Día de San Valentín Felices los cuatro: poliamor, parejas abiertas y vínculos no monógamos

❤️ Con las flechas de cupido en ebullición, El Grito del Sur recolectó testimonios de diferentes personas que viven o vivieron experiencias con parejas abiertas y el poliamor. Tensiones, celos y dificultades de las nuevas maneras de relacionarse en torno a lo afectivo.
14/02/2025

D. tuvo una pareja abierta hace más de diez años con un varón. Aunque no lo contaban a viva voz, de hecho ninguno de sus conocidos lo sabía, entre sus acuerdos previos ellos habían pautado que podían salir con otras personas sin descuidar el vínculo jerarquizado. Los motivos que la llevaron a aceptar dicho protocolo fue que antes había estado en una relación monogámica en la cual le habían sido infiel y prefería determinar acuerdos previos que volver a sufrir de esa manera. “En esta idea de querer tener todo bajo control preferí probar esto y la verdad me resultó divertido”, cuenta. “Al principio fue aceptar las reglas del otro pero finalmente se logra una complicidad absoluta” relata.

Las relaciones amorosas y afectivas pueden ser tan múltiples como personas hay en el mundo. Mediadas por lo cultural, lo social y los estereotipos de género, la construcción de nuestros vínculos está permeada de sentidos que a veces se contraponen entre sí. Los seres humanos tenemos celos, miedos e inseguridades que nos atraviesan. Estos pueden ser obstáculos para encontrarse con los otros. Pero ¿cómo se construyen los vínculos no normativos en el presente? El Grito del Sur decidió consultar a personas que llevan o llevaron adelante relaciones no monogámicas para reflexionar al respecto. 

Abrir la pareja ¿una puerta de entrada?

R. venía pensando desde muy chica en tener una pareja abierta. Ella sitúa su proceso en tres etapas: un momento de ebullición donde militaba todo lo que sabía sobre el poliamor, uno de formación donde se dedicó a leer sobre el tema y el momento actual, donde tiene una relación abierta hace más de un año y medio, que se basa en charlar los deseos y acuerdos con su compañero.

Según cuenta, a los 19 años escuchó por primera vez sobre el amor libre y se quedó flashada. Maravillada por esa forma de relacionarse comenzó a investigar y a tener vínculos en simultáneo desde los 22 años. “Aprendí un montón de cosas sobre el poliamor. Después de ese primer vínculo, que terminó de muy mala manera, entendí que no se trataba de tener una relación abierta o cerrada sino de otro modo de ver los vínculos, más cualitativo”. A partir de allí comenzó a darle vueltas al asunto para construir algo más ético que no tenga que ver con lo que suena lindo para el entorno sino con el buen trato con el otro. “Me costó el poliamor al principio porque la persona con la que lo intenté no estaba en la misma. Creo que tiene que ver más con el contexto que con la noción de tener una pareja abierta en sí”, enfatiza. 

«La idea de exclusividad no viene a delimitar exactamente las prácticas, a pesar de los esfuerzos de la policía de la monogamia por penalizar, perseguir y desalentar las sexualidades promiscuas, sino que viene a dar marca de legitimidad a un tipo de relación sexual frente a otras posibles eventualidades”, explica la teórica española Brigitte Vasallo en la nota que realizó el diario Clarín con extractos de su libro. Para ella la monogamia “delimita qué está bien y qué está mal, qué es legítimo y qué no, qué es normal y qué es anormal, escandaloso, vergonzoso. Qué es la pareja y qué es el/la amante, con un esquema de lectura de roles, además, extremadamente plano y estable”.

D. dice que aunque pasaron unos años todavía no puede hacer el balance de si fue una buena o mala experiencia la pareja abierta. Sin embargo, sabe que le resultó interesante verse involucrada en esa situación. “No sé si lo volvería hacer pero aprendí un montón de cosas sobre cómo relacionarse”.

Lejos de pintar un lecho de rosas, subraya que puede haber infidelidades, mentiras y secretos incluso en una pareja abierta porque hay reglas y códigos que se pueden incumplir y dañar al otro. “Yo no la pasaba tan bien porque me comparaba con las personas con las que él estaba, entraba en una de gustarle más que los demás y eso no me hizo bien. Igual el saldo de la relación fue positiva” declara.

