Duelar la amistad: ¿un mal de nuestro tiempo o un dolor necesario?

❤️‍🩹 En el Día del Amigo, El Grito del Sur decidió reflexionar sobre la pérdida de estos vínculos y su costado menos amoroso. ¿Cómo es abandonar o ser abandonado por las personas de nuestra confianza? Algunos apuntes sobre el tema.

“Perder un amigo es sentir que el mundo ya no gira. Que todo se detiene sin final, sin punto de partida”, cantaban hace unos años los protagonistas de Rebelde Way, la icónica novela que fue furor en Argentina y en el mundo. Felipe Colombo, Luisana Lopilato, Camila Bordonaba y Benjamín Rojas encarnaban el parangón de la amistad en esos jóvenes 2000. Puperas y remeras de color marrón y rosa abundaban en los placares de sus seguidoras. Tener una banda, vivir rodeado de amigues, compartir el cotidiano entre adolescentes y pelearse con los adultos responsables era el sueño de todos aquellos que consumían la serie. ¿Acaso la amistad no era capaz de resolverlo todo? ¿Había algo más fuerte que el amor entre pares en aquellas edulcoradas ficciones?

El tiempo y los cambios sociales han logrado reparar, aunque sea en parte, los estragos que generaron estos programas televisivos en un sector de la población. Desde escenas de consentimiento dudoso hasta antisemitismo, pasando por un mal abordaje de los trastornos de la conducta alimentaria, Cris Morena no se privó de nada y les actuales treintañeres tuvieron que deconstruir, al calor de la ola feminista, muchísimos mandatos e ideas arraigadas. Entre ellas que los que se pelean se aman, que está bien sentir celos y que la amistad dura para siempre. Sin embargo, la idealización de la amistad sigue siendo uno de los temas de los que menos se habla en nuestra época.

Ilustración: Coralie Fau

Revisando un poco el bagaje cultural con el cual llegamos hasta acá, resulta difícil encontrar consumos que aborden la pérdida de estos vínculos. En películas, cómics y series existen múltiples modelos de mujeres abandonadas por sus novios y la industria de las revistas femeninas se encargó de armar cientos de protocolos sobre cómo debemos atravesar ese momento. A su vez circulan algunos -menos- retratos de hombres dejados por sus parejas, como el icónico protagonista de «500 días con ella». Sin embargo, no hay grandes pinturas que describan las pérdidas de amistades y son pocas las series de varias temporadas que lo aborden. El duelo por una amistad aún es callado, opaco y silencioso sin llegar a estar a la altura de la pérdida de una relación amorosa. La finalización de una amistad a veces se parece más a algo que tan solo se dilata en el tiempo hasta que desaparece de forma natural y otras es un corte abrupto y tajante, como si de repente pudiéramos extirpar a alguien de nuestro recorrido vital. La falta de conversación hace que quien sufre el corte pueda sentirse confundido, perdido o equivocado por lo que siente.

“Yo creo que cortar con un amigo es mucho peor que cortar con una pareja y nadie habla de eso”, comienza Z. Ella es artista y acaba de cortar con una amiga de hace diez años con la cual define que eran como “culo y calzón”. “Era esa persona que nombras cuando te piden un contacto de emergencia”, explica. Para ella todos los vínculos de amistad rotos fueron duelos dolorosos; sin embargo, acepta que en algunas ocasiones volvió a retomar relaciones que por un tiempo creyó pérdidas. Ese corte fue entonces la posibilidad de poder retomar los vínculos más adelante. “Tuve distintos tipos de cortes: algunos más hablados, donde nos juntamos y les pusimos palabras, y otros donde fue más radical, hubo un alejamiento de alguna de las dos partes”, explica. “Cuando tenés un vínculo de diez años y se termina de un momento a otro, ¿cómo no te va a doler?”, se cuestiona.

