Alerta Inteligencia Artificial: los riesgos para el mundo artístico

🧐 Plagios y retroceso en materia de derechos laborales son algunas de los problemas que les artistas afrontan frente a la avalancha de las IAs. «Las IA no están para reemplazar el arte, sino para cambiar el negocio», explican.

El papa Francisco con un camperón en tonalidad champagne, anteojos de sol y un bruto crucifijo colgando de su cuello. Un tema colaborativo entre Drake y The Weekend hablando de Selena Gómez con un sonido horrendo y acartonado. Una entrevista al ex automovilista de Fórmula 1 Michael Schumacher para la revista alemana Die Aktuelle. Todas producciones creadas con inteligencias artificiales generativas. Todas publicaciones compartidas millones de veces. Todos «plagios» que ponen en alerta al mundo artístico y a nuestros criterios vigentes de verdad. Todos recursos con soluciones para algunes, ganancias para otres y amenazas para toda una industria del arte.

Entre les artistas gráfiques, el uso de Inteligencias Artificiales (IA) generativas significa un retroceso en los derechos laborales del sector. Una industria ya de por sí vapuleada por la proliferación de trabajo a destajo, la competencia por cada vez menos plata y la explotación por parte de las empresas y editoriales que contratan su mano de obra. Las imágenes creadas a partir de comandos de texto en tan solo segundos están dejando fuera del mercado laboral a cientos de miles de artistas, diseñadores, redactores y editores del mundo del arte, el dibujo, la animación, la ilustración y la historieta.

Al hablar de IA generativas, su principal problema es el llamado «daño plagiario». La mayoría de las tecnologías funcionan a partir de una enorme y nunca antes vista evolución de los «modelos de difusión». Estos operan gracias a un proceso que suma «ruido» a una imagen seleccionada hasta difuminarla completamente (la llamada «difusión hacia adelante»), con la posibilidad de revertir ese proceso (el segundo paso y el que más nos importa acá, la «difusión hacia atrás»). Es decir, con una imagen cargada de ruido, estas tecnologías logran volver a producir una imagen nítida. Pero como no puede nunca calcularse exactamente la difuminación realizada en la «difusión hacia adelante», la imagen creada en la «difusión hacia atrás» es algo completamente «nuevo».

Para que este cálculo sea lo más exacto posible -y el papa no salga con siete dedos o el video de Harry Potter usando Balenciaga no parezca de plástico- las IA generativas tienen que ser «entrenadas». Cada entrenamiento, llamado «época», hace más perfecta la «difusión hacia atrás», gracias a bancos de imágenes cada vez más grandes y a la posibilidad de mostrarles cada vez más pasos de «difusión hacia adelante». Somos aquello que juramos combatir, porque quienes entrenamos en gran parte a estas tecnologías somos les propies usuaries. Cada vez que jugamos a «los jugadores de la Scaloneta, pero en versión retro» o «¿Cómo sería Mafalda en actores reales?», generamos esas conexiones que van perfeccionando esa «difusión hacia atrás».

Arte y tecnología

Para un artista entrevistado, que eligió no dar su nombre ya que trabaja para una empresa que utiliza IA generativas, es necesario discernir quién las utiliza y cuáles son los fines perseguidos. «Uno puede jugar con la AI para buscar inspiración o tirar cosas que después te sirvan de gatillo para decir “bueno, yo empiezo a dibujar desde acá”», explica. Para muches trabajadores de la industria, el uso de estas tecnologías no se diferencia del uso de Google, donde se busca una imagen que se vuelve disparadora para la creación.

Pero si entramos en el campo de lo redituable, es otra cosa. Las empresas privadas -y varias estatales que pretenden operar de la misma forma- buscan el máximo rédito al menor costo. Y nada más barato que no pagarle a les trabajadores, a les millones que fueron creando -sin saberlo ni quererlo- cada pieza de ese gigante banco de datos con los que las IA crean, por ejemplo, la cartelería con la programación de la ópera del Teatro Colón para todo el 2023. Se clona la creatividad, se la vuelve artificio, y las empresas eligen recurrir a estos productos, que en sus comandos incluyen los nombres de infinidad de artistas, sin tener que pagarles un solo centavo.

El texto es todo

Pero, ¿qué rol juega el texto en todo esto? Bueno, el texto lo es todo. Cuando se incorpora un texto en un modelo CLIP como el que usan estas aplicaciones (Contrastive Language-Image Pre-Training), se codifica texto e imagen en un «espacio común». Se ingresa un texto en un codificador y este, gracias al entrenamiento, construye una imagen lo más conectada posible con esas palabras. Y es esto lo que en realidad se difumina, la conexión entre cierto texto y las imágenes que la representan. Cuando las palabras son ingresadas en el modelo CLIP, se genera la «difusión hacia atrás» con el mejor cálculo posible, uniendo píxeles con aquellas «características esenciales» de todas las relaciones texto-imagen con las que fue entrenado.

En esto último radica el gran problema, en la posibilidad de crear distintas variaciones de una misma imagen sin perder su «esencia». Y acá entra el «perfeccionamiento del plagio» que denuncian les artistas en todo el mundo. Arte es Ética se conformó como un espacio de encuentro entre artistas independientes y organizaciones de varios países de América Latina y España, un lugar donde reflexionar sobre la irrupción de las IA y pedir por su regulación. Como explican en un manifiesto para comprender y regular las nuevas tecnologías, la mayoría de los modelos de difusión detrás de las empresas de IA se promocionan como la posibilidad de mantener la «esencia» de reconocides artistas y crear algo nuevo, pero sin elles de por medio.