Ella subraya que no es necesario aceptar siempre los términos que el otro quiere imponer por miedo a que se vaya. “No hay que complacer al otro si intuís que no la vas a pasar bien al respecto”. Durante su relación acompañó la experiencia sobre amor libre con lecturas anarquistas sobre los vínculos y la libertad, pero asegura que no había tanta información en su momento.

M. está hace aproximadamente dos años en una relación abierta y entiende que fue y es una de las cosas más interesantes y desafiantes que le sucedieron. “Para mi abrir la relación y animarme a amar con otros acuerdos y consensos me movió de mi zona de confort de una manera muy radical y puso sobre la mesa conversaciones muy profundas y honestas que no había tenido en otras relaciones”, explica.

A diferencia de lo que imaginaba previamente, reforzó la confianza, intimidad y complicidad y le ayudó a comprender que su deseo es mucho más amplio que la atracción que siente hacia su pareja. “Se trata de entender que realmente puedo amar a más de una persona a la vez y eso no genera ningún tipo de competencia en el sentimiento que tengo por ambas. Esto me sacudió la mente y el cuerpo”, aboga.

“Es una reeducación en el amor y la forma de vincularme con todos, especialmente conmigo misma. Desmenuzar los celos, dejar a ver a las otras personas como amenaza, por miedo a que me saquen algo “mio”. A lo largo de estos años la pasé increíble y también fue muchísimas veces muy incómodo, porque el deseo no va a la par. Yo puedo conocer a alguien y super engancharme y que mi pareja esté en esa etapa decidiendo no tener citas” describe. “Lo más divertido es seguir conociéndome a mi, amplificar mi red de vínculos, conocer otras personas”. 

R. advierte sobre los términos de la pareja que no le interesa generar un protocolo sino poner sobre la mesa temas de confianzas, miedos e inseguridades. Respecto a su situación actual asegura: “Conversamos de vez en cuando sobre cómo nos sentimos con eso porque no vivimos aislados del mundo y hay disparadores que nos llevan a replantearnos”, asegura. “Yo pienso que el poliamor te permite encontrarte con otros de una forma más amorosa, fluctuante y honesta. Nada está libre de conflicto porque somos humanos y eso está bien, pero es una forma de abordar esos conflictos de una manera más amena”, repone la joven. 

El poliamor se plantea como una alternativa en la caja de herramientas vitales que tiene una gran potencia para ampliar fronteras epistémicas y de deseo que lo hacen mucho más interesante que la monogamia tradicional y judeo cristiana. Sin embargo, asegura la entrevistada: “Hay algunas lecturas del poliamor que nos llevan a modos más individualistas y capitalistas de los vínculos”. “Yo no asocio los celos al poliamor sino a una inseguridad propia que muchas veces fomentan los otros. Es un trabajo que se realiza con uno mismo. Yo no encuentro tanto respuestas en la idea de la pareja abierta o cerrada sino en la calidad de los vínculos. Eso te da seguridad.”

La ventanita del amor se me abrió

C. llegó a tener una relación abierta tras 6 años de vínculo cerrado, donde sostenía con mucho amor una pareja comenzada en su adolescencia. Si bien había afecto sentía cierta monotonía, por lo cual empezó a tener interrogantes. “Lo hablé con amigas y con otras personas. No solo el estar en una pareja abierta, sino qué era el deseo, qué representaba para mí. A partir de todo ese proceso le dije a él que quería abrir la relación. Al principio estuvo resistente. Lo hablamos mucho y, tras mucho diálogo, decidimos abrirla, con las primeras normas que considerábamos necesarias”.

Ella nombra como bibliografía “Pensamiento monógamo. Terror Poliamoroso” de Brigitte Vasallo o “El fin del amor”, de Tamara Tenembaum,  que fueron una catapulta para pensar la posibilidad de abrir el vínculo. “Nos costó porque asumíamos que las normas eran tal cual las definimos y el tiempo nos enseñó que nosotres mismes íbamos rompiendo esas normas, y cómo impacta eso en le otre. Después entendimos que había que dialogar siempre que hicieran falta las normas, teniendo eso como base para no lastimarnos. En ese proceso cuesta encontrarse con los celos”, explicita.