“Lo que más jugó en esos cortes fue sentirse desencajado con el otro. Creo que a diferencia de las parejas, que muchas veces se rompen porque no coinciden en lo que buscan a futuro, cuando cortás con los amigos es porque sentís que no te hayás en la relación. Los momentos comunes ya no te dan disfrute y no te vinculás con el otro. La otra persona deja de ser un espacio amigable para pasar a dar rechazo”, continúa Z. 

“Para mí la amistad siempre tuvo muchísimo valor porque con mi familia biológica he llevado relaciones conflictivas y por momentos muy violentas, ya sea por mi forma de pensar, por mi tipo de cuerpo o por mi identidad sexual”, aclara antes de comenzar la entrevista Ana Larriel, psicóloga de la UBA, paraguaya porteñizada, gorda y lesbiana. “En ese sentido, los vínculos amistosos y románticos son los que sostienen mi personalidad”, afirma.

“El vínculo con un otro está presente desde antes de que podamos elegirlo porque es parte de la supervivencia humana”, explica Larriel. Según su opinión, estos roles primigenios -generalmente relativos a la supervivencia- son tomados por los progenitores o familiares cercanos y se basan en una asimetría. Esta deuda con la familia nuclear es justamente la que los distingue de los lazos de amistades, donde el vínculo se construye entre pares. “En el colegio primario y la adolescencia ya no se trata de sobrevivir sino de encontrar una identidad y ahí aparecen con mucha fuerza los vínculos de amistad. En ese espacio compartido que se arma vamos descubriendo quiénes son los otros y quiénes somos nosotros mismos. En mi caso, frente a un ambiente hostil en mi casa lo que podíamos armar entre amigas permitió una construcción de mí misma que no hubiera sido posible de otra manera”.

Ilustración: Coralie Fau

“No me cuida la policía, me cuidan mis amigas”, es uno de los lemas de la ola verde. Aparece pintado en las pancartas de todas las manifestaciones feministas y algunas incluso lo llevan tatuado en la piel, como la palabra “sororidad”, definida por Wikipedia como “la amistad o afecto entre mujeres». La amistad como vínculo primario, capaz de suplir las ausencias del núcleo familiar, tiene un peso fundamental para nuestro tiempo. Las disidencias y los feminismos se apoderaron de ella y alrededor de los afectos amistosos encontraron una promesa de futuro, incluso un lugar amoroso donde envejecer. Sin embargo, ¿qué pasa cuando los vínculos se rompen? ¿Cómo se lidia con esa frustración que conlleva dejar de tener un amigo? 

“Creo que no se habla lo suficiente de la pérdida de estos vínculos. Algunas amigas mías ven como algo raro que diga que “corté” con amistades, pero yo lo vivo así, cómo la pérdida de otros amores”, cuenta R., que perdió dos vínculos importantes por desgaste en las relaciones. “Por suerte mi entorno pudo acompañarme y agradezco esa comprensión empática por fuera de un marco teórico en sí”. A ella no le molesta cruzarse con sus ex amigas en eventos, pero aclara que el cuidado de sus amigos en común está presente para advertirle si concurren. 

Para R. no se trata de hablar más del duelo entre amigues sino de jerarquizar este vínculo, lo que permitiría, a su vez, ponderar la pérdida. “No sé si se trata de hablar más de las rupturas con amigues sino hablar de cómo les amigues son parte de nuestra estructura de afectos y naturalizar que nos sostienen. En ese caso es casi obvio que vamos a darle el valor que tiene a la pérdida. El desafío tiene que ver con integrar a la amistad dentro de un esquema afectivo y naturalizarla como parte de la estructura de la vida y de nuestro círculo de afectos”, relata y enfatiza en que vivimos en un mundo con jerarquías vinculares muy marcadas, donde muchas veces las amistades son subestimadas. “Creo que hay que ser honesto con lo que nos pasa y blanquear nuestros sentires. No sé si es cortar con la hipocresía, pero es aclarar que los amigos son los que están ahí bancando la parada, entonces obviamente va a haber dolor si hay una pérdida”.

