«Si el progresismo no resuelve su relación con los evangélicos, se va a quedar sin representar a buena parte de los sectores populares»

⛪️ El investigador Pablo Semán analiza las complejas relaciones entre evangélicos y poder político, el enfoque de género y el vínculo entre Estado, religión y clases populares.

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«¿Quiénes han sido designados para estos puestos? ¿Los que me traen en esta lista? ¿Estos debo aceptar? ¿Son los mejores candidatos? A vos te lo pregunto, porque sos vos, Cristo, quien sabe». Hincado en el altar y de rodillas ante la cruz, el pastor Emilio Vázquez Pena (Diego Peretti) dialoga con Jesús. La serie El Reino puso en debate la compleja relación entre evangelismo y política. La producción de Netflix, escrita por Claudia Piñeiro y Marcelo Piñeyro, colocó en el centro de la escena un tema que ya hace tiempo dejó de ser un susurro: el crecimiento demográfico de los evangélicos en América Latina y su consecuente participación política en distintos países. Para indagar en el tema, El Grito del Sur se comunicó con Pablo Semán, Doctor en Antropología, profesor de la Universidad de San Martín y especialista en culturas populares y religión.

En una reciente nota publicada en ElDiario.Ar hiciste un análisis crítico sobre El Reino. ¿Cuál es tu balance sobre las ideas y conceptos que imprime la serie en relación al mundo evangélico y por qué enfatizar en la diferencia entre un documental y una ficción?

No es un invento mio: los espectadores que vieron la serie piensan que tiene un elemento de realismo, los mismos autores han planteado que ese era uno de los objetivos. Y a mí me parece muy difícil distinguir realismo de ficción porque la realidad tiene estructura ficcional, entonces no hay un realismo que no sea ficcional. En todo caso éste no parece ser un caso de fantasía, sino un realismo ficcionalizado, que es una redundancia porque también el realismo es ficcional. Pero la estructura de los géneros es más complicada e insisto que los mismos autores pretenden que sea documental o denuncia. Y la serie también da cuenta de una posición en el campo social y cultural, que es ciega a lo que realmente pasa y no pretende trascender de la posición de la que parte, que de hecho la sostiene y la despliega. Lo único que produce es un nivel de conflicto que ellos mismos ignoran, porque como son ciegos a esos elementos que uno podría ampliar, no se dan cuenta de que están estigmatizando y produciendo dolor en mucha gente. Por otro lado, no niego que algunos de los planteos evangélicos también producen dolor en mucha gente. Yo no acuerdo con esos planteos.

En un continente donde más del 20 por ciento de la población es evangélica, señalaste que el progresismo no puede negar estos credos. ¿Cómo ves la relación entre los proyectos progresistas y el evangelismo?

Hoy por hoy la relación entre la mayoría de las miradas progresistas y la mayoría de los grupos evangélicos, que además no es un movimiento en el sentido que uno pueda pensar el justicialismo o el movimiento obrero, es una relación de conflicto. Es de mutua incomprensión y hasta de beligerancia recíproca. Yo no sé si va a cambiar pero, en todo caso, uno se da cuenta de que el progresismo, que reivindica la representación popular, termina enajenándose una parte importante de esta representación, porque los evangélicos son un porcentaje creciente de ese mundo popular. Si vos pensás que son casi el 30 por ciento en los países de América Latina, representan un porcentaje aún más alto en los sectores populares donde están presentes. Con lo cual si el progresismo no lo resuelve de una manera más ventajosa para sí mismo y sin cambiarle la creencia a los evangélicos, sino a través de algún diálogo entre sus agendas, el progresismo se va a quedar sin representar a una buena parte de los sectores populares. Va a terminar habiendo una variante del progresismo que sea asumidamente no popular.

Existe una intermediación entre evangelistas y Estado: están presentes en territorios, penitenciarías, barrios populares. ¿Creés que hay relación entre el crecimiento de la representación evangélica y la ausencia del Estado?

