¿Se va a acabar?

Hoy se cumplen diez años del asesinato del joven militante Mariano Ferreyra a manos de una patota de la Unión Ferroviaria. Diferentes miradas desde la izquierda y el peronismo opinaron sobre la evolución de las prácticas sindicales que impactan directamente sobre la calidad de vida de trabajadores y trabajadoras.

En diciembre de 2018 falleció José Pedraza. El sindicalista de la Unión Ferroviaria (UF) fue símbolo de una época oscura producto de las privatizaciones de la década de 1990, pero recién fue condenado judicialmente en el año 2013 por su responsabilidad intelectual en el homicidio del joven militante del Partido Obrero, Mariano Ferreyra, ocurrido el 20 de octubre de 2010. El rol de Pedraza en este acontecimiento reabrió por entonces el debate sobre la burocracia sindical que se enriqueció a partir de su vínculo con los empresarios y diferentes gobiernos de turno. A pesar de que fueron sentados en el banquillo 17 acusados y que el otro referente de la UF, Juan Carlos «El Gallego» Fernández, también fue sentenciado a 15 años de prisión, el juzgamiento de las prácticas mafiosas en favor de la precarización laboral no parece haber alterado en demasía la supervivencia de la burocracia sindical en nuestro país. ¿Se va a acabar?

En diálogo con El Grito del Sur, el delegado ferroviario Rubén «Pollo» Sobrero explica que «pasaron diez años y casualmente hoy estamos discutiendo lo mismo que en aquel tiempo. Tras el asesinato de Mariano Ferreyra habíamos logrado eliminar todas las tercerizaciones, pero luego volvió en su auge esta práctica desleal hacia los laburantes. El Roca, por ejemplo, tiene más de 20 empresas tercerizadas. Es una locura porque se vuelven a repetir los negociados desde los empresariados y los gremios. Al día de hoy, la pelea que se dio no ha logrado conseguir el objetivo final que es la eliminación de las tercerizadas».

Precisamente, el balance de lucha no es del todo positivo porque los elementos centrales del modelo sindical que terminó con la vida de Mariano Ferreyra continúan vigentes en la actualidad: el monopolio de la representación en las negociaciones colectivas administrado por la personería gremial que otorga el Ministerio de Trabajo, el control centralizado de la obra social o mutual y sus fondos, y la participación en actividades económicas producidas por la reorganización en el mundo del trabajo post-dictadura mediante privatizaciones y tercerizaciones. A esto se suma, en el caso de la Unión Ferroviaria, el control exhaustivo de los ingresos a planta seguidos del requerimiento de afiliación y las estrategias de cooptación post-ingreso a los lugares de trabajo.

Burocracia sindical y condiciones laborales

Julián Morcillo, co-director junto a Alejandro Rath de la película «¿Quién mató a Mariano Ferreyra?», señala que «la presencia de burocracias sindicales acrecienta la posibilidad de llevar adelante políticas de ajuste sin que se dé lugar por esto a una rebelión popular». «La evolución de las modalidades de trabajo ha ido empeorando en todo el país. Todo eso nos perjudica muchísimo porque hay una involución de los derechos de los trabajadores en todo el movimiento obrero, lo cual se vincula con la relación directa entre la burocracia sindical y el gobierno», complementa el Pollo Sobrero.

El gobierno de Alberto Fernández mantiene en la actualidad un buen vínculo con la CGT, entre los que se cuentan los cotitulares Héctor Daer y Carlos Acuña, el adjunto Andrés Rodríguez y los integrantes del Consejo Directivo Gerardo Martínez y José Luis Lingeri. Es decir, todos nombres que también tejieron un respaldo a las principales medidas de la administración Macri. «El segmento de Cavalieri, Andrés Rodríguez, Héctor y Rodolfo Daer, sigue presente. Fijate que Héctor Daer es el secretario general de la Sanidad. ¿Lo viste en algún momento al lado de los enfermeros con esta pandemia? Yo soy un enemigo de ellos, dentro del propio moyanismo inclusive yo estoy a la izquierda», señala en diálogo con este medio Leonardo Fabre, secretario general de APOPS/ANSES.

Cambios y continuidades

«En los últimos diez años, la lucha de Mariano Ferreyra y la búsqueda de justicia puso un coto a ciertas prácticas de la burocracia sindical que tienen que ver básicamente con el crimen. De todas formas, este año hemos estado viendo casos en los que se vuelven a repetir las condiciones que dieron lugar al asesinato de Mariano: me refiero al uso de las patotas como reemplazo a la represión institucional. Se vio recientemente en una huelga dentro del puerto y en la lucha de los repartidores. La tarea es recuperar esas organizaciones para que los trabajadores no sigan retrocediendo en sus derechos», plantea Morcillo.

En tanto, el Pollo Sobrero cuenta que «la semana pasada, en el ramal que va hacia Pinamar, secuestraron a dos compañeros ferroviarios y los picanearon. A pesar de que lo hicimos público, el hecho no salió en ningún medio de comunicación».

Desde una óptica más ligada al peronismo tradicional, Fabre disiente con el término «burocracia sindical» y asegura que «en los gremios existen los métodos democráticos pero con un fuerte componente vertical. Es decir, se puede debatir en las comisiones directivas pero el conductor tiene la palabra final. Mientras el conductor tenga eficiencia, va a seguir siendo votado por los trabajadores y sino será reemplazado». Y, finalmente, sentencia respecto a la evolución de las prácticas sindicales en los últimos diez años: «Yo creo que hubo algunos cambios, no sólo por la presencia de un gremialismo combativo que ha roto la CGT tradicional siempre pro-gobierno y también por la revolución de las mujeres que cada vez avanzan más sobre las comisiones directivas».

 

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