De las mayores virtudes de Victoria es que sea políticamente incorrecta. Mide sus acciones en términos de ganar o perder, a sus amigas como una competencia y es el tipo que hoy se cancela por “tóxica”. Ningún aspecto la hace “quedar bien” y en esa imagen patética despierta la identificación. El punto es, ¿qué representa?
Frente a un contexto de enorme fragilidad social, donde la realización personal o los modelos aspiracionales aparecen con más fuerza en las redes sociales que en las publicidades que modelaron generaciones, una protagonista imperfecta expone sus vulnerabilidades, y en palabras, discursos que parecían obsoletos para demostrarnos: ¿qué de eso que creíamos superado no quedó tan atrás?
“Envidiosa” es la nueva comedia argentina y la primera de su género en Netflix: está compuesta por 12 episodios que remiten a la esencia de una tira de Pol-ka por la producción de Adrián Suar y el guion de Carolina Aguirre (“Argentina: tierra de amor y venganza”; “Guapas”; “Farsantes”; “Cita a ciegas”), pero a su vez implica un rodaje, una técnica y puesta en escena más propia del cine, que de la pantalla chica.
Por otro lado, la escasez de tiras diarias, que como excepción tiene a “Margarita” de Cris Morena (que dicho sea de paso, se realizó en primera instancia para la plataforma, en este caso MAX para luego poder emitirse) en Telefé, ante el alarmante presente que transita la industria audiovisual nacional llevó al mismo Suar al cierre momentáneo de su productora y a desplegarse en el streaming como único horizonte –e inversor– posible. Escenario en que Netflix se alza con la fuerza y la estrategia de ser el canal líder.
Y con su primer fin de semana, “Envidiosa” se instaló en el podio de lo más visto, en la conversación cotidiana y en Twitter (hoy X). Las ganas de entretenernos con una comedia argentina, un elenco que es un acierto y que a su vez remite a una época de clásicos televisivos, es un combo a favor pero también tiene sus matices.
La historia gira en torno a Victoria “Vicky” Mori, quien a punto de cumplir 40 años se separa de Dani (Martín Garabal) después de 10 años de relación, lo que la desespera en su deseo de casarse y ser madre: una imagen que se construyó a partir de la portada de una caja de cereales que comía con su hermana menor (Pilar Gamboa; a ambos artistas podemos también verlos en “División Palermo”) mientras su madre salía a trabajar y desde que su padre, que les había prometido llevarlas al cine a ver “La Sirenita”, nunca llegó. Y la exacerba aún más, a medida que sus amigas le van contando sus planes de bodas. Como le dice una de ellas: —Vos siempre fuiste envidiosa pero desde que te dejó Dani, estás imposible, gorda—.
Griselda Siciliani – una actriz que ha sabido demostrar su versatilidad sobre todo escénica como fue el caso del espectáculo teatral “Pura Sangre” y viene del drama con “Descansar en Paz”, también en la misma plataforma – regresa a la comedia componiendo a una mujer de 40 pero con unos logrados gestos chiquilines que terminan de caracterizar a su Vicky. Sobre la artista se sostiene la clave de la trama: centrada en desarrollar y plantear las crisis que pueden rodear a dicha generación.
Términos como “el reloj biológico” y “mamá añosa” aparecen para nombrar en la pantalla la mezcla entre presión-mandato-deseo que padecemos las mujeres, la que hay que discernir o reafirmar, frente a que muchos límites, como la edad social, se corrieron. —Porque no me dan las cuentas. Yo aunque salga hoy a la calle y conozca a alguien en este momento y me enamore perdidamente, ponele que lo convenzo al tipo de casarse ya en año, año y medio, estoy pariendo. Con suerte y fuerza de la naturaleza, porque a esta edad no es fácil. A los 45 piso un jardín y le dicen: ‘te vino a buscar la abuela’. ¿Entendés? Me cagó— dice en uno de los mejores diálogos al tiempo que justamente se lo dice a la persona de quien se va a terminar enamorando y etcétera.

Pero empatizar con Vicky es otro tema. Vicky, que cambia el pasaje y se escabulle sin que sus amigas lo noten de la despedida de soltera de una de ellas en Punta del Este para que se le dé ese encuentro en el departamento del jefe; que le cuenta a una de ellas en el casamiento que su marido la engaña (y montan una escena que recuerda a “Relatos Salvajes”); que le ruega a otra que haga lo que no quiere para que ella logre aparentar; y la lista podría seguir. La exageración y el grotesco (que Suar entiende y explota en su lógica como género, que dicho sea de paso viene de estrenar en la misma plataforma “No puedo vivir sin ti” sobre un hombre que no puede dejar el celular, después de “Corazón Loco”) funcionan como recurso de comedia pero también para distanciar al personaje y que nadie se vea “tan así”. Aún así, el deseo del matrimonio, la imagen de la maternidad, de la pareja estable, y de la envidia parecen tocar de cerca al mismo tiempo que lo más extremo no se vuelve tan disparate y nos lleva a preguntarnos si todavía ¿estas cosas pasan? Incluso, ni bien llegados los episodios, el chisme y la especulación comenzaron a circular en base a si la guionista se basó o no en una influencer presuntamente celosa para escribir su serie.
