Luego de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) proclamara reelecto el domingo por la noche al actual presidente Nicolás Maduro con el 51% de los votos, las grandes corporaciones mediáticas y la derecha internacional empezaron a agitar el fantasma del «fraude» en Venezuela. No es la primera vez que ocurre un desconocimiento de este tipo: ya en 2018, cuando la oposición mayoritaria había decidido no presentarse en los comicios, este mismo sector tildó el acto electoral de «ilegítimo». Ahora apuestan nuevamente a desconocer la voluntad popular, generando el caldo de cultivo para tumbar al chavismo y que asuma otro gobierno de extrema derecha en la región.
En diálogo con El Grito del Sur, Giordana García Sojo -investigadora de CELAG y ex viceministra de Cultura de la República Bolivariana de Venezuela (2014-2016)- analizó el agitado escenario político en el país caribeño, la violencia opositora, las suspicacias con respecto a la transparencia de los comicios y la posibilidad de un estallido social que provoque la caída de 25 años de chavismo.
¿Cuál es el clima político y social en Venezuela tras la realización de las elecciones presidenciales que consagraron a Nicolás Maduro como vencedor?
Los reportes que me llegan son que toda Caracas está tranquilo y el resto del país lo mismo. Ayer, durante el día y la noche, hubo bastantes situaciones violentas pero aisladas en Caracas y el interior del país. También hubo algunas movilizaciones importantes, sobre todo por la Avenida Francisco de Miranda, ubicada al este de Caracas y en dirección al centro. El presidente Nicolás Maduro mostró algunos videos de actos muy violentos, que han estado circulando por redes sociales, como quemas de centros electorales y alcaldías. Tumbaron estatuas de Chávez y de indígenas vinculados a la gesta independentista. Estos actos se pueden leer todavía como aislados y desarticulados, pero repiten un patrón que ya hemos vivido en los años 2014 y 2017 con las llamadas guarimbas así como las protestas violentas instigadas y financiadas por distintos sectores. Hasta ahora no se puede hacer ninguna acusación puntual, pero hay investigaciones en proceso. Aquí hay una gran expectativa, hubo llamados tanto del gobierno como de la oposición de extrema derecha -encabezada por María Corina Machado- a movilizarse en las calles. Esperamos que todo sea pacífico, nosotros ya hemos vivido esta instigación a la violencia y la guerra civil, al encontronazo entre el pueblo, y ha sido terrible. De hecho, el ambiente previo a las elecciones fue completamente en paz.

La opositora María Corina Machado señaló que tienen el 70% de las actas y que se trató de un «fraude electoral». Los medios de comunicación masivos de todo el mundo también se subieron a la narrativa de fraude. ¿Por qué entonces el gobierno bolivariano no disipa estas dudas con la publicación de las actas del escrutinio?
Lo que denunció el fiscal general es que hay un proceso de hackeo al sistema nacional electoral, un sistema muy confiable que ha sido auditado muchas veces. De hecho, en otras elecciones ha ganado la oposición: alcaldías, gobernaciones, asamblea y referéndums. Pero, en este momento, hay una denuncia de hackeo que es a gran escala y tendría que ver incluso con Elon Musk, lo cual ralentizó el conteo de las actas y ha generado que la página se cayera. Esto ha complicado finalizar el 20% de conteo restante, hacer el segundo boletín y publicar los resultados en la página web como siempre ha sido. Esa es la versión del Gobierno, mientras que la oposición ya tenía montada una plataforma alternativa -prácticamente una institucionalidad alternativa, siguiendo un guion que ya hemos vivido otras veces-. Lo lamentable es la expectativa generada sobre sus electores, diciéndoles que tienen el 70% de los votos, cuestión prácticamente imposible si seguimos el curso de los números que la oposición ha sacado históricamente en Venezuela en los últimos años. Además, mucha gente que votaría por ellos migró. Estas expectativas crean una desazón y una rabia que se parece mucho a lo que pasó en 2014, cuando Capriles llamó a descargar esa arrechera y se generaron esas guarimbas financiadas por los sectores más extremos de la derecha.
