Otra derrota del amor. La llegada de Milei se explica (en parte) por la respuesta timorata al intento de magnicidio conta Cristina. Le gatillaron un fierro en la cabeza y les respondimos rezando un rosario. De tanto poner la otra mejilla, nos llenaron la cara de dedos. Somos del amor, no quedan dudas, pero no somos pelotudos: el odio de clase, el rencor y la sed de revancha son elementos muy potentes como para regalárselos a estos miserables. Es momento de canalizar las pasiones tristes, no de renegar de ellas.
De la Rúa se fue con 39 muertos y un cuerpo tibio sangrando en las escalinatas del Congreso. Jamás fue preso. Menem explotó una ciudad entera, Río Tercero, para tapar la venta de armas a Ecuador y Croacia. Macri nunca pagó por el Correo, por Parques Eólicos, por el espionaje interno, por el envío de municiones a Bolivia, por los peajes o por la mesa judicial. Los ricos no lloran ni van presos, la Justicia tiene la balanza inclinada siempre para el mismo lado y las sentencias las firman y anticipan los medios de comunicación hegemónicos.
La prisión es la vara de los grandes líderes políticos: Perón en Martín García, previo a que el subsuelo negro de la patria se sublevara. Rosas condenado y exiliado, Chávez antes de ser Chávez, Fidel prediciendo que la historia lo absolvería. Mandela durante 27 años para luego salir a vencer al fascismo, el Pepe Mujica durante 12 años confinado y en aislamiento. Lenin en Siberia un tiempo antes de transformar el mundo para siempre. Ahora le toca a Cristina. Estar presa es, indudablemente, un certificado de dignidad.

Esta democracia ya no es democracia. Gobiernan jueces a los que nadie votó. Gobierna el presidente por decreto y con veto, anulando el Congreso. La gente no vota porque no cree que eso sirva para cambiar absolutamente nada. Algo mutó: si la democracia en Argentina fue por años la oposición a la dictadura, ahora es el corset que ellos amañaron para eternizar su dominio. Senadores con sueldos de 10 mil dólares mensuales, provincialismo balcanizador y el funcionariado como horizonte de futuro para la militancia. Son tiempos liminares: toca repensarse, pero es harto sabido que no pasarán a la historia quienes especulen sino quienes más se la jueguen.
La resistencia es, evidentemente, un desborde de la conducción. No se puede esperar encuadramiento orgánico absoluto cuando la líder esta presa, el movimiento proscripto y la gente pasa hambre. Lo supo el General que durante 18 años pedía un poquito de orden, mientras los compañeros ponían el cuero en cada caño. No somos nosotros los violentos: no bombardeamos nuestra plaza ni torturamos ancianas ni tiramos adolescentes embarazadas desde aviones al río. Pero hemos aprendido que en la resistencia está todo el hidalgo valor de la vida. Lo sé, dirás, muy duro es aguantar pero el que aguanta es el que existe.
Vivimos la consecuencia del declive de la Argentina bipartidista. Gran parte de la responsabilidad de la llegada de Macri y de Milei reside en la grosera incapacidad del radicalismo de construir un proyecto político propositivo que pudiera discutir con el modelo peronista. Vivimos en un país donde la principal fuerza política es el antiperonismo y donde la UCR renunció a representar una alternativa democrática de nación para ser furgón de cola de la extrema derecha internacional pro británica. Ayer, el centenario partido que reprimió la Patagonia Rebelde y el 2001, que cogobernó con los militares y garantizó los 18 años de proscripción, festejaba el fallo por Twitter. Llora el pueblo mientras Lula Levy festeja comiendo chori kosher en los pasillos de la ORT.
La peruanización del régimen. La proscripción de la principal líder popular de los últimos cincuenta años representa el avance más antidemocrático desde el final de la dictadura. Es la coronación de la peruanización de Argentina: economía neoliberal, estabilidad macroeconómica, groseros niveles de desigualdad y persecución política. El objetivo -lo hemos dicho- de este gobierno es romper toda institucionalidad que medie y represente a la sociedad: partidos, organizaciones, sindicatos. En Perú, los últimos ocho presidentes fueron condenados por corrupción: no es una democracia ejemplar, es la tiranía del capital sobre la representación política.

Vale repetir ideas a costa de parecer redundante. También nos trajeron hasta aquí quienes (desde este lado) durante años insistieron con el consenso, el diálogo y la concordia. No hay diálogo posible con esta gente: nos quieren muertos, desaparecidos, mudos o proscriptos. Basta con leer la historia reciente para entenderlo. Ilusos quienes creyeron que dejándonos sobar el lomo por el SEO de Syngenta, las grandes patronales serían clementes y democráticas. Ningún pecado peor que subestimar al enemigo.
La historia se repite primero como tragedia y luego como farsa. Fueron 18 años de proscripción y resistencia. Fue preso Perón y ahora va presa Cristina. Mientras le pegan al líder por arriba, rematan el país por abajo y a la vista de todos. Pero la calle siempre fue nuestra y de ahí no tenemos que movernos. Llegó el tiempo del protagonismo del pueblo organizado, de las organizaciones y los sindicatos. Toca llenarse de rabia para que (cuando volvamos) el efecto bumeran se cumpla y seamos tan radicales como ellos, pero en el sentido inverso. Solo así, todo esto habrá valido la pena.





