En un taller del barrio Congreso hay una santa trava que cocina, otras que diseñan, que cosen, todas ríen a los gritos. Las travas sueñan y crean. Retazos de cuerina, agujas que cosen a mano, anhelos y sueños. Los sábados, una olla popular trava vegana se hace presente frente al Congreso de la Nación. En ese mundo de costuras, rancheo y deseo, hay algo que se destraba todos los días: el acceso al trabajo, al arte, al oficio y a una comunidad que abriga cuando la sociedad expulsa.
La Coop Deseo nació en plena pandemia, cuando la población travesti-trans atravesaba una fuerte crisis habitacional y alimenticia: muchas de ellas trabajan en la prostitución y la gente ya no circulaba. Sin sus ingresos y frente a un sistema que las marginaliza, comenzaron a echarlas de las habitaciones que alquilaban. Gus Bianchi, arquitecta e investigadora de la UBA, colaboraba con El Teje Solidario donde fue conociendo a las chicas, como ella las llama. “Siempre sentí que diseñar es un privilegio. Necesitás tiempo, acceso a herramientas, materiales, un espacio. Y yo quería que eso, que para mí fue un regalo, también llegara a quienes no suelen tenerlo”.
Así nació el primer taller. Las chicas pidieron que fuera de calzado, aunque Gus no tenía idea del rubro. Con el respaldo del programa de Extensión Universitaria de la UBA, que vincula las investigaciones académicas con el territorio, se empezaron a capacitar y a dictar los talleres. El proyecto parte de una ausencia concreta: en el mercado no existe calzado con impronta femenina para cuerpos travestis, trans y no binaries. Esta ausencia no es solo un problema de mercado: es una falta estructural y simbólica que refleja el lugar que ocupan, o no ocupan, las identidades travestis y trans en el diseño, en la moda y en la sociedad. Cuando no hay zapatos que calcen sus cuerpos, también se les niega la posibilidad de expresarse, de habitar su género con libertad y de ser vistas con deseo, estilo y dignidad. No se trata solo de una falta de oferta, es una exclusión materializada.
Calzar lo que invisibilizan
Hoy la cooperativa produce calzado, carteras, bolsos, indumentaria y accesorios pensados desde y para cuerpos diversos. Modelos que no existen en el mercado, talles que superan el 41, hormas que abrigan identidades, zapatos que calzan luchas. “Diseñar para estos cuerpos también es político. Es decirles: vos también merecés belleza, deseo, estilo. Vos también tenés derecho a elegir cómo querés caminar por la vida”, dice Gus.
Para Lariana, cofundadora y referente, el diseño es un lenguaje liberador: “las chicas de Deseo vuelan. No se restringen por mandatos patriarcales, rompen estructuras desde el diseño. Traen cosas frescas, nuevas, cargadas de fantasía. Porque la trava, cuando crea, también repara su infancia negada. Y eso se nota: en un bolso, en una remera, en un par de plataformas que no piden permiso para existir”.
Acá la moda no es superficial: es política, cultural, visceral. Expresa lo que el mercado no ofrece. “Todo lo que diseña una persona trans ya es inclusivo. No piensa en el binarismo, no responde a moldes. Crea desde la ausencia, desde lo que no está y lo llena de color, de vuelo, de imaginación”.
La infancia negada, aquella que fue interrumpida por la violencia, la expulsión y el abuso, aparece como combustible creativo. “La trava no tuvo niñez, entonces a veces la vive en lo que crea. Se permite fantasear, se permite ser tierna, brillar, jugar. Y eso es político también”.

El oficio como refugio
El taller no es solo un espacio de producción, sino que se supo convertir en refugio, hogar y red. “Muchas vienen buscando algo más que un ingreso: buscan un oficio que ordene cuando todo se desmorona. Algo que las saque del consumo, de la prostitución, de la violencia. Una familia a la cual recurrir”, dice Gus.
Lariana lo confirma desde su experiencia: “yo laburé 20 años en la prostitución, no conocía otra cosa. Deseo me dio herramientas, me dio lugar y me dio una familia.” Ese lugar, al principio, fue literal. “Yo era una persona que no comía. Iba a la Coop porque sabía que iba a tener una comida, la merienda o el desayuno. Sabía que en el rato que estaba ahí iba a estar tranquila, me iba a divertir, me iban a recibir bien. Que iba a estar segura. Y eso, para una trava, es mucho más que un plato de comida: es pertenencia”. Además, Lariana cree que el poder adquirir un oficio es fundamental: “una oportunidad para las travas de ser independientes, de desarrollar más las capacidades, de cambiar de ámbitos, de conocer a otras personas, de tener una oportunidad”.
