“Oppenheimer” y el cine de Christopher Nolan: ¿qué hay tras las mujeres que mueren en sus películas?

🎞️ Mientras “Barbie” expone en clave de parodia, musical y plástica la brecha de la “batalla de los sexos”, el film “Oppenheimer” es evidentemente injusto en la representación de mujeres que, no obstante, fueron notables en la historia de la ciencia.

Lo que se llega a sentir en una sala de cine es una experiencia visual-emocional y unívocamente social, le pese a quien le pese. De hecho, Christopher Nolan se pasa la vida intentando explicar el sentido de existir en sus películas. O más bien, tratando de entenderlo. Por eso y con el mismo criterio, eximirlo de responsabilidad sobre su elección del lugar que destina a los personajes femeninos en cada una de sus tramas, sería pecar de solemne.

Sus films son una maquinaria asombrosa, porque por consecuencia él es algo así como un visionario. No por revelador, sino por su manera de ver que hace excepcionales a las narrativas que estrena: guiones (donde también colabora su hermano Jonathan Nolan) dramáticamente verosímiles y enhebrados minuciosamente para sembrar reflexiones sobre el tiempo y que conducen a sus protagonistas a través de entretenidas escenas de acción (que evitan el CGI) y dilemas éticos que los debaten entre lo que es real de lo implantado. Excepto por un detalle: las mujeres. Que son geniales, y desde sus interpretaciones que van desde Carrie Anne-Moss hasta Florence Pugh. Pero que por más fiscales, físicas o estafadoras, su trama apenas les permite pasar de interés romántico y sólo son -si no es que tienen una muerte fatal- para sustanciar la trama del héroe, que al final vencerá por vencido y salvará al mundo (aunque sin dudas con un poco de ayuda de ellas o con la motivación puesta en ellas). No como Pandora, que al contrario, destapó todos los males sobre la Tierra.

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Cuando la fiscal de Ciudad Gótica, Rachel Dawes (en la secuela, 2008, Maggie Gyllenhaal), le deja una carta a Bruce Wayne (Christian Bale) para decirle que ya no va a esperarlo, el director la arranca del film. Casi como castigo, el destierro: pero más aún como condimento a la tragedia del protagonista, ya que con esa carga emocional encima Batman seguirá peleando, para demostrar que es más que un hombre, un símbolo. No es la única ni dentro de su saga. «Una vez tuve una esposa y me la quitaron», le dice Ra’s al Ghul (Liam Neeson) antes de entrenar al Murciélago en la Liga de las Sombras. Y si nos vamos más atrás: ¿cuenta Martha Wayne (Sara Stewart) en el robo?

En “Memento”, Leonard Shelby (Guy Pierce) le reconoce a Natalie (Carrie Anne-Moss) -un personaje que sabe, lo “ayudará por pena”-, que lo último que recuerda es a su esposa (Jorja Fox). –Qué tierno– remata ella. “A mi esposa agonizando”.

En “Interestelar” (2014), Joseph Cooper (Matthew McConaughey) cuenta en una citación escolar donde lo confrontan sobre el futuro de sus hijos, que la madre muere producto de un quiste cerebral. En “El Gran Truco” (2006), el mago Robert Angier (Hugh Jackman) pierde a su esposa (Piper Perabo) por una negligencia en el escenario: no logra desatar el nudo y muere ahogada ante las miradas del público. En la misma película, la esposa de Alfred Borden (Christian Bale), Sarah (Rebecca Hall), se suicida luego de reprocharle que ve en él que un día la quiere y otro no (trama que al final de la película revela que es porque tiene un gemelo). Además, el lazo y la rivalidad entre los dos ilusionistas es otra mujer: Olivia Wenscombe (Scarlett Johansson), cuya trama es relacionarse con uno, cooperar, enamorarse del otro y espiarlos a ambos.

Marion Cotillard muere en dos películas diferentes. En “El Origen” (2010), su personaje Mal (miren además cómo le queda la abreviatura) se suicida persiguiendo la realidad de ensueño creada por Dom Copp (Leonardo DiCaprio). Dos años después, en la tercera de “Batman: El Caballero de la noche asciende”, su Miranda Tate/Talia al Ghul tiene un accidente mortal, que la actriz describe como una escena frustrante. Finalmente, en la enteramente cuestionada “Tenet” (2020), Priya (Dimple Kapadia) es asesinada pero la película también le falla a Kat (Elizabeth Debicki). Y en “Dunkerque” (2017), bueno… prácticamente no hay mujeres.

