“Nosotros tenemos una discusión sobre cuál es el día de nuestro cumpleaños. ¿Es el día que cerró la fábrica o es el día que entramos? Algunos compañeros dicen: “¡Es el 11! Porque el 11 cerró”; y otros dicen: “¡Es el 12! Porque ese día entramos”. Todavía la discusión sigue ahí”, cuenta a El Grito del Sur Eduardo Ayala, delegado de Madygraf desde el año 2001 y militante del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). “Creo que es un buen motivo para agarrar y festejar los dos días, ¿no?”, agrega Germán Gassibe, trabajador de Madygraf por más de una década.
Ubicada en Garín (Partido de Escobar), Madygraf es una fábrica recuperada por sus obreros tras la quiebra decretada por la empresa un lunes 11 de agosto de 2014. Cuando un guardia de seguridad pasó un papel por debajo del portón informando a los trabajadores la decisión empresarial, se reunieron en asamblea y decidieron entrar al establecimiento y poner a funcionar las máquinas. Al día de hoy, Madygraf conforma una Cooperativa Gráfica completamente dirigida por sus propios trabajadores y trabajadoras. “Fue una quiebra fraudulenta. La empresa no tenía deudas, sino que estaba más bien hecha para que nosotros salgamos en desbandada a buscar nuestro destino y ellos volver a abrir con otras condiciones. Pero decidimos que íbamos a defender nuestros puestos de trabajo dentro de la fábrica. El 12 de agosto, a las 8 de la mañana, decidimos entrar y ponernos a producir”, comenta Ayala.
Antes de ser dirigida por sus empleados, la empresa pasó por varias firmas. En un primer momento perteneció a Editorial Atlántida, una empresa editorial argentina. Luego fue vendida a una empresa chilena para posteriormente ser adquirida por su última patronal: R.R. Donnelley, la multinacional estadounidense. En cada uno de los traspasos, explica Ayala, “la nueva firma aprovechaba para despedir y levantar nuevas normas de convivencia y tratar de avanzar en contra de los derechos de los trabajadores”. Estos arrebatos implicaron conflictos, resistencias y una organización más incipiente por parte de los obreros, quienes se negaban a perder sus empleos y sus derechos. “Se propuso desde el principio recuperar la confianza de los trabajadores y su propia fuerza a través de una organización democrática y de una asamblea. Además, empezamos a tener relaciones con otras organizaciones obreras, con los estudiantes y con la comunidad para fortalecer nuestra propia organización. Eso nos permitió empezar a recuperar conquistas. Cuando fue el cierre, en vez de ir cada uno a buscar su destino de forma individual, esa organización nos permitió tener la fuerza y la confianza de decir: nosotros podemos tener una salida colectiva y defender los puestos de trabajo”, continúa el militante del PTS.
El cierre de la fábrica era un hecho impensado para sus trabajadores hasta los meses previos al acontecimiento, cuando la empresa empezó a operar diversas maniobras para que Madygraf entre en quiebra y a prometerle la vuelta a aquellos empleados que habían sido despedidos. Ya el año anterior, la patronal había presentado un preventivo de crisis para lograr el apoyo del Ministerio de Trabajo y «poder hacer despidos masivos encubiertos». «Nosotros seguíamos los números de la multinacional. Sabíamos cuánto producíamos, los gastos que teníamos, cuál era su balance. Así que hicimos una carpeta, fuimos al Ministerio y le demostramos que no había crisis. Ahí empezaron las maniobras de vaciamiento”, recuerda Eduardo. En esa instancia, las y los trabajadores tomaron cartas en el asunto. “Armamos unas cuadrillas y veníamos todos los fines de semana a recorrer la fábrica en doble turno. De hecho, así descubrimos que nos estaban pinchando la luz un domingo anterior a que nos cierren. También esto era parte de la organización que teníamos”, asegura por su parte Germán Gassibe.
