Tardó en llegar, pero finalmente la CGT tiene nueva conducción. El proceso no fue fácil y hasta el mismo día del Congreso no había lista definida, aunque tras horas de rosca se logró la unidad. Mientras el arco de Moyano tensionaba por ocupar más lugares en las secretarías a repartir, los gordos y los independientes se fueron abroquelando en el ala de Luis Barrionuevo para cerrar una conducción más conservadora. El Consejo Directivo fue ampliado a 35 secretarías para dejar contentos a todos, aunque siempre existen actores que salen heridos. A continuación, intentaremos desenmarañar quiénes ganaron y quiénes perdieron en este nuevo armado y qué futuro deparará el inicio del tercer triunvirato cegetista en el siglo XXI, con el antecedente de dos experiencias previas que no terminaron enteras su mandato.
Meses atrás, la única certeza sobre la nueva CGT era que Pablo Moyano y Héctor Daer iban a ser parte de la nueva secretaría general. Pero llegó el jueves 11 de noviembre y no existía todavía una lista confirmada y por algunas horas inclusive esa única certeza estuvo en duda. El debate se dio por diferentes cuestiones: primero por la conformación del Secretariado, en donde el tercero en discordia del triunvirato todavía no estaba definido y la ampliación a un cuarto lugar no generó consenso. Por otra parte, la repartición de las secretarías y la acumulación de fuerzas de cada sector se tensionó hasta último minuto: mientras el moyanismo intentaba avanzar en lugares, desde el otro bloque de poder se buscaba achicarlo a la mínima expresión.
Al parecer todo se complicó en la noche previa al congreso, en donde los gordos, los independientes y el barrionuevismo dieron la negativa de sumar un cuarto secretario general para que se incluyera de esta manera a los industriales, en la figura de Antonio Caló. Así, este nuevo secretariado general se posiciona como un refrito del esquema ideado en el año 2016, donde los gordos e independientes tienen a Daer como representante y “mediador” mientras en la posición más conservadora se para nuevamente Carlos Acuña, hombre de Luis Barrionuevo, un abierto representante de los trabajadores pro-patronal. A la “izquierda” de ellos aparece el sector de los Moyano, que en 2016 fue ocupado por Juan Carlos Schmid (hoy alejado de ese arco sindical) y esta vez se encarna en Pablo, hijo de Hugo Moyano. En una disputa por la orientación del peronismo y la CGT, el nuevo triunvirato asegura un poder de veto en donde dos tercios de la cúpula (Daer y Acuña) pueden poner límites a las políticas más confrontativas del moyanismo.
Una vez concretado este esquema, el debate pasó a ser por el resto de las secretarías a repartirse al interior del Consejo Directivo. Allí se buscaba contener a todos los actores de la central, sin perder a ninguno ni debilitar a las fuerzas más grandes. Según algunos de los protagonistas, el problema fue que en la negociación se englobó a “los kirchneristas” como un todo homogéneo, dando lugar a una lectura en la que todos los espacios del sector de Moyano, de los industriales de Caló y de la Corriente Federal de Trabajadores de Sergio Palazzo formaban parte de un mismo sector de negociación enfrentado a las otras dos corrientes: los gordos e independientes y el barrionuevismo.
Ante este escenario, Pablo Moyano “pikó” el congreso y estiró la orden de presentarse a los suyos a último momento, luego promovió que se acrediten solo los congresales pero no los secretarios generales y, por ultimo, sorprendió no acudiendo a Parque Norte, acusando un cuadro febril y convirtiéndose en el único secretario general en la historia en asumir estando ausente. El objetivo de la familia camionera era tener diez secretarías, mientras del otro lado le ofrecían solo cinco. Si el congreso se partía, no hubiera tenido solamente repercusión nacional sino que podría haber generado un fuerte impacto de cara a las elecciones del próximo domingo. Finalmente, entre tejes y manejes, la repartición dejó a los Moyano una cosecha de ocho secretarías propias y un bloque potencial total de 13 cargos con los espacios aliados. En términos generales quedaron conformes, aunque no pudieron hacer pie en dos secretarías que apetecían especialmente: Interior y Juventud. Esta última finalmente quedó en manos del hijo de Maturano, Sebastián Maturano, de la Fraternidad (quien sin ser secretario general de su gremio, pudo acceder a la secretaría). Por otro lado, el secretario general de los Empleados del Vidrio, Cristian Jerónimo, y su gremio lograron quedarse con la secretaría de Salud Laboral.
La secretaría de Interior fue la otra llave que destrabó la jornada del jueves y terminó en manos de Antonio Caló, quien quedó por fuera del triunvirato. Esta secretaría se encuentra en el quinto puesto y, aunque es un área estratégica por la relación que genera con la diferentes regionales de la CGT en todo el país, es un espacio de menor jerarquía y muy lejana a la pretensión del metalúrgico y de los sindicatos industriales. Aun así, volver a tener este espacio para la UOM (con un precedente cercano en 2016, cuando fue ejercida por Francisco “el Barba” Gutiérrez) pareciera ser de vital importancia y terminó de acomodar a este espacio para que la jornada electoral siguiera adelante.
