Hay un río detrás de Buenos Aires, y, sin embargo, pocas veces lo sentimos como parte de nuestra identidad. La ciudad que alguna vez fue costera y ribereña, hoy se define más como portuaria y parece darle la espalda a esa inmensidad que la nombra. El recorrido “Memorias del Humedal” busca revertir esa desconexión con una propuesta que combina historia, arte y territorio. Charlamos con su creador Esteban Bellotto Kuzminsky, realizador, productor audiovisual y guía turístico.
¿Cómo nació la idea de crear Memorias del humedal y qué importancia tiene para vos reconectar a los porteños con el río y su historia natural y cultural?
Trabajo desde hace varios años como guía turístico y me enfoco en la historia cultural, urbana y artística de Buenos Aires. Pero todos los turistas con quienes trabajo son extranjeros y hay ciertas profundidades de la identidad porteño-bonaerense-argentina que necesitaba dialogar con gente de acá. Mi intención con estos recorridos es que entendamos cómo llegamos hasta esta forma actual de Buenos Aires y el país. Me interesa que entendamos que Buenos Aires no termina entre la Av. Gral Paz y el Riachuelo. Esta es la quinta ciudad más poblada de las américas y sus límites son ficticios. Esta megalópolis va, por lo menos, de La Plata a Rosario, atravesando las cuencas del Plata y el Paraná. En este pedacito de la Argentina hay más de un tercio de la población total del país. Me gusta que vayamos de lo barrial a lo metropolitano, de lo regional a lo continental, para entender también el diseño territorial de nuestro país. Lo que pasa con el Plata, el Paraná y el Uruguay le pasa al continente entero, no solo a nosotrxs acá en esta ciudad.

¿Qué cosas creés que aportan los recorridos?
Creo que los recorridos sirven como espacio para entender los antecedentes de nuestras planificaciones. No para quedarnos en el pasado sino para preguntarnos ¿qué queremos del futuro? Siempre le digo a la gente que yo formo parte de una generación criada jugando al Sims y el SimCity, que para nosotros debería ser muy obvio que la ciudad es un invento, que tiene formas que mutan y que con esas formas podemos hacer lo que se nos ocurra. Los recorridos construyen un espacio para que muchas personas que participan en proyectos territoriales, culturales, artísticos, políticos se crucen. Se generan ejercicios especulativos anti apocalípticos sobre lo que podría ser nuestra vida en la Buenos Aires futura. Necesitamos sensibilizar nuestro entorno, desarmar el paisaje que heredamos y pensar ¿Qué formas de habitar podemos darnos en este rincón anfibio de Latinoamérica? Esa es la intención, que entendamos de dónde venimos para entender las posibilidades colectivas de construcciones futuras.
En tus recorridos, explorás tanto el desarrollo urbano como las identidades barriales vinculadas al humedal. ¿Qué aspectos históricos o culturales suelen sorprender más a quienes participan?
Creo que hay un asombro generalizado ante la idea de estar “frente al río más ancho del mundo” y tener más de diez cuencas de arroyos entubados bajo la ciudad. Cuando nos ponemos a pensar en eso todo se extraña de repente. Hay algo vinculado a la pérdida de conexión con el ecosistema que se nos volvió obvia durante la pandemia. Trato de siempre trabajar desde el humor y habilitar la risa, empezamos el tour el año pasado leyendo un fragmento de la crónica del canibalismo en la primera fundación de Buenos Aires, mi idea era que pensemos ese registro como la primera crónica gastronómica de la ciudad. Reírnos de lo turbio que nos habita para amigarnos también con eso que heredamos.

¿Qué vínculo encontrás entre esa historia y el presente?
Me interesa profundizar en la historia densa y terrible de esta ciudad, el pintoresquismo me aburre. Uno de los nuevos tours empieza en el Parque Lezama y cuando recordamos que ahí hubo un mercado de esclavos y que el palacio que hoy en día es el museo histórico nacional era una quinta de una familia terrateniente y el parque entero su jardín, se genera una sorpresa. “Ah claro, Buenos Aires es una ciudad americana”, esa historia de conquista está en esas pequeñas huellas. Hasta en el empedrado de ciertas calles hecho por los hombres de los pueblos de la Pampa y Patagonia llevados a la isla Martín García como esclavos del estado nacional luego de la conquista. Hay muchas capas de historia que es difícil incorporar a simple vista, pero que están ahí. Otra cosa que siempre genera gracia y atención es el afán porteño por la imitación de lo extranjero. Esta idea de ser la “París de Sudamérica”, la influencia arquitectónica europea o estadounidense. Cuando nos damos cuenta de ese aspiracionismo periférico nos podemos reír y apreciar más el tutti fruti que somos.
