El Barrio Ricciardelli y una esperanza: que el GCBA escuche el grito de urbanización

🏘️ A pesar de que 24 años atrás se sancionó una ley que establecía la remodelación específica del barrio Padre Rodolfo Ricciardelli (ex Villa 1-11-14), el Gobierno de la Ciudad hizo muy poco al respecto y, en ese marco, los vecinos decidieron presentar otro proyecto de urbanización en la Legislatura porteña. El Grito del Sur visitó el barrio para conocer en qué estado se encuentra dicho proyecto.

“El último que se va es el delegado”, le había dicho el cura Rodolfo Ricciardelli, con mate en mano, a Eusebio “Henry” Guanca, que lo escuchaba atento esa tarde en lo que entonces era la Villa 1-11-14, ubicada en la zona sur del barrio porteño de Flores, área conocida como “Bajo Flores”. El mate que compartieron ese día, y los demás días también, era amargo porque así le gustaba al padre de la parroquia “Madre Santa María del Pueblo”. Y a Henry también le gustaba el mate así, pero más le gustaba compartir momentos con Ricciardelli, su amigo personal. En esa época Henry era un vecino más y el cura ni se imaginaba que después de su muerte el barrio llevaría su nombre. Esa tarde de mates compartidos, el padre lo estaba alentando a que fuera el delegado de la Manzana 3, que en ese entonces estaba ocupada por 48 familias, pero Henry le había dicho que no tenía experiencia en el tema. “Vas a aprender”, le respondió el cura, que enseguida sorbió el último mate. Y con ese gesto se dio por terminada la discusión: Eusebio “Henry” Guanca iba a ser el delegado de la Manzana 3 y punto. 

La máxima del cura hizo efecto en Henry, que vive en el barrio desde hace 38 años y no piensa irse de ahí. En una charla con El Grito del Sur Henry cuenta que es oriundo de Jujuy, que llegó al barrio cuando tenía 17 años y cuando “todo era campito y tierra”, dice. Él vivía (y sigue viviendo) al lado de la parroquia de Ricciardelli, de ahí su cercanía con el cura. Cuando por fin asumió como delegado de la Manzana 3, Henry y sus vecinos lograron que se sancionara, en el año 2000, la Ley 403 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), que establecía un “Plan Integral de Urbanización” específico para la entonces llamada Villa 1-11-14, así como la creación del “Programa de Planeamiento y Gestión Participativo”, con el objetivo de que las modificaciones en el territorio se hicieran en forma consensuada. Entre otras cosas, la norma establecía el trazado, la apertura y el dimensionamiento de calles, sendas y veredas, la creación de planes de vivienda social y la recuperación de las áreas urbanas adyacentes, la mejora de la calidad ambiental y un presupuesto participativo de los recursos necesarios para la ejecución del plan. Según Henry, la Ley 403 era superadora de la Ley 148, sancionada en CABA en 1998. Mientras esta última establecía la “atención prioritaria a la problemática social y habitacional en las villas y núcleos habitacionales transitorios”, la Ley 403 apuntaba a la mejora específica de la entonces llamada Villa 1-11-14 y no de todos los barrios populares porteños. 

Henry cuenta todo eso sentado en un banco largo de madera que pertenece al centro comunitario “Mate cosido”, en Agustín de Vedia al 2600. El lugar funciona desde hace más de veinte años como comedor, lugar de esparcimiento y, hasta 2023, como espacio donde se llevaba adelante el “Programa de Finalización de Estudios Primarios y Secundarios”, más conocido como “Plan FinEs”. Hoy en día, Henry es el coordinador general del espacio. Aunque todavía es la mañana, una mujer se sienta en una banqueta baja, en una esquina del salón, y empieza a pelar varias de las papas que más tarde se transformarán en alimento para quienes asistan al comedor. Dentro de un rato la acompañará un chico joven, que se dedicará a cortar frutas. Y más adelante aparecerá otra mujer, que dejará muy limpias y con olor a desinfectante las baldosas grises del centro comunitario. Todo eso pasará en el momento en que Henry le cuente a este medio que el lugar se consiguió gracias al “Frente Barrial 19 de Diciembre”, organización social que él preside desde hace ya varios años. 