N. emprendió un vínculo no monogámico con su expareja luego de muchos años de soltería de ambos. Si bien actualmente el vínculo terminó, siguen siendo amigues y charlando todos los días. Ella se sentía cómoda en la relación aunque considera que los acuerdos tienen que ser pautados previamente. “Lo más revolucionario es poder hablarlo, que no se den por sentado las bases y condiciones de la relación. No puede existir un modelo universal de pareja si somos seres humanos tan diferentes y atravesados por tantas cosas”, cuenta.  Para ella es fundamental mantener el contacto con quien fue su pareja y cree que eso es posible gracias a que no se trató de una relación tradicional en esos términos.

“En lo personal, a mi me daba mucha inseguridad. Si bien en la teoría me gustaba la idea me daba mucho temor sufrir si la llevábamos a la práctica”, asegura M. En su caso los acuerdos se fueron conversando a medida que fue pasando el tiempo, intentando flexibilizar cada vez más, teniendo en consideración las necesidades y deseos que fueron surgiendo.

“Lo más difícil para mi fue transitar esa primera etapa gris donde todavía no habíamos tenido muchas experiencias y todo me aterraba. Sentía que era algo enorme para mi y no sabía si iba a poder salir ilesa de aventurarme a probar cosas nuevas”, cuenta y asegura que ya no podría tener una relación monogámica.

“El sistema monógamo genera una estructura jerárquica que sitúa en lo más alto de la escala los vínculos reproductivos, la pareja heterosexual, si queremos simplificarlo así. Ese es el eje principal, seguido por la consanguinidad y, en un tercer grado, por los vínculos afectivos no consanguíneos. Es decir, el núcleo central y más importante, el amor más amor de todos, es la pareja reproductora y su descendencia, el secundario es el resto de la familia (de sangre) y el terciario, las amistades”, explica Vasallo en la nota antes citada. En resumidas cuentas romper el sistema monógamo implica conectar de otras maneras con todos los vínculos humanos y de allí su potencial de disruptividad.  

Tres son multitud

Hace siete meses que A. es parte de una trieja, es decir de una pareja de a tres. La oportunidad surgió cuando conoció a una tercera persona en un boliche. Esta se agregó a la pareja con la que ya llevaba siete años. En ese sentido considera que aún está explorando el poliamor y no siente tanta experiencia a la hora de hablar de eso. “En las relaciones homosexuales es más frecuente que haya parejas abiertas o triejas”, repone.

“Creo que es parte del proceso de conocerte con tu pareja y requiere constante comunicación”, asegura. Para él es fundamental el diálogo para evitar rispideces: “Me pasaba que a mi no me costaba tener sexo con otras personas sabiendo que ahí no había amor pero cuando pensaba en que mi pareja lo estaba haciendo me surgían celos. Fue un tiempo hasta que entendí que podía ser solamente sexo y no pasar más de eso”.

Para A. es posible estar bien con dos personas al mismo tiempo y al mismo tiempo es mágico. “Siempre pensé que las decisiones en una pareja se toman entre dos pero en una trieja hay momentos que se elige por mayoría y no por negociación, creo que eso es lo más difícil”. De su experiencia entiende que las formas de relacionarse amorosamente tienen que ver con todas las posibles situaciones por las que está pasando la persona, su deseo, el vínculo con el otro y las posibilidades de querer encarar nuevas relaciones. Lo que está seguro es de que no se trata de una posición tajante ni una norma establecida.

¿Qué son y cómo se manejan los celos? 

Los celos pueden ser una gran bisagra en la vida de una pareja no monogámica. Trabajar en ellos para que no contaminen el vínculo es una de las cosas más difíciles y uno de los mayores desafíos que se plantean. “Los celos van mutando dependiendo de las normas de la pareja. No fue fácil pero nuestro vínculo era tan fuerte que no me daba celos”. cuenta D. “Lo que me daba miedo era que forje un vínculo más fuerte con alguien, que construya por detrás de la pareja”

La potencia que tiene el poliamor para ampliar el deseo es la posibilidad de rechazar lo binario donde solo se pueden llenar dos casilleros: soltero o comprometido. La pareja tradicional, que subestima el rol de la mujer por sobre el varón, se permea a través de una opción en la cual no hay que elegir entre esto y lo otro. Un terreno laxo. Poder sentir otras cosas en torno a los vínculos posibilita elegir con quiénes y cómo deseamos construir la vida. “Hay algo interesante y urgente que traen los feminismos populares de ver como hacemos con otros en términos éticos y no quedarnos con la manera extractivista y egoísta de relacionarse”, agrega R. que cree que el poliamor vino a traerle más incomodidades de las que ya tenía. “Me vino a ratificar que quizás yo no quiero esa vida que se supone que tengo que tener. No solo en términos de la pareja en sí sino que viene a traer un movimiento que me parece más importante”. 

