Palabras cruzadas: comienza una nueva Feria del Libro de Flores

📚🌼 Una mítica esquina porteña entrelaza la política, la literatura, la música y los activismos bajo el nombre de Feria del Libro de Flores. Un encuentro que se planta con la pluma, con la palabra y con la calle.

El próximo sábado 7 de octubre, desde las 15 y hasta las 22 hs, se realizará la cuarta edición de la Feria del Libro de Flores. Más de 150 propuestas editoriales, música en vivo, charlas y actividades, en clave autogestiva y popular.

«Para disponerse a enfrentar lo que hay y lo que viene (lo que venga) se necesitan muchos verbos: interrumpir, revertir, frenar, componer, convocar, imaginar, enfrentar, desactivar. Cruzarse y hablar». Así reza uno de los lemas de este nuevo encuentro, con la vista puesta en el octubre que se viene, sin quitar la vista de todos los octubres ya pasados ni la memoria de los que vendrán. 

Hablamos con Diego Skliar, integrante de Tinta Limón, docente del Centro de Formación Profesional n° 24 y parte de la organización de la feria, acerca de la identidad desde la que se construye el encuentro.

En muchas ferias se habla de las mayores o menores ventas, pero para ustedes el sentido de feriar no está ahí o, al menos, no está solo ahí. ¿Qué rol cumple el universo del libro en este presente?

Qué rol ocupa el universo del libro en este presente. Desde ya que el motivo económico y comercial es secundario en la Feria del Libro de Flores. Importante, pero no es el primario. Lo principal está en el encuentro, en la interrupción del ritmo urbano. En la creación de modos de organización autogestivos, cooperativos. En la articulación en red. En la discusión de temas centrales para la existencia, para la vida urbana, para la sustentabilidad económica y ecológica del planeta. Está en pensar la Memoria. Está en diseñar estrategias políticas de futuro. Sin dudas, esas son las búsquedas principales de la Feria del Libro de Flores. En medio de eso, el libro tiene una gran cantidad de ideas para poner a circular, para relacionar de modos insólitos. Catálogos que cuando se cruzan en la calle se dan cuenta que tienen mucho que ver. Géneros que se degeneran cuando el ensayo se cruza con la poesía, se cruza con el cómic. Donde las infancias comparten con los filósofos la misma calle. Cuando los músicos de rock se cruzan también con vendedores y vendedoras de verduras agroecológicas. Cuando todo eso confluye, el libro está ahí para perder su forma, básicamente. O para cruzarse y generar nuevos textos en el encuentro callejero.

En la biografía de la feria, la calle y la esquina son algo más que una coordenada de Google Maps. ¿Qué significa el barrio de Flores a la hora de pensarlo como un espacio que también pueda contener una feria del libro?

Justamente, una de las frases que acompañan esta cuarta edición de la Feria del libro de Flores es «salir al cruce». Salir al cruce de Morón y Artigas, en uno de sus sentidos más obvios. Pero también salir al cruce de este momento político donde prolifera el odio, las ultraderechas, el revanchismo. Salir al cruce como modo de cruzarnos, para cruzarnos y parir cosas nuevas. Salir al cruce de nuestras propias formas ya caducas de hacer política, de tejer relaciones, de pensar la comunicación, de pensar la edición. Salir al cruce contra otros y, también, contra nosotros mismos. Flores es un barrio muy sintomático. Por un lado, ese cruce tiene una gran importancia. Todas las entidades que organizamos la feria funcionamos en ese cónclave: el Centro de Formación Profesional n° 24, del cual muchos de los organizadores y organizadoras somos parte, porque somos docentes, estudiantes o directivos de esa escuela, y la Casona de Flores, a media cuadra, donde funcionamos con la editorial Tinta Limón, donde funciona el Estudio Mafia de impresiones gráficas, donde funciona el colectivo audiovisual y teatral Divagario, donde estamos llevando desde este año una agenda cultural abierta a la comunidad. Se reúne lo educativo, lo político y lo cultural. Por otro lado, el barrio de Flores tiene muchos síntomas de época. De economías populares dando vueltas alrededor de la estación y de la Plaza Flores, con la prostitución, la gentrificación, la venta enorme de casas viejas para volverse galpones de tela, para hacer remeras para la calle Avellaneda. La idea de «lo trucho y lo legal», la marca y la ilegalidad de las marcas truchas, los quemacoches, el Hospital Álvarez, el espíritu de Roberto Arlt, el Ángel Gris de Dolina, César Aira. Hay muchas cosas dando vueltas. Es un barrio cargado de pasado y de presente.

