Gato por liebre: vuelve la estatua de Gaturro

😼 Nik anunció el regreso de la obra al Paseo de la Historieta, ahora con "tecnología antivandálica" de última generación. El historietista quiere hacer pasar los ataques a la estatua como un mensaje contra su posicionamiento político, pero hay algo que no dice.

El 15 de mayo, en su heterogéneo y ecléctico perfil de Instagram, el humorista gráfico Cristian Gustavo Dzwonik, más conocido como Nik, anunció que la construcción de una nueva estatua de Gaturro ya estaba en su etapa final. En plano contrapicado, dando una sensación de inmensidad, aparecía públicamente la nueva figura, que se instalará en el mismo lugar en el que estuvo la estatua anterior y que fue removida hace algunos meses por el pésimo estado en que se encontraba.

Casi un año pasó desde aquel otro posteo del humorista, ese carrete de seis imágenes publicado el 17 de julio de 2022 en el que denunciaba el estado de conservación de la estatua y anunciaba que se la retiraría del lugar. Esa escultura, según Nik, estaba «construida en el material más resistente posible: METAL con epoxi». Sin embargo, mostraba varias roturas, piezas faltantes y pintadas. Para el artista, ese nivel de destrucción había requerido de herramientas especiales. Todo indicaba, según él, que era obra de sectores políticos específicos, un mensaje que buscaba intimidarlo. El artista vinculó el estado de conservación de Gaturro con un supuesto plan de hostigamiento puesto en funcionamiento por el entorno político de Cristina Fernández de Kirchner.

La estatua del gatito número 1 en ventas de libros para niñes forma parte del Paseo de la Historieta, un recorrido de monumentos y murales inaugurado en 2012 y que homenajea a las más importantes creaciones del mundo del humor gráfico y la historia de Argentina. Un circuito que comienza con Mafalda y sus amigues, en la esquina de Defensa y Chile, para terminar en la Jirafa de Mordillo, en el patio interno de la ex Cervecería Munich de la Costanera Sur -ex Museo del Humor y hoy sede de la Dirección General de Museos de la Ciudad de Buenos Aires-. Todas sus figuras, no solo la de Gaturro, han sido «vandalizadas», en mayor o menor medida. Quizás, la única excepción sea la de Mafalda y compañía, que está protegida por los vecinos y comerciantes, que entienden el valor económico y turístico de la estatua y el sentido patrimonial de esos personajes. Entonces, hacer creer que el caso de Gaturro es un ataque personal a su creador, puede que no sea tan así. No es solo Gaturro el destruido, por lo que es difícil sostener que se trata de un odio direccionado, como el humorista quiere hacer parecer.

La estatua del Loco Chavez, personaje creado por Carlos Trillo y Horacio Altuna y que salió durante varios años en la contratapa de Clarín, estuvo durante meses en reparación hasta volver a Puerto Madero. La de Patoruzú, icónica creación de Dante Quinterno, fue robada en 2016, tres años después de haber sido inaugurada, dejando solo sus sandalias. La figura de El Eternauta, creación de Oesterheld y Solano López, por su parte, nunca más volvió a ser emplazada en el lugar que le correspondía, frente a la ex Cervecería Munich, después de los sucesivos destrozos sufridos.

En su posteo, Nik explica que la estatua de Gaturro fue emplazada en 2013. «Gestión Cristina Kirchner», agrega. Esto puede tener varios significados, aunque pareciera querer decir que la obligación de proteger el monumento correspondía al gobierno nacional. Lo que el humorista parece desconocer es el carácter federal de nuestro país, ya que las estatuas del Paseo de la Historieta dependen del Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires y su restauración de la Coordinación de Monumentos y Obras de Arte, MOA. Desde su creación, la estatua de Gaturro y el resto de las que componen el paseo dependen de la gestión PRO, no de Nación. Si bien es cierto que se multiplican por miles los memes alusivos a un gran contraataque popular contra la estatua, para ver hasta dónde aguanta la nueva «tecnología antivandálica», la realidad es que el caso Gaturro habla más de otras problemáticas. Antes que de una persecución política unidireccional contra un artista gráfico, es todo símbolo del estado de abandono del Gobierno de la Ciudad para con algunos de sus espacios públicos. En 2019, el organismo que se encarga de la manutención de las estatuas del Paseo del Humor, tenía destinados casi cinco millones de pesos (unos ochenta mil dólares de esa época) que se repartían para la conservación de las dos mil piezas de arte repartidas por toda la ciudad, pero muchos monumentos siguen hasta el día de hoy sin ser recuperados.

