Es Julio César, mi amor

🎭 Moria Casán interpreta al tirano romano en la obra de Shakespeare que dirige José María Muscari. Brillos, trap y lengua karateka en escena.

La antigua Roma no tiene telón, es una discoteca con sillones rojo rubí con respaldos capitoné y mesas bajas con tragos, el fondo está cubierto por paneles dorados y la escena está delimitada por siete pilares con luces y una pantalla en cada uno. En el centro, enfundada en un vestuario lamé plateado, peluca blonda y en el cuello una cadena gruesa como la de un rapero de la que cuelga un medallón enorme con la insigna “JC” está Moria Casán, la One, interpretando a Julio César en la versión libre de la obra homónima de William Shakespeare que dirige José María Muscari.

Escrita en 1599, Julio César se centra en el complot urdido en el Senado romano para asesinar al gobernante, con Cayo Casio (Malena Solda) como principal instigador que consigue convencer a Bruto (Alejandra Radano) de que el César debe morir para que la República sea libre de la tiranía.

En la obra de Shakespeare, Julio César aparece solo en los primeros actos y luego se centra en la guerra que se desata para dirimir el liderazgo de Roma y finaliza en la batalla de Filipo, en la que triunfan Marco Antonio (Marita Ballesteros) y Octavio (Fabiana García Lago), el sobrino de César que se convertirá en Augusto, el primer emperador. Pero la nueva puesta se centra en el tirano porque ese es el pan que el público quiere en este circo: a Moria.

Foto: Carlos Furman, Complejo Teatral Buenos Aires.

La nueva puesta está producida por el Complejo Teatral Buenos Aires, puede verse en el Teatro El Plata (Juan Bautista Alberdi 5765), en el corazón de Mataderos, y completa su elenco de lujo con Mario Alarcón (Calpurnia, la última esposa de César); Mariano Torre (Porcia, esposa de Bruto); Mirta Wons (Lucio); Payuca (Tribunio) y Vivian El Jaber (Casca). Muscari busca así el empoderamiento femenino al poner a los personajes masculinos en la piel de mujeres. 

“Todo el tiempo fui  –soy– una gran travesti”, dijo Moria en una entrevista que dio al Complejo Teatral y recordó su debut en 1969 en Cuando la abuelita no era hippie en el Teatro El Nacional en el que apareció desnuda en el escenario e interpretaba a un varón. “Julio César es reivindicatorio para mí. Es volverme a poner en la piel de un hombre que tiene casi más debilidades que poder. Porque Julio César comparte miserias, deslealtades, comparte el amor, comparte el desamor”, reflexionó la diva.

Con la sala llena y todos los ojos puestos en ella, Moria desfila por el escenario, agita su capa y posa como si estuviera en una pasarela, estira las piernas -y el empeine, mamita- para mostrar el destello de sus tacos y baila mientras el público se rompe las manos aplaudiendo.

Foto: Carlos Furman, Complejo Teatral Buenos Aires.

Al texto original del dramaturgo inglés, Muscari le suma argentinismos -como un “¡Viva Nueva Chicago!” para hacerle un guiño a les vecines del barrio- , la mención de la “lengua karateka” de Moria o referencias a la forma actual de hacer política: convertir algo en tendencia en las redes sociales, tener trolls o mandar mensajes por Telegram “para que no quede registro”.

Julio César habla de política, de la corrupción, de la sed por el poder y Muscari le da un giro extra que deviene en una lectura antipolítica que parece salida del 2001 y según la cual todos los políticos son iguales: corruptos que buscan el poder.

La versión libre de la obra de Shakespeare tiene también apasionados besos lésbicos entre las/los senadores romanos, con música trap y un vestuario a cargo de Camila Milessi y Emiliano Blanco con estética deportiva y diseños inspirados en togas o los uniformes de los legionarios y en la que abundan las zapatillas blancas Adidas, salvo en el César. Para la One, solo brillos.

Julio César eleva y reivindica a Moria, la posiciona como lo que es: un ícono de la cultura popular argentina con la capacidad de correrse del estigma que le quieren endilgar los defensores de “la cultura” -y que ella nunca compró, porque por algo es la One- para ponerse en la piel de un personaje de Shakespeare. Porque ella, con o sin corona de laureles, es el César que vino, vio y venció. Y el público lo sabe.

Compartí

Comentarios

Ludmila Ferrer

Periodista y Licenciada en Comunicación Social (UBA). Escribe también en Página/12 y sigue más podcasts de los que puede escuchar.