El clima electoral está presente y marca la temperatura de estas semanas. ¿Cómo se piensa una propuesta como la de la feria en medio de tantas incertidumbres?

Por un lado, ensayando modos futuros de organización en el presente. Eso desde ya. No estamos esperando condiciones ideales para la proliferación de nuevas ideas. Salimos a ensayarlas y practicarlas en cualquier momento. Por otro lado, manteniendo en esta feria una agenda que, por el tipo de editoriales, está en claro la defensa de lo público, de lo autogestivo, del trabajo cooperativo. Que está en contra de la individualidad y del emprendedurismo, del sálvese quien pueda. El tejido en red ya habla por sí solo. Van a haber expresiones más «explícitas», que tienen que ver con algunas de las charlas en el escenario. Van a estar, por ejemplo, Albertina Carri y Carmen Castillo hablando del cine, el documental y el peso de la palabra y la imagen, con muchas reivindicaciones a la década del 70´, justamente en esta época en que reflotan los negacionismos. Va a estar Alejandro Horowicz, junto a Diego Stulwark, reflexionando específicamente sobre la coyuntura electoral y qué implica pensar una nueva etapa para el peronismo. Juliana Fausto hablando de lo que implica la animalidad y cómo salir del etnocentrismo. Una mesa de mujeres y lesbianas que van a estar intercambiando sobre securitismos, punitivismo y estrategias que se tienen desde el feminismo y desde el lesbianismo para pensar una etapa posiblemente de persecución de muchas formas de hacer lo que hacemos. Esperemos que no llegue eso, pero al menos las amenazas están latentes en los discursos de campaña. Haciendo lo que hacemos. A veces, de modo más explícito y a veces de modos más solapados, sin hablar directamente con la coyuntura. Pero siempre buscando estrategias de organización y de política a nuestra manera.

En una actividad como la lectura que aparenta ser solitaria, ¿qué importancia le dan ustedes al encuentro?

Es verdad que la lectura suele ser una actividad solitaria. Pero también es verdad que todo lo que uno lee, después lo lleva a una conversación de café, a una charla en familia, en la casa, a una discusión en un espacio de trabajo. El momento de la lectura es verdad que puede ser individual. Pero las respuestas se propagan como el fuego, se diseminan y se vuelven nociones comunes y colectivas. En ese sentido, siempre pensamos el libro como un intercambio, como un reguero de pólvora. Algo que se esparce. Semillas que van de un lado a otro. Y nosotros, los lectores y las lectoras, vamos como abejas polinizando ideas por todos lados. Esa idea nos interesa del libro, no tanto la idea enfrascada e ilustrada de andar enrostrando en la gente a la cara qué bibliotecas tiene uno encima o cuánto conoce los catálogos de no sé quién o la obra de no sé cuánto. Es bastante poco importante pensar el libro así. Lo lindo es pensar al libro como usina de ideas, no estancas, sino como ideas que después polinizan con otras en los espacios comunes.

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Demian Urdin

Antropólogo social, coleccionista y crítico de la Historieta Argentina. Ganador de la Beca de Investigación Boris Spivacow II de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno en 2018. Colaborador en Revista Blast de Colombia.