¿Hay un descenso de la natalidad en Argentina?

👩‍🍼 Con una importante baja demográfica en las últimas décadas y una población adulta mayor que mejora su calidad de vida, la tendencia de las poblaciones mundiales es a envejecer. El Grito del Sur consultó a expertos en el tema sobre las causas, predicciones y formas de aprovechar esta tendencia. 

Desde hace una década, un tercio menos de personas nacen en Argentina. En línea con un fenómeno a nivel global, el promedio de hijas e hijos por mujer disminuye a medida que corren los años. Mientras tanto, gracias a una mejora general en la calidad de vida, la población envejece cada vez más. Si bien algunos sectores conservadores ven la situación desde una perspectiva catastrófica, existen los profesionales que consideran este momento como una oportunidad. El Grito del Sur consultó a expertos en el tema sobre las causas, predicciones y formas de aprovechar esta tendencia demográfica. 

Según los resultados definitivos del último Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas publicados recientemente por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), en 2022 el promedio de hijas e hijos nacidos vivos por mujer en viviendas particulares de 14 a 49 años en todo el país bajó escalonadamente hasta 1,4 viniendo de 1,5 en 2010 y de 1,7 en 2001. Asimismo, se observa un descenso muy pronunciado del porcentaje de mujeres adolescentes (15 a 19 años) con hijas e hijos pasando de 13,1 por ciento en 2010 a 6,4 en 2022. Dentro de los múltiples factores que inciden en estas cifras, se destacan los avances en materia de derechos reproductivos.

Implante subdérmico

Menos fecundidad, más maternidad deseada

Un artículo de una agencia que comunica noticias sobre el Papa y la Iglesia, llamada Zenit, comienza así: “El 2022 fue un año especialmente productivo para la ‘cultura de la muerte’”. Inmediatamente después, se enumeran peyorativamente -y poniendo a la baja de fecundidad como sinónimo de mortalidad- las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para la práctica de los abortos seguros, la distribución de mifepristona y misoprostol, la Guía de Anticoncepción inmediata post evento obstétrico y el Plan de Erradicación del Embarazo No Intencional en la Adolescencia (ENIA).

Para el investigador principal del programa Protección Social del Centro de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), Rafael Rofman, estas son efectivamente algunas de las causas de esa tendencia: la aparición de métodos anticonceptivos, los cambios en las estructuras familiares y las transformaciones en cuanto al rol de la mujer en la sociedad, sobre todo respecto a la última ola del movimiento feminista. En ese sentido, el experto asegura que la baja de fecundidad es un “índice de desarrollo social monumental”, ya que, entre otras cosas, “simboliza equidad en la sociedad, avance en los derechos de las mujeres y acceso de las familias al consumo de otros bienes”.

Así como la fecundidad en el mundo viene tendiendo a la baja desde la Revolución Francesa, siguiendo un comportamiento similar a los países europeos, Argentina comenzó con un fuerte descenso de esta tasa desde mediados del siglo XX hasta 1950, donde eso se detuvo. Luego mantuvo cierta estabilidad e incluso mostró un leve incremento hasta la década del ochenta, momento en el cual empezó a cerrar esa tendencia lentamente. 

En 2014 se registró un cambio abrupto. En unos ocho años, la fecundidad total del país cayó un 34%, lo que representa un tercio la cantidad de hijos que tiene cada mujer, y dos tercios en las adolescentes. “Cada año en Argentina hay 70 mil chicas menores de 20 años que antes iban a tener un hijo y seguramente eso habría hecho que abandonen la escuela, que no consiguieran trabajo o que se presente una dificultad para sostenerlo por tener que cuidar a su hijo. Ahora tienen una oportunidad que previamente no tenían”, explica Rofman.

El principal causante de este comportamiento tuvo que ver con la distribución del implante subcutáneo o “chip” hormonal -en ese momento la novedad en los métodos anticonceptivos-, que demostró gran efectividad, seguridad, practicidad de aplicación y una duración de tres a cinco años. Al mismo tiempo, se observó un cambio considerable en las preferencias de las mujeres sobre la cantidad de hijos que deseaban tener. Estas variables, enmarcadas en las ideas y conquistas del movimiento feminista más reciente, “son aspectos que contribuyeron a la existencia de una decisión de controlar los niveles de fecundidad”, señala el investigador. 