El lunes 11 de agosto a las 6 de la mañana, los obreros se encontraban concentrados en la entrada de la fábrica. Las puertas estaban cerradas, las ventanas enrejadas y había seguridad adentro. 26 horas después, sin los gerentes en el país y luego de que el Ministerio de Trabajo decretara la conciliación obligatoria, los empleados ya estaban adentro y trabajando, inaugurando el periodo de gestión obrera en Madygraf. “Llegamos a acuerdos con los clientes para entregarles el trabajo pendiente y eso nos permitió empezar a trabajar. Pero el juez retenía todos los pagos de los trabajos porque las cuentas estaban intervenidas. Estuvimos seis meses peleando con el juzgado para que libere esos pagos y así poder cobrar nuestro sueldo. Todos esos meses vivimos de la solidaridad de las organizaciones que nos dieron apoyo siempre. Los vecinos y las redes solidarias siempre estuvieron presentes”, recalca Eduardo.
Desde ese día, cada trabajador de la gráfica participa activamente de su gestión y todxs pueden discutir, opinar e intercambiar ideas de forma democrática y horizontal. “Las empresas te tratan como si vos fueses solamente para apretar un botón o exigirles normas, totalmente con intenciones de llenarse los bolsillos, y los laburantes pareciera que siempre peleamos desde atrás. La gestión obrera tiene mucho de esto de que también es una necesidad planificar la producción, nuestro salario, pensar de qué manera podemos garantizar ese tiempo de remuneración a fin de mes”, explica Matías Hug, otro de los trabajadores que presenció en carne propia más de 20 años del desarrollo de la fábrica. De esta forma, con los empleados al mando, se decidió que la fábrica debía tener una orientación más social que la que tenía durante la dirección de la patronal. “Una de las primeras cosas que hicimos cuando entramos fue producir cuadernos escolares para repartir en todas las escuelas del distrito, que después terminamos repartiendo en otras provincias y en otros municipios. Antes, cuando trabajábamos para la patronal, hacíamos revistas de chimentos. Sin embargo, hoy hacemos manuales escolares, materiales de estudio, cuadernos. Un servicio social que pueda llegar a las familias de bajos recursos para que todos puedan acceder a eso”, agrega el delegado.
Luego de 10 años, Madygraf se mantiene de pie a pesar de las complicaciones que surgen dentro del rubro gráfico debido a la digitalización cada vez más preponderante de los contenidos que una vez le pertenecieron. Sin embargo, esto para los trabajadores organizados les permitió reinventarse como empresa. “El mercado cae cada vez más y eso nos obligó a pensar en una reconversión productiva. Así fue cómo nos metimos en el rubro de bolsas de papel, un producto que no solo puede crecer en el mercado y dar trabajo, sino que es amigable con el medio ambiente. Hace varios años que las estamos produciendo”, cuenta Eduardo. Para ellos, reinventarse es algo muy bueno. “Refleja muy bien qué pasa cuando los patronales se van y los trabajadores podemos tomar en nuestras manos tanto la producción como la parte económica y de qué manera pensar hacia el futuro”, sentencia Matías.
Durante la pandemia también se vieron obligados a adaptar su producción a los requerimientos del momento y destinaron una parte de la planta a la producción de sanitizantes y barbijos, una cantidad para vender y la otra para donar a las salas de primeros auxilios de los barrios. Explica Ayala: “Fue la forma en que encontramos un pequeño mercado para seguir trabajando y a la vez ayudar a los sectores más necesitados”.
Al día de hoy, las y los obreros de Madygraf continúan pidiendo y luchando por la expropiación definitiva de la fábrica. Sin la expropiación, la propiedad no puede quedar a nombre de los trabajadores e implica que continúen funcionando en condiciones de precariedad legal. “Con un gobierno como hoy, estamos más cerca de que tengan ganas de echarnos de acá que de ayudarnos. Estos momentos los estamos viviendo con mucha dureza. A nosotros nos afecta con mayor peso porque somos una empresa recuperada y tenemos muchas menos herramientas que una empresa privada, mucha menos ayuda del Estado. Estamos en condiciones desiguales, esta crisis nos golpea y tenemos poco trabajo”, expresa Eduardo. Ellos, a pesar de todo, confían mucho en la fuerza que tienen para conquistar este pedido y consideran que la salida es colectiva. “A esta discusión de ‘salvate vos solo, vos y tu propio esfuerzo’, nosotros le contraponemos que la salida es entre todos unidos, así vamos a lograr superar los problemas. Pero también decimos que esa salida colectiva no elimina la individualidad porque cada individuo se hace sujeto y aporta un montón. La salida colectiva permite la posibilidad del desarrollo individual”, finaliza el militante.