Barbie, mi buena amiga

🎞️ Una buena historia, gran banda sonora, un excelente elenco y mucho, mucho rosa son algunos de los elementos de "Barbie, la película", el hit de Greta Gerwig que mezcla a la muñeca con una mirada feminista de actualidad.

Este artículo tiene spoilers

Había pocas cosas más emocionantes que tener una Barbie nueva. Primero, adivinabas la presencia de una por la forma de la caja cubierta con papel de regalo -porque solían ser regalos-; después, veías cuál de todas las muñecas de ese universo enorme había llegado a tus manos. La caja se abría por arriba y salía la muñeca nueva, atada a un colorido cartón con alambres que había que desenrollar de las manos y la cintura y, a veces, una cinta de plástico transparente más duro que custodiaba ese peinado perfecto. Algo similar se vuelve a sentir cuando te sentás en la butaca del cine a ver Barbie, de Greta Gerwig.

La trama de la película es conocida: Barbie (Margot Robbie) vive en Barbieland, donde todos los días son iguales, todos los días son perfectos en un mundo que bien podría ser la Temiscira de la Mujer Maravilla, solo que con mucho más rosa: las mujeres ocupan todos los lugares centrales de ese plano. Y después está Ken (Ryan Gosling) que, a diferencia de Barbie, no tiene profesión alguna y solo se siente realizado cuando su eterna novia lo mira. 

Pero la vida perfecta de Barbie da un vuelco cuando empieza a preguntarse por la muerte: el agua invisible de la ducha sale mal, su desayuno de plástico y aire es asqueroso, tiene celulitis y sus pies son planos y con los dedos separados. Es así que emprende un viaje al mundo real, acompañada por Ken, para solucionar el problema.

Barbie salió al mercado por primera vez en 1959 -aunque en Argentina fue mucho más popular durante los ‘90-, en un mundo donde las polleras se acortaban, las mujeres estaban saliendo al mundo laboral y faltaba nada para que la pastilla anticonceptiva promoviera una revolución sexual. La propuesta de Ruth Handler, su creadora (y que la película retrata con un hermoso homenaje a 2001 Odisea al Espacio), era darle a las niñas una muñeca con forma de una mujer adulta, lejos del bebote que las educaba para su inexorable destino de madres. “Sé lo que quieras ser”, era (es) el lema de Barbie, que se ofreció primero con un seductor traje de baño blanco y negro y después con cientos de profesiones (y vestuarios acorde).

Ese ideal feminista predomina en Barbieland: las muñecas creen que con todos sus logros inspiraron a las niñas del mundo real que, en consecuencia, va a ser un mundo mucho mejor. Y con eso se choca la protagonista, Barbie Estereotípica. En el mundo real las obras en construcción no las hacen las mujeres, sino que los varones manosean a Barbie, la meten presa o la contemplan de forma libidinosa sin importar el largo de la pollera o lo ajustado de su leotardo multicolor.

Gerwig toma ese feminismo y lo pone en cuestión a través de los propios personajes. Es la niña humana que Barbie busca la que le dice en la cara que se transformó en un ideal de belleza imposible que hace que las mujeres se sientan mal al no poder alcanzarlo, es la muñeca que lleva zapatos de taco incómodos en lugar de un calzado plano en el que sea más sencillo caminar.

La directora de Mujercitas -que escribió el guión junto a su pareja, el director Noah Baumbach, después de que el proyecto tuviera idas y vueltas durante más de una década- hace que la muñeca más famosa dialogue con Jo March, uno de los personajes de ficción icónicos del feminismo, al preguntarse por la identidad, por el rol de la mujer tanto en el mundo real como en Barbieland, que se pregunte ella también por el deseo de qué quiere ser.

Esa misma pregunta atraviesa a Ken, que descubre que en el mundo real los hombres no son un mero accesorio de Barbie, sino que dominan y oprimen al resto de la sociedad. El novio de Barbie (aunque en la vida real ese rol haya sido ocupado muchas veces por Max Steel) logra importar el patriarcado a Barbieland y la protagonista y sus amigues (muñecos y humanos) estarán encargados de salvarlo. Un gran momento de Gosling: su interpretación de la canción «I’m just Ken».                         

La sátira y la risa acompañan todo el filme: las burlas a los productos del universo Barbie -como a los amigos de la muñeca que fueron discontinuados-, cómo son las relaciones interpersonales de los personajes y la ironía de Mattel, una compañía que vende una muñeca especialmente a niñas donde todos los puestos ejecutivos están ocupados por hombres que visten trajes negros y se sientan alrededor de una mesa con forma de corazón en sillas rosa furioso.

Y el rosa, desde ya, es casi otro personaje de la cinta. La película empieza con “Pink” de Lizzo y la producción de Barbieland, que se hizo en un estudio de Warner Brothers sin una gota de CGI, provocó una escasez mundial de pintura rosa.

Barbie hace que les espectadores se reencuentren con su vínculo con la muñeca, cómo la amaron, los objetos hermosos de su universo (la casa, el auto, el cepillo de pelo gigante y sus increíbles cambios de vestuario con el plus de que el vestidor de Margot Robbie es exactamente igual a la caja en la que se vendía la ropa de Barbie), sus amigos, sus diferentes corporalidades a través del tiempo, lo que hizo volar la imaginación y, muy especialmente, las amistades que tantas horas de juego con ella permitió forjar.  

La Barbie de Gerwig es una invitación a pensar y divertirse. En todo el mundo las personas que van al cine piensan qué ropa se pondrán, ya sea que no haya una sola prenda rosa en su vestidor o que abunde ese color. Una vez más, la muñeca abre la puerta para ir a jugar.

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Ludmila Ferrer

Periodista y Licenciada en Comunicación Social (UBA). Escribe también en Página/12 y sigue más podcasts de los que puede escuchar.