El acceso al alimento como derecho apareció en el centro del espacio. Así nació la olla popular que cada sábado por medio arman en Plaza Congreso. Cocina Vivian, “la santa trava”, y reparten platos veganos. Alimentar también es resistir: “si entre nuestras propias compañeras faltaba comida, ¿cómo no íbamos a salir a la calle?”, recuerda Lariana. “Y cuando lo resolvimos adentro, salimos a darlo afuera”.
Lo colectivo como forma de vida
El carácter colectivo no es solo organizativo: es político y emocional. “Cuando una trava se traba, otra trava la destraba”, dice Gus. El espacio es interseccional y policlasista: conviven maricas, travas, chicas cis, disidencias con y sin formación académica. No es fácil. Hay tensiones. Pero también hay abrazos, mates, ayuda mutua.
Por eso buscan acompañamiento psicológico grupal. “Estamos medio rotas, pero así y todo queremos construir. Y eso ya es un montón”, confiesa Gus. Lariana también lo pone en palabras: “Cuando tuvimos que armar la cooperativa, nos encontramos con formularios, trámites, cosas que parecían imposibles. Porque estamos segregadas hace décadas, fuimos expulsadas del sistema, por el Estado, por la sociedad, entonces no tuvimos en nuestras vidas las herramientas ni los conocimientos adecuados como para, por ejemplo, sentarse frente a una computadora y gestionar un trámite en ANSES. Pero nos sentamos, aprendimos, pedimos ayuda. Y eso también es revolucionario: demostrar que podemos gestionar, construir, resistir”.
Transicionar para seguir vivas
A lo largo del tiempo, Deseo transicionó. Primero fue calzado, luego carteras, más tarde indumentaria, decoración de interiores, reciclaje, objetos intervenidos. “Transicionamos como transicionan las travas: nos reinventamos, crecemos, cambiamos de forma sin perder el deseo”, dicen. Siempre tuvieron convocatorias a profesionales para que se acerquen y las capaciten, que les den unas clases para poder tener conocimientos más adecuados.
Ese deseo también se vuelve encuentro cultural. Hay talleres, ferias, muestras. Las personas que pasan por Deseo no solo diseñan: escriben, cantan, hacen drag. “Queremos que eso tenga su lugar, que se vea, que se celebre. Que no tengan que pedir permiso para mostrar lo que son y lo que crean”. Porque la libertad que se respira dentro del taller es la de poder vestirse, expresarse, crear y existir sin filtros. “Las personas que vienen a Deseo no se limitan por lo que esperan de ellas. No diseñan para el mercado, diseñan para quienes no encuentran nada. Y eso no tiene género. Tiene historia y tiene dignidad”.
Lariana recuerda con mucho cariño una época en las que las chicas reciclaban:
Las chicas estaban tratando de hacer concientización en cuanto al medio ambiente, el reciclaje, la basura, y todas esas cosas. Así que estuvieron como nada yendo a buscar basura por todos lados, en un momento esto fue un basurero. Se transformaron en magia, eso es lo increíble que tienen las personas con estas capacidades: la creación, la transformación, el diseño. Lo bueno de las personas que vienen a Deseo es que no se limitan en el cliente, ni se restringe la capacidad de cada uno de ellas por un mandato patriarcal o social o estatal, ellas rompen estructura a través del diseño y vuelan. Son libres como lo son con sus sexualidades, traen cosas frescas, nuevas, innovadoras, así que a mí me parece muy copado eso de poder reinventarse como una lo hace a veces en la vida, así que transicionar, transicionar como lo hacen las travas.
Finalmente, deja un mensaje que resume la esencia de todo lo que es DESEO:
“Bienvenidas sean las rechazadas y las invisibilizadas. Que acá vamos a estar para ellas, con ellas y por ellas”.
En un país donde no ser heteronormativo todavía cuesta la vida, Deseo no solo ofrece trabajo: ofrece rancheo, comunidad, presente y futuro. Porque cuando el sistema no da lugar, se construye con las manos. Cuando el mercado no abriga, se abriga en comunidad. Así, entre hilo y aguja, zapato y olla, trava y trinchera, todos los días se destraba un poco más la vida.





