Paco Urondo, el poeta que decidió vivir de la palabra y la acción

📚 En un nuevo aniversario de su asesinato, diferentes escritores se han dispuesto a rescatar su figura del olvido. Dialogamos con Osvaldo Aguirre, Pablo Montanaro y Hernán Fontanet para reflexionar sobre la trayectoria de vida del poeta en armas.
17/06/2025
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Francisco Paco Urondo nació el 10 de enero de 1930 en la provincia de Santa Fe. Fue un destacado periodista, escritor, poeta, guionista y militante político. Su vida estuvo atravesada por la entrega y el compromiso para con los ideales de la revolución a partir de la convicción inclaudicable de que una sociedad más justa y libre era posible. Comenzó a construir su formación política y literaria a partir de diferentes proyectos culturales, donde dispuso toda su sensibilidad artística para intervenir en lo real desde lo poético. Participó del Grupo Malena, la revista y movimiento Poesía Buenos Aires, y más adelante fue parte de Zona de Poesía Americana. En aquellos lugares comenzó a rodearse de escritores y pensadores de la época. Con los años, su posicionamiento político giró hacia las posturas de liberación nacional y comenzó a participar de forma activa como militante de las FAR y Montoneros. Fue uno de los poetas más importantes que ha parido la patria argentina. Escribió una gran obra literaria y periodística, en la que destacan La patria fusilada, Poemas de batalla y Los pasos previos. Un comprometido, un inconformista, un combatiente y un escritor, que ha entregado su vida por sus convicciones, su fe y sus creencias en que la militancia y la poesía eran capaces de transformar la realidad. 

En un profundo diálogo con El Grito del Sur, diferentes escritores se han dispuesto a rescatar su figura del olvido. Osvaldo Aguirre, periodista y escritor de “Francisco Urondo. La exigencia de lo imposible”; Pablo Montanaro, periodista y escritor de “Paco Urondo. Biografía de un poeta armado” y “Francisco Urondo. La palabra en acción. Biografía de un poeta y militante”; y Hernán Fontanet, escritor de “Francisco Urondo y su poesía. Un arma cargada de futuro”, reflexionaron sobre la trayectoria de vida del poeta en armas. 

Dentro de su construcción ideológica como sujeto, ¿dónde empezó a adquirir Paco Urondo esa disposición por lo comunitario y lo colectivo?

Fontanet:  En los márgenes del campo cultural, con otros escritores y militantes que veían en la palabra un arma social. Lo colectivo le fue resultando más potente que lo lírico en soledad. Pero no era un dogmático: siempre conservó una voz propia, incluso entre los suyos.

Aguirre: Urondo siempre fue un animador, alguien que intervenía, que producía cambios o reflexiones, que no estaba conforme con el estado de cosas, que se proponía modificarlo. Otra circunstancia que me parece importante señalar es la relación que tiene la militancia de su propia hija Claudia, porque ahí hay un proceso de acompañamiento entre padre e hija. Ella, siendo muy jovencita, comienza a militar en el secundario y la participación más activa de Urondo es un poco efecto de eso. Claudia sigue desaparecida y fue una militante muy importante para la época. 

Montanaro: A partir de su relación con la actriz Sulema Katz, que fue su primera mujer. Esa cosa colectiva se da en cómo vivía lo cotidiano, cómo vivía con los otros personajes de la literatura, de la poesía, de la música. Ellos alquilan una casa enorme en la calle Venezuela al 700, en la Ciudad de Buenos Aires. Era una especie de caserón con muchas habitaciones donde se realizaban reuniones, fiestas, encuentros, debates políticos y culturales. Todos los que se separaban caían a lo de Urondo. Eso lo describe muy bien. Ahí circulaba un montón de gente de distintos ámbitos del espectáculo y se congregaban en la casa de él. Ahí se gestaba lo colectivo, en bancar al otro que está pasando un mal momento. También, al formar parte del grupo Poesía Buenos Aires y de la revista, se generaba una cuestión colectiva grupal. Ideológicamente, cada uno fue tomando distintos rumbos. Urondo ya va tomando un camino político en los comienzos de los 60.

“Mi confianza se apoya en el profundo desprecio por este mundo desgraciado, le daré la vida para que nada siga como está” y “osar morir da vida” son frases muy potentes de Urondo. ¿De qué manera su vida estuvo signada por el compromiso, por la entrega y la convicción de la transformación?

Fontanet: Su compromiso fue real, pero también desesperado. No era un héroe sin fisuras. Tenía conciencia del riesgo y del absurdo, y aun así eligió actuar. Su entrega fue tanto ética como estética. A veces da la impresión de que militaba contra la propia impotencia.

