Hoy es el Día Mundial de la Salud Mental. A la luz de esta fecha y en los tiempos que corren, se me ocurre iniciar esta nota preguntándonos: ¿qué es la Salud Mental? Hasta hace no muchos años, la misma se enmarcaba estrictamente en el campo de la psiquiatría y la psicología. En nuestro país, puntualmente se encontraba depositada en el psicoanálisis. La práctica psicoanalítica se asociaba rápidamente al consultorio privado, podríamos decir entonces que la Salud Mental se circunscribía a la esfera de lo privado, por el ámbito de su práctica, y también porque asistir a terapia estaba vinculado a la enfermedad: “estoy yendo al psicólogx” – “uuff, ¿qué te pasó?”. A partir de la sanción de la Ley Nacional de Salud Mental en 2010, se abre una discusión sobre qué es la Salud Mental, en qué ámbitos se practica, quiénes llevan adelante sus prácticas.
La Ley 26.657 viene a poner en el centro de la escena a la Salud y a lo Colectivo. Propone un modelo centrado en los derechos de las personas, las garantías de los mismos y un fuerte acento en la construcción de Salud de forma colectiva, con otrxs. De esta forma se sale del consultorio privado, del uno a uno, de lo individual, y la salud mental pasa a ser una construcción social: de garantía de derechos, de imaginarios sociales más saludables, de prácticas más amorosas en diversos ámbitos (escuelas, trabajos, clubes de fútbol, etc). De esta forma la Salud Mental se impregna en diversos ámbitos, ya no son solamente psiquiatras y psicologxs: se convoca a docentes, estudiantes, artistas, deportistas y todxs aquellxs que habitamos este mundo. Dejamos de pensar en la enfermedad mental para pensar en la Salud.
Si para muestra hace falta botón, y si a veces el desborde es lo que instituye bordes, la pandemia se encargó de poner la discusión de salud mental en el centro de la escena. Este fenómeno mundial no solamente arrasó personas, y cuando me refiero a personas es importante aclarar: cuerpos y mentes. Desde sus primeros momentos, todxs comenzamos a notar sentimientos y sensaciones desconocidas o nunca puestas en palabras. Comenzamos a padecer angustias, miedos, soledades, enojos. Rápidamente diferentes referentes del área comenzaron a dar charlas, conferencias y talleres por diversas plataformas. Algo de estos encuentros nos reparaba: primero porque entendíamos que no estábamos solxs en este padecer, segundo es que el mismo hecho del encuentro nos sanaba, el intercambio traía herramientas para afrontar aquello que dolía. Es el día de hoy, y así será por muchos años más, que veremos el efecto de la pandemia en la sociedad. La distancia de los cuerpos no hace otra cosa que alejarme de aquello sensible, reconozco mi cuerpo a partir de la existencia del cuerpo de un otrx. Mi dolor toma cuerpo al encontrarme con el dolor de otrx. Este reconocimiento hoy en día peligra por la proliferación de medios de interacción virtual donde se construyen cuerpos ficticios con capacidades espectaculares. Borro mi cuerpo real, padezco porque mi cuerpo no puede lo que puede el cuerpo virtual. Al mismo tiempo no puedo ser sensible con otrxs, si no reconozco mi propia sensibilidad y justamente si la rechazo.
Enfermedad y síntoma social, si si. ¿De qué otra manera construir la cura si no es con otrxs? Mi padecer es único, singular, pero no sería si no hubiera un otrx que lo escuchase, un otrx que ayudara a darle sentido. Ejemplos de esto son los numerosos testimonios de artistas, deportistas, comunicadores y diversas figuras públicas que comienzan a compartir sus padecimientos… ya no es un tabú, ya no es algo que debo llevar solx y con vergüenza. Es algo a compartir y desmalezar en colectivo. De esta manera, la Salud Mental sería un ir y venir entre lo individual y lo colectivo, entre lo público y lo privado, entre la palabra y el cuerpo.
En la última semana, este gobierno atroz -que justamente pretende individualizarnos y por ende enfermarnos- avanza con el vaciamiento, cierre de espacios que promueven el intercambio, el encuentro. La revocación de derechos conquistados y defendidos desde el colectivo. Este gobierno intentó cerrar el Hospital Nacional Laura Bonaparte especializado en Salud Mental y consumos problemáticos. Se podría decir que “la barra brava de Milei” se tiró un lance pensando que al ser un hospital de salud mental a nadie iba a importarle esta afrenta. Imagínense si quisieran cerrar el Hospital Garrahan, el Hospital Pirovano o el Hospital Duran. Pero como la Salud Mental es algo individual, del ámbito privado y para algunxs pocxs que pueden pagarlo, nadie debería quejarse. Para suerte de todxs nosotrxs, hace algunos años la Salud Mental salió del closet lista para llenar de brillo todos los ámbitos de la vida en sociedad. A la enfermedad del cierre se la combatió con la pulsión de vida de la comunidad que rápidamente salió a convocar cuerpas que se encontraron y produjeron Salud. El Bonaparte sigue en pie, para cuidarlo y cuidarnos no dejemos de poner la cuerpa.
No dejemos de poner la cuerpa allí donde hay espacios, no dejemos de poner palabra allí donde el silencio o la incertidumbre generan sufrimiento. ¡Feliz Día Mundial de la Salud Mental para todxs!