Mientras se siguen esperando las transferencias prometidas por el empresario Foster Gillett, en cada club se llenan camiones repletos de donaciones para los damnificados por las inundaciones en Bahía Blanca. Al mismo tiempo que se mueven calendarios en virtud de vender más paquetes televisivos premium, se arman protocolos de género que defienden los derechos de las mujeres y disidencias. Mientras para algunos el fútbol pasa a ser una moneda, otros hacen crecer las comisiones, subcomisiones y departamentos que trabajan para dar respuesta a los problemas dentro y fuera de los predios. Al individualismo, se le responde con la vida comunitaria que se respira cuando se entra a un club.
En los últimos años, la idea del club como negocio comenzó a ocupar cada vez más lugar dentro de la discusión pública. La aparición de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD), la televisación casi non stop de partidos de fútbol a escala planetaria y la proliferación de apuestas deportivas que llegan hasta las infancias, demuestran una cada vez más problemática realidad para el fútbol en particular y el deporte en general. Enfrentada a estas nuevas dinámicas, aparece la idea del club como espacio de contención. Los y las hinchas, las socias y los socios, responden con una mística no monetaria, la del rol social de estas instituciones.
En la ciudad con más estadios de fútbol del mundo, la pasión se cuela por todos los rincones de la existencia. Así también lo hace en la Memoria y en la lucha por la Verdad y la Justicia. En los últimos años, varios de los clubes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires fundaron o fortalecieron sus áreas sociales, de género y Derechos Humanos. Una militancia que abre las puertas a la comunidad y subraya el rol de estas instituciones en el entramado de los barrios.
El próximo 24 de marzo se conmemora el cuadragésimo noveno aniversario del comienzo de la última dictadura cívico-militar y eclesiástica en nuestro país. Una herida tajante, un dolor que en estos tiempos vuelve a mostrar su carne viva frente a la proliferación de nuevos y viejos discursos negacionistas y que alerta sobre la necesidad de seguir luchando. Un proceso traumático, doloroso y fundamentado en un terror que también alcanzó a los clubes. Desde hace algunos años, cada 24, a través de acciones oficiales y no oficiales, los nombres de hinchas detenidos-desaparecidos son recordados por todos los clubes del fútbol argentino como una parte ya nunca más negada de su historia.
El Club Ferro Carril Oeste, ícono institucional absoluto, hoy es también ejemplo por su labor social. Cada mes de marzo propone nuevas campañas de memoria activa. En 2021, el plantel de primera división posó con pañuelos blancos y en 2022 el Estadio Arquitecto Ricardo Etcheverri fue empapelado con los rostros de sus hinchas desaparecidos y desaparecidas. Ese mismo año, el club despidió a Delia Giovanola, la Madre de Plaza de Mayo que participaba en cada uno de los actos que se organizaban en el club. El lema «Ferro no olvida» es hoy bandera en la historia del verdolaga.
Todas y cada una de estas acciones son realizadas por la Subcomisión de Derechos Humanos y Acción Social, la cual fue creada en un momento de enorme carga simbólica en la historia de la institución y que hoy posee un rol activo dentro de la vida del club. En 2002, luego de una sucesión de malas administraciones, una orden judicial decretó su quiebra. Doce años después, Ferro se recuperó económicamente, se transformó en un ejemplo de lucha y se convirtió en uno de los mayores exponentes del lema «el club es de los socios». En ese contexto de recuperación institucional, un grupo de socios propuso a la nueva Comisión Directiva la creación de una subcomisión. Eduardo Eichel, uno de sus miembros, narra ese momento: «entendíamos que, luego de tantos años de intervención judicial, las nuevas generaciones debíamos participar de la política interna». Desde esa militancia, se pensaron los ejes de la Subcomisión: fomentar, fortalecer y profundizar la formación de todos los actores que forman parte de la vida del club. Para eso, explica Eduardo, «la solidaridad, la convivencia y respeto de los Derechos Humanos debían ser los valores indispensables».

En cada partido de local, las y los plateistas ingresan por la Avenida Avellaneda. Antes de entrar, un enorme mural recibe a los hinchas que se acercan a alentar al equipo. Un pedazo de institución que recuerda a los socios y socias, a las y los deportistas federados y a las y los empleados del club detenidos-desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar. Cada 24 de marzo, Eichel y el resto de los integrantes de la Subcomisión se encargan de pintar esa pared. Alicia Pistani, Eduardo Leguizamon, Eduardo Vega, Maria Luz Vega, Eduardo Testa, Jorge Luis Perón, Luis Carlos Arcuschin, Luis D´Imperio, Nora Gritini, Roberto Cristina, Maria Eleonora Cristina, Ruben Benchoam, Ruben Kriscatuzky, Sergio Kacs, Sergio Tula, Cristina Mazzuchelli, Martin Vasquez y Ester Bizzanelli faltan en esas gradas de hormigón armado que cada fin de semana se pinta de verde.