Un espacio que ganó poder, aunque sigue estando disminuido, es el de la Corriente Federal de Trabajadores. Este sector logró dos secretarías, una por el lado de SATSAID (Horacio Arreceygor) y otra por la Bancaria (Palazzo), gremio que en el 2016 no ocupó ningún cargo. Además, consiguió varias vocalías (Docentes Privados, el Personal Superior de la Energía y Farmacia) y consiguió que Walter Correa, del sindicato de Curtidores y diputado nacional por el Frente de Todos (FdT), dirija la Comisión Arbitral, lugar donde se definen las disputas intersindicales. Aun así, sigue siendo un espacio que cuenta con mayor exposición por fuera de la CGT, a partir de una importante representación parlamentaria pero que en la Central no logra hacer valer su peso.
Del otro lado del tablero, por debajo del triunvirato en orden de importancia, continuará el estatal Andrés Rodríguez como adjunto; Mario «Paco» Manrique tendrá la secretaría gremial para el moyanismo, y Gerardo Martínez seguirá en Internacionales. En conclusión: el nuevo Consejo Directivo expresa un equilibrio entre los sectores internos, pero con una preferencia para los grupos más conservadores.
La nueva conducción terminó siendo una victoria política para los “gordos” y los “independientes” y además significo el resurgimiento del líder gastronómico Luis Barrionuevo, quien hasta hace unos meses estaba muy golpeado. Abiertamente partidario del gobierno de Cambiemos, el expresidente de Chacarita fue perdiendo poder ante el alejamiento de gremios cercanos como el de Taxistas y la UATRE de los peones rurales. Pero este último entró en crisis luego de que su congreso interno no pudiera renovar autoridades y la resolución del problema se encuentra cada vez más cercana a una intervención, con lo que el apoyo que José Voytenco le había dado al sector de Pablo Moyano pasó a deslegitimarse. A esto hay que sumarle que Barrionuevo es abiertamente opositor al Frente de Todos y los resultados de las PASO envalentonaron a un sector de la CGT que mira con desconfianza al kirchnerismo y tenía miedo de quedarse debilitado en un armado donde se priorizara la afinidad con el actual gobierno. A la postre, el líder gastronómico logró rearmarse al calor de la agitación de una campaña de miedo ante «una CGT K”.
Esto no quita que la nueva CGT haya nacido con la premisa de respaldar al gobierno de Alberto Fernández de cara a las elecciones y en la gestión de gobierno. Pero, al mismo tiempo, expresa una composición que la deja lejos de ser un mero “apéndice” de esta administración. La idea que terminó teniendo más fuerza es la clásica: apoyarse en el oficialismo, pero no casarse con un proyecto político. Por el otro lado, también hay límites: un consenso que pareciera absoluto (o en principio muy mayoritario) en que la central obrera oficie de valla de contención contra los proyectos de flexibilización laboral anunciados por la oposición política.
Todos estos condimentos no dejan de opacar la importancia de que Pablo Moyano sea parte de la conducción, que tenga varias secretarías en el Consejo y que actores como la Corriente Federal se sumen al armado. Por otra parte, Daer se mostró en el último tiempo como el delfín de Alberto Fernández, lo que lo posiciona como mediador oficialista y alejado de las políticas neoliberales que fomenta la oposición.
Estos debates no son menores y se expresaron con fuerza en el documento final del congreso de la CGT, lo que marca un límite en términos programáticos y que deberá manifestarse en las calles y en las acciones a realizar. El mundo del trabajo está cambiando hace rato y la CGT cada vez representa a menos trabajadores frente al avance rutilante de la “informalidad” laboral y la desocupación. El peso de la elección sindical demuestra que el sindicalismo en Argentina sigue siendo un espacio de referencia política y económica y no es posible avanzar en reformas sobre el mundo de trabajo sin su apoyo. La foto final pareciera demostrar que todos los actores entienden la necesidad de una central fuerte para enfrentar los tiempos que se vienen. La pandemia aceleró la inclusión de tecnología en todos los ámbitos; los Rappi, los Uber, el teletrabajo y la economía de plataformas amenaza con destruir las viejas relaciones de dependencia; el debate por el rol del Estado y las instituciones para afrontar esos procesos son parte de una agenda inmediata. Allí la CGT será fundamental para los tiempos venideros, gane o no el Frente de Todos en 2023. Aunque la correlación de fuerzas no es la que algunos querían, condensa una foto de la realidad del sindicalismo y el movimiento obrero. Sin embargo, vale recordar que en la historia reciente de la CGT nunca un triunvirato llegó a su fin. En 2016, el exiliado fue el alfil de Moyano y la conducción quedó aislada y con poca participación en las luchas populares.