«Nos estamos quedando sin lectores»

🗣️ El autor de "Desvelos de verano" habló sobre su discurso inaugural en la 47° Feria Internacional del Libro, del vínculo entre la literatura y la política y reveló por qué no usa WhatsApp.

Foto: Télam

En la entrada “Martín Kohan”, de Wikipedia, figura que, además de escritor, profesor y ensayista, es actor. Se ríe cuando se le pregunta sobre ese punto, pero reconoce que la docencia contiene una dosis necesaria de actuación. De eso, de por qué no usa WhatsApp, pero sobre todo de su discurso en la inauguración de la 47ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (para quien quiera verlo en ese link, a partir del minuto 1.14, o leerlo completo aquí), el autor de Ciencias morales y de ¿Hola? Un réquiem para el teléfono, entre muchos otros títulos, habló en esta entrevista (telefónica) con El Grito del Sur. Antes de pisar al escenario de La Rural, aclaró: “No voy a tirar ninguna bomba”. Y se subió al ring.

En la inauguración de la Feria del Libro, ¿apuntaste a un texto más literario que político?

Tomé recaudo frente a una cierta señal que me parece detectar en cuanto a la manera en que literatura y política se relacionan hoy en día en las intervenciones públicas. Tiendo a pensar que, quizá por el estado de cosas y por los tonos y registros en la circulación de discursos en el estado de cosas en nuestra sociedad, si hablás de política nadie se da cuenta de que hay literatura y si hablás de literatura parece que no está la política. En un registro literario, la política parece haber quedado desalojada, y cuando una intervención es política, si hay literatura de por medio, nadie la ve. Y eso me parece más que preocupante para aquellos que buscamos esa articulación. Y en un punto yo diría: claro que hablé de política en la inauguración de la Feria; te diría que casi todo lo que dije es político, y todo es político pasando por la literatura. 

Desde que se anunció que ibas a dar el discurso inaugural en 2023, se dijo: “Guillermo Saccomanno dejó la ‘vara alta’ al decir, por ejemplo ‘al chino no se le paga con prestigio’, a ver qué va a decir Martín Kohan”; esa era una expectativa y puede haberse percibido menos político por eso. 

Respecto del discurso del año anterior, no me toca a mí evaluarlo; yo tengo mi modo de intervención y mi concepción sobre los lugares de intervención. En algunos aspectos me parece valioso lo que planteó Saccomanno y de hecho lo retomé. Mi estilo y mi registro no es tan pirotécnico. El desafío era sustraerme a este estado de cosas por el cual si hablás de literatura y política, a la literatura nadie la ve. Y si hacés pasar la política por la literatura, se siente que no hubo política. 

Foto: Télam

En tu discurso armaste un mapa de “escritores lectores”, como Borges, Macedonio Fernández, Libertella, Pauls, y algunos de los que nombraste recién. Dijiste que lector no se nace, vía Hebe Uhart (“Escritor no se nace, se nace bebé”), versus el deseo de “ser escritor”, deseos de figuración y veleidades. ¿Entendés que eso pudo generar rispideces?

