«No hay nada más revolucionario que un pobre estudiando, especialmente si está detenido»

✒ Se realizó la 11° edición del Encuentro Nacional de Escritura en Cárceles. El Grito del Sur habló con Juan Pablo Parchuc, del Programa de Extensión en Cárceles de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), y Gastón Bossio, escritor que estuvo privado de su libertad.

“No hay nada más revolucionario que un pobre estudiando, especialmente si está detenido”, explica Gastón Brossio, más conocido como WK, el escritor de Fuerte Apache. Lo dice porque él mismo ocupó ese lugar y ahora se siente orgulloso cuando ve sus libros impresos. “Ver mis libros editados es una manera de materializar una idea. Todo lo que vemos a nuestro alrededor al principio surgió como una idea”, explica.

Mientras el Gobierno se encarga de vapulear la universidad pública y vetar las mejoras en el presupuesto para las altas casas de estudio, en las cárceles se gestan tramas de sentido que se contraponen a la intolerancia neoliberal. Tras las rejas -o a pesar de ellas-, en los contextos de encierro se forjan sujetos sensibles que se desmarcan del estereotipo del preso violento y peligroso. Lejos de cristalizarse en los personajes prototípicos, que promueven series como El Marginal y otras ficciones, las personas privadas de su libertad concurren a las clases de diferentes niveles educativos donde construyen comunidad. Así logran acercarse a la lectura y la escritura, dos llaves para abrir mundos fantásticos. 

“Antes de escribir tuve que leer y ahí me di cuenta que un papel efímero puede causar sensaciones en los seres humanos”, dice Gastón, quien estuvo preso en institutos de menores y luego recaló en la cárcel con prisión perpetua a los 20 años. Para él, la educación en contextos de encierro fue clave, ya que le permitió terminar la secundaria y realizar la universidad. 

Foto: Tiempo Argentino

Las letras se alzan como refugio frente a los muros que coartan la libertad. La posibilidad de salir, aunque sea por un rato, de esa cruda realidad se logra a veces a través de las páginas de un libro o en los renglones de un rap escrito a mano. “Todo el enojo, la ira y las sensaciones se fueron canalizando en la escritura. Cada vez que corregía los textos me corregía a mi mismo y a mi mente y mi corazón”.

La 11° edición del Encuentro Nacional de Escritura en Cárceles tuvo lugar el viernes 18 de octubre. Éste es fruto de los talleres literarios que dicta el PEC -Programa de Extensión en Cárceles- del Departamento de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. En un principio las jornadas surgieron de la conversación entre el espacio universitario y la Biblioteca Nacional, donde se realizaron los dos primeros años, para luego mudarse al Centro Cultural Paco Urondo. Como otras veces, en la última edición hubo grupos de lectura y escritura colectiva y participaron organizaciones como YoNoFui, el Taller de Poesía del Centro Cerrado Almafuerte, la secundaria del CSRC de San Martín y los talleres de radio y audiovisual de CERPJ de Rosario.

“El Encuentro surgió hace diez años a partir de una conversación con la Biblioteca Nacional para poder mostrar la producción escrita hecha en cárceles. De ese diálogo surge el primer evento”, relata Juan Pablo Parchuc, coordinador del Programa de Extensión en Cárceles de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. “Luego de una década, la actividad fue creciendo y se sumaron más espacios. Hoy por suerte hay un montón de producción escrita hecha en cárceles y un montón de iniciativas de colectivos sociales, profesionales y políticos que generan espacios para contar la otra cara de lo que pasa en las cárceles», continúa. “Estas vienen a romper un poco con el estereotipo de lo que vemos tanto en las series como en el noticiero”, agrega.

Desde que asumió este gobierno, Parchuc asegura que se acrecentó la violencia en las cárceles. En los últimos meses, la cárcel y las distintas formas de persecución -tanto del delito como de la protesta- se potenciaron y se espectacularizaron con fines políticos para correr el foco de lo que realmente le preocupa y hambrea a la sociedad, es decir la razzia neoliberal. Para él, hay una simbología de cómo se reproduce la información en medios y redes sociales que va incrementando la violencia. En ese sentido, darle lugar a las voces históricamente relegadas por los medios hegemónicos cobra aún más potencia.

“Escuchar en primera persona los relatos de vida de quienes pasaron por el sistema penitenciario, los dolores del encarcelamiento y la comunidad afectada por la selectividad del sistema penal tienen muchísima potencia y desarma los discursos estigmatizadores”, continúa Parchuc. “Estos talleres logran pensar otras realidades y generan una potencia que permite imaginar otros mundos posibles”. Este tipo de rituales colectivos permite a las personas olvidarse por un rato del hacinamiento, las malas condiciones de higiene y la poca comida que se tiene en las cárceles. “La escritura me permitió reinventarme a través de un suicidio metafórico”, explica Gastón, quien escribió poesía, cuentos y aforismos en sus diferentes libros.