Lo que crecieron fueron los grupos y las organizaciones religiosas evangélicas, los partidos evangélicos tanto no crecieron. Después se puede ver caso por caso. ¿Crecieron donde hay más o menos Estado? Te diría que es relativo: en países de América Latina donde el Estado es robusto y tiene bastante alcance, como Chile -aunque tiene un número importante de desigualdad social-, los evangélicos crecieron bastante. En países donde el Estado es menos robusto y tiene presencia intermitente, como en Perú, los evangélicos también tienen una presencia importante. En países donde el Estado es robusto pero tiene menor alcance, como en Brasil, también crecieron. Y en casos como Argentina, donde el Estado es comparativamente robusto y bastante capilarizado, también. Para las tipologías de Estado latinoamericano parece no haber nivel de variación que influya más o menos en el crecimiento de los pentecostales. Si comparás con el Estado francés o inglés, te podría decir que tal vez sí. Pero los evangélicos crecen en espacios de falencia o ausencia del Estado no porque tengan el proyecto de ir perversamente hacia ahí, sino porque crecen desde allí. Hay una comparación muy interesante: los testigos de Jehová, los mormones, los adventistas, son grupos de raigambre evangélica de otros testamentos, que no han crecido en el mundo popular en ninguna parte de América Latina y dependen exclusivamente de misioneros. En cambio, los pentecostales crecen en forma independiente de las misiones extranjeras, porque son una propuesta religiosa que distintos grupos sociales pueden tomar en sus manos y desarrollarla con la forma de autoorganización popular. Yo diría que es ese el punto que utilizan los evangélicos para el crecimiento por abajo. Esa propuesta de autoorganización apropiable por los sectores populares, puede también sintonizar con el simbolismo del mundo popular. Porque hay manuales de autoorganización de cultivo de papa, pero no hay tanta gente cultivando papas. Sucede lo mismo con muchas otras prácticas que no crecen. Y la práctica evangélica crece no solo porque es apropiable, sino porque es simbólicamente sintónica con experiencias previas en el mundo popular, que la apropian y la recrean. Esto está facilitado por la arquitectura institucional de las propuestas evangélicas.

En la relación entre catolicismo y evangelismo, ¿se puede hablar de una relación entre la interpretación teológica y la práctica política?

Otro punto que explica bastante el crecimiento de los grupos evangélicos es que las teologías católicas del siglo XX, el integrismo de derecha primero y la teología de la liberación después, son teologías que rompen y se distancian del universo simbólico de las clases populares. Yo ya sé que la encíclica Laborem Exercens hablaba a favor de los trabajadores y que la teología de la liberación pensaba en el pueblo, pero otra cosa es que los trabajadores y el pueblo te quieran. ¿Y por qué no hubo una adhesión masiva? En parte porque esas teologías rompen con el universo simbólico en un punto muy específico, que es la presencia cotidiana de lo sagrado. Y la otra es que la teología de la liberación fue objeto de una persecución sistemática por las violencias en nuestros países. Más allá del respeto que tengo por esas tradiciones católicas, lo cierto es que rompían con una ideología de lo sagrado que tienen los sectores populares. Y eso también explica el crecimiento de los evangélicos, porque el catolicismo dejó a los sectores populares desde el punto de vista de la sensibilidad religiosa. Incluso, el catolicismo conservador tiene más posibilidades de contrarrestar o de resistir el crecimiento de los evangélicos porque su ideología rompe menos con la ideología de lo sagrado que el resto de las teologías católicas. Por último, en los lugares de reciente urbanización, la organización católica es más lenta que la evangélica: la evangélica surge del barrio, parte del barrio, no es que llegan misioneros. Mientras que los católicos, para construir un oratorio o una capilla, tienen millones de trabas burocráticas. Eso ocurre además porque el catolicismo es mucho más clerical que los evangélicos, donde cualquiera puede ser sacerdote.

Hay una mirada política conservadora de muchos espacios evangélicos, que se fortaleció al calor del combate al feminismo y el enfoque de género. Pese a que no hay un Vaticano, o una institucionalidad centralizada, ¿es posible hablar de un programa político de los evangélicos?