Marion Cotillard en «El Origen»

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El mismo día, “Barbie” y “Oppenheimer” se estrenaron en los cines. Mientras que por un lado, la directora Greta Gerwig (autora de las premiadas “Lady Bird” y “Mujercitas”) aprovechó este boleto al formato más mainstream para exponer la brecha de la “batalla de los sexos” (concepto tomado como título de la película de Valerie Faris y Jonathan Dayton, con Emma Stone y Steve Carrell, de 2017) en clave de parodia, musical y plástica. En el otro extremo, la biopic de Nolan que no deja de ser uno de los largometrajes mejor filmados del año, es señalado por el modo que eligió retratar a los personajes que interpretan Florence Pugh y Emily Blunt. Ambas en la piel de las mujeres que estuvieron sentimentalmente vinculadas al creador de la bomba atómica.

Pugh -que trabajó anteriormente con Gerwig en la adaptación de la novela de Louisa May Alcott, donde pensó para ella una Amy March con un diálogo ponderantemente feminista- interpreta en “Oppenheimer” a la psiquiatra, Jean Tatlock. Su actuación deja evidencias de la inteligencia de la médica, reportera y escritora quien se graduó con honores en 1941. Sin embargo, es igualmente llamativo cómo el director la expone literal y explícitamente al desnudo, siendo incluso la actriz más joven del elenco principal. Y pese a una secuencia pintoresca donde se ve cómo arroja a la basura las flores que el físico le regalaba, la historia hace hincapié con su decisión de quitarse la vida. Y así focalizar en cómo repercute esto en el protagonista.

Blunt, en tanto, interpreta a la bióloga y botánica Katherine «Kitty» Vissering Puening, quien además de casarse con Oppenheimer, trabajó en su famoso laboratorio donde también vivían. Pese al momento de trascendencia de su personaje -que es hacia el final, y donde se glorifica pero para defender a su marido-, las escenas no la ilustran como una mujer de estudios sino como una madre que desatiende a su hijo, al caer en un delicado estado de salud mental, producto de estar recluida en un pueblo montado para que su marido pudiera crear la bomba de hidrógeno que posteriormente provocó los atentados más terribles de la historia de la humanidad sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki (agosto de 1945).

Sumado a ello, “Oppenheimer” no pasa el test de Bechdel, un parámetro mencionado por la historietista y activista Alison Bechdel (quien se lo atribuye a Liz Wallace, inspirada en Una habitación propia, el ensayo notable de Virginia Woolf). La regla es simple y se compone de 3 requisitos: (1) deben aparecer al menos dos personajes femeninos; (2) que mantengan una conversación; (3) que no tenga como tema un hombre. Por lo baja que está la vara, es un escándalo cuando no se cumple. En el film de Nolan, la única escena que Pugh y Blunt comparten, es cuando Kitty imagina la infidelidad de su marido: Tatlock la mira fijamente mientras mantiene relaciones íntimas con él, en un cuarto repleto de varones.

«Oppenheimer»

Una Pandora por cada Prometeo

“Oppenheimer” está basada en la biografía Prometeo Americano (2005), de Kai Bird y Martin J. Sherwin. La misma metaforiza al físico interpretado por Cillian Murphy (luego de Michael Cane, el actor más recurrente en las películas de Nolan) con el titán de la mitología griega que entregó el fuego a los hombres, confrontando a Zeus. La analogía de “jugar a ser un dios” que se consume con la frase más famosa que declaró luego de la detonación: “Ahora me he convertido en muerte, el destructor de mundos”.

Curiosamente, siguiendo con la mitología (que relata Hesíodo), Pandora no sólo fue la primera mujer de la Tierra -cuyo nombre etimológicamente significa regalo de todos– sino una venganza de Zeus contra Prometeo. El dios ordenó crear una doncella hermosa a la que cada divinidad del Olimpo dotó con atributos, excepto el mensajero Hermes que bajo condición de su soberano, le dio a la joven “un carácter inconstante”. Zeus se la obsequió a Epimeteo, hermano de Prometeo (advertido por éste de no recibir sus regalos). Mientras que a Pandora le dejó a su cuidado una caja (o vasija según su traducción) que no debía abrir: un engaño camuflado de instrucción. El final es moraleja ampliamente popular: Pandora abre la caja que desata todos los males del mundo -la enfermedad, la fatiga, la locura, el vicio, la pasión, la tristeza, el crimen y la vejez- pero logra cerrarla conservando lo último que había en ella (la esperanza). 