El mundo de la protagonista se va armando en función a los personajes que sacando el plus de chispa actoral que realza, sólo están construidos en relación a ella, y en eso pierden identidad. Son sólo algunas características reunidas para poner en contraste a Vicky: la “arpía” de compañera de trabajo Magui Roldán (Leonora Balcarce), una esposa resentida (Carla Pandolfi), una madre más osada y siempre cerca del vino (Susana Pampín), una amiga Melina que jugó en las Leonas pero en el banco de suplentes (Bárbara Lombardo), la “cheta”, más cheta que sus amigas Lu Pedemonte (Violeta Urtizberea); Debbie, una investigadora que trabajó en el exterior (a quien le dice —¿qué te vas a quedar haciendo acá con los cortes de Luz?) que da la sensación que es su amiga más cercana pero más que eso no sabemos (Marina Bellati), y su hermana, la hippie del grupo pero que termina heredando una casa en un country como una suerte de revancha para la protagonista que le reprocha su estilo de vida austero y hasta su pelo (el más genuino de la serie) que limpia con shampoo sólido; y claro, el jefe tan hegemónico como embustero interpretado por Benjamín Vicuña como un guiño en sí mismo.
Todos igual de estereotipados, a excepción de la terapeuta Fernanda (Lorena Vega, actriz, dramaturga y autora a quien su padre de niña le decía: «¿Para cuándo Suar?» en relación a trabajar con el productor), de Matías (Esteban Lamothe), de la participación de Adrián Lakerman como Fermín y de Mei (Débora Nishimoto), quien sin que el personaje lo ameritara en absoluto, resulta que igual había que construirle una historia de amor, porque qué es una comedia romántica sin sus varios triángulos amorosos.
Después de un día desquiciante donde insultó a su ex públicamente en su trabajo, acosó a su nueva pareja, y fue a ver a su psicóloga, Victoria pasa por el restaurante chino de al lado de su casa, donde por una cuestión de llaves termina hablando con el encargado Matías, y de ahí arranca la otra historia de amor pero… — Tiene 40 años y trabaja en una rotisería. Ese es uno de los conflictos que se extiende hacia una ya confirmada segunda temporada.
Pensando en los estereotipos se me viene a la mente el ejemplo de “Porno y helado”, que justamente viene de estrenar su segunda temporada. Fundamentalmente su primera parte toma una serie de frases hechas («Siempre quise tener un mejor amigo gay»; «Venís hasta acá con ese vestidito y qué querés», «Te parece que las minas son tus trofeos»; «Ese pibe está cancelado por twittear algo polémico en 2014″) y lugares comunes (tratar a los rollingas de secta) para desandarlos “para poner en perspectiva las cosas y burlarse de un montón de lugares comunes», como ha comentado Martín Piroyanski, protagonista, autor y director. Entonces, ¿pueden los estereotipos dejarnos algo?
“Envidiosa” se nutre de una cultura a base de comedias románticas yankees, las famosas romcom, que de algunas formas llevan al territorio local pero queriendo ser universales para ser exportables para Netflix; y otra más incipiente de las que hoy en la jerga viral llamamos cornudas frente al auge en esa misma línea de frases como: Elijo creer en el amor. Pero a la vez es consciente del cambio de paradigma; entonces, a la luz de los manifiestos actuales todo funciona en cierta clave de parodia. Como le dice Vicky a su hermana que estalla: —Quiero tener lo que dijiste, lo del feminismo. Esa gran mujer atrás de ese gran hombre. Aunque aún así no dejo de preguntarme si no es que le da más entidad. ¿Abre la puerta a que blanqueemos que entre mujeres, y más, entre amigas, siempre sucede una (mala) suerte de envidia?
Por otro lado, sí es cierto que existe y que de la envidia no se habla en las ficciones y en la vida también cuesta. Venimos del estreno de “IntensaMente 2”, donde como emociones nuevas eligió representarla como un ser diminuto, con ojos inmensos para admirar todo. Pero ¿hubiera sido igual si en lugar de Ridley fuera un protagonista varón?

En reflexiones sobre el personaje, Griselda comentó que además de tener trabajado el sentimiento, lo respeta porque lo siente una “alarma relacionada con el deseo”. Es por ello que Fernanda (en voz de Lorena) le dice a su paciente: “Cuando vos tengas tu propio mundo, cuando tu mundo te parezca hermoso y algo a defender, vas a dejar de mirar el mundo de los otros”.
En el caso de Vicky, el trasfondo de no ser “la elegida” como ella describe, responde al abandono del padre, que por un lado responde a la representación de los diversos esquemas de familia, por otro es funcional a la lógica telenovelas, que a su vez deviene de los cuentos tradicionales. A medida que la serie avanza y cuando –por supuesto, su padre reaparece (interpretado por Arturo Puig)– cae en el melodrama y hasta en un arrebato de guión desplaza a la hermana de la centralidad del conflicto para que sólo ella resuelva su conflicto de identidad.
Todo en la serie está tratado de forma bastante superficial: oscila entre mencionar la infancia de privaciones económicas que tuvieron mientras comían cereales, contrastadas al viaje a Punta del Este, las muchas tarjetas de crédito, departamentos amplios y escapadas de vacaciones; y entre mostrar las decisiones de las amigas para reafirmar la moraleja: la hermana que quería abortar se arrepiente, la amiga que iba a separarse luego del matrimonio insiste en perdonarlo porque en definitiva “no hizo nada malo”, la que estaba casada con el que tenía cara de garca, efectivamente lo era; y la que finalmente se arrepiente de casarse no puede llegar a elegirlo porque la boda se interrumpe. Ninguna que se casa es feliz, para demostrar que no todo es lo que Vicky idealiza: ¿pero Vicky no puede simplemente aprender la lección a fuerza de terapia y episodios?
Con un ritmo tan ágil como la verborragia de la protagonista, “Envidiosa” deja pensando si en el afán por demostrar que casarse no repara nada, y que hay muchas formas de maternar sin tener hijos biológicamente, no termina justamente proyectando una vez más esas imágenes, lo contrario. Es popular y eso nunca hay que desestimarlo. Cara, entretenida pero no llena, ni tan sana como parece, adictiva por lo rápido que se mira. Una caja de cereales.






