Rodolfo “Willy” Pregliasco es investigador, físico egresado de la UBA y trabajó como perito en varios casos de violencia institucional tales como el de Teresa Rodríguez, Fuentealba, Kosteki y Santillán, Miguel Bru, los fusilamientos de diciembre del 2001 y hasta causas internacionales como el golpe de Estado de 2019 contra el presidente Evo Morales en Bolivia.
Durante el proceso judicial iniciado en 2006, el juez federal de Rawson, Hugo Sastre, lo convocó para realizar las pericias de la base Almirante Zar en el marco de la investigación del juicio de la llamada Masacre de Trelew ocurrida bajo el gobierno dictatorial de Agustín Lanusse, en la que murieron 16 militantes de Montoneros, FAR y ERP. “Me pedía algo material de esa noche: una bala, un rastro, cualquier cosa que le diera una información nueva”, recordó el investigador respecto al pedido del juez. Tras haber pasado 35 años de esa noche, y frente a la duda si valía la pena, el físico aceptó la propuesta: armó un equipo interdisciplinario y comenzó el peritaje.
La versión de la dictadura de Lanusse
La versión oficial afirmó que se había desarrollado otro intento de fuga. Según los oficiales presentes, el capitán Roberto Bravo habría llamado al capitán Luis Emilio Sosa tras un presunto levantamiento en el pabellón. Señaló que tras oírse un fuerte barullo en las celdas, se les solicitó a los presos políticos que salieran a las puertas de las mismas para hacer una requisa. El militante de Montoneros Mariano Pujadas habría golpeado a Sosa para sustraer su arma reglamentaria que no poseía la traba de seguridad, ante lo cual el resto de los marinos comenzaron a disparar al aire tensionados por las circunstancias y en el marco de un supuesto motín que pretendía poner en marcha otro intento de fuga. De los 19 militantes, 16 personas fallecieron y 3 sobrevivieron, quienes denunciaron y contaron otra versión.
Paredes internas
A lo largo de los 35 años se realizaron varias reformas en los calabozos: se derribaron todas las celdas que existían al momento del fusilamiento, y se construyeron nuevas oficinas con ladrillo y revoque. “No tenía paredes para peritar, las habían demolido a todas”, recalcó Pregliasco. Pero tras observar las texturas de las paredes por la distribución de las diferentes capas de pintura, el perito pudo tener un indicio de la disposición que tenían las celdas en 1972. Fue allí que tomaron fotografías y a través de la aplicación de un método de contraste pudo distinguir la unión de las paredes internas ya demolidas con las paredes perimetrales y el techo. Esto aportó un dato concreto: la dimensión de las celdas era de 2 metros por 2,80 más grandes que las relatadas, y el pasillo del mismo era de 1,50 metro de ancho. Esta distribución comenzó a resquebrajar la verosimilitud del relato elaborado por la versión oficial.
Pared trasera
El otro peritaje que se hizo fue sobre una pared que se encontraba en el final del pasillo de las celdas. A ésta, que poseía una ventana, se le aplicaron rayos gamma y se constató que no tenía ninguna bala incrustada en su superficie. Pero al comenzar con el análisis de pintura y material, pudieron reconocerse perforaciones de distintas profundidades que habían sido tapadas con enduido y varias capas de pintura. Se comprobó que los impactos de bala no superaban los 1,70 metros. Este dato refutó la hipótesis oficial de los marinos, que se refería a supuestas balas fugadas en el momento de tensión generado por un presunto motín, ya que no se encontraron impactos sobre la ventana ni por encima de ella. Las perforaciones encontradas en la pared de los impactos de bala estaban a una altura media, lo que permite deducir que los disparos fueron dirigidos hacia el pecho y el torso de los detenidos.
La epifanía de las refacciones del baño
Esa noche de 1972, la revista policial «Así» cubrió la noticia y publicó fotos de cómo había quedado el lugar. “Las fotos de la revista Así eran las únicas imágenes que hablaban de esa noche. Desde ya que es una fuente tendenciosa porque registra las pruebas que justifican la versión de la Armada. Pero aún así están describiendo hechos y ese es mi laburo”, narró el físico. Fue así que la puerta del baño fue peritada.

Según la declaración de los almirantes, los tiros habían sido producto durante el forcejeo entre el marino Luis Emilio Sosa y el militante Mariano Pujadas. La versión del marino Bravo fue que Pujadas había querido agarrarle el revólver de la cadera, y en el tironeo se ejecutaron dos disparos que impactaron en la puerta: una en la parte superior -que ya no se encontraba en la base porque habían cambiado el vidrio por una madera-, y otra en la parte inferior que estaba tapado pero aún así Pregliasco lo encontró y lo analizó. Ese agujero indicaba que el tiro había ingresado de arriba hacia abajo, pero no había más información al respecto. Pero en la fotografía de la revista había tres perforaciones: una en la ventana de la puerta, otra en la parte inferior de la misma, y una tercera en una bisagra.
“Hay algo del trabajo que te obsesiona, y parte de que vas bien es que las piezas del rompecabezas empiezan a encajar, pero esto no nos terminaba de cerrar. Era muy molesto porque era la versión de la Armada. Estábamos todo el tiempo con un ruido de fondo”, expresó Rodolfo Pregliasco. “Yo no había encontrado la bisagra, tenía una forma que no se parecía a las bisagras de la base. Pero después, cuando volví a ver la imagen, está claro que era la puerta de un baño, porque no llega hasta el piso. ¡Estaba delante de mis ojos y no me di cuenta!”, indicó Pregliasco. “Eso es un sesgo, es algo que te impide ver lo que lo que estás viendo. Y como era una pieza que no encajaba, volvía siempre sobre el tema. Y cuando logré que encajen me pareció sorprendente. Estuvo delante mío todo el tiempo”, agregó el físico.
A partir de todos los planos reconstruidos y de las fotografías sacadas en la primera pericia, Pregliasco reconoció la distribución de los espacios, el lugar del lavamanos, y el inodoro. Este último estaba en un cubículo donde pudo ubicar la puerta y ahí pudo ubicar la bisagra que aparece en la fotografía de la revista Así. Con un láser pudo unir dos puntos entre la altura aproximada que tenía la bisagra, haciéndola pasar por el agujero de bala que tenía la puerta hasta la celda de Pujadas.

Al realizar la proyección pudo comprobar que el tiro asignado al militante político tendría que haberse ejecutado a más de 2 metros de altura para que quede con ese ángulo, y eso era imposible en el escenario que relata Bravo. “Es lo que a él le hace pisar el palito, porque como fraguó los tiros, él se acuerda muy bien. No se podrían haber hecho con esa actitud de tiro”, describió el perito. Y resaltó: “Eso fue lo curioso, recolectamos información sobre algo que nos parecía que no nos iba a servir, que no nos iba a aportar buena información, y en realidad sirvió más que el resto”. Pregliasco pudo encontrar en el baño el razonamiento certero que daba por tierra el único argumento de Bravo.
El juicio
Durante el proceso judicial llevado adelante en la Argentina durante el año 2012, se condenó a Luis Sosa, Emilio Del Real, y Carlos Marandino a cadena perpetua. También durante 2022, el exmarino Roberto Bravo, quien estaba prófugo en Estados Unidos, fue condenado por jurado popular en dicho país por una suma millonaria, aunque se espera su repatriación para juzgarlo penalmente en los tribunales argentinos.
El juicio se transformó en una verdad jurídica e histórica. Se lo consideró una causa de lesa humanidad por fuera del último golpe de Estado de 1976, y esto sentó jurisprudencia para llevar adelante crímenes cometidos por la Triple A en el país.