El rock en la calle y los 80, un feliz matrimonio que encaja a la perfección

🤘 Una muestra organizada por la Secretaría de Patrimonio Cultural ofrece una experiencia audiovisual única para los fanáticos y las fanáticas del rock nacional. Hoy el invitado es Rocambole, quien fuera creador de la gráfica de la mítica banda conocida como Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.

Es sábado y hace frío. Son las 5 de la tarde y desde hace algunas horas el público llega en “modo paseo” a visitar la exposición con entrada gratuita que tiene lugar dentro del Museo Histórico Nacional, ubicado en Defensa al 1600, en el atractivo barrio de San Telmo. La consigna es la escena rock en la calle y los años 80, un feliz matrimonio que encajó -y encaja- a la perfección. 

Con la curaduría de Gabriel Di Meglio y Ricardo Watson (@bociete en Instagram), y de Aspix (@visionesaspix en Instagram) en fotografía, la muestra se presentó en diciembre del 2021 y se extenderá hasta mayo de este 2022. La agenda de actividades se publica a través de la página de Instagram del Museo (@mhnarg). Además, se encuentra habilitada en la plataforma musical Spotify una playlist con las canciones más icónicas del rock nacional curadas por Ricardo Watson. Se puede acceder a ella a través del siguiente link: https://linktr.ee/mhnarg.

Todas las semanas el espacio del Museo Histórico abre sus puertas y ofrece a los fanáticos del género la posibilidad de ver, recordar y conocer fotografías, tapas de revista de la época, y vestuario de esos artistas que fueron protagonistas de los años de compleja transición del horror de la dictadura a nuestra tan ansiada vuelta a la democracia. Este movimiento significó dejar atrás un período tan oscuro como sangriento, para dar paso a una sociedad crítica y consciente de su derecho a la libre expresión.

El primer elemento histórico que encontramos en la exposición es la guitarra Travis Bean, que perteneció a Luis Alberto Spinetta y a David Lebón (quien la usó en Serú Girán). Y es que el recorrido está plagado de estas reliquias, como el velador que el mismo Charly García llevó desde su casa al Luna Park para presentar “Clics Modernos” y la remera de Rattus que utilizó Nekro en varios recitales durante los primeros años de Boom Boom Kid. Incluso hay manuscritos originales. En todos los casos se trata de préstamos de los artistas y los distintos espacios para contribuir con la muestra y enriquecerla.

En esta experiencia, el público también puede acceder a material de archivo audiovisual: desde videos de shows que dio Fito Páez hasta una sala especial en la que se reproducen continuamente recitales de punk-rock en una pantalla LED. Con esto, también quedan claras las dicotomías originadas en la época entre las diversas tribus urbanas, y las contraposiciones entre aquellos que se orientaron a un público más mainstream y los artistas que se manejaron a partir de la autogestión y los códigos del under. 

Charly García

La imagen de una Sandra Mihanovich de veintitantos sentenciando “soy lo que soy” con el torso desnudo y sus pechos apenas cubiertos con su pelo mojado nos da la pauta de dos cuestiones: por un lado, el hecho de que los jóvenes fueron protagonistas principales e indiscutidos de los orígenes del género; y por el otro, también del perfume a rebeldía que lo acompañó. 

Resulta importante recalcar que no todos los artistas encajaban perfectamente en lo que hoy podríamos considerar como música rock, ya que el término era en ese entonces demasiado elástico y abarcaba muchos estilos diferentes. Es así que desde Celeste Carballo hasta La Renga, y pasando por los sonidos más pop como los de Los Twist, las paredes de la exposición invitan a sumergirte en un universo de vestidos con estampados locos y camperas negras de cuero. Todo tiene un aire a pubs, discotecas, galpones y café-concerts. En este sentido también se destaca el estallido de una juventud que encontró en este nuevo sonido algo que antes no había tenido: una forma lícita de expresión propia a través del cuerpo. Los bailes, el pogo, y comenzar a copiar los estilos de vestimenta y maquillaje de sus artistas favoritos fueron las principales características de esta nueva ola social y cultural.

A lo largo del recorrido están dispuestos de manera estratégica guías fácilmente reconocibles que cumplen una doble función: resolver consultas del público y asegurarse de que nadie toque nada de lo que está expuesto.

“El rock en la calle” forma parte de una serie de ciclos culturales impulsados por la Secretaría de Patrimonio Cultural. Además de ver la muestra, cada fin de semana el público también puede participar de charlas con protagonistas de la escena. Hoy el invitado es Rocambole, quien fuera el creador del arte y la gráfica de la mítica banda conocida como Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. La charla, que va a ser moderada por Lupita Rolón, girará en torno a su labor como artista en las tapas de Los Redondos. Son las 7 de la tarde y ya los guías del Museo invitan al público a ocupar sus asientos para disfrutar de la conversación. Mientras esperamos, suenan temas de la banda.

Sandra Mihanovich

“¿Cuántas remeras nos habremos puesto? ¿Cuántos dibujos en la carpeta y nuestros intentos por copiar logos? ¿Cuántos buzos? ¿Cuántos posters colectados, pegados en la habitación? Los hizo él: Rocambole. Se trata de una década que tuvo de todo y pocas veces volvimos a repasarla, y que tiene muchos puentes hacia la década actual”, comienza Lupita Rolón, la entrevistadora de esta noche. Reproducimos algunos fragmentos de la entrevista a Rocambole:

Hablemos de cuando llega “Gulp” en el 85. Es un disco que tiene distintos colores, ¿no? Vos llegás como artista ilustrando, ¿pero de qué manera?

