El hospital, el albergue, las torres y el parque que no es

🤯 De “el último sueño de Eva Perón” a “la demolición más esperada de la Argentina”, la historia del Albergue Warnes y el proyecto de hospital pediátrico más importante de Latinoamérica.

Entre las calles Chorroarín, Warnes y Constituyentes, en el barrio de La Paternal, se encuentra un predio de 19 hectáreas que pudo albergar al Hospital Pediátrico más importante de Latinoamérica; que fue testigo de una demolición monumental y cinematográfica con 400kg de dinamita y que hoy se debate entre un parque público o un megaproyecto inmobiliario que cambiaría toda la fisionomía de la zona.

Hacia 1950, el proyecto peronista de un hospital pediátrico modelo cobraba fuerza con el ministro de salud Ramón Carrillo y la Fundación Eva Perón a la cabeza. El edificio comenzó a construirse en un terreno expropiado perteneciente desde la época de Rivadavia a la familia Etchevarne, de origen vasco francés. En ese lugar, lindero al ferrocarril Urquiza, los Etchevarne hicieron funcionar una fábrica de montaje de aviones, pero para mitad del siglo XX ya contaba con una deuda fiscal y un estado de abandono difícil de remontar.

A pesar de la muerte de Eva en 1952 y de la renuncia de Carrillo en 1954, la obra estatal estaba cerca de finalizar. El proyecto consistía en cuatro torres de nueve pisos cada una, amplios salones y una aparatología de último modelo, pero la autodenominada “Revolución Libertadora” de 1955 que derrocó al gobierno peronista dejó el edificio abandonado y nunca terminó el proyecto del hospital, lo cual hizo que por los siguientes 35 años la colosal estructura funcionara como un predio habitacional de emergencia, aunque no fuera creado con ese fin y no contase con instalaciones eléctricas, ni de agua y desagüe, cloacas ni ascensores. El edificio era prácticamente inhabitable y aún así fue la mejor solución para muchas personas que estaban en la calle.

Para 1975, los Etchevarne exigieron la devolución de esas tierras y ganaron un juicio al Estado. A fines de los ochenta eran unas 600 familias, más de dos mil personas, las que habitaban el Albergue Warnes y debían ser trasladadas. El 7 de diciembre de 1990, por medio de la coordinación de la Comisión Municipal de la Vivienda y el Movimiento de Villas y Barrios Carenciados, se inició la mudanza. El lugar de destino fue el flamante barrio “Ramón Carrillo”, en Villa Soldati, levantado en 90 días especialmente para alojar a la gente del Warnes.

Cómo vivían los habitantes del Albergue, la organización comunitaria que los llevó a la mudanza y el momento del traslado, todo quedó documentado en las dos películas de Darío Arcella, “Warnes aparte”, de 1990 y “Los relocalizados”, de 2017, en donde el director retoma la historia de los habitantes del predio de Paternal esta vez en su nueva ubicación, mostrando a su vez la persistencia de los problemas habitacionales. 

“Cinco canillas, ocho pisos, tres mil personas, qué le vamos a hacer”, indican en el primer documental. “La gente del Warnes era muy unida”, cuentan los relocalizados, que recuerdan el día de la mudanza “como cuando pasa alguna catástrofe, estaba el ejército, camiones, agua, viandas…”. El film de 2017 puede verse en Cine.ar. “Del medio de la basura a vivir en una casa, es tocar el cielo”, dicen los vecinos.

Albergue Warnes

Finalmente, el sábado 16 de marzo de 1991 tuvo lugar la demolición, ante unas 30 mil personas que se acercaron para ver cómo se hacía escombros uno de los proyectos más ambiciosos en materia de salud del peronismo. La televisión la presentaba como “la demolición más esperada de la Argentina” y reproducía el grito de “fuego libre”, el llamado para dinamitar las estructuras. Para la ocasión se contrató a un especialista francés, presidente de la Sociedad Europea de Dynamitage, Adrien Colonna. Fueron cuatro horas, tres etapas de derrumbes y 94.000 metros cuadrados que quedaron liberados de esa manera en el centro geográfico de la ciudad.

El Estado aún debía pagar a la familia Etchevarne una indemnización de 25 millones de dólares. En el año 1995, la empresa francesa Carrefour ofreció hacerse cargo de esa deuda a cambio de la titularidad del terreno. Se comprometía además a realizar una escuela, un parque y una obra vial. El plan contó con la aprobación de la rezonificación por parte de la Legislatura porteña en 1997.

«Puertas de Agronomía»

El megaproyecto de construcción en el barrio de La Paternal incluye la edificación de 11 torres de 16 pisos, con una altura máxima de 48,5 metros, la construcción de subsuelos y estacionamientos. 22.000 mts cuadrados destinados además a un polo gastronómico, en un predio que junto con el cementerio de Chacarita y el parque de Agronomía representa el segundo pulmón verde de la ciudad, luego de los Bosques de Palermo.

El desarrollo lo llevará adelante la constructora SADIA S.A. y el proyecto, que ya tiene nombre: “Puertas de Agronomía”, tal como figura en la página web de la empresa, se encuentra paralizado, solo por el momento. Las organizaciones vecinales vienen haciendo frente al levantamiento de torres desde el año 2006.

“La situación está empantanada. El reclamo de los vecinos de que se convierta al parque en un parque real no avanzó. Se necesita avanzar sobre las parcelas que hoy están cercadas para que se puedan integrar a un espacio verde que incluso debería abarcar a todo el terreno histórico del Albergue Warnes”, dijo Julian Asiner, integrante de la asamblea “No a la torres”, a El Grito del Sur.

“Lo que hicieron en su momento fue subdividirlo, dejando una parte para Easy y Carrefour que efectivamente siguen ahí y otra parte para este loteo de parcelas incrustadas dentro de un parque, con esa contradicción que es medio irresoluble porque en la medida en que se construya ahí eso va a afectar un montón al parque y a toda la bibliodiversidad de la zona y el corredor verde que se genera entre el Cementerio de Chacarita y Agronomía que es una zona de casas bajas con permiso para construir hasta tres pisos. Para estas parcelas en particular, la Legislatura había votado el permiso para que construyeran torres de más de cuarenta metros”, agregó Asiner.

En 2018, la Legislatura porteña —con mayoría automática— votó nuevamente un convenio urbanístico que incluye la posibilidad de fraccionar el predio para usos mixtos, como comercios, hoteles y oficinas. “Se va enrareciendo la situación en torno al parque, dificultando el acceso y sobre todo notamos la actitud de no escuchar el reclamo histórico de los vecinos que es que el Parque de la Isla sea un parque integrado a todo ese corredor verde y que se pueda aprovechar”, señaló el activista.

Hospital no y parque tampoco, serás torres o no serás nada, cada espacio público de la Ciudad parece tener sus días contados.

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