Aguirre: En la experiencia de Urondo, poesía y política no se separan. La poesía y la conciencia poética también implican esa construcción ideológica. En una de sus entrevistas, él dice algo que es muy citado: etimológicamente en griego, poética quiere decir acción. Antes de que tuviera esa definición hacia la izquierda y hacia la participación activa en la militancia, él ya estaba en acción. De una forma no diría extrema, sino ejemplar. Hubo un compromiso muy fuerte que uno puede ver en los detalles. Urondo se expuso totalmente en función de ese proyecto político al que adhirió. Expuso su vida, pero mucho antes había expuesto su nombre, teniendo en cuenta que para un escritor el nombre es lo que simboliza prestigio. Urondo alquilaba a su nombre casas para utilizarlas en lugares de entrenamiento. Un escritor convencional no haría eso. Sus últimos poemas son una parte importante de su obra, de una nueva dirección entre poesía y política. 

Montanaro: Él decía que tanto la poesía como la política compartían el mismo espacio, el mismo terreno. Que los compromisos con las palabras son la misma cosa que los compromisos con la gente. Que todo dependía de la sinceridad con que se encaraba tanto una actividad como la otra. Decía: ‘pretendo ser un poeta y un militante digno de llevar esos nombres’. Nunca a pesar de su militancia, a pesar de estar clandestino, a pesar de estar preso, de estar en situaciones entre la vida y la muerte, dejó de escribir poesía. Nunca subordinó su poesía a la política. Nunca abandonó la escritura para agarrar las armas. Ser digno de llevar el nombre como poeta y como militante lo consiguió, lo pudo concretar. Me parece que justamente esa conjunción de él como poeta militante es lo que fue incomprendido o criticado por alguno de sus compañeros de militancia. Durante muchos años, el apellido Urondo fue mala palabra. Muchos compañeros de literatura me decían: «Bueno, yo lo admiraba como poeta, pero no entendí y me alejé cuando se metió en romántico revolucionario. Cuando tuvo mayor participación en la lucha armada o en Montoneros. Otros al contrario, lo consideraban un buen poeta, pero no un revolucionario. 

¿Qué se puede decir de su obra como poeta? ¿Qué sentimientos, posturas o convicciones atravesaban sus poesías?

Fontanet: Su poesía es tensa, urgente. Tiene sensibilidad y filo. Nunca se conformó con el adorno. Lo político no es un decorado en su obra, pero tampoco la vuelve panfleto. Quiso escribir desde el barro, no desde la torre. No todo es memorable, pero hay momentos de alta intensidad.

Aguirre: Uno de los valores en la poesía de Urondo es la amistad. Algunos de los poemas más conocidos son celebrando la amistad, el amor y los placeres de la vida. Cuando uno lee a Urondo puede tocar esa vitalidad enorme y vigente que es lo que sostiene su poesía. 

Montanaro: Él asume que el poeta debía comprometerse con la realidad, que su compromiso iba a ser pleno tanto con la palabra como con la acción. Su idea era justamente la de cambiar la vida, para que la vida valga la pena. Valía la pena cambiar la vida, la de los demás y la de él. Aparece esta idea: “sé que futuro y memoria se vengarán algún día”. Ese sentimiento, esa necesidad de venganza también está representada en lo que él decía, que era necesario vivir en el corazón de una palabra. Esas dos instancias eran una para él. 

Walsh decía que a una máquina de escribir la podes usar para que sea un arma o un abanico. En este sentido, dentro de la concepción de Urondo como poeta, ¿fue un disruptivo con la época en torno a la forma de entender los fines y motivaciones de la literatura en su relación con la realidad? ¿Cómo se vincula lo político y la intervención, con lo estético en su obra?

Fontanet: No aceptó la neutralidad estética. Su literatura quería incomodar, señalar, sacudir. No le interesaba el virtuosismo formal ni la evasión. Para él, escribir era intervenir, incluso equivocándose. Prefirió el error comprometido al brillo vacío.

Aguirre: Hay varios registros de eso. La novela Los pasos previos está directamente relacionada con sus viajes a Cuba y con los debates que se produjeron en ese momento, entre los intelectuales de la época que eran convocados por la Revolución Cubana. El tema de esta novela es la incorporación de los intelectuales a la lucha armada. Es de los momentos más importantes en la incorporación de lo político a la literatura en Urondo. Después están Los poemas de batalla, los últimos poemas que escribe cuando está detenido. Otro punto de cruce muy importante es su teatro, que tiene que ver con la reflexión sobre los conflictos políticos, sobre la lucha armada, sobre el lugar de los escritores. Un teatro que en la época tuvo mucha repercusión. 

Montanaro: Hay unas cartas que Urondo le escribe a su padre, en donde le dice: “quiero vivir conforme a mis ideas y a mis impulsos”. Ahí está todo lo que Urondo pretendía de la vida y lo que pretendió al entregar su vida. Para él la cultura, la literatura, la poesía, la palabra, era donde se podía combatir, se podría enfrentar a todos los males que asedian al país. La idea era transformar la realidad. Tiene que ver con su concepción poética y de vida. Para él, decir y hacer era lo mismo. Él decide vivir de la palabra y de la acción. 

¿Cuál fue la importancia que adquirió en su trayectoria de vida, haber convivido con los sobrevivientes de la masacre de Trelew en una celda, lo que posteriormente terminaría significando la publicación de “La patria fusilada”?

