«Norita es nuestra luciérnaga».
La escritora y docente Nora Strejilevich la describe con la metáfora de una luz que una ve delante e intenta seguir. Su testimonio, como intelectual y sobreviviente a su cautiverio en el centro de detención “Club Atlético” y su exilio en la última dictadura militar en Argentina, comienza en español y lo intercala en inglés, para extender el espíritu local del documental en forma internacional. Sin embargo, al momento de describirla en una palabra que la represente, sólo puede decirla en su lengua natal.
Así sucede con Norita. Indudablemente su lucha trasciende hacia el mundo, pero indispensablemente traduce la historia de su propio país.

“Las Madres tenían siempre una conexión con el exterior porque el periodismo internacional no había sido violentado como fue en Argentina, donde se estima hay más de 150 periodistas y trabajadores de prensa que fueron desparecidos y desaparecidas. Entonces ya sabíamos que la historia de Norita había llegado lejos”, detalla el director australiano Jayson McNamara, en diálogo con El Grito del Sur.
“La película vino a intentar de nuevo captar la atención del mundo, además porque los temas que trata los considero universales y vigentes. En lo personal durante mi estadía en Argentina pude valorar a Norita en la vida cotidiana de un país con una relación muy compleja con su historia y con ellas las Madres. Creo que algunos periodistas mainstream han hecho un trabajo exitoso, sin dejar de decir insidioso, de ningunear y defenestrar el legado sobre todo de las Madres Línea Fundadora como Norita, de a poco y durante muchos años, directamente ignorándolas o intentando asociarlas con cosas que nada tienen que ver con ellas. Con la película y entre todos, intentamos revertir eso y decirle a la mucha gente que le dio la espalda al tema de Derechos Humanos en estos años que ‘es tu historia también’”, asegura.
Nora Morales de Cortiñas, “Norita” como era conocida entre quienes sentían por ella un afecto enorme, comienza pidiendo que le expliquen -conciso y claro- la idea de filmar su película. La escena cotidiana permite aproximarnos a una imagen más cercana de ella: la de una mujer enérgica, en movimiento, a punto de salir hacia algún lado, y pendiente de no perder el tiempo.
“Norita me llamó mucha la atención porque era muy activa y además un personaje digno del cine: coqueta, carismática, graciosa, emocional”, reconoce el director. El cineasta y periodista residió en Argentina en 2013, donde experimentó una fuerte reacción emocional al conocer a las víctimas y familiares de la dictadura argentina, impulso que lo motivó a incursionar en el género documental. Su anterior film «El Mensajero» (2017) relata la labor de Robert Cox, ex editor del Buenos Aires Herald (el mismo diario donde trabajaba), sobre los crímenes de la dictadura al tiempo que expone el rol que desempeñaron los medios de comunicación durante el Golpe de Estado de 1976.
Fue en el marco de esa investigación donde conoció a Norita. “De a poco, durante varios años nos fuimos conociendo, yo iba a la ronda todos los jueves. Y por 2018 accedió que registráramos su vida”, recuerda Jayson. Así comenzó un proyecto que desarrolló durante siete años de investigación y producción, que compartió en co-dirección con Andrea Tortonese.
El documental que lleva su nombre va bordeando –como las letras en el pañuelo que las madres convirtieron en insignia– los pasos que quedan marcados de una mujer que salió a buscar a su hijo. Gustavo Cortiñas fue secuestrado el 15 de abril de 1977 en la estación de Castelar y es todo lo que su familia pudo saber de ese día.
El material de archivo se intercala con unas ilustraciones animadas que grafican varios de los fragmentos narrados, transversales a la música de Gustavo Santaolalla y con la participación de voces como la hermana de Nora, Juanita Morales, Antonia Canizo, Elia Espen, Haydée Gastelú y Marta Vásquez. Entre ellas, la voz de la psicóloga, hija de madre desaparecida y sobreviviente Ana María Careaga es un testimonio central, que a través de su vida permite seguir hilando la de Norita. Porque en una causa tan colectiva, una historia no se termina de contar de forma individual.
La película también transita sus vulnerabilidades: el sostén y la sensibilidad de su marido Carlos, la culpa de estar menos en el hogar, de dejar de cocinar los ravioles preferidos de Gustavo pero que Sergio extraña. Incluso una escena de sensibilidad donde le pide a su hijo (desde chico ocupado en propósitos sociales) que se cuide, que no vaya adelante en las marchas, por miedo a que pudiera pasarle algo. En cambio, Gustavo le responde que de todas maneras va a estar allí el hijo de alguna madre.
En otra secuencia, Norita recuerda la conversación con otra madre en medio de la desesperación, que le dice que lleva ocho meses sin saber de su hijo. —¡Ocho meses! — le respondió. —Cómo no te volviste loca.