No, en todo caso hay varios. Los evangélicos se autoorganizan a nivel social y religioso y eso les permite a esos grupos generar lazos con otros momentos de la vida social, como la política. En ese lugar, los evangélicos tienen más o menos posibilidades políticas pero son lugares ocupados por evangélicos que no son todos iguales. La iglesia evangélica ha sido pionera en algunas cuestiones de género antes de que vos y yo naciéramos, con puntos de vista que no había tenido nunca la izquierda. Las iglesias de la izquierda evangélica son un 3 por ciento, no inciden en la vida política. El 97 por ciento de los evangélicos, a su vez, tiene posiciones políticas no totalmente definidas y no concordantes entre sí y, en ese contexto, hay proyectos más sistemáticos de participación política y dentro de ellos también hay diversidad. Hay algunos más afinados con los partidos populares y otros con los más elitistas. En ese contexto, la ideología de los evangélicos en general, en referencia a la agenda de diversidades y de géneros, los posiciona un poco más conservadoramente que el resto del mundo popular. Pero tampoco el mundo popular es transfeminista. En el peronismo, que es un partido popular, hay fuertes núcleos feministas y feministas de origen popular que activan un programa más radical. Lo que digo es que en los sectores populares no predomina el feminismo, e incluso las variantes del feminismo que hay son diferentes. Y el evangelismo, en la agenda de género más contemporánea, suele ser conservador. En la década del 90, la posición de los evangélicos frente a la agenda de género era mucho más innovadora que la de los católicos, incluso a veces que la izquierda. Los católicos no querían el preservativo y tenían políticas de contención de la violencia familiar que eran profundamente ineficaces. Hasta entrados los 2000 e incluso hoy, la forma de acción evangélica en el ámbito familiar protege mujeres de una manera que no las protege el catolicismo. En temas de la agenda de diversidad son conservadores, pero al momento de cuidar a las mujeres no son tan conservadores.

En Bolivia se aprobó en el año 2019 una ley de Libertad Religiosa. En la discusión, los pastores hicieron fuerte énfasis en incorporar la objeción de conciencia que aplica también, por ejemplo, en la vacunación. ¿En qué medida la objeción de conciencia atenta contra el poder de cohesión del Estado y la aplicación de determinadas políticas públicas, en este caso la sanitaria?

Estamos hablando de un caso muy puntual, porque si le preguntás acá a una iglesia evangélica, incluso las más conservadoras, no creo que pidan objeción de conciencia para no vacunarse. Aún si hay entre ellos miembros que no apoyan la vacuna, no lo dirían públicamente. Esto que planteás tiene que ver con cómo está constituido el entramado de comunidades evangélicas en Bolivia. Sí implica una concesión, que no es de una vez y para siempre, que es una disputa y que el Estado tiene que conquistar la legitimidad en diálogo con una sociedad civil que está atravesada por la religión. En un trabajo permanente y no necesariamente represivo, el Estado debe ver cómo lidia con muchos otros tipos de tensiones. Después hay un problema estructural, que es que los Estados reducen su peso específico o hacen pie cada vez menos en la sociedad civil, su relación es más problemática. También hay otra cosa: religión para el Estado no quiere decir lo mismo que religión en el mundo popular. Hay un encuentro entre dos magnitudes diferentes que utilizan el mismo término. Y agrego otro elemento importante: los grupos evangélicos se posicionan frente al Estado reclamando libertad religiosa porque para los grupos religiosos no católicos la realidad social latinoamericana ha sido de exclusión y desconocimiento de su ciudadanía religiosa. Una buena parte de la distancia que tienen los evangélicos del Estado es porque el Estado los ha excluido de forma sistemática y que incluso se ha montado sobre una sociedad civil autoritaria para lograrlo. Andá a abrir una Iglesia evangélica en Itatí, Corrientes, te la bajan a piedrazos. Además, la estructura institucional del Estado argentino todavía no reconoce la igualdad de grupos religiosos. El Estado argentino no cumple la condición básica de Estado libre de religión y religión libre de Estado, porque el Estado argentino es básicamente para católicos.

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Yair Cybel

Una vez abrazó al Diego y le dijo que lo quería mucho. Fútbol, asado, cumbia y punk rock. Periodista e investigador. Trabajó en TeleSUR, HispanTV y AM750. Desde hace 8 años le pone cabeza y corazón a El Grito del Sur. Actualmente también labura en CELAG y aporta en campañas electorales en Latinoamérica.