En los primeros discos de Los Redondos nos teníamos que atener a las condiciones de producción, que eran absolutamente precarias y artesanales. Estos discos no se encargaron a una imprenta, sino que los tuvimos que hacer nosotros a mano. La posibilidad de impresión era artesanal, mediante un sistema que se llama serigrafía. Era todo a mano. Hacer las tapas no era como hoy que te sentás en la computadora y armás un sistema que va a la imprenta y va a ser realizado. Antes había que literalmente hacerlo: comprar el papel, cortar un trinchete y luego imprimirlo. Esas condiciones hacían que los colores que se usaran fueran limitados, porque la serigrafía no da para hacer una imagen con miles de colores o con muchos esfumados, ya que en la medida que se aumentan los colores, se aumentan las pasadas de tinta. Muy poco color, formas contundentes y bastante marcadas. No daba para “finuras”. Entonces la estética estaba vinculada a eso. Como al grupo no lo conocía nadie, había que poner a la vista el nombre del grupo. La tipografía la hice a mano: agarré una plasticola y escribí hasta que vi una que me salió más o menos bien. Ahí hice el molde. La estampé dos veces y le hice una sombrita con pintura fluorescente porque la idea era que si la tapa estaba en la batea de alguna disquería, por la noche brillara y se destacara entre las otras tapas de disco. 

¿Cuántas copias hicieron?

7 mil fueron, 7 mil discos impresos que demandaron más o menos 4 días sin dormir.

¿Entre cuánta gente más o menos?

Entre dos personas…

¿Y qué pasó cuando soltaron ese disco y ya tuvo curso propio?

Con Gulp todavía no pasaba gran cosa, la cosa pasó con Oktubre. Habíamos ido con un grupo de personas a ver un espectáculo en el Luna Park. Era un coro que había venido a cantar. Se trataba del coro del ejército ruso, el coro del ejército rojo. Vimos que había tipos que cantaban con una voz muy grave. Era fantástico. Nos sentimos impresionados. Después fuimos a un bar a tomar un café y dijimos: “hay que hacer algo con las revoluciones”. Así que la idea fue hacer un homenaje a todas las revoluciones en la historia de la humanidad. Era una idea bastante ambiciosa, pero se me ocurrió enfrascar la imagen en ideas anarquistas y sovieticoides. Empecé a tratar de ver afiches de la guerra civil española y sobre todo las películas que me llenaron de imágenes y a las cuales, debo decir, he saqueado. El disco sólo tiene dos colores: rojo y negro, porque el blanco era el color del papel. Se me ocurrió hacer una tipografía que recordaba al alfabeto ruso (llamado cirílico), que tiene algunas letras que parecen puestas al revés. Y así se me ocurrió dar vuelta una letra y poner todo entre banderas y multitudes, que no pueden faltar en una idea revolucionaria. 

Rocambole

Increíble. Me gustaría que hablemos un poco del puño que todos conocemos. Tengo entendido que lo hiciste en 10 minutos. ¿Esto es así?

Resulta que yo ya estaba trabajando en ideas de un esclavo, porque me había impresionado una imagen de un esclavo en las plantaciones de tabaco en Estados Unidos. Era un esclavo negro que estaba lleno de cadenas y tenía una expresión fantástica. Hice varios bocetos. Un día me llamaron por teléfono y me dijeron que necesitaban un aviso para el diario Clarín, que tenía en ese momento el suplemento Sí, en donde salían todas las publicidades de los conciertos de rock. Me dijeron que lo necesitaban para las 6 de la tarde. Miré el reloj y serían las 4 en ese momento. Yo no estaba en mi taller ni tenía mis herramientas. Así compré en un kiosko un block de cartulina negra, un corrector blanco al estilo liquid paper, y algunos marcadores negros, y como ya venía trabajando en ideas de esclavos, no me resultó difícil dibujar una mano con cadenas. Las letras fueron recortadas de otros avisos del diario. Llegué a las 6 de la tarde y se publicó. Todo fue tranquilo hasta que en un momento la imagen empezó a aparecer en recitales.

Y fue un momento en el que los Redondos comenzaban a convocar también cada vez más gente.

Sí. Lo que más me impresionó son los tatuajes. En el 94 me encontré con un fanático que tenía un tatuaje en la espalda con este diseño. Nos sacamos una foto y le dije que yo no me podía hacer cargo de eso (risas).

Pasadas las 8 de la noche, Lupita procede a dar el cierre formal a su entrevista, habilitando un micrófono comunitario que irá dando vueltas entre el público para quienes quieran intervenir o preguntarle algo al invitado de la noche. El público está animado, pero el frío nocturno está ganando terreno. Rocambole se despide y anuncia que estamos todes invitades a pasar por el stand que comercializa sus libros y diseños. 

Nos quedamos con ganas de más, pero el Museo y los protagonistas ya están dando por finalizada una jornada a puro rock. Por lo menos hasta conocer al siguiente protagonista invitado, evento que tendrá lugar -seguramente- el próximo fin de semana.

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