¿Y se aplicó al final la Ley 403 en el barrio? Henry contesta que no, que el Gobierno de la Ciudad solamente avanzó en la construcción del tendido eléctrico, los pasillos y la red de cloacas de las Manzanas 1 y 2 nada más. Las personas que viven desde la Manzana 3 en adelante quedaron a la buena de Dios. Por eso el año pasado, 2023, los vecinos presentaron en la Legislatura porteña un nuevo proyecto de urbanización e integración sociourbana, que incluye “el trazado de calles para que puedan pasar las ambulancias y los colectivos, y también la ampliación del tendido eléctrico y de la red de cloacas, porque la población en el barrio se agrandó y esos servicios quedaron chicos”, dice Henry. El proyecto también incluye la creación de escuelas y espacios tanto de contención para víctimas de violencia de género como de atención de personas con consumos problemáticos, y no se limita sólo a este barrio sino que abarca también a los barrios aledaños como Rivadavia 1 y 2, Illia 1 y 2, y Bonorino 1, 2 y 3. “Mi hermano vive en el Rivadavia 2 y ahí tienen los mismos problemas que acá”, cuenta Henry. 

Eusebio «Henry» Guanca

De camino a su casa, el actual presidente del “Frente Barrial 19 de Diciembre” cuenta que después de ser delegado pasó a ser comunero de la Comuna 7 en 2015, hasta 2019. Un mural del barrio da fe de ese dato. La pared en cuestión tiene un dibujo bastante realista del querido por todos y sonriente padre Rodolfo Ricciardelli, que curiosamente ahora está iluminado por los rayos del sol de media mañana (¿una caricia de Dios?). El mural también contiene una frase proferida en el pasado por el cura. Hacia la izquierda de la pared, pasando el límite donde termina el dibujo, hay unas letras azules estampadas con stencil que dicen “Eusebio Lisandro ‘Henry’ Guanca Comunero”. Henry cuenta que en esa época tuvo que lidiar con situaciones un tanto desagradables y hasta bizarras, como que una vez tuvo que escuchar a una mujer de la zona norte de la Comuna 7 quejarse de que un árbol con paltas gigantes podía hacerle daño a alguien. El argumento de la señora era que las paltas podían caer en la cabeza de alguien, por lo que exigía la extracción y, por lo tanto, la muerte del árbol. La situación lo dejó pensativo a Henry, primero porque -como vecino de la entonces llamada Villa 1-11-14 (que también está dentro de la Comuna 7)- sentía que había cosas más importantes y urgentes que resolver como comunero y, segundo, porque le dolía en el alma que las paltas se desperdiciaran al matar al árbol, teniendo en cuenta que en la zona sur de la comuna la gente pasaba (y sigue pasando) hambre. 

Ahora, en la Manzana 3, Henry señala una casa de ladrillos naranjas que tiene dos pisos, después señala otra igual y finalmente toca la pared frontal de la suya, que a diferencia de las otras, es baja, de un solo piso. “Va a ser difícil la reurbanización ahora, porque las casas siguen creciendo”, piensa Henry en voz alta. Dice que si se hubiera aplicado la Ley 403 cuando salió, la historia sería otra: las casas estarían mejor delimitadas y la construcción de pasillos amplios hubiera contribuido a eso. Aunque Henry no pierde la esperanza de que el proyecto de reurbanización que los vecinos presentaron en la Legislatura porteña avance en un futuro inmediato, lo cierto es que dicha parte del barrio está bastante atiborrada de cosas con historias y esfuerzos varios como para moverlas o remodelarlas. Las casas están pegadas una al lado de la otra, los pasillos son angostísimos y hay cientos de cables de electricidad que cuelgan en el aire. Todo eso, combinado con las construcciones más recientes de dos pisos, hace que el ambiente se tiña de una luz violácea, mortecina, por la falta de luz solar, que no llega a entrar en ningún momento del día. 

La que sí está iluminada en más de un sentido es la parroquia “Madre Santa María del Pueblo”. La voz de Henry en esta parte del trayecto cambia mucho, no es la misma que antes. Se le entrecorta por los recuerdos que se le vienen a la mente y por la nostalgia de haber atravesado tantas experiencias compartidas en esta iglesia con su amigo Rodolfo Ricciardelli. “Por suerte la parroquia sigue existiendo, al menos por ahora. Yo creo que no la tocan porque están los restos del Tata acá”, dice Henry al tiempo que le da una palmadita suave a un altar que tiene fotos del cura. Debajo del altar, descansa el cuerpo de Ricciardelli, que falleció en 2008. Con los ojos un poco humedecidos y la memoria bien fresca, Henry destaca que uno de los mayores logros en su época de comunero fue haber conseguido que la Villa 1-11-14 fuera renombrada, en 2019, como barrio Padre Rodolfo Ricciardelli. Desde entonces, el espíritu del cura se mantiene vivo en la memoria de todos los vecinos y vecinas, que cada tanto se preguntan: “¿Qué haría el padre en esta situación?”. Y es lógico que se pregunten eso porque, en definitiva, la pregunta crucial es esa: ¿qué hay que hacer para que las autoridades locales escuchen a los vecinos del barrio?

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