L. tenía un vínculo muy estrecho con un amigo de la familia con el cual vivió algunos meses en su infancia. Sus padres eran amigos entre sí. Con el paso de los años se comenzó a sentir poco entendido y manipulado por la relación. “Cuando murió mí mamá, él era como de la familia y tuvo muchas actitudes de destrato. No fue amoroso, se borró aún habiendo tenido un vínculo personal con ella. A partir de eso comencé a reconocer muchas actitudes suyas que no me copaban. Después de tres años tuvimos una charla y le di a entender que consideraba que me estaba manipulando. Fue fuerte porque automáticamente siguió haciendo las mismas cosas”, asegura. La ruptura de esta amistad para L. fue dura porque conllevó darse cuenta que hay situaciones que uno deja de lado por el cariño que le tiene a la persona. Discutiendo sobre los vínculos, L. -que es actor- recomienda las obras “BESA”, (Breve Enciclopedia Sobre la Amistad) y “La fuerza de gravedad”, que abordan la temática.

“Creo que se habla poco de los duelos amistosos por la jerarquización de la pareja de la que siempre habla la teórica Brigitte Vasallo”, suma T., fotógrafa y conurbana, que trae a la referente feminista a la conversación. En muy pocas palabras, para Vasallo lo rupturista del poliamor no tiene que ver con tener muchos vínculos afectivos o cultivar la pareja abierta sino con dejar de ponderar los lazos románticos por sobre los amistosos, comunitarios, laborales o filiales. Una red rizomática de afectos donde el amor romántico no predomine por sobre otras maneras de encuentro.  “Yo creo que, ante esta realidad, cualquier duelo que tenga que ver con amistades queda en un segundo plano. Como persona que dueló y todavía está duelando amistades, entiendo que éste es un espacio del cual todavía nos tenemos que apropiar. Que estamos conquistando y que aún queda poner en palabras los sentimientos”. 

Ilustración: Coralie Fau

“La bibliografía sobre el trauma pone en evidencia que la existencia de un otro que te espera y que te sostiene permite superar lo más terrible que el ser humano ha vivido, desde las dictaduras hasta Auschwitz. En la mayoría de los casos, estos otros son pares que están atravesando lo mismo que uno y que, sin embargo, están ahí para ponerse al servicio, para volcarse”, aclara Ana. “En tiempos tan tremendos como los que estamos viviendo actualmente, especialmente para las personas que somos violentadas por pertenecer a ciertos colectivos, participar en espacios asamblearios, en comunidades, hace que el miedo que nos producen los discursos de odio en las calles no sea solamente miedo sino que pueda canalizarse de otra manera. La proeza colectiva es lograr que entre muchos podamos encontrar lugares de apoyo para que podamos seguir sobreviviendo. La amistad es una respuesta que permite sostener lo que el mundo capitalista e individualista trata de cortar, es decir los lazos sociales”. 

Las diferencias ideológicas también pueden ser motivo de pérdidas en los vínculos interpersonales. De hecho, el auge del feminismo y los escraches a varones que ejercieron violencia dejaron marcas en la piel y diferencias en los afectos que se volvieron irresolubles. Ponderar o no ciertas relaciones por encima de los ideales es una de las diatribas que atraviesa a esta generación. En ese caso, los ejemplos son plurales. 

M. considera que creció junto con su amiga. Ambas fueron a colonias judías y compartieron eventos en común. Si bien tenían raíces en la comunidad, no eran practicantes devotas. Se conocieron en el jardín e iban a dormir a la casa de la otra al menos una vez por semana. Aún sabiendo que tenían diferentes contextos culturales y familiares, se llevaban bien y se entretenían. “Cuando fui creciendo me di cuenta que teníamos opiniones muy distintas pero las dejé pasar y buscaba hablar de otras cosas en común”, explica M., quien se considera peronista y feminista. “Llegó un punto en el cual mis convicciones se volvieron cada vez más importantes para mí, especialmente con la discusión por el aborto y el avance del movimiento de mujeres y disidencias. Si bien hablábamos de temas personales, sentía que la relación ya no se podía sostener. Mí mejor amiga tenía opiniones muy clasistas y muy diferentes a las que yo defendía”, enfatiza.