El proyecto también incorpora experimentación sonora. ¿Cómo influye el sonido en la experiencia de reconectar con el río y qué buscás transmitir con esta dimensión artística?
Soy sonidista y director de cine, siento que de ahí surge un poco la estructura narrativa y los distintos recursos que se ponen en juego en los recorridos. Me interesa que lo que charlamos no sea percibido como información a retener, como si estuviéramos en la escuela. Si no que permee sensiblemente, que nos afecte como el alivio que podemos sentir un día de calor cuando la brisa fresca nos da en la cara. Si para pensar en los arroyos entubados nos quedamos con las razones sanitaristas, inmobiliarias o las fechas en las que se los entubó, a la media hora nos olvidamos de todo. Si metemos un micrófono por la alcantarilla y escuchamos a todxs juntxs el agua fluir bajo las calles sucede otra cosa. Lo mismo con la experiencia de escuchar campos electromagnéticos, nuestra sociedad es adicta a la electricidad. Las usinas eléctricas fueron de las primeras grandes infraestructuras construidas sobre terrenos ganados al río. Si escuchamos los sonidos electromagnéticos que generan los aparatos electrónicos en los que sostenemos la vida actual nos sorprendemos. Sin micrófonos especiales para escucharlos esos sonidos son inaudibles para nosotrxs. Pero en cuanto entendemos que cada aparato electrónico genera esos ruidos ya no queremos dormir con el celular en la mesa de luz. La idea es afectivizar el territorio, no informatizarlo; conmovernos por nuestra historia, no abrumarnos por su densidad. Lo mismo respecto a la situación de escucha colectiva, no es lo mismo escuchar solos, cada uno con su auricular, que estar en ronda y compartir lo que nos pasa al oír todo esto. Sin ese lazo empático que nos generan los experimentos sonoros, las fotografías y pinturas de época que vemos, este recorrido no sería el mismo, eso para mi es una de las claves de este proyecto, sensibilizar las cosas.
Pensando en el futuro de Buenos Aires, ¿qué cambios o políticas creés que serían necesarias para que la ciudad deje de darle la espalda al río y lo integre como parte esencial de su identidad?
Lo primero para mi es entender que Buenos Aires nunca le dio la espalda al río, si no que nuestro vínculo con él está sintetizado en el escudo de la ciudad: dos carabelas coloniales extrayendo las mercancías de este continente. Reemplacemos las carabelas por cargueros modernos llenos de soja pampeana, litio jujeño o petróleo neuquino y es lo mismo. Nuestro río principal es el Río “de la Plata”, argentum en latín significa plata, nuestro país se llama básicamente Platalandia. Eso es lo que me parece clave, dejar de percibir el territorio como una reserva de recursos naturales a ser explotados. Yo creo que las políticas públicas son consecuencia de la acción política popular. Lo que haga o deje de hacer el Estado local o nacional tiene que ver con las demandas que podemos generar y promover desde abajo.
Para mi la identidad ribereña tiene que ver con la regionalización, con entender que Buenos Aires trasciende la Av. Gral Paz. Con entender que si se sigue desmontando el Chaco y la selva misionera; que si seguimos con el modelo de agronegocio que envenena nuestras aguas, todo eso sigue río abajo. Y río abajo estamos nosotrxs, un tercio de los argentinos. Tomando agua cargada de agroquímicos, sufriendo las transformaciones climáticas como la desertificación de nuestro país. Ni que hablar de las comunidades que resisten en cada región de Argentina y son afectadas por esas políticas públicas que se vinculan a la ampliación del expolio del agro, la minería y el petróleo. Lo mismo con el resto de Sudamérica, si de pronto decidimos no desmontar más nuestros bosques, pero los países vecinos lo siguen haciendo, acá va a haber menos lluvia. Este continente está conectado por sus aguas, que son seres vivos, no autopistas para mercancías. Creo que tenemos que trabajar primero entre nosotrxs, entre las personas que ya hoy en día nos estamos moviendo por este tipo de cuestiones, que somos muchxs. Ver cómo salir hacia afuera y romper con estas burbujas-refugios que a veces habitamos. La coyuntura política argentina es tremenda en el cotidiano. Por lo que para mi lo mejor sería dejar de prestarle atención a lo que pasa en las pantallas y vernos las caras. Preguntarnos entre nosotrxs ¿Qué necesitamos, qué queremos? Las políticas públicas serán consecuencia de eso.
Para conocer más este recorrido y las próximas fechas podes consultarlo en instagram: https://www.instagram.com/memoriasdelhumedal/