Tiempos de “bono”: una oportunidad para crecer

La baja en la fecundidad abre una ventana de posibilidades. Es un momento determinado, que puede durar de dos a tres décadas, en el que la tasa de dependencia decrece respecto de la población económicamente activa (PEA). En otras palabras, hay una menor cantidad de personas inactivas que dependan de las que producen los bienes y servicios para todo el resto de la sociedad. Con esto, surge una chance de que los activos tengan mayor capacidad productiva, gracias a contar con más tiempo, y así generar riqueza.

“Esto tiene una fecha de vencimiento”, señala Rofman, recordando que esa cantidad de personas que no están naciendo en este momento son los trabajadores que la sociedad necesitará en 20 años. Y mientras tanto, la población más vieja va en aumento debido a la mejora de la calidad de vida. “Si lo aprovechamos ahora sería algo muy positivo, y sino, tenemos un problema muy serio”, advierte el especialista, ya que con el correr del tiempo esa población activa envejece, el bono termina y repunta el número de dependientes a causa de una mayor cantidad de ancianos que de activos.  

Para aprovecharlo mientras dure, Rofman insiste en poder encarar políticas que promuevan que la PEA esté efectivamente activa y que, en estas condiciones, logre más productividad que antes, así como, por otro lado, conseguir la integración plena de las mujeres al mercado de trabajo. La preocupación tiene que estar puesta en un aumento del producto bruto per cápita, esto es, de lo que se produce en relación con la población. El científico postula que este aspecto es posible a través de una apuesta en mayor capital humano (educación), físico (inversión) y más tecnología (para una apertura del mercado). “La solución pasa por ahí, no por tocar la demografía. El bono es solo una oportunidad, no una realidad. Hay que generar condiciones para aprovecharlo”, indica.

Panic Show demográfico

Después de tocar Panic Show de La Renga, sacarse la campera de rockstar y pararse en el atril de presidente frente a un Luna Park lleno que convocó para presentar su libro, Javier Milei sembró cierta inquietud respecto a la caída de la tasa de fecundidad. “El crecimiento de la población y el tamaño de la población genera bienestar. ¿Por qué? Porque en realidad cuando empieza a crecer la población les empiezan a aparecer problemas que antes no tenían. Eso se manifiesta en un cambio de precios relativos y deriva en progreso tecnológico. Es decir, que aparece el progreso tecnológico, impulsado por la demanda. Y por otro lado, las chances de que vos tengas a Mozart en una población de diez personas es mucho menor que si tuvieras una población de un millón. Por lo tanto, eso también demuestra que se dejen de joder con la agenda 2030 y todas esas cosas que lo único que hacen es reventar la población”, relató el jefe de Estado en su discurso.

Rofman coincide en una parte y difiere en otra. “El hecho de que la presión genere innovación es correcto cuando uno mira cómo funcionan los sistemas productivos. Lo que también es cierto, y está comprobado, es que esa presión no necesariamente es demográfica. También puede ser motivada por la necesidad de producir más para vivir mejor”, y siguiendo este argumento analiza: “En la historia hay muchos momentos de presión demográfica que derivaron en catástrofes porque no hubo capacidad de responder y mejorar tecnología, y otras que derivaron en revoluciones tecnológicas. No es lineal, pueden pasar cosas en ambas direcciones”.

A su vez, el investigador afirma que ningún país rico hoy se encuentra en una etapa de crecimiento demográfico, pero que sus economías, aunque de forma lenta, siguen creciendo. En estos países, donde no abundan los niños que serán los trabajadores del mañana, la política no se basa en convencer a la población de reproducirse, sino de garantizar que quienes sí tienen ese deseo no dejen de hacerlo por algún impedimento. “En el caso de países nórdicos, donde han vivido una baja muy fuerte en la fecundidad, los gobiernos aplicaron políticas muy proactivas de licencias por maternidad, sistemas de cuidados o subsidios a las familias, no pensando en convencer a los que no quieren hijos sino pensando en facilitarle la vida a quien aspire a tenerlos”, concluye Rofman. 

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