Caniles en CABA: entre el orden perruno y más gentrificación

🐶 La utilidad de los caniles en la Ciudad de Buenos Aires se posiciona como uno de los debates vecinales. El Grito del Sur habló con comuneros y vecinos de distintos barrios para conocer cómo se desarrollan estas problemáticas en las diferentes comunidades.
14/08/2024

Repartidos entre sus 15 comunas, en toda la Ciudad Autónoma de Buenos Aires existen alrededor de 90 caniles, es decir, 90 “lugares exclusivos para la permanencia de las mascotas”, tal como los define la página del Gobierno de la Ciudad (GCBA). Estos espacios deben brindarle a las mascotas todo lo necesario para su tiempo recreativo y de esparcimiento, incluidos bebederos y juegos. En gran parte de la metrópolis, los caniles aparecen como una necesidad para mantener el orden público y la vida en comunidad. Sin embargo, no en todas las zonas los caniles responden a la misma lógica y, por el contrario, surgen como parte de un proceso mayor asociado a la gentrificación de algunos barrios porteños. 

María Paz “Pacha” Carreira Griot es comunera de la Comuna 14 y cuenta que en Palermo los comuneros impulsan la construcción de caniles en todas las plazas, ya que es uno de los lugares en donde hay más perros por persona. Pero no “cualquier tipo de canil. Desde el sindicato y nosotros pedimos tanto desde las condiciones de trabajo de los trabajadores caninos hasta que los pisos de los caniles estén en condiciones porque sino los perros se lastiman, que haya agua para los perritos, que haya sombra y esas cosas. Y que haya un fomento de las personas que cuidan los parques en que se utilicen para el bien de las mascotas y de los ciudadanos”, comentó la referente comunal. 

Carreira Griot destacó además la importancia del lugar en donde se emplazan estos caniles y puso como ejemplo un conflicto que se viene desarrollando desde hace unos años en una plaza ubicada en Crámer y Santos Dumont. Justo en el límite entre las Comuna 13 y 14, “hay una plaza que está al lado de unas torres en la que se construyó un canil al que iban pocas personas. Tiempo después, un canil en la Comuna 13 cerró y ahora hay sobrepoblación en esa plaza”, y agregó que al día de hoy no hay respuesta por parte del GCBA. “Lo que termina pasando cuando se retira el Estado es que termina siendo un conflicto de vecinos contra vecinos. Terminan siendo los trabajadores caninos contra los vecinos que viven ahí, viendo cuál reclamo es más válido. La realidad es que los dos son igualmente válidos. Entonces un poco el rol que tenemos nosotros en esto es ver cómo articulamos las respuestas. Por ahora sigue siendo un punto de conflicto”, añadió la integrante de Unión por la Patria. 

Y finalizó: “Todavía hay una falta de cultura de la utilización de los caniles porque muchos vecinos y vecinas no les gustan, o prefieren pasear por la plaza […] Todavía no hay una política de para qué sirve el canil, más allá de perros por un lado, personas por otro”. En este sentido, Maru Acuña, comunera de la Comuna 5 y referente del Centro Cultural ComunArte, sostuvo que la falta de caniles y de espacios verdes en su comuna “refleja la falta de política pública en espacios públicos y espacios verdes”. 

Acuña, que también integra Unión por la Patria, comentó que en su comuna hay solo dos caniles: el de Plaza Almagro y el de Plaza Boedo, los cuales no solo son insuficientes para la cantidad de mascotas que poseen los vecinos sino que también son muy pequeños para alojar simultáneamente a tantos perros. “El canil de Plaza Almagro es el que está en mejores condiciones, entonces todos los paseadores van a ese canil”, afirmó la comunera.

Esta situación provocó que el ruido proveniente del canil aumentara, por lo que las quejas de los vecinos también se vieron incrementadas. “De repente, habían 40 perros adentro y era mucho griterío. Como la plaza ocupa toda una manzana y está rodeada de edificios altos, el sonido termina embolsado en el centro de la plaza […] Los vecinos ya nos venían planteando la problemática de no poder dormir, no poder trabajar…”, dijo Acuña. Y agregó que, luego de muchas reuniones, la solución que dieron de parte del Gobierno de la Ciudad fue poner paneles insonorizantes en el canil. La obra duró desde enero hasta julio de este año, meses en los que el canil se mantuvo cerrado. “Por ahora, era la voluntad que hubo desde Ciudad para resolver la problemática. Nosotros presentamos un proyecto para hacer un canil en un terreno pero nos dijeron que no. […] Capaz, en términos económicos, insonorizar no es la solución más barata, pero en comodidad y tiempo sí lo es. Desde que se volvió a abrir, nosotros no tenemos quejas del ruido de los perros, pero con el tiempo vamos a saber si efectivamente fue una solución”, acotó la comunera de la 5.

