“Mujer revolución”: las piezas de Mariquita Sánchez

🇦🇷 Ante el estreno del documental, desde El Grito del Sur conversamos con la directora Sabrina Farji y la autora María Sáenz Quesada para conocer a la dama de la patria y cómo continúa su transformación en este 2023 que vuelve a redefinir su gobierno patrio.

“Siempre pensé que debía haber una película de Mariquita”, asegura María Sáenz Quesada. De niña, la historiadora comenzó a fijarse en ella a partir de las reuniones alrededor de la mesa. “Su figura era muy importante en mi casa. Las mujeres de mi familia habían comprado sus cartas, compiladas por Clara Vilaseca, y las comentaban en los almuerzos. Entonces ya de muy chica sabía frases de Mariquita de memoria», recuerda.

La memoria y el archivo nos permiten recuperar en el presente la vida extraordinaria de una mujer avanzada que sabía leer y escribir, que sentó jurisprudencia eligiendo su primer matrimonio, quien fundó escuelas para mujeres y niñes (como la de San Isidro), se ocupó del Hospital de Mujeres y de mejorar los tratamientos de salud mental en la Casa de cuna para pacientes psiquiátricos; y participó de las discusiones que desencadenaron la Revolución de Mayo de 1810. También los libros y las películas nos permiten evocarla. Como el de María (Mariquita Sánchez: vida política y sentimental, 1995) y el documental de Sabrina Farji, “Mariquita, mujer revolución”, que se estrenó este jueves 25 de mayo y se presentó el viernes con un evento al público en el cine nacional Gaumont. 

El pueblo debe saber de qué se trata 

Cuando comienza el documental, la directora Sabrina Farji –quien participa en el film– mira y graba el cuadro al óleo que el artista Pedro Subercaseaux (1909) pintó para celebrar el centenario de la formación del primer gobierno patrio y la destitución del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros. Allí se pregunta: ¿quién fue esa mujer conocida en el imaginario colectivo con la anécdota de que en su casa se tocó y cantó por primera vez el himno nacional argentino? En ese entonces, la marcha patriótica escrita por Vicente López y Planes, sobre la melodía de Blas Parera. “Me pareció una historia llena de preguntas. De ella sabemos tan poco, porque la anécdota de que puso la casa para cantar el himno es un detalle tan chiquito que deja una línea de interrogantes que conducen a averiguar qué más hizo esta mujer para merecer estar en el centro en el cuadro del centenario. Eso me cautivó muchísimo”, reconoce la directora a El Grito del Sur.

La cineasta (“Desmadre, fragmentos de una relación”) empezó a explorar la vida de Mariquita a partir del libro de María Sánchez Quesada (en sus palabras, un texto “digno de Mariquita, divertido más allá de la documentación”). Con esa primera lectura se propuso que su film la personificara como una mujer contemporánea –y ante retratos muy distintos, excepto el daguerrotipo– con la interpretación de la cantante Zoe Gotusso (a quien describe con una mezcla de dulzura y de una presencia muy magnética propia de la juventud de Mariquita) y la artista performance, Mayra Bonard (una conjunción de sensualidad y desenfado, con una libertad corporal distintiva de su vida adulta).

Mariquita Sánchez

El documental explora a través de imágenes oníricas que irrumpen en el presente, el paso terrenal de Mariquita y la despoja al igual que la biografía de Sáenz Quesada, del apellido de su primer matrimonio para reivindicar su propia identidad. “Me acuerdo que se lo propuse a la dueña de la editorial, Gloria Rodríguez, y ella no quería porque ‘para la historia es Mariquita Sánchez de Thompson’. Y yo le dije ‘no, es Mariquita Sánchez’. Y así quedó”, menciona la historiadora quien disfrutó su participación en el film, junto con las voces de Dora Barrancos, Florencia Canale, Graciela Batticuore, Andrea Bonelli, Patricio López Méndez, Adriana Tursi, Cecilia Cross y Gabriel di Meglio.

La Matria

Existe una analogía común y trillada que define al país como una casa. Se usa para ejemplificar o acercar el esquema de organización nacional que tan lejano o complejo resulta, a lo conocido. En ese entonces de principios de siglo, la idea de Nación era un imaginario que comenzaba a cobrar fuerzas y convicción, de modo que las mujeres comenzaron a involucrarse con lo que estaba a su alcance. Como el único territorio que les había sido relegado era el doméstico, la ávida Mariquita fundó allí los cimientos de su base constitucional. Llevaba algunos años casada con Thompson y a partir de su participación se hizo parte de los hechos de la Revolución. Se cuenta que en su casa Mariquita organizaba tertulias, palabra que paradójicamente tiene dos acepciones que le dan sentido: significa tanto las reuniones donde se debatían ideas, como la primera fila de teatro o de un recinto artístico. Allí se ubicó Mariquita, como en el cuadro del centenario de la patria; y a la vez en el interior de su vivienda, donde la historiadora escuchó hablar de ella por primera vez. ¿Qué ocurrió en esos salones? ¿Con qué se quedaron los textos escolares? y ¿por qué la casa, aún con el mote instalado que la recuerda como anfitriona, desempeña una dimensión trascendental?

