Evangélicos y la estrategia del Gobierno para debilitar a las organizaciones sociales

⛪️ La mayoría de quienes profesamos la fe evangélica somos parte de los sectores populares, nos atraviesan las mismas necesidades y padecimientos. Cuando el Estado decide estar ausente, quienes quedan en los territorios son los movimientos populares y las iglesias que luchan contra el hambre, el desempleo y el narcotráfico.

En el marco de su programa de ajuste y saqueo, el Gobierno congela el salario social complementario de miles de trabajadores/as de la economía popular y no entrega mercadería a los comedores y merenderos. Su estrategia es clara: demonizar y debilitar a las organizaciones sociales -que tienen poder de movilización-, quitándoles los recursos, tensionando con la Iglesia Católica y empujando una grieta entre las organizaciones populares y el campo evangélico (en la que no deberíamos “engancharnos”).

Mientras las organizaciones nucleadas en la UTEP realizaban la “Fila del Hambre” -desde Constitución hasta Retiro y en todas las dependencias del país-, la titular del Ministerio de Capital Humano Sandra Pettovello firmaba en José C. Paz un convenio millonario con ACIERA, una corporación que nuclea a iglesias evangélicas. Esta expresión no es hegemónica del sector, y aunque existen otras asociaciones y federaciones como FAIE, que nuclean a las iglesias evangélicas en la Argentina, tampoco son representativas del campo evangélico, el cual ha crecido notoriamente en las últimas décadas. Según el Conicet, en 2008 representaba el 9% y en 2019 el 15,3% de la población. ACIERA se caracteriza por el lobby político de un directorio -conformado por los Pastores de las megas iglesias y sus aparatos-, que siempre coquetea con los gobiernos de derecha y con los sectores conservadores de nuestro país, fieles al espíritu que los hizo nacer en 1982: el diálogo con la última dictadura militar.

Con la excusa de defender la vida y la familia, desde hace décadas ACIERA usa a las iglesias en una «cruzada» para legitimar modelos económicos de hambre, saqueo y represión. Mientras tanto, se regodea con el poder y se beneficia de millonarios convenios, contratos, propiedades o de lograr algún cargo de diputado/a como es el caso de Nadia Márquez (Neuquén), hija del pastor Hugo Márquez -actual vicepresidente de ACIERA-, uno de los operadores en el campo evangélico que busca el respaldo político al gobierno de La Libertad Avanza. O como lo hace la Confederación Bautista Argentina, que le envió una carta al presidente Milei apoyando las medidas económicas, el DNU y la Ley Ómnibus al tiempo que el Gobierno mandaba a reprimir al pueblo en la calle. Ahora dicha institución tiene un nuevo presidente, el Pastor Crhistian Hofft con quien compartimos muchas miradas e inquietudes y trabaja para que la institución que preside tenga credibilidad y construya un testimonio más evangélico.

Fotos: Santi Oroz

En esta oportunidad, lo grave no es el convenio ni el monto millonario: es prestarse como institución al juego macabro de este gobierno para tensionar con la Iglesia Católica y confrontar con los movimientos populares. Es necesario enfatizar que no hay que responsabilizar a los/as pastores/as e iglesias de los barrios populares, que muchas veces son víctimas arrastradas por la falta de educación, el analfabetismo teológico y su vínculo literal con la Biblia; o que ni siquiera son parte de ACIERA. El trabajo y la diaconía comunitaria realizados aportan significativamente al cuidado comunitario, y a la organización de la vida en el territorio.

Durante años nos escucharon insistir en la necesaria articulación de las organizaciones populares, los sindicatos y las iglesias en los territorios: en darle importancia al fenómeno evangélico, como a las expresiones de fe en toda su diversidad, la espiritualidad y la religiosidad popular. Las organizaciones están compuestas por miles de hermanos/as en la fe y las iglesias por un sinfín de hermanos/as que militan en los movimientos sociales: la fe no está divorciada de la lucha ni de la vida. Estas formas organizativas (iglesias – movimientos) por diversas razones no han podido profundizar en dicha articulación para fortalecer los vasos comunicantes entre las prácticas de la fe y las de organizarse para vivir con dignidad. La mayoría de quienes profesamos la fe evangélica somos parte de los sectores populares, nos atraviesan las mismas necesidades y padecimientos. 

Fotos: Santi Oroz

El Reverendo Gabriel Osvaldo Vaccaro, pionero del pentecostalismo en nuestro país, señalaba en los años 90 una de las debilidades del campo evangélico, diciendo: “Las iglesias evangélicas de América Latina están integradas por los sectores más pobres y humildes del continente. La única manera de impedir que sigan siendo cooptadas por las corporaciones religiosas es ofrecer formación y capacidad de discernimiento a Pastores y Pastores; y entonces sí, cuando vengan los pastores electrónicos (…) y les digan que sufriremos más si no pagamos la deuda externa, sabrán cómo responder”.

Cuando el Estado decide estar ausente dejando a la deriva a los sectores populares, pero haciéndose presente en el empobrecimiento, la criminalización y la violencia institucional, quienes quedan en los territorios organizando la vida y animando en la esperanza son precisamente los movimientos populares y las Iglesias (evangélicas – católicas) que luchan contra el hambre, el desempleo, el narcotráfico y la violencia social e institucional en los territorios. Esas son las trincheras donde profundizar esa articulación, reconociendo a las iglesias como un actor importante y su capacidad en la organización comunitaria, construyendo diálogo institucional, participándolas en las discusiones elementales que dan los territorios en la búsqueda de la dignidad, sumándolas a las redes de abordajes comunitarios, intercambios de experiencias y espacios de formación, etc. 

¡Tal vez sea el tiempo de cumplir la petición de Jesús cuando oraba para “que sean uno”! Es tiempo de ser artesanos de la unidad a la que invita el Papa Francisco. Es tiempo de la organización material y espiritual de la que hablaba Juan D. Perón, o del amor eficaz que enseñó el Cura Camilo Torres. Podríamos pensarlo, para actuar, si es tiempo de la unidad de todos los sectores para ser hermanos/as y no lobos, como profetizaba Agustín Tosco; o del ecumenismo popular que predicaba el Pastor José De Luca. Tal vez sea urgente pensar en profundidad en esta imprescindible unidad, para sobrevivir a la rapiña organizada. 

Diego Mendieta es Pastor de la Comunidad Evangélica Fe y Vida, referente de la Pastoral Social Evangélica e integrante de la Secretaría de Culto de la UTEP
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