Volver a Trelew, ahora desde la historieta

✏️ El pasado 22 de agosto se cumplió el 51 aniversario de la Masacre de Trelew. En 2022, la antropóloga y cineasta Mariana Arruti y el artista gráfico Lautaro Fiszman crearon «Trelew. La Pasión Fusilada», un ejercicio de memoria y un disparador que parte de un pasado de lucha y busca reconfigurar este presente.

Mariana Arruti proviene del mundo audiovisual, Lautaro Fiszman del universo gráfico. En 2022, a 50 años de la masacre de Trelew y del Trelewazo, ambos recorridos confluyeron en la obra «Trelew. La Pasión Fusilada», publicada por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Una historieta con una fuerte narrativa cinematográfica. Un documental pintado y dibujado. Un nuevo ejercicio de memoria desde el cual pensar nuestro pasado y pensarnos a nosotres mismes en nuestro presente. Sobre todo, una reflexión a futuro.

Junto a los libros, documentales, series y notas que ya circulan, contar Trelew desde la historieta, en este 2023, cobra un nuevo significado y se cubre de una nueva potencialidad. En esta entrevista con los realizadores de la historieta y a 51 años del «Trelewazo», algunas claves acerca del sentido de hablar de Trelew, hoy.

En el prólogo de Mariana se destaca que el libro es un «ejercicio de memoria». ¿Qué valor tiene para ustedes la historieta a la hora de pensarla como herramienta para ese ejercicio?

Mariana: Pensamos el formato como un modo de lazo con los más jóvenes. A 50 años de la masacre, cumplidos en 2022, nos pareció interesante que pudiera construirse un diálogo. Que este diálogo, construido a partir de los dibujos/pinturas de Lautaro y de algunos trazos/textos que repusieran rasgos de aquella bisagra política que fue el 22 de agosto de 1972, permitiera ofrecer legados de un tiempo. Legados que a la vez pudieran alojar espacios para completar esa historia desde las miradas de pibes y pibas que quizá se estén acercando por primera vez a lo sucedido en ese invierno de 1972. Una apuesta que se concretó a partir de la idea de reponer escenas de lo cotidiano de las militancias de los 70, para con ellas habilitar la posibilidad de pensar el presente. Los ejercicios de las memorias, en todo caso, tienen sentido si podemos pensarnos en los nuevos desafíos que nos tocan desde el presente y hacia el futuro.

Lautaro: La historieta es un canal potente para contar. Cuando era chico, leí la historieta de la Guerra del Paraguay que hizo Francisco Solano López (dibujante de El Eternauta) y me partió la cabeza. Nunca me olvidé de esa historia y, a partir de ahí, empecé a investigar a ver qué pasó. El libro es un comienzo también para que se investigue, se busque. Tenemos una historia tan rica, tan terrible pero también tan rica, que es imprescindible leerla y saber qué es lo que pasó, para no permitir que pase de nuevo. No permitir que haya terrorismo de Estado, que los negacionistas tan nefastos puedan llegar a gobernar el país, frenar a Milei y a Bullrich, esta derecha tan nefasta que se presentan como defensores de la libertad y son todo lo contrario.

En el caso de Mariana, «Trelew, la fuga que fue masacre» fue tu acercamiento al hecho desde el documental. ¿De qué manera te parece que conviven aquella producción y esta obra?

Mariana: Cuando en el 2004 se estrenó «Trelew, la fuga que fue masacre», el docu habilitó y puso en circulación una historia que quizá – impunidad de los últimos años de los 80 y la década del 90 mediante-, había quedado ensombrecida. La peli se proponía, no como único objetivo pero sí como central, recopilar relatos y memorias que dieran cuenta de esa bisagra que significó la masacre, a la vez que construir un relato que mostrara ese gesto represivo como el inicio del terrorismo de Estado en nuestro país. También, como otras producciones de la época, se enmarcó en un tiempo en el que comenzaron a desandarse, y dar espacio a las agencias políticas de los y las militantes de una generación. Hoy estamos en una etapa nueva. Un momento que es posterior al juicio oral en 2012, del cual el documental fue parte de la prueba en la etapa de instrucción, de las condenas a los responsables de la masacre y de un largo camino de políticas públicas de memoria, verdad y justicia. Este contexto y el formato de la historieta habilita la posibilidad de desplegar el relato haciendo foco en las escenas más cotidianas de esa militancia, para convocar a esos otros y otras que se acercan a la historia quizá por primera vez.

En el caso de Lautaro, se destaca tu sensibilidad a la hora de trabajar. Pensaba en todo lo difícil que es para un artista partir no de la ficción, sino de ésta que es nuestra historia de lucha. ¿De qué manera trabajás con estos hechos que movilizan tanto esa sensibilidad?

