Lorena Vega: «Testosterona es una obra vertebrada por preguntas”

🤳 Testosterona, el espectáculo que cuenta con Cristian Alarcón como protagonista y Lorena Vega como directora, llenó el Teatro Astros durante todo febrero y se prepara para renovar cartel los lunes de marzo a las 20 hs. El Grito del Sur habló con la reconocida actriz y directora.

Un espectáculo de biodrama que aborda desde la construcción de la masculinidad hasta las terapias de conversión nazis. Una obra híbrida que tensiona los límites entre la ficción y la performance. Un diario íntimo. Un espacio-tiempo ambiguo, donde lo digital y lo analógico se conjugan para crear imágenes. Un texto polifónico que se encarna en una sola voz. Un recorrido que aborda la historia latinoamericana, la botánica y la teoría de género: eso es Testosterona.

Testosterona es la primera obra de teatro del periodista Cristian Alarcón, dirigida por la brillante Lorena Vega. Nacido en Chile, el escritor reside en nuestro país desde su juventud, dirige el medio digital Anfibia y es autor de reconocidas novelas como Cuando me muera quiero que toquen cumbia y El tercer paraíso. Por su parte, Vega es actriz, dramaturga y profesora de teatro y actuó en series y películas entre las que se destacan Norma y El fin del amor.

Testosterona retrata la vida de un niño que en los 70’ es inyectado con esa hormona para “corregir” su deseo homosexual. A sala llena, Alarcón rememora cuando usaba los vestidos y maquillajes de su madre para disfrazarse. Asimismo, recuerda los pinchazos con los que, cada dos meses, intentaban moldear su masculinidad, mostrando cómo el sistema médico ejerce de instrumento de domesticación para los cuerpos que no encajan en los parámetros binarios.

¿Cuánto cuesta cumplir con el rol del varón? La pregunta resuena en el aire y entre las butacas. La testosterona ensanchó sus caderas y propició el crecimiento de vello en su pecho haciendo visible la marca del trauma.

En escena, Alarcón y Tomás de Jesús forman una dupla performática perfecta que se complementa con la escenografía: una pantalla donde se proyectan imágenes de flores, frases y fotografías del protagonista. El soporte digital media entre el público y los actores sin interrumpir la fluidez. En la pantalla quedan flotando palabras que pronuncia Alarcón, en español y en náhuatl, mientras juega a marcarse y desmarcarse del rol de actor. La flora y la fauna mesoamericana, los tomates y las dalias, aparecen en su discurso. También cuenta los tres tipos de personas que toman testosterona: los varones hetero cis mayores de 60 que quieren mejorar su rendimiento sexual, las transmasculinidades y algunas personas no binaries.

“Testosterona empuja los bordes de la no ficción: es teatro, es danza, es performance, es biodrama, es videoarte, es universo sonoro”, explica la reseña que se puede encontrar online. La relación del hombre y la naturaleza, basada en las investigaciones del botánico sueco Carl von Linné, remiten al cuerpo cyborg de Dona Haraway. Un hombre sujeto a su ecosistema. Afectar y ser afectado por lo que nos rodea, sentir a partir de las tecnologías que nos provee el sistema.

Luego del gran éxito que tuvo durante todo febrero, el espectáculo acaba de renovar cartel para marzo con nuevo día y horario: los lunes a las 20 hs en Teatro Astros, Corrientes 746. Para conocer un poco más sobre cómo fue realizar el espectáculo, El Grito del Sur habló con Lorena Vega, autora de la multipremiada obra Imprenteros.

¿Cómo fue pensar una obra tan experimental para el circuito comercial? 

La obra no fue pensada para un circuito comercial, sino que fue gestada como una investigación independientemente del espacio donde se iba a mostrar. De hecho, al comienzo yo pensaba en un espacio no teatral, un galpón o algo así. A medida que fuimos construyendo la obra -y éste es un término clave porque todo el espectáculo trabaja en la construcción de identidad-, nos dimos cuenta que requería ciertos recursos lumínicos, sonoros y escenográficos que hicieron que optemos por una sala teatral. Todas estas situaciones y vericuetos nos llevaron al Teatro Astros, que finalmente fue un hallazgo y una casa que nos recibió muy bien. 

¿Cómo surge la investigación que respalda la obra?

La investigación de la obra fue larga. Yo fui convocada por Cristian en 2019 para trabajar en el Laboratorio de Periodismo Performativo de Revista Anfibia, que es un espacio para investigar la relación entre periodismo y artes escénicas. En ese contexto comenzamos a trabajar con diferentes investigaciones periodísticas, tres de las cuales llegaron a estrenarse. A partir de esta experiencia, surge la propuesta de hacer una obra con Cristian sobre su propia vida. Las cosas fueron llegando de diferentes lugares y se conjugaron.

