titulado «Salud mental y nuestro clima cambiante: impactos, implicaciones y orientación»,  que data de ese año, la Asociación Psicológica Americana (APA) definió a  la ecoansiedad como «el miedo crónico a la catástrofe medioambiental», ligada al avance del cambio climático y la inacción de políticas públicas que intenten mitigar el daño producido al medioambiente. El término está relacionado a otros como ecoangustia, medio ecológico o solastalgia, aunque ninguno de todos ellos es actualmente considerado un trastorno o enfermedad.

Para Jésica FavaraMagíster en Psicología UBA, e investigadora del Instituto de Investigación de la Facultad de Psicología y Psicopedagogía de la Universidad del Salvador-, la ecoansiedad es un término que se está empezando a escuchar; «se asemeja a la ansiedad, pero la diferencia es que el temor radica en que pase algo malo con el ambiente, a diferencia de la ansiedad, que sería más amplia». Explica que aún no es considerada un trastorno por el DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales). En relación a esto, aporta: «es más un fenómeno. La ecoansiedad no es un trastorno. La definición de enfermedad es muy amplia y al menos por ahora no está categorizada como trastorno». Además, la integrante de la Comisión del Programa Interdisciplinario sobre Cambio Climático y del programa UBAVERDE considera que la pandemia de COVID-19 fue un punto de inflexión en cuanto a la cuestión ambiental: «algunas cosas cambiaron en los últimos años respecto a la percepción del ambiente, más por la pandemia y sus efectos».

Los síntomas asociados a la ansiedad climática, de acuerdo a un artículo publicado en la revista de divulgación científica The Lancet, incluyen: experimentar ataques de pánico, insomnio, pensamientos obsesivos y sentimientos de angustia climática que afectan negativamente la salud mental en general, lo que puede conducir a un aumento de los problemas relacionados con el estrés. También involucra reacciones emocionales adversas como irritabilidad, debilidad, tristeza, depresión, miedo, ira, enojo, entumecimiento muscular, impotencia, preocupación, desesperanza, culpa, frustración o inseguridad; aunque la presencia de estos sentimientos varía entre los individuos que experimentan la ansiedad climática.

Los síntomas asociados a la ansiedad climática incluyen: experimentar ataques de pánico, insomnio, pensamientos obsesivos y sentimientos de angustia climática que afectan negativamente la salud mental en general.

El factor juvenil

Otro dato a tener en cuenta es que el segmento social más vulnerable a padecer la ansiedad climática son les jóvenes (definidos por la OMS como personas de entre 10 a 24 años) que podrían verse afectades por el empeoramiento de su salud mental ante la crisis climática. En ese sentido, Eyal Weintraub (Jóvenes x el Clima) cuenta sus sensaciones al respecto del cambio climático: «Definitivamente creo que se hace poco, aunque es una tendencia que va a la alza. Cada vez se empieza a hacer más, empieza a ser una parte prioritaria de la agenda pública, de la agenda mediática y social. Eso se debe a la presión que se vio en las calles en estos últimos años, pero también porque al final del día lo que uno puede sentir es que el cambio climático se va agravando en Argentina y en todo el mundo. La realidad opera y hace que naturalmente empiece a haber mucha más acción climática aunque no al ritmo que se necesita». En cuanto a la emoción que lo invade comenta: «impotencia no siento, bronca sí. En lo particular yo no siento tanto estrés por el cambio climático aunque sí ansiedad, es una ansiedad que opera y que me obliga a llevar a cabo acciones, transformo esa ansiedad en militancia».

Una encuesta de The Lancet (diciembre 2021) se preguntaba sobre la respuesta emocional de les niñes y jóvenes ante el cambio climático, concluyendo que: «los encuestados de todos los países informaron una gran preocupación, con casi el 60% diciendo que se sentían «muy” o “extremadamente” preocupados por el cambio climático. Más del 45% de los encuestados dijeron que sus sentimientos sobre el cambio climático afectan negativamente su vida diaria». En varios informes consultados se reitera que aún hay pocos datos disponibles, por lo que no se puede precisar cuántas personas sufren ansiedad climática, «aunque hay indicios de que los jóvenes son los que más se ven afectados por este fenómeno». La OMS (Organización Mundial de la Salud) ya alertó sobre el impacto del cambio climático en la salud mental de las poblaciones. En una encuesta, el organismo advirtió que sólo el 16% de los países encuestados (la encuesta incluyó a 95 países) han incluido el apoyo psicosocial en políticas nacionales de mitigación climática.

No todo está perdido

Aunque es un padecimiento molesto, «la ansiedad climática es racional y no implica enfermedad mental. La ansiedad es una emoción que nos alerta del peligro, lo que puede hacer que busquemos más información sobre la situación y encontremos posibles soluciones». J. Favara advierte algo de esto en una investigación propia: «con la experimentación de emociones vinculadas al deterioro ambiental se pueden desarrollar conductas en pos de mejorar. Dichas acciones no sólo contribuirían de modo altruista con el medio, sino que se vincularía con el bienestar de los jóvenes, mejorando el estado de ánimo y la salud por la ayuda que no sólo proporcionan al ambiente, sino a otras personas». La investigadora agrega: «las cuestiones de preocupación con el ambiente también hay que ajustarlas con el contexto donde se desarrolla».

Para contrarrestar la ecoansiedad se recomienda transformar la desesperación o la bronca en acción, realizando actividades «amigables» con el medio ambiente: cómo reciclar, usar menos plásticos, cuidar el agua, etc. Aunque uno crea que no es mucho lo que puede hacer, todo aporte suma para mejorar las condiciones ambientales actuales. Al respecto, Eyal afirma: «desde Jóvenes x el Clima hace muchos años que estamos organizados y llevando a cabo acciones, intervenciones y trabajando fuerte para implementar la educación ambiental en todo el país, para desarrollar políticas públicas y hacer que se aprueben leyes que protejan el ambiente, entonces creo que cuando uno es parte de un colectivo, es parte de algo más grande que uno mismo, la impotencia muchas veces se va disipando». 

¿No todo está perdido, entonces? «Estamos muy lejos todavía de poder declarar que la batalla por el ambiente está perdida, no da lo mismo cuánto tiempo tardamos en lograr que la temperatura vuelva a bajar y estabilizarse en una temperatura promedio más baja, y en ese sentido creo que cada centígrado cuenta y cada centígrado son millones de personas alrededor del planeta que la van a pasar menos mal y me parece importante organizarse junto a otros, junto a otras, para poder transformar esa impotencia y esa bronca en militancia y en acción», concluyó Eyal.

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