El poliamor viene a poner sobre la mesa situaciones que durante años estuvieron veladas, como la infidelidad, y que no aparecen en un régimen monógamo tradicional, no porque no se sucedan sino porque no se hablan. Así aparecen nuevos problemas que nos obligan a romper los tabúes y ponerle letra a las incomodidades. Las mismas nos pueden llevar a mejor puerto si evitamos seguir levantando falsas expectativas y construyendo familias que parecen de película y luego se caen por su propio peso. “Para privilegiar estos vínculos en detrimento de otros, el sistema monógamo pone en marcha toda una serie de mecanismos que establecen la superioridad (administrativa, emocional, ética) de unas formas relacionales concretas, de manera que pasan a ser considerados mejores en términos absolutos”, cuenta la autora española. » Acostarte con más de una persona lo sabe hacer todo el mundo. Pero, o bien se hace cosificando a esa persona, desde la perspectiva de esa amante que no volverás a ver nunca y no merece que ‘inviertas’ cuidados, todo muy en línea con el imaginario bancario, o bien lo harás desde la romantización con la que se inician las relaciones monógamas que se quieren perdurables, haciendo una escalada hacia la pareja monógama por mucho que no pretenda serlo y por mucho que exista una red afectiva ya en marcha. Y ninguna de estas formas es compatible con un nuevo paradigma amoroso”, señala la teórica.

Sobre los celos C. asegura que hay que reconocerlos e intentar procesarlos para luego hablar en conjunto: “Está buenísimo salir y estar con otres pero buscar espacios propios para nosotres y nuestra relación es fundamental. Hay que lograr que una cosa no se lleve puesta la otra. Seguir buscando encontrarnos”.  Para ella no hay que sentirse tan abrumado y culpable de los pasos que uno va dando. “Siempre hay una sensación de que estás mandándotela o que algo está tambaleando, eso es el sistema social que te dice que no está bien que tengas una relación abierta. Cuando entendes que se puede estar en calma en algo distinto, merma ese sentimiento”, explica.

“No sos ajeno a los celos por tener una pareja abierta”, advierte N. “ Yo soy una persona celosa pero no soy tóxica. Salvo que no sea algo muy explícito no lo llevo al conflicto. Él nunca fue celoso por eso no teníamos choques por ese lado, pero cuando había un conflicto por otra situación los celos estaban presentes” afirma. 

«La competitividad misma genera la idea de alteridad amenazante. Todo el mundo es, por defecto, una adversaria. Todo el mundo es alguien con quien medirse y de quien defenderse. Sus méritos van en detrimento de los míos; sus éxitos constituyen mis fracasos; su placer es mi desgracia. En un mundo donde la medida de nuestra felicidad la constituye la envidia ajena, ¿cómo podemos pensarnos en relaciones libres de celos y de competitividad? ¿Cómo, cuando nuestra felicidad se mide en términos de la admiración que generamos?», continúa Vasallo.

 ¿Crees que la pareja abierta puede ayudar a que no haya infidelidades? Preguntó este medio a sus interrogados. “No, porque el que es infiel no lo es sólo sexualmente. Tiene que ver con mecanismos propios de alguien que «se caga» en su pareja, emocionalmente, que usualmente se refleja en estar sexualmente con otre”, dice C. Para ella aunque estuviera habilitado estar con otros esos mecanismos de malestar aún existirían porque surgen cuando no hay cuidado hacia la pareja. “No tiene que ver con ser infiel o fiel, tiene que ver con respetar a quien tenés al lado, sea cual sea la modalidad. Siempre puede fallar pero si no estás dispuesto a dialogar y que sea mutuo no puede construirse algo hermoso desde la monogamia o el poliamor”, concluye.

“La libertad, en mi opinión, va de eso. Amistades con sexo, relaciones que sabemos que no van a durar por claras incompatibilidades, pero que aun así queremos vivir el tiempo que sea posible, relaciones sin escalada donde no hay proyección de futuro, pero sí un presente intenso y bonito. Abrir el acordeón no quita intensidad: genera cuidados, minimiza los posibles daños y creo que pone las bases para relaciones más conscientes y con mayores posibilidades de ser no solo duraderas, sino también múltiples», finaliza Brigitte.

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