Islas viriles, masculinidad bajo fuego

💣 "Campo minado", la obra de teatro de Lola Arias, no sólo aporta una mirada feminista sobre Malvinas, sino que devuelve lo más parecido a la humanidad a los ex combatientes, arrasados por la expresión más brutal de la "masculinidad normativa": la guerra.

El campo semántico de Malvinas parece estar mucho más minado de lo que estuvo el propio terreno de la guerra. No sólo estamos un poco más rotos como país después de esos 74 días vergonzantes que incluyeron el vitoreo fascista a Leopoldo Galtieri en una Plaza de Mayo repleta, las tapas de la revista Gente, la derrota humillante frente a los ingleses o la certeza de quizás haber dañado casi sin remedio el reclamo diplomático de la legítima soberanía sobre las Islas, como epílogo de una dictadura atroz. La peor parte en la búsqueda de sentido de lo que pasó, en la necesidad de sutura histórica y humana y simbólica, se la llevan los laureles de lástima y piedad con que se suele disfrazar a los ex combatientes, con términos como heroísmo, patriotismo, épica. Pareciera ser que en ese territorio hay que andar con cuidado, que el lenguaje debe caminar entre gateras. 

Con todo eso rompe de un solo tiro “Campo Minado”, una obra de teatro disruptiva para argentinos porque la mitad del elenco lo protagonizan ex combatientes ingleses, cuyo dolor es tan sugerente y aturde tanto como el de los nuestros. Éste es su primer acto de rebeldía artística, el primero que rompe nuestra propia comodidad historiográfica. Aunque más disruptiva resulta para los varones argentinos, porque por primera vez pone en escena la vergüenza, la humillación y la bronca irreparables. Todas brutalidades intrínsecas a la masculinidad normativa, la cara oscura de la luna. Porque, aunque resulte obvio, a la guerra van (en su mayoría) los varones y la conducen militares varones, y eso queda expuesto de manera brutal, a los gritos desafinados mientras suena “Get Back” de los Beatles, interpretada en vivo. En “Campo Minado” se cierra ese horizonte, y entonces ya no se puede estar tranquilo en la butaca: no hay héroes, hay humillados, torturados, violados a los que les estalla la cabeza todos los días. No importa dónde nacieron ni para qué bando fueron obligados o manipulados para combatir. 

“Campo Minado trabaja con las terribles consecuencias que quedan en las personas que fueron a un campo de batalla, no en la épica del héroe que fue a combatir por su patria. Y en ese punto es un relato que deconstruye ese imaginario de hombre que responde a una masculinidad normativa”, explicó su autora, la escritora y dramaturga Lola Arias, en un reportaje reciente. “A veces, me gusta pensar que de alguna manera estaba tratando de entender qué era un hombre”, agregó sobre el proceso creativo que la llevó a concebir algo distinto a todo lo que vimos al respecto, y que se convirtió en una mirada necesaria, incluso desde el punto de vista político.

Una mina estalla en un momento de la obra: la habían puesto militares argentinos y terminó matando combatientes argentinos que se vieron forzados a cruzar un río helado para saquear un rancho donde podría haber comida. El sentido de esa “masculinidad normativa” está concentrado en esa escena: hay que “aguantar” días de hambre y frío con el cuerpo del varón, con la virilidad, con el entrenamiento, con la idea de patria al hombro, de la heroicidad. Todo para morir, sin remedio. Y luego para cargar ese cuerpo del compañero descuartizado, como un pedazo de carne. Y más tarde para sobrellevar ese trauma, en silencio, bajo un manto de drogas en medio de una sociedad que mira para otro lado, horrorizada como un niño. 

Ése quizás es el gesto más político de la obra, que se cuida y bastante en mostrar la cara argentina de la vergüenza, al punto que son los ingleses y no los argentinos los que hablan abiertamente de una guerra conducida “por una dictadura que masacró a su propio pueblo”. Una idea provocadora -para variar- que se refuerza en la exageración de otro ademán: las tristemente célebres palabras con las que Galtieri despide a millones en la Plaza de Mayo. “Si quieren venir, que vengan”, quizás la mueca patotera y varonil más explícita de la guerra en sí.  

Campo Minado de Lola Arias. Foto: Eugenia Kais

El punto cúlmine es el diálogo cara a cara, que simula una sesión de terapia, entre David Jackson y Marcelo Vallejo. El inglés, hoy psicólogo, se pasó la guerra transcribiendo códigos por radio y se dedica a atender a ex combatientes en su consultorio. El argentino fue apuntador de mortero, sobrevivió de milagro a varios ataques y al dolor posterior, que durante muchos años ahogó en montañas de cocaína. Es el momento de la ternura: “¿Y vos, cómo la pasaste?”, le devuelve Marcelo a David después de haber contado su historia. “Durante años no hablé con nadie”, responde el psicólogo. Ahí hay una puerta abierta a romper con esa que es la peor de las imposiciones que la obra pone en cuestionamiento, y se empieza a ver una luz al final de la noche.  

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Matias Ferrari

Periodista, comunicador y militante social. Trabajó en Página/12 y colaboró en la investigación del libro "Macristocracia" publicado por Editorial Planeta.