«Nadie fue en contra del cerebro intelectual del Plan Cóndor»

😮 La historia de Teresa Laborde, que nació en un patrullero mientras su madre era trasladada a un Centro de Detención Clandestina, se viralizó al ser contada por la película Argentina, 1985 de Santiago Mitre. Ahora se dedica a dar su testimonio en medios y escuelas y a luchar para hacer efectivas las condenas.

Teresa Laborde tiene una historia de película. Hija de Adriana Calvo y Miguel Laborde, ambos docentes en la Universidad de La Plata, sus padres fueron secuestrados el 4 de febrero de 1977 por la última dictadura militar argentina. En este contexto es que Teresa fue dada a luz un 15 de abril de ese año, en el patrullero donde su madre era trasladada de la Comisaría 5° de La Plata al Pozo de Banfield, donde recibiría diferentes torturas. Después de 83 días en cautiverio, la madre y la hija finalmente fueron liberadas, a lo que siguió Miguel, el 28 de abril de ese año. 

La pesadillesca historia, que le dejó secuelas físicas hasta el día de hoy -por el contexto del parto Teresa tiene problemas en la espalda, no escucha del oído izquierdo y tiene una leve torcedura en la sonrisa-, fue reflejada por Santiago Mitre en el taquillero film Argentina, 1985, que se convirtió en una de las tramas más exitosas del cine argentino. Removiendo las fibras sensibles del inconsciente colectivo, entre aplausos y nominaciones al Oscar, su historia se hizo “viral” en términos contemporáneos. 

Adriana también fue la primera sobreviviente en dar testimonio en el Juicio a las Juntas. “Yo iba acostada en el auto, con los ojos vendados y las manos atadas atrás. Ellos me insultaban y yo les decía que estaba por nacer mi criatura, que no podía aguantar más, que pararan, que no era mi primer hijo, que sabía que estaba por nacer y ellos no hacían nada, se reían, decían que era lo mismo, que total me iban a matar a mi y al chico”, atestiguó en ese momento. Sus palabras fueron claves para que la sociedad empatice con los sobrevivientes, limando la teoría de los dos demonios y logrando que la clase media cambie su visión.

Ella no quedó satisfecha con la sentencia del emblemático proceso y decidió dedicar su vida a seguir exigiendo justicia. A pesar de la seguidilla de amenazas y la desaparición de José Julio López, Adriana fue inclaudicable en su lucha hasta que falleció.

Teresa cuenta que desde muy chica la acompañaba a las marchas. En su casa siempre estuvo el compromiso con la causa de los DD.HH., pero fue recién después del estreno de la película cuando decidió contar su historia en primera persona. De joven viajó por Latinoamérica haciendo acrobacia en telas, estudió Historia del Arte y teatro en la EMAD. Se casó y tuvo hijos. Sin embargo, fue al ver su historia de vida en la pantalla grande que sintió la necesidad de responder al legado de Memoria, Verdad y Justicia. “Mi madre prometió que si salíamos vivas se iba a dedicar todos los días a exigir justicia, y a buscar a los hijos de esas mujeres”, explicó en una entrevista a Mu La Vaca.

Actualmente da charlas en colegios, universidades y espacios culturales. También presenta la obra “Hijas”, un ciclo de entrevistas a mujeres artistas que fueron atravesadas por el terrorismo de Estado. Esta vez, en la primera función con nuevo formato, se presentará el viernes en Riobamba 143, en una conversación conjunta con Analía Kalinec, hija de un genocida y fundadora del colectivo Historias Desobedientes.

De cara a un nuevo 24 de marzo, el primero con un gobierno abiertamente negacionista y una vicepresidenta que reivindica a los genocidas, El Grito del Sur habló con Teresa Laborde para conocer su historia, entender su trayectoria y pensar la coyuntura. 

Foto: Mu La Vaca

¿Cómo comienza tu militancia?

En verdad, desde niña acompañaba a mi mamá y a mi papá a las marchas por la Memoria, porque vivíamos en una familia muy militante. Si bien siempre hubo una postura política en pro de los Derechos Humanos, nunca se trató de formar parte de una organización partidaria, sino más bien de denunciar que los torturadores y los autores del Plan Cóndor estaban sueltos. La idea de dar testimonio, que fue algo que nunca hice estando mi mamá viva, surgió luego de la película Argentina, 1985. Desde el año pasado voy a escuelas y eventos contando lo que sucedió. Para mí el relato de la dictadura no puede desentenderse del presente, porque al día de hoy siguen accionando los mismos poderes, tanto políticos como económicos.