¿Cuál fue la dinámica de trabajo con Cristian?

Cristian es una persona muy abundante, con muchas vidas, con muchas historias encima y mucho trabajo profesional que le permite hacer lecturas profundas y veloces de lo que sucede. A su vez, aunque no es actor, tuvo esa predisposición para probar muchas cosas en escena. Él tomó sus investigaciones sobre botánica, sobre género, sobre periodismo y su propio cuerpo para generar un material que estuvimos elaborando durante tres años, hasta el 2023 donde nos dedicamos a ensayar. Armamos un enhebrado de preguntas sobre qué es la construcción de un cuerpo y a partir de eso qué es la identidad. La obra está vertebrada por preguntas, por distintas aristas que fuimos abriendo. Esa ramificación es el cerebro de Cristian.  

 ¿De qué forma se interpela al espectador a través de una historia personal?

Un poco abriendo el juego a distintas áreas que no sean solamente la historia personal. Ahí apareció la botánica, la historia del continente americano, la idea del cuerpo cyborg. A mí me parece que todo eso formó un material con textura, un material que tiene volumen, muy heterogéneo. Es una mezcla de todo eso que nos habita. La respuesta de la gente es muchas veces que le gusta más una parte que la otra, pero yo creo que lo rico de la obra es todas esas cosas que nuclea. 

La obra juega con los límites entre la biografía y la investigación como el periodismo narrativo. ¿De qué manera lo plantearon?

Ese fue el gran desafío. Lo interesante es que yo estaba más enganchada con lo periodístico y Cristian más con lo escénico, lo teatral. Entonces fue como que cada uno se quería meter en el territorio del otro en vez de defender su disciplina. Ese deseo, esa curiosidad, amalgamó la obra, la contaminó en el mejor sentido. Al principio me dio mucho temor trabajar sobre la vida de Cristian. Fue un enorme desafío hacer una obra con la biografía de otra persona. Si bien yo ya había probado hacer biodrama en Imprenteros, no es lo mismo cuando no es tu propia vida. Es difícil hacer cirugía mayor ahí. 

Se puede decir que es una obra feminista por la forma de retratar la intimidad de los afectos, por hacer de lo personal algo político. ¿Cómo fue abordar el tema de las masculinidades? 

Cuando abordamos el tema de las masculinidades sabíamos que es un tópico sensible, de actualidad, que todo el tiempo estamos discutiendo como sociedad. No queríamos incurrir en nada que perfore nuestra línea de pensamiento, nada que se oponga a la noción con la que comulgamos respecto a la diversidad. Afinamos el lápiz para que nuestro trabajo artístico-periodístico deje en claro que estamos a favor de la libertad de identidades y de cómo se percibe cada sujeto. Fue casi como si tuviera una línea editorial. Hubo un trabajo permanente de escucha del equipo artístico y técnico, pero también del periodístico, que nos apuntalaron cuando sentíamos que algo podía ser malinterpretado.

Por último, ¿qué rol cumple la escenografía y por qué utilizaron las imágenes proyectadas?

La directora de arte y escenografía, Mariana Tirantte, fue con quien trabajamos la identidad de imagen del espectáculo, algo que se encontró mucho en escena con el trabajo de los realizadores audiovisuales, José Jiménez y Blas Lamagni, que le dieron un vuelo impresionante a la obra. Además tuvieron una gran relación con Sebastián Schachtel, que hizo toda la música original y trajo su propio rock a Testosterona. Jazmín Titiunik, que es la coreógrafa, también trabajó mucho en el diseño de movimiento. Yo no tenía dudas que este proyecto iba a estar vinculado con lo tecnológico porque Cristian también es eso, un adelantado a lo que sucede. Mariana me propuso hacer algo que remitiera a los juegos infantiles de piezas y armar combinaciones con los cuerpos en escena. Una estructura que nos permitiera girar, proyectar de costado, abrirla y descubrir ese jardín íntimo, personal, pero también soñado para el planeta, como en una reinvención de los recursos naturales. Cristian y Tomás de Jesús se van relacionando con el conjunto de lo que aparece en la pantalla, que también puede ser interpretada como una hoja en blanco donde quedan las frases de un periodista. Es un todo, pero se va deconstruyendo en múltiples cosas.

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Dalia Cybel

Historiadora del arte y periodista feminista. Fanática de los libros y la siesta. En Instagram es @orquidiarios