Lautaro: Por un lado, al ser una historia de no ficción, real, tan importante y tan dolorosa, siento una responsabilidad especial. Una cosa es trabajar con la Guerra del Paraguay que, aunque obviamente también sea un momento doloroso e importante, sucedió hace muchísimos años. Otra cosa es con temas de compañeros y compañeras asesinadas hace tan poco tiempo. Es una historia que está muy presente. Es más responsabilidad. Por otro lado, al haber fotos increíbles de Emilse Pereyra y de Alicia Sanguinetti en el Archivo Nacional de la Memoria -que es un organismo que atesora esas fotos y que estuvieron a nuestra disposición para el proyecto-, al poder trabajar con tanta documentación, pude laburar de una manera más fácil. Desde ese punto de vista, es también una mayor comodidad. Hay fotos de los compañeros, no necesito inventar. Es gente a la que no conozco personalmente, pero que admiro y quiero. Me salen bien. No sé si anatómicamente hablando, pero son personas dibujadas con cariño y creo que se nota. Está en el dibujo. No necesito pensarlo, sale solo. Trato, con las fotos y con este material, que en donde haya imágenes de archivo respetarlas, si bien lo que hago es una recreación de la imagen, que salgan lo más realistas posible, intentando representarlas con fidelidad. Hay situaciones, como la represión en el Cordobazo, donde se puede pintar de una manera más expresionista y otras donde se recurre al realismo. Era esto parte del desafío, que no sea una historia ilustrada y poder llevarla al lenguaje de la historieta.

El libro recurre a un ejercicio que también usó Enrique Breccia en El Che y que vos usaste en Nuda Vida, la monstruosidad del represor. ¿Cómo decidís los momentos en los que la no ficción se mezcla con esas caras crueles y deformadas?

Lautaro: No sé si es una decisión consciente, pintarlos como monstruos. Los empiezo a pintar, sobre todo en el caso de (Roberto) Bravo o cuando hice a Sarmiento en Nuda Vida, que justo está diciendo «hay que exterminar a los gauchos» y un poco más adelante dice que hay que matar a los chicos paraguayos. Me sale solo meter la espátula y raspar, aproximando el dibujo a una expresión más cercana a la clase de hijos de puta que son. Me va llevando, no lo decido conscientemente, me lo pide el retratado. Así como cuando hago a los militantes, que los hago con amor, a estos hijos de puta los hago con odio. Pero no siempre está tan decidido. Me costó mucho, por ejemplo, hacer a Bravo con cara de humano, porque primero me salió la cara monstruosa y para el cuadro anterior necesitaba que tuviera una cara más normal y eso fue muy difícil de lograr.

En un contexto como el actual, con el marcado avance de las derechas, ¿qué valor le dan al hecho de contar Trelew desde un nuevo formato?

Lautaro: La idea de contar Trelew de nuevo, pero desde la historieta, nace de pensar que la historieta tiene una llegada importante para los más jóvenes. La hicimos para que la puedan leer chicos de dieciocho años y no solo entendidos. Que el trabajo pueda ser entendido por los más jóvenes me parece imprescindible. Sobre todo ahora, con este avance del negacionismo, de gente que reivindica el terrorismo de Estado. Es contar la historia para que no se repita. Trelew es una bisagra donde empieza el terrorismo de Estado. En ese momento, cuando los militantes entregan las armas, lo hacen frente a las cámaras, con los médicos. Piensan que de esa manera no se van a atrever a asesinarlos, pero los milicos muestran que ya no  tenían ningún límite moral. Los tipos empiezan a asesinar sin ninguna piedad y toda esa práctica continuó y se intensificó en la dictadura del 76´. Me parece, repito, imprescindible que se sepa que se conozca el valor de las y los jóvenes de esa época. Y también la historia del «Trelewazo», el pueblo unido enfrentando a la dictadura y logrando que liberen a los compañeros, a sus vecinos. Me parece imprescindible contar esta historia, que sepamos lo que pasó, que podamos estar orgullosos de los héroes de Trelew, de la gente de Trelew, de Rawson y de Puerto Madryn y de los abogados de los presos políticos, como Eduardo Luis Duhalde , Rodolfo Ortega Peña, Mario Abel Amaya. Y que se sepa también quiénes fueron los asesinos, no olvidarlos y no perdonarlos. Condenar a los asesinos y recordar a los héroes.

Mariana: Creo que hoy resulta necesario, más necesario que nunca, colocar a la masacre de Trelew en la larga genealogía que le da sentido a nuestro presente, para poder comprender que esta disputa política tiene una larga historia. Trelew ofrece la posibilidad de pensar esos recorridos, una génesis del Terrorismo de Estado -golpes de Estado y políticas represivas mediante- construida a lo largo de años de disputas. Pero Trelew nos ofrece también la posibilidad de pensar los gestos solidarios, las convicciones políticas y la historia de la lucha colectiva para construir un mundo humano, justo y solidario.

«Trelew. La Pasión Fusilada» se encuentra disponible para consulta y lectura, libre y gratuita, en la página de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación a la que se puede acceder ingresando aquí: https://bit.ly/3g3iD6X.

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Demian Urdin

Antropólogo social, coleccionista y crítico de la Historieta Argentina. Ganador de la Beca de Investigación Boris Spivacow II de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno en 2018. Colaborador en Revista Blast de Colombia.