Pese a su final, Pandora es concebida en el relato con el fin de “configurar un ‘bello mal’, un don tal que los hombres se alegrasen al recibirlo, aceptando en realidad un sinnúmero de desgracias. En su cine, Nolan crea sus protagonistas varones también como amantes, que responden a la misma tentación-deseo. ¿Pero hasta qué punto no hablan de sí mismos?

Todas las películas del director son producidas por su esposa Emma Thomas (a través de su sello Syncopy Films), quien dicho sea de paso, no sólo elogió “Lady Bird” de Gerwig (que compitió con su “Dunkerque” en la temporada de premios de 2017, el mismo año de “La batalla de los sexos”) por sentirse identificada en el vínculo madre e hija que desarrolla, sino que además le hizo saber sus preocupaciones a su marido y director por el tratamiento que destinaba a las mujeres en “El Origen”. Así que lo “instó a darles más profundidad y credibilidad, para que no fueran meros accesorios en la trama”.

“El Origen” tiene otra conexión mitológica. Ariadne (Elliot Page) está basado en la princesa Ariadna, que ayudó a Teseo a salir del laberinto del Minotauro. Es que la teatralidad es otro de los atributos de sus películas. Y si hablamos de teatralidad, hablamos de tragedia (o comedia, por el origen del arte griego), en su caso. Incluso cuando sus personajes son de época o utilizan trajes y disfraces (en casos como “El Gran Truco” o la trilogía de “Batman”), su reto es mostrarlos con un realismo que hace de su cine un sello. Para Nolan, sus personajes son los héroes, que para Estados Unidos también son los superhéroes. “Barbie” juega con esto, cuando expone Barbieland a modo de Temiscira, el hogar de las amazonas y de Wonder Woman. Por el contrario: es allí donde sostienen que el hombre corrompe. Significativamente en el mismo 2017, la película con Gal Gadot dirigida por Patty Jenkins muestra una escena en la que Diana irrumpe como la única mujer dentro de un cuarto militar de la Primera Guerra Mundial.

Escena de «El truco final (el prestigio)»

Además de trabajar con Emma, en “Oppenheimer” aparece Flora, la hija mayor del matrimonio (que también tiene un cameo en “Interestelar”), aunque ya temporalmente durante la Segunda Guerra Mundial. En una participación cinematográficamente delicada: como una de las “víctimas que arde” (IMDB) en la imaginación del protagonista que, shockeado por los efectos de su arma de destrucción masiva, visualiza el impacto de la bomba en la sociedad norteamericana que vitorea su discurso. Al ser consultado sobre la elección de su hija para una escena de estas características, el director respondió: «A decir verdad, trato de no analizar mis propias intenciones. Pero el punto es que si creas el máximo poder destructivo, también destruirá a aquellos que son cercanos y queridos para ti. Así que supongo que esta fue mi forma de expresarlo en lo que, para mí, fueron los términos más fuertes posibles».

Frente a todo esto, ¿será que Christopher Nolan busca autoexculparse o revindicarse en sus películas? ¿Qué simboliza? ¿Se puede reducir su arte a la etiqueta machista? ¿Es justo y necesario? (parafraseando su misticismo científico)

La respuesta podría yacer en una de las máximas de su cine: «El hombre es de acuerdo a sus hechos». Como le dice Rachel Dawes (Katie Holmes) a Bruce Wayneen en “Batman: inicia” (2005): “No es quien seas en el interior, tus actos son los que te definen”. O como se mentaliza Leonard Shelby en “Memento” (2000), “la memoria es la que falla, los hechos no”. O así, -paradójicamente- cuando Kitty le reprocha a Oppenheimer que no puede cometer un error y pretender que el resto de las personas sienta pena por él o se vean responsables. Es así que el fin más altruista de sus personajes es que sus objetivos tengan propósitos validados o mediados por las mujeres que los rodean: como el motivo de supervivencia de Shelby que es cumplir con su venganza por la muerte de su esposa, como el duelo de Batman que no llega a rescatar a Rachel, o como Dom Copp (DiCaprio) decide finalmente soltar la imagen que lo atormenta de Mal. Eso es muy ególatra, cualidad que por sobre todo es muy british
La misma teoría se ve confrontada con la irrupción icónica del Guasón de Heath Ledger que plantea durante toda la película (“Batman: el caballero de la noche”) cómo es la misma sociedad la que corrompe a un caballero blanco. Sea Harvey Dent (Aaron Eckhart), o Nolan. El patriarcado los educa como un hijo sano. De modo que el director bien puede y debe leerse (y juzgarse) social y cinematográficamente frente a sus actos expuestos en formato de largometrajes por más buenos que son.

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