Mañana será otro día (mejor) con Lula

🇧🇷 La mitad de Brasil que apoyó a Lula vivió un domingo único de fervor y alegría. Una mirada desde São Paulo sobre los interminables festejos que se vivieron tras el infartante triunfo del flamante presidente, que ratificó su mote de leyenda viviente.

¿Se puede vivir con cautela y entusiasmo a la vez? En Brasil sin dudas que sí, o al menos dentro de esa gigantesca urbe que es São Paulo. Durante las primeras horas de la tarde del domingo una parte importante de la población ya había emitido el sufragio. En los recintos de votación no hubo veda tal como la conocemos en Argentina: los bolsonaristas vestían camisetas de Brasil y la insignia de su ídolo (futbolero y partidario) Neymar, mientras que los petistas usaban gorras de color rojo, remeras y stickers con el rostro de Lula. Reinaba la cautela porque del bando lulista jamás se creyó que el triunfo electoral estaba asegurado de antemano -a pesar de la importante diferencia lograda en la primera vuelta- y también el entusiasmo porque en las calles se vivió un fin de semana de puro fervor, marcado por la intensidad de las dos posiciones políticas mayoritarias del país.

Al igual que en el conteo de casi un mes atrás, el ex obrero metalúrgico arrancó unos ocho puntos por debajo. Esta vez, avisados previamente de la modalidad de carga de votos, no fue motivo de alarma para sus seguidores y la diferencia comenzó a revertirse rápidamente. Cuando el reloj marcó las 18:47, Lula pasó al frente. En São Paulo ya era plena noche, pero el calor casi no daba respiro. Los gritos y bocinazos arrancaron desde el Hotel Intercontinental, donde se alojaba Lula y desde donde una numerosa delegación internacional aguardó los resultados finales, y tuvieron rápido eco en la Avenida Paulista, epicentro de la militancia del PT que copó la zona. Algo así como la 9 de Julio versión brasileña.

Entre las 19 y las 20 hs se confirmó la tendencia ascendente de Lula y la victoria ya era un hecho. Lula presidente. La diferencia de votos fue menor a la esperada a priori, pero este detalle ya no tenía importancia. «Amanhã vai ser outro dia com Lula», decía un pequeño cartel colocado a un costado y muy poco visible, pero quizás uno de los más representativos de la concentración porque efectivamente éste será un lunes muy diferente para los brasileños y las brasileñas. 

Fotos: AFP

Lo que siguió se resume en fiesta y alegría. Birra para todes, el ya mítico «Ole ole ola, Lula Lula» y bailecitos de todo tipo. Las banderas verdes y rojas fueron el principal amuleto y nadie pero nadie quise desprenderse de ellas. Un dato no menor es que entre les miles de asistentes una gran mayoría son jóvenes (sub-40), con un interesante aporte de veinteañeros. También destaca la transversalidad del frente que apoya al flamante presidente: desde las clases medias urbanas «progres» y sectores populares organizados sindicalmente hasta el movimiento LGBTIQ+. 

Los gritos de euforia son por Lula y cada fuego artificial lanzado al aire refuerza esta invocación. Su nombre se repite hasta el hartazgo, es la leyenda viva que vuelve al primer plano de la política brasileña. Lugar que le impidieron ocupar cuatro años atrás producto de la proscripción política y el injusto encarcelamiento. Esa sensación de que los grandes líderes populares son invencibles marca el pulso: si EL se presentaba, no podía perder. «Es un triunfo de la democracia y contra el fascismo», dijo a este medio un hombre que promediaba los 40 y no podía disimular su verborragia.

Los festejos se extendieron hasta altas horas de la noche para celebrar que Lula ganó frente a la peor opción posible. Sí, frente al cuco de Bolsonaro que fue respaldado por casi la mitad de Brasil. En el camino de este cronista hacia el aeropuerto para retornar a casa, el remisero del Uber confiesa haber votado por el impredecible Jair y define la actual situación económica como «más que positiva». Dos visiones antagónicas y una polarización extrema persistirán hacia delante. En el país que dio vuelo profesional a las fake news, gobernar para Lula no será sencillo y su muñeca política será fundamental para sacar a Brasil adelante.

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