En aquel carrete publicado en 2022, Nik comparó además el vandalismo al monumento con otros hechos de la historia. Al momento de instalarla, la figura de Gaturro tenía un brazo extendido, con el puño cerrado y el pulgar hacia arriba. Ese brazo fue cortado. «Le cortaron las manos como a Perón», comentó en el post de redes sociales, comparando los dos hechos con una total falta de responsabilidad. Agrega también que «lo vandalizaron porque cada vez que él hace comentarios genera inconvenientes al poder». Pero, nuevamente, el comentador detrás del artista se confunde -o quiere confundir-.

Detrás de lo dicho por el artista, es interesante pensar qué cosas no cuenta Nik en su denuncia. Porque orientar el acto de vandalismo hacia lo político partidario es discutible o, al menos, se puede complejizar. Intervenir o destruir un monumento siempre es un acto político, de eso no caben dudas. Pero es importante destacar que las cosas que eligió subrayar y relacionar el humorista a la hora de denunciar una persecución personal no necesariamente se vinculan con su postura ideológica, ni con su relación con el peronismo gobernante. Pareciera existir una intención por ponerse en un centro de la escena con sus propias reglas. Un lugar que ya supo ocupar con sus historietas, pero que siempre quiso complementar con sus apariciones públicas y sus ideas políticas de derecha. 

Toda esta venta discursiva, que quiere hacer pasar la destrucción de la estatua como un acto de violencia política, se desentiende de la verdadera cuestión que rodea a Nik a la hora de construirlo y construirse él mismo como una figura marginada. No es por ser más o menos inconveniente al poder que se ha convertido en una personalidad fuertemente rechazada por la comunidad artística, sino por las incontables denuncias por robo de propiedad intelectual que han rodeado su obra. Y este descontento generalizado hacia su persona, que tampoco justifica o explica la destrucción del monumento, ha hecho algo que pocas veces se ha logrado: unir a artistas de izquierda, derecha y centro en un sola causa, la de no compartir espacios creativos o de encuentro con él. Lo que no dice ni la denuncia en redes ni todos sus siguientes posteos es que el gran rechazo de la comunidad se debe a sus decenas de plagios. El hecho más reciente fue el posteo del mismísimo Gary Barker, creador de Garfield, ironizando sobre el parecido entre su gato y este otro «creado» por Nik. El problema está ahí, aunque él quiera vender una vez más gato por liebre.

La tradición de hurtos comenzó con Daniel Paz y Rudy, estrellas de la contratapa de Página/12. Porque, aunque el grueso de la figura de Nik hoy se relaciona con el universo del gato amarillo y marrón, es interesante recordar que el inicio de su carrera fue como humorista gráfico político. De hecho, Gaturro nació como un personaje que hablaba de política y es varios años después que se convierte en un éxito de ventas de la sección de Infantiles de toda librería. Será de la mano de estos plagios, ya conocidos por todes, que el humorista llega a ser repudiado por gran parte de la comunidad. Es conocida la postura que públicamente tomaron personalidades como Quino, Rep y otres a la hora de no compartir encuentros con él. Y esta novedad generada por Nik, la de unir a trabajadores del arte de distintas vertientes en una sola causa, poco o nada tuvo que ver con su signo político.

Sin fecha confirmada aún para su inauguración, la idea es que el nuevo Gaturro vuelva a su lugar dentro del Paseo del Humor de la Ciudad de Buenos Aires. «Metal de grafeno, pintura antiadherente y lavable, y cámara de seguridad interna», son las pocas especificidades que dio el artista acerca de la «tecnología antivandálica». La estatua, como no podía ser de otra manera, copia el estilo del fundador del «The HAPPY Art Movement», Britto. En el centro de la figura, la firma de Nik, como una marca de agua que acapara la propiedad intelectual de les otres, aunque él quiera hablar de cualquier otra cosa.

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Demian Urdin

Antropólogo social, coleccionista y crítico de la Historieta Argentina. Ganador de la Beca de Investigación Boris Spivacow II de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno en 2018. Colaborador en Revista Blast de Colombia.