Se usurpa su identidad, sus derechos morales y patrimoniales. Así, con este robo difuminado, es que nosotres podemos hacer un Messi en un sillón de Game of Thrones, usando la propiedad intelectual de les miles de fotógrafes que retrataron a Lio, de les millares que lo dibujaron y de todes les creatives que trabajaron en la identidad de la serie de HBO. Sin que ninguno de estos trabajos sea reconocido.


Para el dibujante entrevistado, «las IA no están para reemplazar el arte, sino para cambiar el negocio». Mientras gran parte de la discusión se queda en lo estético, la búsqueda de ganancia y los riesgos van por otro lado. «El arte es una excusa para el negocio, porque no les importa cómo quede una pieza, sino cuánto venda», explica. Esta práctica cada vez más recurrente por perseguir mayores ingresos desconoce el valor del ojo humano, su capacidad única para reconocer qué cambios son necesarios hasta que la pieza «funcione». Para el dibujante «las empresas desconocen que operan en una industria que premia de un modo distinto lo que está bien hecho».

Las empresas que eligen utilizar estas tecnologías, entienden que con ellas todo se hace muchísimo más rápido. «En el caso que necesites una piecita chiquita para un videojuego o para un diseño web, encuentran que es más rápido porque tenés no una opción dibujada, sino cincuenta opciones en un segundo para elegir», explica el especialista consultado. Viéndolo desde ese punto de vista anclado en lo práctico, tiene muchas ventajas. «Pero la IA no puede discernir cuál es la mejor opción para cada proyecto en específico, sino que ofrecen todo», agrega. Sin embargo, y pese a estas flaquezas de las IA, cada vez se meten en más oficinas, redacciones y proyectos.

En busca de soluciones, es necesario corrernos de la imagen de Sarah Connor disparándole con un rifle al T-1000 para frenar el avance de Skynet. Tampoco tenemos que transformarnos en luditas ingleses pegándole con un palo a una máquina de hilo. Artistas alertan sobre la necesidad urgente de regulaciones frente al robo de la identidad y la violación sobre la propiedad intelectual de los trabajadores del arte. Las leyes vigentes son completamente inútiles en este sentido, ya que solo protegen la propiedad intelectual humana y dejarían por fuera las creaciones de las IA generativas, que pueden reutilizarse y remixarse infinitamente.

Para Arte es Ética, los peligros son muchos. Desde la pérdida de puestos de trabajo imposibles de calcular, hasta la imposibilidad de un recambio generacional de artistas gráficos profesionales -siendo que las tareas sencillas por las que suelen comenzar serían ahora realizadas por IA generativas-. La amenaza es mucho menos hollywoodense que la esperada, aunque al parecer igual de indestructible. Todo lo que aparece en la red es engullido por estas tecnologías, que se van alimentando y creciendo, hasta devorar el valor de la creatividad, los puestos de trabajo y el futuro del arte. Entonces ¿Cómo se frena?

Para muchas asociaciones de artistas, no alcanza solo con «sacar» las obras de los bancos de imágenes. La opción de retirarlas, el opt-out, depende de que le artista sepa que su obra está en esos bancos, de que lo haga antes que la IA lo haya aprendido -ya que no se puede revertir el proceso-, y de que pueda probar que realmente que es le autore real. La base ética de estas tecnologías que les artistas esperan es la del opt-in, la opción de decidir entrar en las bases, anulando el uso de nombres propios que no hayan cedido los derechos y encontrando en las bases imágenes que se hayan podido filtrar de estos.

Además, colectivos como Arte es Ética piden que las imágenes producidas con IA tengan una marca o sello que así lo informe, con la empresa que la generó, el usuario que la «creó», los comandos de texto que usó y el porcentaje de proceso «automatizado». Información que las empresas poseen. A esto suman la quita de beneficios impositivos para empresas que sustituyan empleados por algoritmos entrenados, la creación de fondos estatales para como política social para la creación de puestos de trabajo que permitan una reinserción laboral para les artistas ya despedidos o sin trabajo freelance disponible.

Para la persona consultada, la base es, además de regular, «educar». «Veo gente despotricando, con razón, pero sin saber demasiado de qué están hablando», explica y agrega que «conocer cómo funcionan, los vericuetos legales con los que juegan, cuáles son las primeras y cuáles son las últimas versiones te permite saber cuándo te están cagando y cuándo no». Para muches, esta ausencia de información puede ser una de las bases del conflicto entre artistas abiertamente opositores con respecto a su uso y otres que entienden que creer en su desaparición es inocente cuando ya están en marcha.

Mientras se dirimen tres demandas enormes por parte de colectivos de artistas y empresas en contra de estas tecnologías, crece imparable el número de despidos en empresas desarrolladoras de videojuegos, en editoriales, proyectos de diseño gráfico y muchos espacios más. La conversación en una misma mesa entre trabajadores, empleadores, Estado y usuaries es urgente. Un diálogo anclado en la información verídica, en el compromiso de los gobernantes y en la concientización de quienes día a día alimentamos a la bestia. Lo que se discute es el futuro del arte y el futuro del trabajo.

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Demian Urdin

Antropólogo social, coleccionista y crítico de la Historieta Argentina. Ganador de la Beca de Investigación Boris Spivacow II de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno en 2018. Colaborador en Revista Blast de Colombia.