“Las tertulias eran espacios donde las mujeres cobraban relevancia”, destaca Sabrina, ubicándose en un contexto muy anterior a la división social del trabajo. “No era solo un sitio para abanicarse y tomar licor. Pareciera que la llamamos así a una reunión cultural acotada, cuando en realidad a Mariquita la podemos pensar como una lobista política porque decidía quién entraba a su casa, qué personas vincular para generar debate. Era la que manejaba los hilos de la previa de la revolución y durante, también”, opina Sabrina. 

Cuadro del centenario de la Patria, con la presencia de Mariquita

Bien, movía las piezas, los peones, alfiles y torres. «Ella es muy jugada políticamente. No sólo interviene en la Revolución de 1810 sino en la generación de intelectuales que iban a constituir la base de la organización del país moderno. Los escritos de Juan Bautista Alberdi, de Juan María Gutiérrez, de José Mármol y de Esteban Echeverría (El matadero) frecuentaron sus salones. Toda esa generación romántica de primer nivel se formó en los albores de Mariquita. Una mujer notable que permite reconstituir la historia de nuestro país como conductora entre la generación de 1810 y la de 1830 me parece fantástica”, aporta Sáenz Quesada, impresionada.

Si la casa fue el tablero; los hechos, la partida del juego. “A ella se la conoce como la dama del himno pero ya durante el siglo XIX y XX se destacan otros aspectos de su vida. Mariquita muestra su inteligencia para modificar el rumbo de las cosas, para introducir novedades en la sociedad, con reformas. Cuando ella recurre al Virrey para casarse, busca contar con una legislación real que estaba vigente (aprovechar un clero que empezaba a estar de acuerdo con el casamiento por amor) y hacer progresar a la vida de las mujeres a través de esta decisión suya. Tras ese juicio, se generaron publicaciones sobre eso pero los libros escolares no lo recorrieron. En mi caso, como mi padre era historiador, lo que se decía en la escuela no era lo que más interesaba sino ese aporte de libros que se leían y la conversación en la mesa familiar donde se hablaba de esa otra Mariquita, alguien muy importante. Al escribir su historia y evocarla en el documental de Sabrina, estamos recordando a una mujer íntegra que dijo «Voy a escribir la historia de las mujeres de mi país, ellas son gente»”, visibiliza Sáez Quesada. A ello se refiere Sabrina cuando sostiene que Mariquita ya era ejemplo vivo de lemas modernos como “lo personal es político”. Su vida fue paradigma y jurisprudencia. Y su espacio privado, público.

El documental incluye una parte del archivo que conservó la familia de Mariquita a través de sus cartas, que permiten no sólo acercarnos su vida y obra, sino analizarla y entender cómo su pluma enunció la ideología y los sueños de su época, asuntos en los que ella se ocupó: su vínculo de amistad y profundas diferencias con Juan Manuel de Rosas, que la involucró y posteriormente exilió de las guerras civiles entre unitarios y federales, la aspiración de traer las bases francesas de sociedad, cultura y educación que la relacionaron con Domingo Faustino Sarmiento; y su innovación al mostrar afecto a su hija Florencia marcó una renovación del siglo XIX en la familia como institución.

Sabrina Farji, directora del film

“Yo soy el Quijote con polleras y calzones”

Decía así, Mariquita en sus cartas. Es fascinante que una dama de la elite distinguida se auto-asemejase a un personaje que luchó contra los molinos de viento, e ironizó contra los caballeros. Hoy en tiempos donde muchos derechos están sancionados, otros no, y como individuas de un Estado que también se discute, frente a un año electoral que volverá a redefinir su gobierno patrio: ¿Qué representa María Josepha Petrona de Todos los Santos Sánchez de Velasco y Trillo? y ¿de qué formas tenemos que generar la revolución?

“Me parece que hay muchas deudas pendientes sobre todo lo que tiene que ver con el espacio de las mujeres, diversidades, el acceso a la cultura. Creo que esos derechos hay que conquistarlos pero también mantenerlos. Porque siempre se pueden perder. Nosotros respiramos y consumimos audiovisual. Entonces, ¿hasta qué punto quién decide qué se filma y qué se ve está teniendo un poder enorme? Además de ‘Camila’, recuerdo pocas películas centradas en la vida de mujeres excepcionales. Es importante que ganen espacios políticos y culturales: que haya más mujeres en la industria audiovisual como guionistas, showrruners, y en la toma de decisiones ejecutivas”, afirma Sabrina.

“Para mí, Mariquita representa el difícil camino de ser argentina. Creo que su enseñanza de vida –que tuvo muchos dolores– fue asistir al encuentro de los habitantes del suelo argentino, a las luchas políticas como la guerra del Paraguay, que la hacían desfallecer todos los sueños que habían tenido para el país y que luego tardaban en concretarse. Hoy también podemos pensar que el país está en una situación muy difícil. Atravesamos un año electoral con enormes dificultades. Y a mí me gustaría recordarla desde esta gran Argentina donde no se desanimaron y pensaron que podíamos ser mejores”, concluye María Sáenz Quesada.

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