Según relata M., de a poco su amiga empezó a frecuentar grupos religiosos de la comunidad judía y fue cada vez más el rechazo a las ideas que ella enarbolaba. Más tarde se puso en pareja con una persona ortodoxa y empezó a cumplir con cada vez más rituales de la religión. En ese momento, la brecha resultó insondable. “Comenzó a evitarme, dejamos de hablar y nos distanciamos. Luego se casó y tuvo hijos y no tuve ningún lugar en ese proceso. Pensar que compartimos toda la infancia y ahora no formaba parte de su vida fue muy doloroso”, enfatiza. Ella entiende que, si bien podemos pensar distintos en ciertos puntos, hay diferencias ideológicas que no son negociables entre amigues. “Creo que hay valores y formas de ver la vida en las que no puedo aceptar que una amiga esté en contra. Yo no podría relacionarme con alguien que es homofóbica o transfóbica, porque son mis valores y hacen a mi persona”.

Ilustración: Coralie Fau

N. tenía una amistad con sus cuatro compañeras de militancia con las que la unían ideales y valores políticos. Para ella era fundamental esa red de lazos comunes en torno a sus pensamientos. Sin embargo, el año pasado sintió que la lectura de la coyuntura era cada vez más diferente entre sí. “La posición de una de las pibas era muy dogmática. Ella defendía al gobierno a capa y espada y yo me enojé mucho una vez que mataron a un periodista en una concentración a plena luz del día. Estaba enfurecida, entonces puse un comentario en WhatsApp, empezamos a discutir y en ese momento abandoné el grupo que compartíamos las cuatro. Nunca más me volvieron a hablar y fue motivo suficiente para terminar la relación”, cuenta.

Consultada sobre si siente que puede haber diferencias políticas entre amistades, N. entiende que, si la amistad se construye como un lazo contrahegemónico y anticapitalista, es necesario estar en una misma vereda ideológica para que ese lazo acompañe en los conflictos e incluso en las diferencias. “Las afinidades políticas hacen a un vínculo motorizado por la pregunta. No se trata de generar un vínculo como el familiar, de pertenencia, o una relación donde el temor al abandono te prefiere necesitado, enfermo y con problemas a resolver”.

“A mí me cuesta un montón sostener relaciones con personas que piensan tan diametralmente opuestas a mi”, dice Ana en relación a los votantes de Milei. “En términos teóricos hay diferencias que uno puede sostener, que son aquellas que permiten co-habitar los espacios, y hay otras, que tienen más que ver con la invalidación personal, que son insondables. Esas surgen cuando el pensamiento del otro es tan totalizador que te excluye, te quita la posibilidad de ser como persona. Ahí me parece casi imposible construir un vínculo. Lo bueno del otro es que es hay una diferencia. Le otre es el lugar donde yo no puedo anticipar la totalidad de los actos”.

Cortar con un amigo puede ser doloroso y hostil, especialmente cuando resulta inesperado. La pérdida de un vínculo es uno de los momentos de mayor vulnerabilidad del ser humano. Lejos de idealizar las amistades, como Cris Morena, creyendo que son todopoderosas y que están por encima del bien y del mal, sabemos que están atravesadas por dificultades, desconfianza y rivalidades. Sin embargo, resulta necesario redoblar la apuesta por habitar esos lugares de encuentros y desencuentros con los otros, complejos y desafiantes para apostar a un espacio común o, en cualquier caso, por lo menos una retirada elegante.

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