Mirar de frente al mar

🌊 En el libro El Campo Azul. Un viaje por la geopolítica del mar Argentino (Capital Intelectual), el periodista e investigador Pablo Esteban intenta develar las razones —y las consecuencias— por las cuales históricamente Argentina le dio la espalda al mar.

“Nadie protege aquello que desconoce”. Con esta premisa de fondo, Pablo Esteban ofrece un didáctico estudio de eso que es tan inmenso como ignorado, el océano en general (“conocemos apenas un poco más del 15% de los organismos que habitan el planeta con nosotros”) y el Mar Argentino en particular: 5.500km de costa, de norte a sur, cuya exigua preservación y escaso aprovechamiento atentan contra la soberanía en un sector indispensable en los próximos años.

Por eso, para proteger hay que conocer y para conocer se necesita investigar. Docente, Magíster en Sociología de la Cultura e Investigador de la Universidad de Quilmes, Esteban ve en la ciencia y la tecnología el camino hacia el desarrollo productivo-económico y la custodia del territorio marítimo nacional. El viaje al que nos lleva en su libro se detiene en cuatro estaciones que abordan distintas perspectivas al sector: el cambio climático, la contaminación, la explotación pesquera, la iniciativa estatal “Pampa Azul” y los hábitos alimenticios, culturales y antropológicos que nos vinculan al océano.

 “El mar requiere de un enfoque transversal y complejo”, afirma el autor en el libro que se publicó en marzo de este año y que tuvo su presentación a comienzos de mayo con la presencia —virtual— de Roberto Salvarezza (Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación) y la comunicadora Agostina Mileo. La investigación que expone comienza con las descripciones y características propias de los océanos (que constituyen el 97% del agua del planeta) y sigue con las amenazas que se derivan por la acción de los grupos humanos. “La naturaleza está fuera de control porque el ser humano está fuera de control”, dice Esteban y recuerda que el mar, históricamente, funcionó como tacho de residuos.

Los principales peligros para el ecosistema son conocidos pero no siempre dimensionados, tres son los factores de incidencia que se advierten en el libro: el cambio climático y el calentamiento global; la contaminación a partir de microplásticos y por derrame de petróleo e hidrocarburos; y la explotación pesquera junto con la cacería furtiva. Para el autor, “el precio del progreso es demasiado caro para el ambiente”. Los mares reciben entre 8 y 13 millones de toneladas de basura cada año (según estimaciones de Greenpeace y la ONU), lo que produce que cientos de miles de organismos marinos mueran por intoxicación. “Las políticas de reciclaje representan esfuerzos individuales y desarticulados”, sostiene el periodista.

Tras esta primera estación, Esteban recupera la iniciativa del programa “Pampa Azul”, que se presentó en 2014 bajo el gobierno de Cristina Kirchner como “el primer proyecto estratégico sobre el mar continental”. Esta iniciativa se propuso articular los esfuerzos de siete ministerios con el fin de explorar científicamente el mar, fortalecer la producción y “ganar en soberanía”. La creación del Programa Nacional de Investigación e Innovación Productiva en Espacios Marítimos Argentinos (PROMAR), en 2015 suponía el financiamiento no menor a 250 millones de pesos para el funcionamiento de Pampa Azul. Sin embargo, desde 2017 la administración de Cambiemos fue dejando progresivamente sin recursos al área y la iniciativa cayó en el olvido hasta su resurgimiento en 2020. “Recomponer barcos, expandir flota, ampliar redes de observación y monitoreo, y reformar el sistema nacional de datos del mar” son algunos de los objetivos del programa en esta nueva etapa. “En Argentina realmente no hubo muchos antecedentes por ponerse a conservar el mar, protegerlo, saberlo aprovechar en su justa medida. Pampa Azul es una de las primeras políticas que se pone a pensar el mar realmente desde una perspectiva geopolítica”, comenta Esteban en diálogo con El Grito del Sur. “Las intenciones del programa son muy buenas, el problema de llevarlo a la práctica es que se necesita dinero”.

Para Esteban, mirar la importancia del mar como sector estratégico “es un tema que no debería ser emergente, que debería estar en agenda desde hace muchísimo tiempo, desde hace décadas”. Este sector podría significar entre un 10% y un 15% del PBI hacia 2030 (1,5% en 2015). Actualmente, la pesca aporta divisas por US$1500 millones. Pero el desafío está en la industrialización, ya que el 90% de la producción pesquera se exporta sin valor agregado, repitiendo así el modelo agroexportador que según el autor “estaciona a nuestro país en un sitio de eterna sumisión”.

A esto se le suman las problemáticas derivadas de la pesca ilegal, la no reglamentada y la no regulada que tiene su conflicto más visible en el conflicto de la milla 201, con cientos de barcos pesqueros, en su mayoría chinos y coreanos pero también españoles e ingleses, que se posicionan en un límite trazado solo para la diplomacia internacional pero indivisible para los peces que habitan sus aguas, algo que las flotas “piratas” aprovechan muy bien. La merluza, los langostinos, los calamares y abadejos son las principales especies que se toman de nuestro océano de manera ilegal. En 2020, anota Esteban, Prefectura detuvo en la milla 199 a tres barcos pesqueros que actuaban sin permisos en la zona exclusiva de nuestro país, “cifra que parece nimia pero es la mayor en 15 años”.

En el último capítulo del libro se indaga por el mar como fuente de alimento. El autor se pregunta por qué en Argentina “asado mata sushi”, para lo cual encuentra razones históricas, económicas y geográficas. Hacia finales del siglo XIX y principios del XX, la carne roja era barata y accesible “a diferencia del pescado que —por las inclemencias del tiempo o bien por la falta de infraestructura— no era capturado todos los días”. El pescado quedó reservado para sectores de la élite y el “precio siempre fue más caro que el de la carne”. A esta afirmación, Esteban le suma una razón geográfica-urbana: la no-cercanía de las pescaderías (una cada cuarenta minutos) que dificultan el acceso a los productos marítimos. Por último, la “sensación de saciedad” que otorga la carne roja, importante para las clases populares, no sucede con el pescado. Por todo eso, “la cultura alimenticia argentina se ha edificado de espaldas al mar” a pesar de contar con un extenso territorio marítimo.

El Campo azul viene a evidenciar desde la analogía, las posibilidades económicas y de desarrollo de nuestro país. Conocer el mar para poder controlarlo y aprovechar sus recursos requiere de políticas estatales que se mantengan en el tiempo. La inversión en ciencia y tecnología puede ser clave en estos momentos para “desmarcarnos por un momento de nuestra historia que implica privilegiar esa pampa verde y voltear hacia la pampa azul. Mirar de frente el mar”.

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