«Es la herencia de quienes lucharon antes que nosotros y nuestro legado para las próximas generaciones»

🤙 Luego de años de lucha, se publicó en el Boletín oficial la Ley 27.710, que garantiza la participación e inclusión plena de la Lengua de Señas Argentina en toda la Nación. Un derecho conquistado por las personas sordas.

El jueves 13 de abril, Julia grabó en vivo la sesión de la Cámara de Senadores de la Nación. Junto a sus compañeres de la Confederación Argentina de Sordos (CAS) presenciaron el tratamiento del proyecto de ley, que reformularon y viralizaron a lo largo y ancho del territorio con la consigna #LeyFederalLSA durante más de dos años. Esperan la sanción. Es tal vez la primera vez que una intérprete asiste al recinto colmado de pañuelos azules, ojos expectantes y manos veloces que pudieron ingresar al Congreso luego de que el 30 de marzo se les impidiera el acceso a la convocatoria que terminó por suspenderse. Hasta ese día. Con 60 votos a favor, finalmente el Estado cumplió su deuda: oficializar la Lengua de Señas Argentina como patrimonio lingüístico y originaria, parte fundamental de la identidad cultural de las personas sordas. Julia se conmovió, su mente la rodeó de imágenes que había soñado.

“Vivimos el momento como algo único, indescriptible”, expresa a El Grito del Sur con la paradoja de que el espíritu de ese hito no puede comunicarse exclusivamente en palabras. “Pensamos en nuestras familias, amigos, en nuestra historia: un recorrido plagado de obstáculos, desaliento y trabas que transitamos y sorteamos durante años. Esta campaña hizo muchísimo ruido. La lanzamos en 2021 con incertidumbre pero también con la firmeza de ser comprendidos. Progresivamente, 68 organizaciones de personas sordas y sordociegas nos brindaron apoyo y su adhesión al proyecto. De ese modo, y con la unión de todo el país, más allá de las diferencias político-partidarias, pudimos llegar a la sanción. Es la herencia de aquellos que lucharon antes que nosotros y nuestro legado para las próximas generaciones”, asegura.

Existen más de 200 lenguas de señas diferentes en el mundo. Y en lo que corresponde a Latinoamérica, Argentina fue el último en regular el reconocimiento oficial de este derecho que se promulgó finalmente el miércoles 3 de mayo a través del Boletín Oficial, que le asignó su número: 27.710. 

“Pensé en todos los momentos donde mis hijos y todos los niños y niñas sordas podrán jugar, ser libres y felices porque ya cuentan con su derecho lingüístico que durante décadas nos fue negado y que les garantiza las condiciones para desarrollarse cognitiva y emocionalmente”, celebra Julia, con el alivio y el orgullo puesto en su militancia como Secretaria General de la CAS que le permitió reorientar el curso de 200 años de opresión (enumera) de una enseñanza oralista forzada, de carencia en la formación y capacitación de profesionales, falta de intérpretes en ámbitos como la salud, y de contar con un porcentaje reducido de la pantalla en los canales de televisión.

“Tanto a mí como a muchos nos limitaron para acceder a esos momentos que hoy mis hijos van a poder disfrutar, por la metodología médica. Se pensaba que debíamos ‘curarnos’, trabajar ‘fuerte’ para poder ‘oir mejor’, privándonos lingüísticamente, cuando en verdad se estaba dejando de lado lo más importante: el afecto y la calidad en la educación, en la enseñanza de comunicación que necesitábamos, no la que querían imponernos”, visibiliza.

Según la tesorera de la CAS, Claudia Matut, a partir de las cifras obtenidas por la organización, el 95% de las infancias sordas nacen en familias oyentes. “Lo primero que les dicen es que no aprendan LSA porque los va a privar de una lengua oral. Eso es un mito y genera daños psicológicos, emocionales y cognitivos”, explica a este medio.

Un detalle particularmente significativo de la lengua de señas es que no tiene distinción de género cuando menciona sujetos colectivos o en plural. Existe una seña para todxs, otra para niñxs, adultxs, y ancianxs. 

El gran error oyente que la comunidad sorda permanentemente corrige es que la LSA es lengua y no “lenguaje de señas”. Porque mientras que la primera es equivalente al idioma de una comunidad, la segunda es la capacidad de comunicarse. Es decir que la lengua posibilita el lenguaje. 

“La LSA es una lengua que se transmite en la modalidad visoespacial. Posee una estructura gramatical completa, compleja y distinta del castellano, en la que podemos transmitir deseos e intereses, informarse, defender sus derechos y construir una identidad lingüística y cultural”, enfatiza Claudia.

¿Por qué es importante y qué establece la Ley LSA?

En nuestro país no existen datos actualizados que certifiquen en exactitud el número de personas sordas que habitan el territorio argentino. La CAS estima que residen alrededor de un millón. Por su parte, de acuerdo al Ministerio de Salud Pública (Resolución 1209/2010, Programa Nacional de Detección Temprana y Atención de la Hipoacusia), la falta de audición constituye el 18% de las discapacidades en el país: de este porcentaje, el 86,6% corresponde a dificultad auditiva y el 13,4% a sordera, mientras que la hipoacusia afecta entre 700 y 2.100 infancias al año.

En este contexto, la Ley 27.710 garantiza la “participación e inclusión plena” de las personas sordas y a su vez, (artículo 4) compromete al Gobierno a fomentar e impulsar en los diversos ámbitos prácticas de acceso y uso de la LSA. 

“A partir de la ley, hoy podemos decir que nuestra lengua es oficialmente reconocida como una lengua natural y originaria», responde Claudia, quien repara en un detalle fundamental: la facultad de tener la oportunidad de expresarlo. Porque la LSA -aunque no reglamentada- representa durante años la identidad de la comunidad sorda y sordociega; incluso (aseguran) tanto o más que su DNI ya “que conforma un legado histórico inmaterial como parte de la identidad lingüística y la herencia cultural de las personas sordas en todo el territorio de la Nación Argentina”.

Es natural porque las personas sordas no necesitan aprenderla en cursos formales de enseñanza, sino que la adquieren por estar en contacto y por eso es fundamental la oportunidad de ejercer su socialización. 

Justamente así surgió la LSA. Durante 1900 funcionaban las primeras escuelas para personas sordas en el país: la de Bartolomé Ayrolo (el 19 de septiembre de 1885 por el que se celebra el Día de las Personas Sordas en Argentina) para varones y la de Osvaldo Magnasco para mujeres. Pese a la categorización de género en el sistema educativo, los encuentros entre las y los estudiantes en clubes fusionaron la enseñanza y dieron origen a la lengua. Hoy la LSA se dicta (con instructores sordos y sordas) en institutos, y también cuenta con títulos oficiales en ILSA-E (Intérprete de Lengua de Señas Argentina – Español).

Del mismo modo, la historia vuelve a modificarse, a sentar otro precedente. “Con la ley se van a ir eliminando las barreras de acceso en todos los ámbitos de la vida social como en servicios médicos, laborales, de entretenimiento, de formación, judiciales, en medios de comunicación, y más también, para vivir en una sociedad más igual para todxs”, cierra Claudia.

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