El documental incluye el registro histórico del Juicio a las Juntas de 1985 –precedente por ser el primer juicio civil en el mundo que condenó a militares–, pero además procesos judiciales como el del año 2010 donde la Corte Suprema de Justicia de la Nación declaró inconstitucionales los decretos de indulto a Jorge Rafael Videla y del año 2012 cuando el Tribunal Federal Oral Nº 6 condenó a Videla a 50 años de prisión por el plan sistemático de robo de niños.
Hilos del sendero de Norita. Su conciencia de haberse constituido como una “feminista de la primera ola” –como ella decía– hasta acompañar decenas de movilizaciones y causas sociales como las marchas universitarias, la implementación de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, los derechos en materia de diversidad sexual e identidad de género, y su presencia como oradora del Ni Una Menos.
“Norita fue viendo la película durante sus varias versiones y avances pero poder compartir la versión final junto a ella y su familia, poco antes de su fallecimiento [el reciente 30 de mayo, exactamente un mes después de la fecha que conmemora el inicio de la ronda de Plaza de Mayo], fue un momento inolvidable”, atesora McNamara en su memoria: “Estaba muy conmovida”.
Es en un fragmento de archivo, donde Careaga le dedica una editorial de un programa radial a Norita, diciendo que es como Dios. Porque está en todos lados; pero algunos curas amigos dicen que mejor, porque a ella se la ve.
¿Hubo algún momento con Norita, entrevistándola o acompañándola, que tomaste noción del momento y te emocionaste?
Todo el tiempo. Sobre todo hacia el final cuando dimensionábamos que Norita no era eterna, que estaba llegando al final. Ella tenía muchas cosas que decir. Algunas en privado, y otras para la película que es para todo el pueblo argentino. Es parte de su legado y pudimos registrar momentos de gran reflexión y emoción con ella. Pero, en líneas generales, todo el tiempo con ella fue una emoción muy grande. Me enamoré de Norita, de hecho teníamos el chiste que yo gay y ella con 90 años teníamos un amor imposible.
El testimonio de Ana María Careaga es clave en la película. ¿Cómo considerás que refleja que una historia como la de Norita tampoco se puede contar de una forma individual si no a través de otras?
Norita entendía que la desaparición forzada de personas es el crimen de crímenes. Ana María no solo sobrevivió eso sino que viene trabajando el tema desde su posición de psicoanalista desde hace muchos años. Ella tiene una capacidad singular de ver y entender lo que le pasó en muchos planos, y fue crucial eso porque no sabemos cuál fue el destino de Gustavo Cortiñas después de su secuestro el 15 de abril de 1977 en la estación de Castelar. Ana María -de una manera simbólica en la película- es un rumor de la voz de Gustavo, y su profunda y hermosa amistad con Norita es un acompañamiento mutuo muy conmovedor.
¿Cómo fue proponerle participar? ¿Y cómo vivieron lo fuerte que habrá sido contar su secuestro regresando al centro de detención?
Ana empezó a participar en la película de manera orgánica. Sabíamos de su vínculo con Norita y en esa etapa, 2018, Norita tenía mucha actividad. Entonces pudimos conversar y dialogar con Ana mucho más. De repente, nos acompañaba a las actividades con Norita y eso le ayudó a sentirse a gusto y contar. Con eso más que nada queríamos retratar la amistad entre ellas. Y de a poco fuimos recurriendo todo el camino de Ana como detenida y desaparecida, luego hija de desaparecida porque la dictadura desapareció a su madre Esther Careaga en 1977 junto a dos madres más. ¡Es de no poder creerlo! Un infame.
Salvo algunos casos como «Relatos Salvajes» y «Revolución: El cruce de los Andes», Gustavo Santaolalla es una figura difícil en la realización de la banda sonora de una peli nacional. ¿Cómo se sumó al documental?
Norita lo llamó para pedirle que hiciera unos temas y de a poco se fue integrando en el equipo y teniendo un rol de liderazgo muy necesario también como productor ejecutivo. Gustavo es un placer, es muy amoroso. Él tiene muchísima experiencia trabajando con gente joven sin tanta experiencia, entonces es muy generoso y te va guiando. Inclusive cuando empezamos a reeditar la película fuimos a su casa y nos pasó su apuntes mientras veíamos la película. Después de varios años haciendo el documental, yo me sentía un poco estancado creativamente, pero vino con las palabras correctas y todo el amor del mundo para alentarnos a seguir y terminarlo con todo. La película es una carta de amor hacia Norita y su música tiene ese mismo espíritu.

¿Cómo se sumaron Bárbara Muschietti y Jane Fonda a la producción?
Yo me conecté con el equipo de Jane Fonda a través de un gran amigo del proyecto y nuestro primer productor ejecutivo Avi Lewis, que junto a su esposa Naomi Klein habían filmado en Argentina el documental “La Toma” sobre las fábricas post 2001. Él nos recomendó, y ella lo fue considerando durante varios meses hasta acceder a sumarse y sellar la película con su nombre con todo lo que eso implica. Bárbara y Andy Muschietti se sumaron el año pasado y la verdad es que Bárbara en particular ha sido una gran amiga de esta peli y del equipo ayudándonos a pensar en grande en un contexto bastante difícil para el cine y el cine documental en particular. Estoy muy agradecido a ella y a nuestras productoras Melissa Daniels y Sarah Schoellkopf, que están remándola para que la peli aterrice en EE.UU. donde “Norita” sigue tomando relevancia, sea por el tema de la democracia o por los derechos de la mujer.
¿Qué significa en lo personal para vos esta película?
Cualquier persona que haya podido pasar algo de tiempo junto a Norita se enamoraba de ella. Era una fiesta, y a la vez tenía la sabiduría y una profundidad emocional muy potente, forjada en la calle seguramente pero traída de quién era de antes de la desaparición de Gustavo. Poder captar aunque fuese un fragmento de todo esto, de una persona verdaderamente singular más allá de su historia, y guardarlo para siempre a través de una película como la nuestra, es un placer enorme. Es un fragmento también de lo que fue formar una linda amistad con ella y un recuerdo de todas las cosas que aprendí a su lado. Hay que volver siempre sobre estos temas y otros parecidos, creo que voy a seguir por ahí y por otras áreas relacionadas porque me convocan, sobre todo en este contexto del mundo. Estoy muy agradecido a Norita.
“Norita” tuvo su estreno en el Festival Internacional de Cine de la Provincia de Buenos Aires (FICPBA), a sala llena y aplausos. Está para ver en cines.






