Las imágenes de Sara Facio son las memorias de la patria, podría decir algún epitafio poético. Aguda y sagaz, su cámara fue el prisma a través del cual se fue construyendo la identidad argentina y la cultura nacional. Por su lente pasaron los más reconocidos personajes del arte, entre ellos Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares, Astor Piazzolla y Alejandra Pizarnik. Pero también fue capaz de retratar los funerales del General Perón y el drama del pueblo argentino perdiendo a su líder. Jorge Luis Borges, Pablo Neruda y Gabriel García Márquez fueron algunos de los que quedaron impresos en sus láminas. María Elena Walsh, su compañera y amor incansable, también pasó por el prisma de su fotografía. Aprender a mirar desde los afectos es uno de sus legados, dejar impreso en cada lámina de papel una manera de concebir al mundo, un sendero.

Facio fue pionera dentro de su género, un ámbito machista y patriarcal. Nació en 1932 en San Isidro y se graduó en la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1953. Residió en Europa y visitó los museos de arte de las más encumbradas capitales. En 1957 comenzó a practicar fotografía en el estudio del padre de Alicia D’Amico, su amiga intima. También aprendió de la resonada fotógrafa Annemarie Heinrich.

Creó la primera editorial especializada, La Azotea, y en 1985 fundó la Fotogalería del Teatro San Martín de Buenos Aires, donde presentó más de 160 exposiciones. En 1992 recibió el Premio Konex de Platino como la mejor fotógrafa argentina de la década. Cuando la fotógrafa cumplió 90 años, dos antes de su reciente fallecimiento, decidió donar todos sus libros de fotografía a la biblioteca del Museo Nacional de Bellas Artes.

En 1979 -junto a otros colegas como Alicia D’Amico, Eduardo Comesaña, Andy Goldstein, Annemarie Heinrich, María Cristina Orive y Juan Travnik- creó el Consejo Argentino de Fotografía para la difusión y estudio de la fotografía nacional. Retrató la masacre de Ezeiza y la vuelta del exilio de Perón, además de sacar fotos de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Con estas imágenes, Facio se adentró en un ámbito tan masculinizado como es el fotoperiodismo, dejando su impronta personal y marcando un semblante que tiñó la época. Eva Perón, Antonio Berni y Mario Vargas Llosa también posaron frente a su cámara.

Su compañera de vida y pareja, la cantante y escritora María Elena Walsh, fue retratada en numerosas imágenes. Luego de su muerte, se dedicó a cuidar su legado a través de la fundación homónima. Una historia de amor que debió lidiar con los prejuicios de la época, pero que marcó un hito en cuanto a la visibilidad.

Para terminar no queda más que citarla y sentirla, despedirla con un abrazo cálido tras su fallecimiento, este 18 de junio pasado a los 92 años. Es necesario repetir las palabras casi como una retahíla, porque en ellas está el germen de un universo fotográfico, como una concha cerrada que se abre para dejar ver la perla más preciada, que es un mundo, SU mundo. “Lo que yo hago en fotografía es para lograr que el día que yo me muera no digan que se murió una vaca sino que se murió una persona que vio eso. Y lo que yo vi está en mis fotos. Como si dijera: ´ésta es mi ciudad, mi gente, la que admiro, la que me gusta´. Ese es mi canon”.