En 2020, un grupo de socios y socias se reunieron para conformar la Subcomisión de Derechos Humanos y Acción Social de la Asociación Atlética Argentinos Juniors. En pocos meses, fruto del trabajo realizado y por decisión unánime en Comisión Directiva, se convirtió en comisión.
El club trabajó a la par de otras instituciones para lograr el reconocimiento de la desaparición de socias, socios e hinchas durante la última dictadura. Desde el 30 de marzo de 2022, al cineasta Raymundo Gleyzer se le restituyó su carnet de socio. Lo mismo sucedió con Nestor Sammartino, Guillermo Moralli, Horacio Moreira, Gregorio Nachman, Américo Marchetti y Ernesto Szerszewiz. En el libro El bicho tiene memoria y en cada acción realizada, la Subcomisión recupera la historia de vida de cada uno de ellos.
La monumentalidad del José Amalfitani puede parecer abrumadora si se pasa cerca de la esquina de Juan B Justo y Álvarez Jonte. Sin embargo, al pié de esos altísimos muros azules y blancos, existe un lugar para la memoria. Una serie de placas, parte de la acción «Baldosas por la Memoria» y del trabajo de la agrupación Fortinerxs Memoriosxs dentro del club de Liniers, dedica un emotivo mensaje para sus socios desaparecidos. La frase «Aquí fue feliz» antecede al nombre de cada hincha desaparecido. Don Pepe Amalfitani, el mayor dirigente deportivo en la historia argentina, dijo alguna vez que «los ladrillos son más importantes que las copas». A metros de la vitrina que encierra cada uno de los trofeos ganados por «el Fortín», el club reserva un trozo de estadio para aquellos que faltan.
Sobre la Avenida Amancio Alcorta, en el barrio porteño de Parque Patricios, se accede al hall central del Club Atlético Huracán. Ese salón marmolado es parte de un sinfín de detalles arquitectónicos art decó que dan el popular nombre de «Palacio» al Tomás Adolfo Ducó. En uno de los rincones del hall, el club ubicó el sillón con el que recibieron a Diego Armando Maradona en 2020, durante la que fuera la última visita del ídolo a la casa del globo. Encima de ese sillón, se colocó una placa de madera con el pañuelo de Madres de Plaza de Mayo. Al describirlo, el hincha quemero Daniel Rabosto se emociona y explica que «es un orgullo y una muestra del trabajo y el compromiso del club con la memoria».

En Huracán existía hacía ya varios años una Comisión de Cultura que luego pasó a ser Subcomisión de Cultura e Historia. Pero no fue hasta la gestión de Néstor Vicente que se agregó el complemento de Derechos Humanos. Rabosto es hoy el referente del área y explica que no existe una fecha fundacional, pero sí acciones concretas que se plasman en su historia. «Se da una lógica y una dinámica en la que, primero están los hechos y luego las formas organizativas», explica. Libros, charlas temáticas en el Espacio Cultural Homero Manzi con juveniles y acciones dentro del programa Sembrar Memoria en el predio La Quemita del Bajo Flores, son algunas de las iniciativas de la Subcomisión.
Daniel tiene claro que es la acción colectiva de las hinchas quemeras y los hinchas quemeros lo que ha posibilitado que Huracán represente oficialmente estas acciones. Algunos clubes deciden no hacerlo y son sus hinchas quienes sostienen orgánicamente la memoria. «En Huracán, en cambio, lo hacemos con orgullo y con pasión, pero también con lógica orgánica, encuadrados en el estatuto del club y en toda la estructura del organigrama», explica. La legitimación por parte de la institución es para Rabosto un reconocimiento importantísimo, pero también es la obligación a continuar, ampliar y defender lo conseguido.
Para él, los procesos de Memoria, Verdad y Justicia en Huracán son una agenda abierta. Los casos conocidos de socios detenidos-desaparecidos durante la última dictadura están reunidos en el libro Restitución de carnet, editado en 2021: una investigación que llevó a conocer quiénes eran, a contactar con sus familiares y a restituirles su carnet. En él se pueden conocer las semblanzas de militancia y vida de cada uno de ellos. Sin embargo, se tiene la certeza que hubo más quemeros detenidos y desaparecidos. Por eso, el trabajo continúa y seguirá hasta conocer todas y cada una de las historias.
Algunas de estas comisiones, subcomisiones y departamentos poseen redes sociales propias, donde difunden cada una de las acciones que llevan a cabo los socios. Entre los comentarios dejados por hinchas que celebran el trabajo realizado, se cuelan mensajes de desaprobación que piden «dejar fuera del club a la política».
En 2023, en una entrevista con Tomás Rebord, la crítica y ensayista Beatriz Sarlo contó que jugar al tenis en Ferro le salvó la vida, ya que durante el último Golpe de Estado fue un hogar en épocas donde no había a dónde ir. Su historia se suma a la de familiares de directivos detenidos y desapariciones en las inmediaciones del club. Eduardo Eichel, de la Subcomisión del club, cuenta que descubrieron que «en los años más oscuros, los clubes fueron el refugio de muchas personas».