Teniendo en cuenta los altos niveles de polarización y confrontación, ¿puede haber un estallido social en Venezuela que haga caer al gobierno de la Revolución Bolivariana? ¿Cuál es el vínculo actual entre chavismo y barrios populares?
Hay altos niveles de polarización, pero también hay un gran cansancio porque ya hemos vivido muchas veces estos escenarios de confrontación inducida. Sin embargo, esperamos que no haya una capitalización y un repunte de esa convocatoria desde el liderazgo de María Corina. Lo último que queremos es una guerra civil en Venezuela, yo no creo que eso suceda. En cuanto al vínculo entre el chavismo y los barrios populares, ayer vimos en algunas situaciones personas de los barrios populares, pero allí también hay mucho de contratación de pequeñas bandas de jóvenes criminales -eso también ha pasado otras veces-. Esto por supuesto sin caer en la estigmatización de los sectores populares, ciertamente la oposición venezolana tiene sectores populares entre sus seguidores pero sigue siendo mayoritariamente una oposición que convoca a la clase media y la clase media alta que, por la crisis producto de las sanciones, ha perdido en los últimos años poder adquisitivo. Las mismas clases populares han perdido el poder adquisitivo que gracias al chavismo se adquirió con la distribución de la riqueza. Sin dudas, hay un desgaste y un malestar económico acumulado pero el chavismo tiene una presencia popular muy organizada a través de los Consejos Comunales, las UBCH y los clap. La comuna es la principal célula de organización popular que ha nacido en el proceso chavista.

En caso de que el chavismo logre disipar este nuevo foco de conflicto, existe otro riesgo latente que es un mayor aislamiento de Venezuela con el resto de la región. ¿Cuál es tu lectura sobre la posición equidistante de países con gobiernos de centro-izquierda como Brasil, Colombia y México?
Es importante recordar que estamos viviendo un guion preparado -casi un déjà vu para nosotros- de golpe de Estado, de desconocimiento de la institucionalidad y del gobierno. Primero crearon falsas expectativas, luego generaron una para-institucionalidad y buscaron el caldo de cultivo para la violencia. Y, algo que hace muy bien María Corina, encontrar alianzas con la derecha internacional. En este caso, Milei encabeza a la derecha regional que la apoya y ahora firmaron un comunicado tratando de emular lo que fue el Grupo de Lima con los gobiernos de Panamá, Ecuador, Costa Rica, Republica Dominicana y Guatemala. Eso, por supuesto, generó que se rompieran relaciones entre esos países y Venezuela. Estamos a la expectativa con respecto a Brasil, México y Colombia, países aliados que todavía no se han pronunciado porque están esperando el reporte final del CNE. Esperamos que se pueda solucionar, pero hay muchas presiones internas: Venezuela sigue siendo el centro del debate ideológico y claramente representa un símbolo. Por eso Estados Unidos no quiere que prospere y los primeros en reconocer los resultados electorales fueron China, Rusia, Cuba e Irán. El «eje del mal» digamos. Es decir, todo se sigue debatiendo en esta arena simbólica en la que Venezuela es un terreno a disputar. No nos extrañaría que vuelva a pasar algo parecido a lo de Guaidó, aunque no creo que tengan jamás la misma fuerza que tuvieron en aquella época.
¿Qué rol cumplen hoy las Fuerzas Armadas para sostener al gobierno de Maduro?
La unión cívico-militar es un proceso y una realidad que Chávez logró encarnar y desarrollar después como práctica. Esto es fundamental por supuesto y es justamente donde ha fallado más la derecha extrema en todos sus intentos de golpe y desestabilización. Creo que siguen estando claros los lazos históricos entre el chavismo y las Fuerzas Armadas. Hoy el gobierno chavista tiene abierto un proceso de negociaciones con Estados Unidos para el levantamiento de las sanciones, pero hay gente que no ve otra salida que el cambio de gobierno. Así sea por María Corina Machado, que representa el ala más extrema de la derecha. Ella ha llamado a invadir el país y a la violencia de calle, incluso a que se mantenga la escasez de gasolina. Defiende abiertamente la intervención estadounidense y la venta de las empresas estatales de hidrocarburos. Está en juego el futuro y la soberanía de un país.