A finales de octubre, Cuba sufrió un apagón eléctrico total que dejó a toda la isla sumida en la oscuridad. Esta situación, aunque no puede ser atribuida directamente a una acción puntual del gobierno de los Estados Unidos, es el resultado de una estrategia sistemática de destrucción planificada que busca debilitar las condiciones materiales y emocionales de vida del pueblo cubano. El bloqueo económico impuesto por EE.UU. priva a Cuba de los recursos financieros necesarios para mantener servicios esenciales. Las estimaciones indican que, en tan solo 18 días, los daños acumulados por esta política equivalen al costo anual del mantenimiento del sistema eléctrico del país, un dato que muestra el impacto devastador del cerco económico.
En las últimas semanas, el déficit (cantidad de demanda que no puede ser suministrada por el sistema) de generación eléctrica ha escalado hasta los 1500-1600 MW en el horario de máxima demanda que llega a ser de 3200 MW. Eso significa que muchas familias enfrentan prolongados apagones de 14 y 16 horas diarias, que la economía no puede funcionar de forma normal, que la ansiedad se apodera de las personas en un contexto de crisis más amplio.
Cuba también ha enfrentado en el último mes el paso de dos ciclones, el más reciente, el huracán Rafael, llegó al occidente de la isla el 6 de noviembre con vientos superiores a los 180 km/h. Los daños han sido catastróficos, especialmente en la provincia de Artemisa, donde las afectaciones al sistema eléctrico dejaron sin servicio a gran parte de la población. Sin embargo, la situación es compleja. La resistencia histórica del pueblo cubano, que ha enfrentado durante generaciones este tipo de agresiones, ahora se ve amenazada por el descontento y la desesperanza en algunos sectores de la población. Estos sentimientos, aunque legítimos, están siendo utilizados por grupos contrarrevolucionarios dentro y fuera del país para intentar desestabilizar a la Revolución Cubana, utilizando tácticas de presión psicológica y desinformación para inducir un estallido social.
Los círculos anticubanos, con base en EE.UU. y otros países, promueven intentos de convulsionar a la sociedad cubana en una clara manifestación oportunista para subvertir el orden constitucional y acabar con la Revolución. El lobby cubano de Miami busca aprovechar el momento para impulsar en el Congreso aún más legislaciones que provocan la asfixia económica del país y se regodean en la nueva circunstancia del regreso de Donald Trump, artífice de la más reciente escalada de presión contra Cuba. Cuentan con la posibilidad de un inminente colapso del sistema político cubano para establecer que un nuevo gobierno debe ser aprobado por la Casa Blanca, antes de levantar el bloqueo. Aunque, por ahora, la solidaridad interna es más fuerte que los intentos de desesperar a la población, no es un dato con el cual se pueda contar de manera inamovible.
En este contexto, la solidaridad internacional es más crucial que nunca. Fidel Castro, en 1961, dijo que tras la victoria en Playa Girón “los pueblos de América Latina y el Caribe fueron un poquito más libres”. Hoy, la suerte de Cuba sigue ligada a la suerte de toda nuestra región. La actual coyuntura nos recuerda que intentar apagar a Cuba, tanto literal como metafóricamente, es intentar apagar la llama de la Revolución y su ejemplo para los pueblos del mundo. Al igual que Prometeo, el pueblo cubano enfrenta su castigo con la fuerza de su resistencia, y de nuestra solidaridad depende que el proyecto de la Revolución siga vivo.
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