No comparto esa lectura del discurso. Lo problemático es la palabra “versus”. Es un estado de cosas en el debate en estos tiempos, que es pensar que todo puede ser encuadrado en antinomias excluyentes, como matriz de interpretación universal en esta época. Y hay cosas que se contraponen y se excluyen y otras que no. Puse especial atención a lo largo de las más de veinte páginas del discurso de no formular nada que no pudiese ser encuadrado en el esquema de la antinomia excluyente. La matriz de la matriz de la antinomia es K anti K. Aclaro: no es contra los escritores. Es una discusión abierta sobre el lugar social de los escritores y el modo en que nos posicionamos. Siempre estuve en desacuerdo con el régimen de estrellato de los autores, con la veneración idolátrica de los autores que desalienta la lectura en lugar de estimularla. Prefiero a la literatura que responde a la dinámica de los textos, su circulación y su lectura y lo que genera, a pensar el espacio de la literatura como un espacio de figuración de escritores, es decir, de personas que van a ir a ser contempladas. Es una apuesta, y esto tiene que ver con mi concepción de la literatura, es lo que yo prefiero, a que nos posicionamos como lectores. Esa estrategia de escritor, si pasa por la condición de lector, que se supone que el escritor tiene, habilita esta dinámica literaria de los textos y sus lecturas y no la tendencia epocal que cada cual ocupa el centro del escenario y habla de sí mismo: “yo, mi, me, mismo”. La pregunta sería: qué entendemos por escritor. Esa es la discusión. No es lectores contra escritores. Yo apuesto a eso. Si no lo digo en la inauguración de la feria del Libro, dónde lo iba a decir. Dije: Escritores somos todos. Quitarle aura a la condición de escritor. Porque el aura es inhibitoria. Y después está la preferencia de cada uno. Mi deseo es ser leído. Abro una diagonal que es que cuando ocupás determinados espacios de difusión en la esfera pública, además hay una dimensión de intervención como intelectual que asumo, discuto, intervengo. En una Feria del libro mi preocupación es cómo funciona la dinámica de textos y lectura. Hay una tendencia a convertir a cada uno de nosotros en el gerente de marketing de sus propios libros, y a mí como dinámica literaria no me convence. La dinámica literaria me convence desde la lectura. Te hacés tu lugar si generás lecturas. Y además, generalas en otros y otros las generarán de vos. Lo que está pasando es que nos estamos quedando sin lectores. 

Foto: Télam

Cuando nombraste a Ida Vitale, la poeta uruguaya sentada en primera fila, se escuchó: “Yo hubiera hablado menos”. La propuesta de hablar una hora, que incluso anunciaste, ¿tuvo un motivo? ¿Era el tiempo necesario para exponer tu punto?

Según me dijeron, fue la hija la que habló. Yo sí escuché algo con respecto a la longitud. Y respondí en ese momento: “Me pagaron bien, voy a hablar mucho”, porque completando el gesto que sí retomo de Saccomano, un discurso es un trabajo, el trabajo hay que remunerarlo. En eso estamos de acuerdo. También es cierto que cuando uno dice ‘esto es un trabajo’, hay que asumirlo como tal. Lo cual supone que debe ser remunerado, pero efectivamente hay que trabajar, hay que preparar. Pararse adelante y charlotear o tirar tres bombas demagógicas, es fácil. Yo me lo tomo como un trabajo, es decir, un buen tiempo para pensar de qué uno considera que puede hablar, un muy buen tiempo para preparar el texto, para escribirlo, cuidar su redacción y para desarrollarlo. Sí, me tomé un gran trabajo. Por otro lado también pensé que había algo pertinente en la longitud. Un aspecto al que me referí es a la capacidad de concentrarse y prestar atención a lo que el otro está diciendo. Insisto en que es una cuestión política, por eso los discursos de un tiempo a esta parte son cortitos, sencillitos y apabullantes porque presuponen que no hay ningún receptor en condiciones de concentrarse y escuchar o leer un discurso elaborado. Y yo esa discusión política quería darla, y la di. Por otro lado, sería de una soberbia inconmensurable pensar que yo voy a hablar 55 minutos y voy a revertir el estado de cosas. Sí, cuando me planteé qué clase de discurso hacer, me dije: uno que no contribuya al estado de cosas, que no se deje consumir con frases sueltas y títulos impactantes. Para una expectativa que solamente registra conceptos fuertes, da la impresión de que no se está diciendo nada. Si volvés al texto sin la expectativa, sin las frases demagógicas, sí dije un montón de cosas políticas. 

Foto: Télam

Circuló una foto del escenario en la inauguración de la Feria donde solo hay hombres. Las únicas dos mujeres fueron la locutora y la encargada de servir agua. Eso se replicó en la primera fila reservada a autoridades, una mayoría de hombres. ¿Tenés alguna opinión sobre eso, lo observaste?

