Si el Encuentro abarca muchas culturas y muchas identidades -y ahora las nombra-, el torbellino multitudinario de temas que se tocan durante esos tres días deja en claro que la perspectiva feminista debe atravesar todos los ámbitos de la vida. En La Plata, entre los 87 talleres oficiales y conversatorios, hubo espacios para repensar las cuerpas, las sexualidades, los deseos y también momentos para hablar de trabajo, poder, política y formas de organización.
El taller de “Mujeres cooperativistas, mutualistas y mujeres en organizaciones de la economía social y solidaria” tuvo lugar en la Facultad de Psicología de la UNLP con tres comisiones y más de 300 asistentes. Allí se discutieron las problemáticas, necesidades y demandas del sector.
Las experiencias vinieron de diversas provincias y rubros. Algunas plantearon la discriminación que reciben por ser mujeres, como es el caso de las trabajadoras de la construcción. Otras pidieron el apoyo y la referencia de las cooperativas con mayor trayectoria. “Todos los relatos mostraban fuertemente los efectos de la crisis, y también las oportunidades que representaba el asociativismo y la organización cooperativa/autogestiva”, explicó a El Grito del Sur Alejandra Ruberti, de la organización autogestiva La Base. Todas las encuentreras coincidieron en que es imprescindible que el Estado reconozca la labor de la economía popular para terminar de legitimar el espacio que construyeron en el mercado laboral, sin ayuda de nadie y a los codazos.
“En el campo de la economía social, solidaria y popular estamos hablando de transformación de la sociedad en el marco de fomentar otra forma de producción, consumo,distribución y acumulación que tensa con el sistema capitalista vigente. Vemos que el mayor desafío es cambiar la subjetividad de las personas”, manifestó Valeria Mutuberria Lazarini, que forma parte de IUCOOP y del Centro Cultural de la Cooperación.
La economía social, solidaria y popular no sólo da sustento económico a miles de personas, sino que muchas veces son estas mismas trabajadoras (con la a en la que terminan todos los trabajos de cuidado) las que se encargan de sostener los comedores en los barrios. “La economía social, solidaria y popular atiende la emergencia. En momentos de crisis es la que resuelve las cuestiones de cuidados, genera trabajo y recursos, pero no somos la rueda de auxilio del capitalismo. Somos otra manera de construir y elegimos el cooperativismo como forma de vida. Por eso queremos pasar de la emergencia a las estrategias”, continuó Lazarini.
Las encuentreras hablaron del impacto de la crisis en sus economías, que en algunas regiones generó que se regrese a otro tipo de intercambios: por ejemplo, el trueque. Además enfatizaron en la necesidad de la construcción de un gremio que las articule entre sí para tener lugar formal en el mundo del trabajo.
Con presencia de organizaciones sociales y políticas -muchas de las que gestionan espacios de la economía popular-, el debate giró en torno a dos aristas fundamentales: por un lado, hacia afuera con la necesidad de que el Estado apoye este tipo de proyectos con políticas públicas y por el otro, hacia adentro con el funcionamiento de los espacios de trabajo cooperativos.
Sobre lo primero, se planteó la necesidad de implementar facilidades económicas, capacitaciones y sancionar leyes que apoyen los productos de la economía social y solidaria para disputarle el mercado a las multinacionales.
Para eso resulta fundamental que se faciliten los trámites necesarios para consolidarse como cooperativas y se federalice el INAES. Además, aunque no hay unanimidad, muchas consideraron que era necesario salir del Ministerio de Desarrollo Social y formar parte del Ministerio de Trabajo, con todos los derechos que eso implica. “No son limosna sino derechos con los que no contamos”, expresaron en las conclusiones del taller.
El segundo eje permitió revisar el rol y la responsabilidad que ocupan mujeres y disidencias al interior de las organizaciones. Las cooperativistas plantearon como fundamental cuestionar las jerarquías y pasar de estar únicamente abocadas a las tareas de cuidado y producción a poder tomar espacios de decisión. En la economía popular -como en la mayoría de los sectores- las mujeres y disidencias terminan ocupando los puestos más bajos, como si la cúspide estrecha del triángulo filtrara no por desempeño sino por género.
Esto no sucede solamente por la discriminación explícita y los tratos machistas, sino porque muchas veces las reuniones donde se dirimen responsabilidades y se construyen políticas no están en horarios o espacios donde puedan ir personas que están a cargo de las tareas domésticas y de cuidado. Si la doble jornada que implica la distribución desigual de tareas es invisibilizada, el trabajo de contención que muchas veces desempeñan las feminidades en los ámbitos de laborales tampoco es tomado en cuenta. La dificultad para llegar a cargos de poder supone que las mujeres y disidencias no tengan acceso a los recursos de las cooperativas, lo que limita su posibilidad de acción.
“Es necesario resignificar el rol de la mujer hacia adentro de las organizaciones”, plantearon durante el debate e insistieron en la lucha que vienen dando por acceder a lugares de autoridad.
Además focalizaron la necesidad de un financiamiento para cooperativas en clave de géneros que contemplen formas monetarias y no monetarias de devolución, tasas de interés subsidiadas, que no pongan topes al monto de los créditos, que tenga acompañamiento y asistencia técnica; y que llegue a todo el país. Finalmente propusieron que exista un cupo para mujeres en cooperativas de oficios no convencionales.
“Las mujeres cooperativistas estamos armando un entramado, unas redes y una estrategia de integración muy interesante que se van haciendo más fuerte. Para que las compañeras lleguemos a los órganos de conducción y a ocupar los puestos que nos corresponden a nivel institucional y político también es importante fortalecerlas, acompañarlas, abrazarlas y abrazarnos porque es la que va a llevar nuestros problemas y demandas”, agrega Valeria.
Las cooperativistas son intransigentes: hay que desterrar el patriarcado de las lógicas de construcción colectiva. Para esto resulta fundamental hacer alianzas y tejer redes, agruparse para desarmar las viejas estructuras anquilosadas. Ellas lo saben y lo sostienen seguras: el cooperativismo será al capitalismo lo que el feminismo es al patriarcado, una puesta en jaque.