Gran Hermano: un balance socio-político y televisivo

🧐 ¿Cómo se explica el rotundo éxito de Gran Hermano cuando la televisión venía en caída libre? Una explicación desde lo social, político y televisivo para entender los resultados globales de un programa que tendrá una nueva edición este año.

En términos cuantitativos, Gran Hermano (GH) 2022 fue un éxito a gran escala. Un programa que iba a durar entre tres y cuatro meses se extendió bastante más de lo previsto y llegó a coronar casi un semestre de pantalla. Sin lugar a dudas, el principal motor de la continuidad del reality fue el altísimo rating: el ciclo arrancó con picos de 23 puntos de rating y se fue con 30, una cifra exorbitante y muy poco habitual para los tiempos que corren en el formato televisivo tradicional.

Ni lerdos ni perezosos, desde la producción de GH aprovecharon el rotundo éxito para lanzar -previo a la finalización del programa- la apertura del casting de la edición 2023, donde seguramente haya una masiva convocatoria. Con un formato que tuvo su debut hace más de 20 años, pero al cual se le introdujeron varias modificaciones en esta última edición, la televisión nos volvió a sorprender y dio claras muestras de que todavía resiste y que sigue siendo el medio de comunicación y de entretenimiento por excelencia en los hogares. 

Si bien hay una pérdida de poder de la TV en la vida social como consecuencia de los nuevos dispositivos, como el servicio on demand, Gran Hermano fue un acontecimiento televisivo en sí mismo y tuvo la virtud de generar conversación y contenido en las redes sociales las 24 horas. De allí su principal fortaleza.

El ciclo arrancó con picos de 23 puntos de rating y se fue con 30, una cifra exorbitante.

Por otro lado, en el marco de su gran popularidad, el programa llevó rápidamente a sus 20 participantes a transitar el camino de la fama. Sólo tres de ellos alcanzaron la final: Marcos Ginocchio, Nacho Castañares y Julieta Poggio. A primera vista, se trató de tres participantes con rasgos hegemónicos y juveniles. Sin embargo, cabe ahondar un poco más en el análisis para encontrar diferencias: así como Marcos «el primo» expresaba los valores de una sociedad tradicional y ultra-conservadora, Nacho experimentó una crianza marcada por la diversidad en tanto su padre biológico tuvo relaciones de pareja con otros hombres cuando él era pequeño. Finalmente, Julieta construyó una imagen de mujer preocupada en exceso por su estética personal y, al mismo tiempo, se mostró alejada casi por completo de las tareas del hogar.

A diferencia de otras ediciones de GH, en esta oportunidad no se premió tanto la estrategia de juego. Marcos fue halagado por su personalidad, marcada por una postura super-tranquila que evitaba la confrontación y daba lugar a la paz. En tanto, Nacho sacó a relucir en todo momento su faceta de jugador -yendo de un grupo a otro como pez en el agua- y logró salir airoso de unas diez placas en las que recibió el apoyo del público.

¿Por qué ganó Marcos con el porcentaje abrumador del 70 por ciento? En el espejo de la sociedad, el joven salteño no es únicamente una cara bonita sino también una supuesta búsqueda de transparencia en medio de una sociedad corrompida. Si bien Marcos proviene de una familia pudiente y no necesitaba el premio para encarar un proceso de movilidad social ascendente al mejor estilo Thiago, lo cierto es que el público decidió confiar en su inocencia pero también en su decencia. En tiempos donde prima muchas veces la desconfianza entre pares, es necesario creer aunque sea en unos pocos (privilegiados).

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