Aguirre: El texto está pensado para la denuncia, para que actúe en el momento. Lo que buscaba era en primer lugar hacer un trabajo de denuncia de los hechos. La masacre de Trelew fue en agosto del 72. Esto se graba en el 73. Urondo hace su entrevista en la víspera de la liberación de los presos políticos, se publica el libro un mes después y se venden muchísimos ejemplares. En la coyuntura actual está todo parado, pero en su momento se activó la investigación de la masacre, se llegó a ubicar al teniente Roberto Bravo en Estados Unidos, hubo condenas acá en la Argentina. En esa coyuntura La patria fusilada siguió actuando, siguió siendo un documento. 

Fontanet: Fue un punto de inflexión. La cárcel lo puso frente a los límites del lenguaje y del cuerpo. La patria fusilada no es solo testimonio: es también montaje, construcción política del dolor. Ahí Urondo entiende que escribir puede ser también sobrevivir por otros.

Montanaro: La patria fusilada es otro de sus grandes libros. A Urondo lo detienen a fines del 72 y lo llevan a Devoto. Para él era importante que quienes habían sobrevivido a esa masacre, den su testimonio. Lo interesante es que en toda La patria fusilada, trabajo que hace Urondo estando detenido, es la poca intervención que él tiene en el libro. El graba la entrevista, le da la palabra a los sobrevivientes, prácticamente no tiene intervención. Me parece que ahí él también deja un testimonio de militancia, pero al mismo tiempo periodístico. Adquiere una gran significancia como documento de la historia política. Es un testimonio donde se reconstruyen los hechos de la fuga, cómo se vivió esa militancia, cómo era la vida política de esos militantes ante el horror. Cómo se vivía entre la vida y la muerte. Es un libro que también tiene la validez de lo testimonial. 

¿Cómo se emparenta la figura de Urondo con la de Walsh al compartir un mismo proyecto político literario? ¿Y en su militancia política? 

Aguirre: Coinciden en la experiencia del Diario Noticias. Se publica entre 1973 y 1974, donde Urondo es un poco el responsable político y Walsh está a cargo de la sección de información general y policiales. Compartieron ese proyecto y también una posición cuestionadora, dentro de las propias organizaciones. También coinciden en el grado de compromiso que tuvieron con la militancia. 

Montanaro: La presencia de Rodolfo Walsh en Cuba fue fundamental para Urondo, cuando Walsh va a Cuba y forma parte de la agencia Prensa Latina. En ambos se podía reflejar esa mirada y ese compromiso con la palabra y con la acción. 

Fontanet: Comparten el proyecto de intervenir con la palabra. Los dos sabían que escribir también era jugarse el cuerpo. Walsh era más riguroso, más sistemático; Urondo, más emocional, más lírico incluso en la crónica. Coincidieron en Montoneros, aunque con estilos distintos de militar.

¿Qué reflexión merece para la posteridad la trayectoria de vida y las obras de Urondo? ¿Qué es lo que sobresale de ellas?

Fontanet: Deja una vida intensa y trunca, una obra breve pero cargada. No hay que idealizarlo: no tuvo tiempo de consolidar una voz definitiva. Pero su intento, su modo de estar en el mundo, sigue interpelando. Nos recuerda que el arte puede —y tal vez debe— meterse donde duele.

Montanaro: Un hombre que ha marcado generaciones. ¿Cómo puede conjugarse esa labor del escritor, del periodista, del poeta, con la política? Encontrarle la conjugación entre el decir y el hacer. Entre la palabra y la acción. El abrazó los ideales, ese destino y entregó su vida. Dar la vida para que nada siga como está. 

Aguirre: Hace falta tenerlo más cerca a Urondo. Es un ejemplo de intelectual que en una época como la que estamos pasando, se hace todavía más necesario. Fue alguien que nunca se dio por vencido, que siempre apostó por construir, por el futuro. Lo hizo por distintas armas. Como escritor, periodista, dramaturgo, guionista y militante. Lo hizo además con humor, con pasión y amor hacia sus seres queridos. 

Las circunstancias de su muerte

“Pudiste irte. En París, en Madrid, en Roma, en Praga, en La Habana, tenías amigos, lectores, traductores. Preferiste quedarte, despojarte, igualarte a los que tenían menos, a los que no tenían nada”, escribe Walsh sobre Urondo en una carta a propósito de su fallecimiento. Urondo es asesinado en la provincia de Mendoza el 16 de junio de 1976 en un viaje encomendado por Montoneros. Se encontraba junto a su compañera Alicia Raboy, su hija Ángela Urondo Raboy y la turca Ahualli, cuando las fuerzas represivas le realizan una emboscada, lo asesinan y secuestran a su familia. Ángela es encontrada por su familia, Raboy aún continúa desaparecida y la turca logra escaparse. Existió una versión muy extendida acerca de su muerte que involucraba una pastilla de cianuro, con la que diferentes militantes se suicidaban para evitar caer en la tortura a la que serían sometidos al ser secuestrados. En el juicio por su asesinato se comprobó que no fue así. El informe que deriva del juicio constata que muere asesinado como consecuencia de una fractura de cráneo, coincidente con un culatazo o disparo de armas de fuego. 

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