No sucede lo mismo en otros barrios porteños. Uno de ellos es La Boca. Martina Noailles es periodista del medio Sur Capitalino y vecina de dicho barrio y relata la historia del canil de Plaza Matheu. Cuenta que desde el año 2012, cuando La Boca pasó a ser nombrado por el macrismo como Distrito de las Artes, se les comenzó a dar beneficios a quienes se instalaran en el barrio como desarrolladores culturales, dando así inicio a un proceso de gentrificación. “Esto es la expulsión de los vecinos más históricos, que suelen ser de bajos recursos; se cambia la población por población más de clase media y media alta”, explicó Noailles. Al mismo tiempo y como parte de este proceso, uno de los edificios de la vieja fábrica de alpargatas fue transformado en lo que hoy se denomina Molina Ciudad, un complejo de departamentos que se encuentra a media cuadra de la Plaza Matheu y que conforma un “edificio reciclado con amenities, pileta, que claramente no es para la gente de La Boca”, según afirmó la periodista. Y continuó: “Unos años después mejoran la plaza, la dejan cerrada como un año. Cuando terminan de construirla nos enteramos que en el lugar donde estaban los juegos para niños, una parte de la plaza en donde hay árboles y sombra, hicieron un canil enorme y la parte de los chicos fue movida hacia otro sector totalmente al sol”. 

Noailles mencionó que La Boca es un barrio muy callejero y que, como gran parte de la población vive en conventillos donde hay poco espacio y mucho hacinamiento, los chicos suelen juntarse en la vereda y en plazas. De esta forma, remarcó que los lugares del espacio público en donde puedan juntarse a jugar son muy importantes ya que se usan mucho. “Yo no veo que haya mucha gente usando el canil. No había ninguna necesidad de ningún canil […] Fue un claro ejemplo de la gentrificación y de esa transformación del barrio. De cómo avanzan intereses que pueden ser ofrecidos a otro tipo de vecinos que no tienen nada que ver con las necesidades de los vecinos históricos. Es un gran ejemplo del proceso que vive el barrio. Es un proceso de expulsión de los vecinos más pobres para cambiar a un barrio que tenga otro tipo de gente”, explicó la periodista.

Otra situación de esta índole ocurrió en Semana Santa del 2023, cuando se llevó a cabo la demolición del Galpón de Ortúzar en la Plaza 25 de Agosto para construir en su lugar un canil. Como contó Juan Martín Chippano, integrante de la comunidad del galpón, el espacio había sido recuperado años atrás por un grupo de vecinos para convertirlo en un espacio abierto a toda la comunidad. “En el momento de la demolición, en el galpón había un espacio cultural, un espacio para actividades recreativas para niños y jóvenes, el centro de jubilados que siempre siguió funcionando, un bachillerato popular y una biblioteca popular”, comentó Chippano. 

Asimismo, añadió que el canil construido no era una necesidad ni un pedido vecinal: “es una plaza donde van solamente los vecinos del barrio con sus perros que los tienen libres. Uno va hoy a la plaza y el canil lo usan los paseadores de perros, pero los vecinos del barrio que son los habitantes tradicionales de la plaza siguen con sus perritos afuera. No hubo un solo pedido vecinal de que era necesario un canil en esa plaza. De hecho, es una plaza grande con un montón de espacio libre. Si el canil hubiera sido necesidad, hay otras dos esquinas en donde el canil se hubiese podido construir sin problema”. Por ello, los vecinos sostienen que la demolición de un espacio comunitario como tal responde a un ataque directo a la identidad de la comunidad. “El avance sobre el galpón fue de alguna manera el golpe concreto a la identidad barrial, que ya venía en disputa con otras cuestiones que intentan generar un recambio poblacional. En este recambio, un galón como el que habitamos nosotros, en el que se construye comunidad, va en contra de ese modelo de ciudad que proyecta Juntos Por el Cambio. Entendemos que voltear el galpón tiene que ver con un plan sistemático de destrucción no solo de la identidad de nuestro barrio sino de la identidad de todos los barrios que son el foco de resistencia”, sentenció el vecino.

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