¿Cómo fue ver tu historia representada en la pantalla grande? ¿Quedaste conforme?

En realidad yo nunca fui al juicio, esa es una licencia que tomó el director. Además, la actriz que hace de mí es un poco más grande de lo que yo era en ese momento. Antes del estreno pudimos tener un encuentro con Santiago Mitre, donde nos explicó cómo había ficcionalizado la historia. Yo tenía miedo de que usaran mi historia para glorificar a los juzgados de un juicio que dio condenas paupérrimas luego de todo lo que había escuchado. Cuando fui al estreno de la peli me gustó que hubiera guiños entre los personajes de que no se había hecho justicia, por ejemplo cuando Strassera le dice a su hijo que les había ido mal aunque habían apresado a Videla. La película me vino a decir “te salvaste porque tenías algo que contar”, eso me dejó transitar mejor la culpa del sobreviviente.

Foto: Revista Anfibia

¿Cómo analizás el éxito del film?

Creo que su éxito se debe a que en el momento en que mi mamá dio testimonio su relato no salió en la tele ni en la radio, aunque en la película parece que sí. Este hecho demuestra que entonces no llegaba a todo el mundo lo que había pasado. La película puso sobre la mesa la necesidad de discutir qué pasó en ese juicio donde se escucharon testimonios terribles. El pueblo se vino a enterar de la falta de justicia 40 años después con una película de ficción. 

¿Crees en la capacidad del arte de sensibilizar a la gente? 

Por supuesto, por eso este gobierno ataca a la cultura como la ataca. Una película de ficción que llegó al Oscar puso sobre la mesa debates que el poder económico no quiere que se discutan. Al poder económico le conviene que no se sepa quiénes fueron los autores intelectuales de la dictadura, porque Ledesma sigue trabajando, el CEO de Mercedes Benz también. Lo que pasa es que ahora tienen otras estrategias. El recorte de la cultura no tiene que ver con la falta de recursos, se trata de algo ideológico.   

¿Cómo te preparás para un nuevo 24 de marzo en este contexto tan adverso?

Como todos los 24 de marzo, me preparo para marchar con el grupo de percusión del que formo parte, donde hacemos música del oeste de África. Me da pena que no se haya podido hacer una sola marcha, creo que la unión hace la fuerza. Para mi el 24 de marzo siempre va a ser conectar el horror del pasado con la impunidad del presente. Yo después del debate presidencial, cuando Milei reflotó la teoría de los dos demonios, lo quería demandar. No se puede decir abiertamente en un debate presidencial ese tipo de mentiras. Nos dijo guerrilleros a los niños nacidos en cautiverio. Necesitamos que haya unión para frenarlo. 

Foto: Mu La Vaca. Teresa Laborde y Analía Kalinec

¿Cómo entendés que en una sociedad con un legado tan fuerte en materia de Derechos Humanos haya ganado un partido que brega por la libertad de los genocidas?

La derecha en este país nunca se fue. En los 90 con el indulto tuvimos muchas amenazas, luego desapareció Julio López. La derecha siempre estuvo agazapada porque nadie fue en contra del cerebro intelectual del Plan Cóndor. La ley de obediencia debida dejó muchos torturadores que siguieron siendo parte de las fuerzas de seguridad, de la policía, incluso médicos que fueron cómplices de la dictadura y siguieron ejerciendo en clínicas privadas después de que le sacaron la placenta a golpes a mujeres embarazadas. Los medios de comunicación también fueron parte y siguen ejerciendo su poder. Nadie fue a buscar a esos torturadores, fueron los sobrevivientes y los familiares los que lograron esclarecer la situación. 

¿Por qué surge la obra «Hijas» y qué representa para vos? 

Hijas fue un ciclo de entrevistas que le hice a cinco mujeres atravesadas por el terrorismo de Estado: hijas de desaparecidos, hijas de sobrevivientes, hijas de genocidas, que a su vez eran todas artistas. La idea era ver cómo se podía canalizar esa experiencia a través del arte. En este caso, esta función es un diálogo conjunto con Analía Kalinec que es psicóloga y encabeza un fenómeno único en la historia como es el de Historias Desobedientes. Ya no es una entrevista porque yo le voy a hacer preguntas a ella y ella a mi. Vamos a proyectar fotos y recuerdos y a conversar las dos.

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Dalia Cybel

Historiadora del arte y periodista feminista. Fanática de los libros y la siesta. En Instagram es @orquidiarios