Según la Procuraduría Penitenciaria de la Nación, “la sobrepoblación y el hacinamiento carcelario constituyen una vulneración grave de la obligación del Estado de brindar condiciones de detención adecuadas”. Sin embargo, en el primer trimestre de 2021 se registraron 11.695 personas privadas de su libertad en establecimientos penitenciarios federales, lo que implicó un crecimiento del 1,3% trimestral. “La ocupación de un establecimiento carcelario por encima del número de plazas establecido está prohibida por la ley”, asegura la Procuraduría.  

Asimismo, la Comisión Provincial por la Memoria marca en su informe de este año que si bien los homicidios dolosos bajan de manera sostenida desde hace casi 10 años en el país, con el aumento de la pobreza lo que capta el sistema penal son personas acusadas de cometer delitos contra la propiedad o contemplados en la ley de estupefacientes, la mayoría por narcomenudeo. “La criminalización y control de los pobres se manifiesta a través de prácticas de hostigamiento, torturas, detenciones arbitrarias y el uso de figuras legales vagas como averiguación de ilícito o averiguación de identidad, que justifican intervenciones policiales sin una base legal sólida”, aseguran.

La cárcel no es un lugar para vivir

“La cárcel no es un lugar para los pibes porque te aísla de la comunidad, te corta la posibilidad de seguir estudiando y no son lugares para que los pibes y pibas forjen un proyecto de vida”, cuenta Parchuc sobre la propuesta de baja de la edad de punibilidad que maneja el gobierno actual. A este tema estuvo abocado el primer panel que se realizó el viernes, conformado por Eugenio Zaffaroni, Victoria Montenegro, Sabrina Selva y Julián Axat. “Me parece que se busca crear un conflicto donde no lo hay para generar un rédito político”, argumenta el coordinador y explica que -según las estadísticas de los últimos años- hubo una baja de la cantidad de delitos por parte de chicos que, a su vez, no se tratan de delitos violentos o que terminen en asesinatos. 

Según el último informe del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires, se indica que en el año 2022 solo un caso de homicidio fue cometido por un adolescente menor de 16 años. En la Provincia de Buenos Aires, según el trabajo del Ministerio Público Fiscal del mismo año (2022), las Investigaciones Penales Preparatorias del Sistema Penal Juvenil (es decir sobre los delitos cometidos por adolescentes de 16 y 17 años, hoy ya punibles) constituyeron un poco más del 2% del total. 

“Esto no es nuevo. Todos los gobiernos de derecha buscan encontrar culpables para no asumir las responsabilidades que tienen en el deterioro de las condiciones de vida del grueso de la sociedad”, afirma Parchuc. “Este debate ya está dado, los chicos no son los que realizan los grandes delitos, sino que son culpables de delitos menores y el Estado tiene que estar en la prevención y no en la condena. La sociedad condena pero no previene. Los jóvenes que están en la droga y la delincuencia es porque no tienen un futuro satisfactorio. Para mi el problema más grande está en los delitos administrativos, en la corrupción, en el gatillo fácil”, enfatiza Gastón. “La discusión tiene que cambiar de foco y se deben abordar los delitos que realmente causan el problema”, subraya.

Foto: Zorzal Diario

Consultado por la declaración de Javier Milei sobre que las universidades son lugares a donde asisten únicamente hijos de ricos, Juan Pablo explica que ellos forman parte de una red que nuclea a más de 20 universidades que tienen sede en 50 centros penitenciarios del país a donde lejos están de concurrir hijos e hijas de millonarios. “Las cárceles están llenas de personas pobres. Como docentes nosotros vemos que la realidad es otra. En las facultades públicas vemos cientos de pibes y pibas que hacen un esfuerzo grandísimo para llegar y que muchas veces son la primera generación que puede alcanzar la universidad”. 

“Lo que hace el Presidente es atacar la universidad pública para llenarse los bolsillos y que ganen los grandes capitales financieros. La televisión y los periodistas, que debería ser veedores de la situación, tampoco cuentan nada”, aporta Gastón Bossio. “El estudio es lo único que puede forjar el carácter y cambiar la vida de los pibes privados de la libertad”.

La programación del encuentro incluyó paneles temáticos, lecturas, presentaciones de libros, talleres, exposiciones de publicaciones y material audiovisual hecho en la cárcel, música en vivo y una feria de productos elaborados por cooperativas y proyectos sociales de familiares de detenidxs y personas liberadas. 

“Desde que empezamos notamos un interés por el lenguaje poético”, dice Juan, que lleva 20 años trabajando en cárceles. “Éste permite contar cosas que muchas veces son difíciles de contar. Hay obras increíbles que se han forjado allá adentro”, explica el docente. Además Juan asegura que, cuando recobran su libertad, muchos de los alumnos y alumnas hacen esfuerzos en economías muy deterioradas para sacar sus libros, porque entienden y confían en que hay claves de futuro. “Ahí también hay una apuesta. Hay una posibilidad, no solo para ellos sino para quienes los leen, y esa también es una gran oportunidad para la transformación social”, concluye.

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