Declaro que estoy a favor de que no haya ninguna manera de discriminación y que cualquier forma de exclusión por su condición de género, su orientación sexual, su color de piel o su creencia religiosa la repudio. Estoy en contra de toda forma de segregación, a favor de la integración y de la igualdad. Podría agregar que no designo al ministro de Cultura de la Nación, lo designa el presidente de la Nación. No designo al ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, lo designa el jefe de Gobierno. No designo al ministro de Cultura de la República de Chile, lo designa el presidente Boric. No puedo abrir esa discusión en el escenario en la Feria del Libro. Uno. Dos: Vi una foto del momento del corte de cinta donde noté que dos mujeres fueron quitadas de la foto para denunciar que no había mujeres. Eso me remite a lo que el stalinismo hizo con Trotsky. Tres: Hay una matriz patriarcal heteronormativa en el binarismo esgrimido. Las orientaciones de género son múltiples, no son solo dos. Y en el corte que se está haciendo se está presuponiendo el carácter binario heteronormativo. Desconozco las orientaciones de género de las personas que estaban en el escenario esa noche, desconozco la manera en que se autoperciben; es un gesto biologicista y policial establecer exteriormente su orientación de género a partir de su aspecto: La condición de género se asume a partir de la autopercepción del sujeto, no es atribuida o endilgada externamente a partir de una clasificación anatómica biologicista; por lo que desconozco la orientación de género de las personas que estaban en el escenario, hablé unos minutos con estas personas antes de iniciar el acto, me pareció imprudente sacar semejante tema de conversación con el ministro de Cultura. No sabemos cuál es su orientación de género. ¿Cómo sabemos que no corresponden a una de las letras de la sigla LGBT? Es un enfoque heteronormativo patriarcal que arrasa con la pluralidad de las orientaciones de género. No sé la orientación de género de las personas que estaban conmigo en el escenario y nadie sabe tampoco cuál es la mía, dado que nunca nadie me lo preguntó. Esto nos devuelve a la cuestión de la literatura y de la lectura, que es de lo que me ocupo yo. Hay grandes escritoras en el mapa de lectura que yo propuse. Hebe Uhart y Héctor Libertella son la heroína y héroe de mi discurso. De la presencia de mujeres en los gabinetes de gobierno, yo no me puedo ocupar. Varias de las grandes escritoras que hay en la literatura argentina estuvieron ahí.

Foto: Télam

¿Creés que la “vara alta de Saccomanno” pudo haber influido en la escucha?

Por qué tendría yo que competir con Saccomanno. Él dijo lo suyo en su estilo, con sus preocupaciones, con sus maneras, con sus intereses, y yo dije lo mío, con mi estilo, con mis maneras, con mis convicciones y con mi escritura. Pensar que es la misma vara (la metáfora viene del salto en alto) supondría que los dos estamos jugando el mismo juego, practicamos la misma destreza y por lo tanto uno compite con el otro. Yo estoy saltando en otro lado, ni mejor ni peor. Son formas, pero no sé si diría que es la misma vara. El carácter cuantitativo de la metáfora nos lleva a error y no permite ver dónde están las diferencias y dónde las afinidades. Su planteo es totalmente arltiano, se inscribe en una tradición Arlt, y yo la retomé. Tenemos estilos distintos.

¿Y vos en qué tradición te incluirías?

En mi formación como lector en la carrera de Letras, lecturas como la de Josefina Ludmer fueron determinantes, como las de Sylvia Molloy, Enrique Pezzoni, Jorge Panessi, así como la manera de posicionarse públicamente de David Viñas, de Beatriz Sarlo, de Ricardo Piglia, también me resultaron muy significativas. Son dos líneas de formación que me influyen. 

En Wikipedia figurás como actor. ¿Identificás cierto grado de histrionismo en tus intervenciones públicas?

La respuesta a eso es muy simple: soy docente. Hay modalidades asumidas para una tarea permanente de exponer en público. Y hay un desafío de captación de la atención y de seducción porque todo docente pone en juego una seducción pedagógica: volver atractivo lo que estás diciendo para una mejor transmisión de conocimientos y para una mejor activación de la escena de enseñanza y aprendizaje. 

Cambiando de tema: no usás WhatsApp. ¿Por qué? 

Es muy simple. No es que no uso Whatsapp: no tengo aparato receptor de internet conmigo encima. Yo recepciono internet en mi computadora en mi casa. Me distrae muchísimo estar conectado permanentemente, me produce un alto grado de distracción y de dispersión. Y como me dedico a leer, a escribir y a preparar clases, necesito concentración para hacer mi trabajo. Si no, no puedo hacer mi trabajo, que es concentrarme y leer, escribir, preparar una clase o preparar un discurso para la Feria del Libro. 

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