Para Eduardo, es importante entender que, más allá de las posturas ideológicas, todos somos parte de las buenas y las malas que pasa la Argentina. «Cuando el país quebró, Ferro quebró; cuando sufrió un atentado terrorista, Ferro perdió a Cristian Degtiar, socio fallecido en la AMIA; cuando Argentina entró a la Guerra de Malvinas, el club sufrió no sólo la pérdida de parte de nuestra soberanía y la vida de nuestros hermanos combatientes, sino también las marcas que quedaron en la vida de muchos pibes, algunos socios e hinchas, que fueron a dejar su sangre por la Patria; cuando el 30 de diciembre de 2004 el país sufrió una de las mayores tragedias con la muerte de ciento noventa y cuatro pibes y pibas en el boliche Cromañón, Ferro perdió a los socios Pedro Iglesias, Nicolás Colanghi y Lautaro Blanco, quienes fallecieron esa noche», recuerda.
El predio del club guarda murales, baldosas y placas que traen siempre a cada uno de ellos y a cada una de ellas. En cada historia hay un verdolaga y en aquellas que son tragedias aparece la Subcomisión para acompañar ese dolor y ser parte de la reparación a través de acciones. Si bien no se trata de acciones partidistas, Eduardo sabe que están cruzadas por lo político, y entiende que «esta postura no es neutral ni inocente».
Dentro de Huracán, Daniel Rabosto es parte de una agrupación oficialista que es, a su vez, parte de un colectivo formado por cinco organizaciones. Ese conjunto, por supuesto, está formado por muchas ideologías que, cuando se encuentran, no escapan a los enojos y las recriminaciones. Para Rabosto, aquellos que se quejan y dicen estar ajenos a la política «son quemeros que quieren mucho al club, pero que también hacen política ejerciendo la pulsión a acallar y censurar si hay una opinión que no les gusta». Para él, no son apolíticos, sino todo lo contrario. «Son personas que acompañan políticas del gobierno nacional actual y que, ante lo indefendible, no plantean la discusión, sino el “acá se habla solo de fútbol, no se habla de política”». Aunque esto resulte en una tensión permanente, para Daniel el debate siempre está en pos de sumar, de hacer crecer al club.
Para Nuria, integrante de la Comisión de Argentinos Juniors, la reaparición creciente del negacionismo no es una exigencia a volver a luchar, sino una forma de valorar una lucha que nunca se abandonó. La Comisión que acompaña a cada socia y socio del «bicho» de la Paternal nació en plena pandemia por COVID-19 y rápidamente se puso a trabajar. Como cuenta Nuria, «el club sostuvo un rol de contención a través de acciones sociales directas». En los debates actuales, para ella, se trata ahora de «defender esos espacios».
En el último partido de local, contra el Club Atlético Aldosivi de Mar del Plata, se vieron en las tribunas banderas rojas con pañuelos blancos en el centro, haciendo alusión a la lucha de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Mientras tanto, en el campo, cada jugador llevaba ese mismo símbolo en el pecho de sus camisetas. Para Nuria, «el lugar de instituciones como la nuestra es ligar estas banderas a la construcción de la identidad, al respeto por los Derechos Humanos y preservar la memoria en todos los ámbitos del club». Junto a la tienda oficial del club, Bicho Store, la Comisión inició una campaña para adquirir la camiseta oficial con el parche del icónico pañuelo.
Esa «política» que algunos quieren fuera del club, es traducida por la Comisión en actividades en el Estadio, en las tribunas, con el plantel profesional de Primera División o con las inferiores del «semillero del mundo» en el Centro de Entrenamiento y Formación del Fútbol Amateur (CEFFA), con los deportes amateur en el Polideportivo Las Malvinas e incluso en el barrio que rodea al estadio. A eso se sumaron presentaciones de libros, obras de teatro que incluyeron obras del ciclo Teatro x la Identidad, y actividades especiales con varias de las disciplinas. Aunque Irene sabe que queda mucho por hacer, porque la construcción es cotidiana, la labor sigue siendo vital, «para seguir contando la historia, para mantener viva la memoria, la verdad, la justicia y para que no se repita».
Para Daniel, de la Subcomisión de Huracán, se trata no sólo de conocer el pasado reciente, sino también de resistir al relato oficial negacionista. En este contexto, el lugar de los clubes se vuelve fundamental. Rabosto defiende que «son trincheras de resistencia a la distorsión, el ocultamiento y el negacionismo». Los clubes, en esta nueva realidad, se vuelven un modelo a escala de la sociedad. «En todo club está el negacionista, está el fascista, está el reaccionario, está el conservador, está el solidario, está el que colabora en todo, el sensible y también el insensible», explica y agrega «pero quien tiene la voluntad y la energía para la participación en un club, para asociarse, para pagar la cuota y para desarrollar una actividad, ya tiene una tendencia a lo colectivo que hace que mejore la sociedad en su conjunto».