Milei y la reacción antifeminista: ¿Alguien puede hablar con los varones?

🤨 ¿Es posible pensar una masculinidad que no se arrogue privilegios ni ejerza violencias pero cuya realización no se dé dentro de un estrecho margen entre la autocensura, la cancelación o la represión?

En las conversaciones que venimos llevando adelante desde el Ministerio de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la Provincia de Buenos Aires y el Instituto de Masculinidades y Cambio Social con distintos sectores, observamos que muchas de las personas organizadas o autoconvocadas detrás de consignas tales como “con mis hijos no te metas”, “volvamos al diseño original” y la más actual “el Ministerio de Mujeres no sirve para nada” son varones. 

Esta reacción antifeminista de muchos varones ante los avances en políticas de género, está siendo narrada y representada electoralmente por Milei, tal como destaca en una nota reciente la Doctora en Letras, Natalí Incamiato: “Hay una masculinización de los votos de Milei […] Me parece que el tipo de liderazgo, el tipo de intervenciones que realiza Milei son más atractivas para cierto tipo de masculinidad y de virilidad por esta cosa de señalar a un chivo expiatorio, por esta cosa de la grandilocuencia, de la megalomanía, de ofrecer una suerte de comunidad posible, de un nosotros, valiéndose del enojo, no solamente por la precariedad económica, sino también por otras frustraciones que tienen que ver con un momento histórico en el que los varones comienzan a ver interrogado su lugar en la sociedad”.

Mientras crecen los discursos de sectores antiderechos organizados que logran capitalizar la bronca y el descontento con los feminismos, muchos varones se encolumnan detrás de referentes también varones que proponen revitalizar una masculinidad que entienden cancelada. La acumulación desde el desconcierto de estos varones “enojados” que hizo Milei, su equipo de comunicación y distintos influencers libertarios le resultó, en principio, eficaz. Sobre todo, porque a partir de la construcción de un supuesto enemigo interno (las feministas) y su demonización (defecan iglesias y vienen a destruir LA familia) pudieron interpelar y contener malestares, miedos y preocupaciones reales de muchos varones

El malestar que provoca hoy en un varón (heterosexual, cisgénero) no entender hasta dónde puede decir, hacer un chiste, reírse de un meme o incluso seducir a alguien. La preocupación de que aquello que “hasta ayer” otorgó reconocimiento y validación por parte de otros pueda convertirse en objeto de escrache o denuncia. El miedo a quedar en offside (de la sociedad) y en definitiva a ser apartados o excluidos de sus redes vinculares, porque ¿cómo se transita desde la incomodidad productiva la pérdida de centralidad, de protagonismo o los diversos renunciamientos que supuestamente le propone el feminismo a los varones?       

Ese miedo que surge como una reacción defensiva ante un contexto epocal que se lee como hostil, ese miedo reactivo no produce comunidades sustentables, menos aún entre varones que no se reconocen como sujetos políticos generizados, ni como parte de un colectivo. El desafío que tenemos desde los feminismos y los movimientos de varones por la igualdad de género es proponer una masculinidad deseable que no se arrogue privilegios, que no reproduzca machismos ni ejerza violencias pero cuyo posible no sea un estrecho margen entre la autocensura, la cancelación o la represión. 

¿Qué tenemos para ofrecerles desde los feminismos a los varones?

En primer lugar, algunas aclaraciones. Los feminismos no están en contra de cualquier cuerpo con pene, tampoco de quienes (teniéndolo o no) se autoperciben o viven su vida como varones. No estamos en contra de sujetos particulares que son atravesados, además de por el género, por múltiples sistemas de opresión que los exponen a dinámicas de vulneración, humillación y exclusión. Sí estamos en contra de esas dinámicas, como de la desigualdad económica y del endeudamiento que recae de manera diferencial sobre las mujeres, diversidades, infancias y adolescencias.

Estamos en contra del dispositivo de masculinidad que supone que nuestros tiempos, cuerpos y sexualidades tienen que estar a su disposición. Es ese dispositivo que interpelamos, cuestionamos y queremos desarmar el que muchas veces se encarna y socializa “varones” pero cuyas lógicas de funcionamiento sostienen instituciones que están feminizadas como la escuela, el sistema de salud o el de protección y promoción de derechos de niños, niñas y adolescentes. 

En segundo lugar, frente al crecimiento de las narrativas de odio y los discursos antiderechos, resulta fundamental para la consolidación de una política de igualdad y justicia social, promover servicios destinados a varones desde miradas feministas como parte de las políticas de género

Esos servicios tienen que considerar los efectos de la socialización de género en la vida de los varones y cómo los mandatos de la masculinidad hegemónica funcionan como barreras para el acceso a derechos básicos como la salud, la educación y el cuidado. No hablo solamente de la creación de nuevos servicios específicos destinados a varones, sino de la transformación de lo ya existente para volverlo accesible a sujetos cuya socialización de género los aleja en primera instancia de su acceso.

En la Provincia de Buenos Aires, por ejemplo, la nueva edición del plan Qunita Bonaerense incluye un manual sobre responsabilidad compartida en los cuidados que apunta al involucramiento de los varones en la crianza desde el acompañamiento a la persona gestante durante el embarazo hasta recomendaciones para seguir la trayectoria escolar de los/as hijos. La ampliación de la oferta de servicios de vasectomía sin bisturí en distintos hospitales va en el mismo sentido: no se trata solo “cuestionar” a los varones porque no usan preservativo, sino de generar condiciones institucionales y sociales para que se hagan responsables de su salud sexual y (no) reproductiva.

La ampliación a través del decreto 44/2022 del gobernador Axel Kicillof de las Licencias Parentales para trabajadores de la administración pública y la campaña #PadresQueCuidan del Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual son otras acciones que apuntan a redistribuir las tareas de cuidado para generar mayores pisos de igualdad de género.

Pero estas acciones son solo algunas de las primeras respuestas que se atreve a esbozar el Estado ante un problema tan contemporáneo como el presente: el recrudecimiento de las narrativas de odio ante cada avance de los feminismos. Y aún más, de la reacción antiderechos de muchos varones enojados, antifeministas o simplemente desconcertados que, hasta ahora, solo encontró feedback en plataformas electorales libertarias, editoriales de La Nación y centros culturales neonazis.

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